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viernes, 20 de septiembre de 2019

EL LUGAR DE LA MUJER, por R. K. Campbell

Como en muchos lugares ya no se leen esa clase de libro que va en contra del pensamiento moderno, conviene ofrecer eso estudios para que se eduquen correctamente hermanos que están siendo arrastrados por la corriente del mundo. El hermano Campbell escribió así:

"Todo lector, cuya consideración es el bienestar de otros y no el suyo, estará de acuerdo con la declaraci6n que establece un hecho: Dios ha dado a la mujer un lugar especial y maravilloso en la familia y en la sociedad. También podrá el lector reconocer que la mujer está capacitada de un modo especial para un lugar que ningun hombre podría llenar de manera satisfactoria. Las Escrituras, desde el principio hasta el fin, nos muestran el lugar especial de la mujer. Presentan su lugar en la creación, en la caída de la humanidad, bajo la ley en el Antiguo Testamento y bajo la gracia en el Nuevo Testamento. Veremos también, a través de la Palabra de Dios, que la mujer tiene su esfera propia de servicio y que ésta es una esfera bendita y necesaria.
   Nuestro tema en estas páginas es el lugar bíblico de la mujer dentro de la Iglesia. Sin embargo, para un entendimiento adecuado de este tema sera de gran ayuda considerar primero el lugar de la mujer en la creación, en la caída, en el hogar, y bajo la ley. Si discernimos el lugar que Dios le ha dado en todas esas esferas, eso nos dara la información básica para condiderar y entender el lugar Bíblico de ella en la Iglesia y el hogar en tiempos del Nuevo Testamento.
 
