Juan Bunyan (1628-1688) escribió:
“Tú, Hijo Bendito, Te despojaste a Ti mismo manifestando la gracia. La gracia Te hizo bajar del cielo; la gracia Te obligó a cubrir Tu manto de gloria; la gracia Te hizo pobre y despreciado; la gracia Te obligó a llevar el peso de pecado y el de la tristeza. Tales pesos de la maldición de Dios son indecibles. ¡Oh Hijo de Dios! La gracia estuvo en todas Tus lágrimas; la gracia brotó de Tu costado, en Tu sangre; la gracia salió con cada palabra de Tu dulce boca; la gracia salió de donde el látigo Te azotó, de donde las espinas Te abrieron la cabeza, y de donde los clavos Te perforaron. ¡He aquí la verdadera gracia! Es la gracia que maravilla a los ángeles, da gozo a los pecadores y confunde a los diablos”.
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