Su Lugar en la Creación 
 
En Genesis 2 podemos ver que el hombre fue creado primero y que de la costilla de Adán Dios hizo una mujer y la trajo al hombre para ser su ayuda idónea. En 1 Corintios 11:8-12 el Espíritu de Dios hace el siguiente comentario sobre esto: "Porque el varon no procede de la mujer, sino la mujer del varon, y tampoco el varon fue creado por causa de la mujer, sino la mujer por causa del varon. Por locual la mujer debe tener senal de autoridad sobre su cabeza, por causa de los angeles. Pero en el Senor, ni el varon es sin la mujer, ni la mujer sin el varon; porque as! como la mujer procede del varon, tambien el varon nace de la mujer; pero todo procede de Dios".
     Aquí hay una presentación de la verdad en cuanto ala relación del hombre y de la mujer. El mero hecho de que la mujer fue tomada del hombre prueba su igualdad con él. No es ella su inferior, sino su igual, su "ayuda idónea". Hay igualdad, pero junto con la igualdad hay diversidad. La mujer fue hecha para el hombre y para estar con el a su lado. Nunca fue el propósito de Dios que la mujer fuera una criatura independiente, apartada del hombre. Fue Su propósito que ella se asociara con él, y que juntos fueran una sola carne, simbolizando la unión de Cristo y Su novia, la Iglesia. La mujer nunca resplandeee más brillantemente que cuando esté cumpliendo cabalmente el oficio para el cual fue ereada. Este objeto es, antes que todo, el ser la "ayuda idonea" del hombre.
    No obstante, debemos notar también que el mero hecho de que la mujer fue creada del hombre indica que él es su cabeza. Ésta es la conclusion que el Espiritu de Dios pone delante de nosotros en los versículos de 1 Corintios 11, arriba citados: "Por lo cual en vista de su lugar en la creación la mujer debe tener señal de potestad sobre su cabeza [es decir, una señal de la autoridad del hombre, bajo la cual esta], por causa de los ángeles" (v. 10). El apostol dice: “...quiero que sepáis que Cristo es la cabeza de todo varón, y el varón es la cabeza de la mujer” (v. 3). Por causa de este orden divino en la creación la mujer debe reconocer el señorío del hombre. Y debe tener en la cabeza la señal de su autoridad sobre ella (1 Co. 11:10). Lo anterior quiere decir que debe cubrir su cabeza, especialmente cuando ore o profetice y cuando esté en la asamblea. Los ángeles deben ver el orden de Dios tanto en la creación como en la Iglesia.
     Más adelante tendremos más que decir respecto al tema de cubrirse la mujer la cabeza. Por ahora no haremos más que referirnos a eso en conexión con el lugar de la mujer en la creación y en consecuencia, el reconocimiento que ella debe hacer del hombre como su cabeza. La cubierta [el velo], según la Escritura, significa este reconocimiento.
      En 1 Corintios 11: 14-15, el apóstol se refiere a la naturaleza como evidencia adicional de aquella distinción que existe entre el hombre y la mujer, y del apropiado lugar de sujeción que a ésta le  corresponde... “La naturaleza misma, ¿no os ensena que al varón le es deshonroso dejarse crecer el cabello? Por el contrario, a la mujer dejarse crecer el cabello le es honroso; porque en lugar de velo le es dado el cabello”. Dios le ha dado cabello largo a la mujer y cabello corto al hombre, a fin de establecer una característica que distingue entre ellos. A la mujer le es natural tener el cabello largo; al hombre cabello corto.
      El cabello largo en las Escrituras es, generalmente, un símbolo de dependencia, sumisión y modestia, atributos estos que deben caracterizar a la mujer como “vaso mas fragil” al cual el hombre ha de dar honor. El pasaje delante nuestro en 1 Corintios 11 habla del cabello de la mujer como una gloria [gr. "doxa"]. Una mujer manifiesta la gloria y la belleza puesta sobre ella solamente cuando se queda en el lugar de dependencia y sujeción dado por Dios, al mismo tiempo que mantiene su distinto carácter femenino. Cuanto más femenina sea la mujer, tanto mas bella es a los ojos de Dios. 
     Cuanto más trate de parecerse al hombre, tanto más pierde su verdadera belleza y virtud. La declaracón: “La naturaleza misma ¿no os enseña...?” da pie a una aplicación más extensa de nuestro tema actual. La constitución física y el temperamento del hombre y de la mujer son muy diversos. Dios en Su sabiduría puso grandes diferencias entre las características fisicas, mentales y emocionales del hombre y de la mujer. Le ha dado al hombre altura, fuerza y capacidad para razonar superiores. En contraste feliz, Dios ha dado a la mujer gracia, natural dulzura y viveza mental, todo esto capacitándola para el circulo doméstico. Es muy evidente que el Creador los ha constituido por naturaleza para que ocupen lugares diferentes y separados. Es igualmente evidente que se deben completar o complementar el uno al otro.
     Es así como sabemos a través de la creación y la naturaleza que la mujer tiene un lugar distinto al del hombre en la sociedad. Más tarde veremos que el lugar que Dios Ie ha dado en la Iglesia esta en armonía con su lugar en la creación y en la naturaleza. Ademas habremos de damos cuenta de que su lugar en la creación fija su lugar en la Iglesia tambien. Veremos que su sitio en la naturaleza es ilustrativo de su lugar en la gracia, O sea su relacion como una mujer cristiana a Dios. Los dos lugares son inseparables. Dios no da a la mujer ni al hombre un lugar en la Iglesia que contradiga el lugar que a ellos corresponde en la creación y en la naturaleza.
     En la caída hemos visto a través de la creación que el lugar o posición de la mujer es de sujeción a su cabeza y de compañerismo con su esposo. Ahora consideraremos qué parte tuvo ella en la caída de la humanidad en el huerto del Edén, y qué posición fue la que se le dio como resultado de ese hecho. Por la narración divina consignada en Génesis 3, nos damos cuenta de que la serpiente tentó a Eva para que tomara el fruto prohibido. Fue ella la que tomó, probó de él y dio tambien a su marido, el cual comió así como ella (vv. 1, 6), Como resultado de eso, Dios dijo a Eva: “Con dolor darás a luz los hijos; y tu deseo sera para tu marido, y él se ensenoreara de ti” (Gn. 3:16).
     Aquí vemos a la primera mujer, Eva, dejando su lugar natural de dependencia para tomar la iniciativa. En vez de rechazar las insinuaciones de la serpiente y procurar la ayuda y la proteccion de su compafiero como cabeza que le fue dada por Dios, actuó independientemente. Fue engañada por el diablo y desobedeció el mandamiento de Dios. Por eso, Él pronunció la sentencia definitiva, es decir que el lugar de la mujer todavía sería el de subordinacian a su marido, aunque ése ahora era un hombre caído.
     Ademas de todo lo anterior vemos que no necesitamos elaborar nuestras propias conclusiones de esos hechos, porque el Espiritu de Dios se refiere a este engaño del que fue víctima Eva, en 1 Timoteo 2:11-14. Este pasaje muestra ese engaño como una razón por la que a la mujer de esta época de la Iglesia no le es permitido usurpar la autoridad masculina. El pasaje en cuestión reza así: “La mujer aprenda en silencio, con toda sujeción. Porque no permito a la mujer enseñar ni ejercer dominio sobre el hombre, sino estar en silencio. Porque Adán fue formado primero, despues Eva; y Adán no fue engañado, sino que la mujer, siendo engañada, incurrió en transgresión”.
     Aquí tenemos dos razones dadas que explican el porqué la mujer no ha de enseñar. Una es el primer lugar de Adan en la creación, la cual implica su jefatura. La otra es que la mujer fue engañada por la serpiente. Adán no fue engañado como su mujer. El pecó con los ojos abiertos y fue más culpable que su esposa. Pero fue Eva la engañada. Tal fue su parte en la caída de la humanidad. Se mostró a sí misma como una líder bastante deficiente.
     Por eso, en el gobierno sabio de Dios, se le priva a ella de cualquier lugar de autoridad o ensenanza en la Iglesia. Así es que ya desde el huerto del Edén, recibimos el primer aviso,  el más poderoso – contra cualquier tipo de jefatura por parte de la mujer. Es de veras una señal de vívida advertencia, dada en el mismo principio de la historia humana.
     Alguien ha hecho notar lo siguiente: 

     “Cuando las mujeres se salen de su lugar, parecen ser víctimas del diablo. Es una mujer en una de las parábolas del Evangelio quien esconde la levadura en tres medidas de harina (Mt. 13:33) – tipo de la introducción de principios corruptos que han penetrado en la cristiandad (por cristiandad entendemos aquello que profesa ser cristiano). Fue una mujer, Eva, la que incurrió en transgresión.
En 2 Timoteo 3:6 leemos de 'mujercillas cargadas de pecados, arrastradas par diversas concupiscencias' a quienes hombres malvados llevan cautivas en los tiempos peligrosos de estos postreros dias. Pero antes de continuar con diversos ejemplos, conviene puntualizar el hecho de que cuando una mujer se sale de su lugar, muchas cosas bastante desagradables y peligrosas pueden suceder. Veamos ahora lo siguiente. Es una mujer Jezabel quien historicamente representa en el Antiguo Testamento todo lo que es repugnante y perverso. En el Nuevo Testamento representa fuguradamente la corrupcion eclesiástica y la depravación religiosa de la peor clase (l R. 21; Ap.s 2:20).
     “En el día de hoy la gran mayoria de mediums espiritistas son mujeres; el espiritismo moderno comenzó con mujeres – las hermanas Fox en Norteamerica. Fue una mujer histérica – la senora White – quien por sus blasfemias jactanciosas llegó a ser la líder y en gran parte fundadora de aquel sistema inicuo conocido como el Adventismo del Séptimo Día.
     "La ciencia cristiana – que ni es cristiana ni ciencia –  debe su origen a una senora de apellido Eddy, una mujer, evidentemente. Podemos agregar que una encuesta entre profesionales de la tal llamada Ciencia Cristiana en cierta gran ciudad revela que el 75 por ciento de aquellos son mujeres (R.K.C.). La teosofía, como se conoce en el hemisferio occidental, fue popularizada por una mujer, la Señora Blavatsky; la obra que ella estableció fue llevada adelante por otra mujer, la senora Besant” (A. J. Pollock).

     Podemos agregar a esta lista el Movimiento de Lenguas (pentecostalismo) de hoy y el fanatismo que lo acompña, etc. De ese movimiento las mujeres son las líderes mas prominentes y entusiastas. Esto no es para menospreciar a la mujer, porque moralmente ella tiene, por lo general, cualidades mucho más excelentes que las del hombre. Además, por regla general, la mujer supera al hombre en su afecto v devoción a Cristo. No es cuestión aquí de la habilidad de la mujer. Tenemos mucho gusto en reconocer que en comparación con el hombre ella no manifiesta ninguna inferioridad respecto a talento, cultura, discreción, etc. Es solamente en cuanto a posición que el hombre tiene preeminencia sobre la mujer. El punto que queremos establecer es éste: que cuando una mujer se aparta del lugar y la esfera de servicio que le ha sido dada por Dios – cuando toma un lugar de enseñar y de guiar – muchas veces llega a ser la víctima favorita de los engaños de Satanás. Muchas veces la mujer, así engañada, viene a ser propagadora de herejías y muchas mentiras. Esta es la lección que debieramos aprender de la historia de la mujer cuando esté fuera del lugar que le corresponde.

jueves, 19 de octubre de 2017

La Rebelión de Uzías: Cuando lo bueno se vuelve malo

2 Crónicas 26:16-18

“...su corazón se enalteció para su ruina;
 porque se rebeló contra Jehová su Dios...”
(v. 16)

Muchos se acuerdan de la rebelión de Coré, pero no tantos recuerdan la rebelión de Uzías. El rey Uzías era uno de los reyes buenos de Judá, e hizo mucho bien. Sin embargo, la Palabra de Dios nos dice: “Mas cuando ya era fuerte...”, vino el problema. Uzías se había hecho fuerte, era un hombre poderoso y que había logrado mucho. Veía que podía hacer todavía más, y quizá confiaba en su riqueza, habilidad y vigor, pero si fue así, en esto se equivocó. Para muchas personas, hombres y mujeres igualmente, la fuerza y riqueza es más una prueba de su carácter que la debilidad.
    Puesto que Uzías era un rey bueno, ¿en qué se rebeló? Otros habían introducido la idolatría, como Jeroboam, y aun Salomón. Aun David se rebeló una vez y cometió adulterio. Otros habían confiado en alianzas inmundas con los enemigos de Israel. Alguno incluso mató a un profeta de Dios. ¿En qué se rebeló Uzías? No fue nada de todo eso. Ni siquiera fue nada que pudiera parecernos tan grave, porque al fin y al cabo, simplemente quería quemar incienso a Jehová, servirle y rendirle culto de esta manera, en adoración. ¿Acaso es esto malo?
    Por supuesto que no. Servir a Dios es bueno. Adorarle es bueno. Pero, como Caín mismo y otros habían tenido que aprender a lo largo de la historia, es Dios y no nosotros quien decide cómo se le debe adorar y servir. Dos hijos de Aarón habían muerto en el tabernáculo al principio de su historia, siendo ellos sacerdotes consagrados, simplemente porque: “tomaron cada uno su incensario, y pusieron en ellos fuego, sobre el cual pusieron incienso, y ofrecieron delante de Jehová fuego extraño, que él nunca les mandó” (Lv. 10:1-2). Para Dios, el pecado de Nadab y Abiú fue tan grave como el pecado de Israel con el becerro de oro, y mostró Su disgusto y condenación con un juicio instantáneo.
    Volviendo a lo de Uzías, los sacerdotes de Jehová se pusieron contra él, y le dijeron:

    “no te corresponde a ti, oh Uzías, el quemar incienso a Jehová, sino a los sacerdotes hijos de Aarón, que son consagrados para quemarlo. Sal del santuario, porque has prevaricado, y no te será para gloria delante de Jehová Dios” (2 Cr. 26:18).

    Los ministros de Dios tuvieron que ser valientes, y actuar sin acepción de personas. El rey mandaba en el reino, pero no en el templo, la casa de Dios.  Y cuando los siervos de Dios actuaron con valentía, Dios mostró Su aprobación y juzgó al rey encolerizado.
    Aunque es del Antiguo Testamento y tiene que ver con cosas del primer pacto, recordemos lo que el Nuevo Testamento afirma: “...las cosas que se escribieron antes, para nuestra enseñanza se escribieron” (Ro. 15:4). Quemar incienso a Dios es bueno, pero lo bueno se vuelve malo, cuando alguien a quien no le pertenece se empeña en hacerlo. Si una persona intenta entrar en un ministerio o servicio que Dios no tiene designado para ella, por buenos que sean el ministerio y sus intenciones, está cometiendo un pecado. Como lo fue con Uzías, es el pecado de rebelión: “contra Jehová”. Y la rebelión no es un mero acto físico, es una actitud, radica en el corazón: “su corazón se enalteció”. Es decir, Uzías tenía una opinión de sí mismo, su potencia, su habilidad o sus derechos, que era más allá de lo debido, fuera de los límites.
    Vivimos en tiempos cuando el mundo piensa y habla mucho del potencial humano, y de los derechos humanos. Quizás hay muchas maneras de las cuales podríamos aplicar la lección de Uzías, pero invito a cada lector a considerar la siguiente. Entre otras cosas, un gran énfasis está siendo puesto sobre el tema de la mujer, su igualdad con el hombre, su potencia y habilidad, y sus derechos. El movimiento feminista ejerce su influencia en todo el mundo, incluso en las iglesias evangélicas. Es bueno que la mujer no sea tratada como propiedad ni como objeto de placer, por supuesto. Pero el tema que nos preocupa no es el maltrato de la mujer, sino el maltrato que algunas mujeres están dando a la Palabra de Dios y el orden que Él estableció, no los hombres. Las iglesias que no han sido tocadas por los vientos de cambio respecto a la mujer son más bien pocas.   
    Un misionero inglés, procedente de las asambleas pero casado con una mujer  pentecostal, me solía decir: “tenemos que potenciar el ministerio de la mujer”. No se refería al ministerio de la mujer delineado en Proverbios 31, sino más bien a la idea de dejarlas predicar, enseñar en reuniones de mujeres y llevar a cabo el pastoreo femenino en las iglesias. El mundo aplaude esto, porque es la actitud en general hoy – lleva décadas fortaleciendo y potenciando a las mujeres. Pero el protagonismo y los aplausos del mundo deben hacernos parar y pensar, porque es el enemigo de Cristo y de la Palabra de Dios. En nuestros tiempos es común encontrar aún en las congregaciones evangélicas que las mujeres jóvenes estudian carreras universitarias. Los colegios e institutos las mentalizan que eso es lo que deberían hacer. Para ellas lo anormal es que una mujer joven no tenga carrera. Aunque quizás no lo dirían exactamente así, miran con cierto desdén el concepto “anticuado” de quedarse en casa. Afirman que la mujer es capaz de hacer lo mismo que el hombre. En muchas cosas no lo dudamos ni lo discutimos, pero la cuestión no es si puede, sino si debe.
    A muchas mujeres creyentes les está pasando la crisis y prueba de Uzías. Han bebido de las fuentes del mundo, y: “ya son fuertes”. Ven que tienen potencial y habilidad, se han fortalecido y engrandecido. Ya no son las humildes y sencillas mujeres piadosas de antaño cuyo ministerio era ser esposas, madres y amas de casa. Ahora son más intelectualmente desarrolladas (como si trabajar en casa fuera para tontas), y han logrado cierto éxito en sus empresas. Como Uzías, ellas también creen que pueden hacer más, y quizás confían en su habilidad y vigor, pero en esto se equivocan.  Para estas mujeres, la fuerza es más una prueba de su carácter que la debilidad y están cayendo en el mismo pecado, de enaltecerse para su ruina, y rebelarse contra Jehová su Dios. Es una acusación muy grave, ya lo sé, y procuraré explicarme.
    Como Uzías, un número creciente de mujeres evangélicas, que tienen apariencia de piedad, y de quienes se supone que sólo desean glorificar a Dios, se están equivocando respecto al ministerio. Y el problema se hace peor si alguna de ellas es misionera o la mujer del pastor, y usa su posición e influencia para enseñar sus ideas y prácticas a otras, todo con el consentimiento de su marido. Pero recordemos: “Lo ha dicho la misionera” o “...la mujer del pastor”, no es lo mismo que: “lo ha dicho Dios”. En todo el hablar de los derechos de la mujer, se nos están olvidando la Palabra de Dios y los derechos de Dios y Sus prerrogativas divinas. Todavía en el siglo XXI es Dios quien decide cómo se le debe adorar y servir, y Sus decisiones han sido declaradas en Su Palabra, no en congresos ni concilios de evangélicos.
    Pero hoy las personas jóvenes no conocen otra cosa, porque han nacido en un ambiente evangélico ya alejado de la Palabra de Dios, ya contaminado por ideas mundanas. Les parece normal que haya reuniones y estudios de mujeres, retiros para mujeres (y en algunos de ellos la cena del Señor con sólo mujeres, presidida por ellas), conferencias para mujeres, revistas para mujeres con mujeres escritoras y mujeres pastoras. Aunque no sean reconocidas como tales, existen situaciones en las que aparentemente creen que sólo ellas pueden visitar, entender y aconsejar a las mujeres. Eso es una afrenta a la Palabra de Dios y el liderazgo y ministerio de los hermanos varones que Dios, no los hombres, estableció. Las conferencias celebradas son para todos los creyentes, el ministerio de la Palabra en la iglesia es para todos los creyentes, y las revistas hasta hace poco han sido para todos los creyentes. ¿De dónde entonces esta idea de algo: “sólo para nosotras” y “caminemos juntas”? Cierto es que su procedencia no es bíblica, porque no está en la Biblia. No hay ningún libro en la Biblia escrita por una mujer, ni escrita solamente para mujeres.
    En el Nuevo Testamento (espero que al lector le importe) no hay mujeres misioneras, conferenciantes, escritoras, pastoras, etc. Las mujeres piadosas aprendieron en silencio y no enseñaron ni ejercieron liderazgo. La única manera de lograr estas cosas hoy en día es apelando a argumentos culturales (la evolución social: una teoría de Marx, tomada de ideas de Darwin) y en nombre del progreso. Pero las asambleas progresistas carecen de apoyo bíblico, porque el buen camino no está por descubrir en el futuro. Está atrás, en la Palabra de Dios. En Jeremías 6:16, Dios no dice: “adelante”, sino: “Paraos en los caminos, y mirad, y preguntad por las sendas antiguas, cuál sea el buen camino, y andad por él”. Lamentablemente, el pueblo respondió: “No andaremos”. Era un problema de la voluntad, no de falta de información. Dios continuó: “Escuchad al sonido de la trompeta” (alarma), pero el llamado pueblo de Dios dijo: “no escucharemos” (v. 18). Otra vez, es cuestión de la voluntad. ¿No tenemos el mismo problema hoy en día? No nos falta información, sino voluntad para obedecer a Dios. Sería mucho más triste si hoy en día repitiéramos este gran error. Sufriríamos también el disgusto y la desaprobación de Dios. Como la iglesia de Laodicea, el olor del mundo está sobre las iglesias “contemporáneas”, progresistas, manifiestamente mundanas. Su éxito y popularidad temporales no les salvará en el día del juicio. En aquel día la Palabra de Dios será abierta, y dice:

    “La mujer aprenda en silencio, con toda sujeción. Porque no permito a la mujer enseñar, ni ejercer dominio sobre el hombre, sino estar en silencio. Porque Adán fue formado primero, después Eva; y Adán no fue engañado, sino que la mujer, siendo engañada, incurrió en transgresión” (1 Ti. 2:11-14).

    Hay que afirmar que amamos y estimaos a nuestras hermanas en la fe, pero ni aun así le corresponde a una mujer el liderazgo, ni siquiera de otras mujeres, y con la Biblia NO se puede demostrar lo contrario, porque Dios estableció que lo tuvieran los varones. No se trata de machismo, sino de aceptar el diseño y el plan del Creador y Cabeza de la Iglesia. Porque una escoba no debe usarse para pintar una casa, no quiere decir esto que no sea útil. Es útil en el lugar y trabajo que le corresponde. Y así es con el servicio que cada uno debe rendir al Señor y a Su Iglesia. Respecto a la mujer creyente, las razones dadas por el Espíritu Santo aquí no tienen absolutamente nada que ver con la cultura, sino con los propósitos de Dios en la creación y después de la caída. No se contempla en la Palabra de Dios “directoras” de ministerios, ni pastoras, ni consejeras, ni escritoras, ni nada semejante. Seamos honestos, la Biblia no enseña que las mujeres hagan esto. Al contrario, Dios dice en Su Palabra inspirada e inerrante: “Aprenda en silencio, con toda sujeción”. Queridos hermanos, es inútil defender la Biblia como plena y verbalmente inspirada por Dios e inerrante, y luego claudicar en la práctica sobre lo que Dios ha dicho. Y en algunos casos, es más que un error; es hipocresía.
    Es interesante notar que el mismo pasaje, 1 Timoteo 2:9-15, asocia la piedad de la mujer con su forma de vestir, con su carácter y con su conducta. Y justamente estas cosas son las que muchas veces también les falta a muchas mujeres evangélicas. Han aprendido del mundo cómo vestirse, qué carácter es bueno tener, y cómo conducirse. El bombardeo continuo de los medios de comunicación, la tele, la radio, las revistas, también la educación en escuelas públicas, y la influencia de la sociedad alrededor nuestro han dejado su marca. Es una especie de lavado de cerebro, hecho poco a poco, a lo largo de los años de la juventud y sin ser percibido hasta que su trabajo, como la carcoma, ya está hecho.

    “Pero toda mujer que ora o profetiza con la cabeza descubierta, afrenta su cabeza,; porque lo mismo es que si se hubiese rapado...Por lo cual la mujer debe tener señal de autoridad sobre su cabeza, por causa de los ángeles...Juzgad vosotros mismos: ¿Es propio que la mujer ore a Dios sin cubrirse la cabeza?” (1 Co. 11:5-13).
           
    Dios estableció el velo como símbolo de autoridad, y por ende, símbolo de la sumisión de la mujer cristiana a esta autoridad. No se puede relegar a los tiempos y la cultura de Corinto, puesto que el versículo 16 habla de: “las iglesias de Dios”.

    “Como en todas las iglesias de los santos, vuestras mujeres callen en las congregaciones; porque no les es permitido hablar, sino que estén sujetas, como también la ley lo dice. Y si quieren aprender algo, pregunten en casa a sus maridos; porque es indecoroso que una mujer hable en la congregación” (1 Co. 14:33-35).

    El apóstol Pablo escribió esto, no por su cuenta, sino bajo la inspiración del Espíritu Santo. Es Palabra de Dios, y por lo tanto, el silencio de la mujer en la congregación, en público, es bíblico y por tanto, correcto. Es doctrina apostólica acerca de la mujer. Y añade: “Si alguno se cree profeta, o espiritual, reconozca que lo que os escribo son mandamientos del Señor” (1 Co. 14:37). Entonces, fue Dios, mediante el apóstol, quien hizo de esta doctrina un “test” de servicio a Dios y espiritualidad. Las iglesias que no observan el silencio de la mujer desobedecen la Palabra de Dios. Los que les enseñan a hacerlo, por más letras que tengan detrás de su nombre, no hablan de parte de Dios ni son espirituales, antes al contrario, les falta discernimiento en la Palabra de Dios. Comprendemos que declarar esto es para muchas personas como una provocación, pero tal reacción simplemente indica lo lejos que hemos ido de la Palabra en nuestro desliz. ¡Es hora ya de parar, mirar, preguntar por la senda antigua, y andar en ella! Uzías se rebeló contra la Palabra de Dios; quiso tomar para sí libertades (supuestamente buenas) que Dios no permitía. Fue pecado.
    Otra vez vivimos las circunstancias vergonzosas de la rebelión de Uzías, cuando algo bueno se vuelve malo. Pero esta vez las mujeres son las protagonistas en la rebelión. Es rebelión contra la Palabra de Dios cuando una mujer entra en el pastoreo, cuando deja de aprender en silencio y comienza a dar estudios y enseñar la Palabra de Dios. Cuando una mujer toma el liderazgo en la iglesia, por buenos que sean el ministerio o las intenciones de ellas, es pecado. Se supuso que Uzías quería glorificar a Dios y rendirle culto más de cerca, pero los sacerdotes le mandaron salir del santuario, y le declararon tres cosas:

    1. “no te corresponde a ti”
    2. “has prevaricado”
    3. “no te será para gloria delante de Jehová Dios”

    Esto es lo que debe suceder entre nosotros, queridos hermanos, si vamos a ser un pueblo fiel a Dios y a Su Palabra. ¿Dónde están los varones de Dios, siervos fieles que creen a Su Palabra? Los sacerdotes respetaban al rey, pero no obraron con acepción de personas. Nosotros respetamos y estimamos a las mujeres creyentes, como coherederas de la gracia, claro que sí. No se trata de una lucha contra las mujeres, sino contra la falta de respeto que hemos tenido a la Palabra de Dios. Pero debemos obrar con acepción de personas simplemente porque en este caso son mujeres. No hay que andar de puntillas porque son esposas de ancianos, de misioneros  o mujeres “encomendadas” a algún ministerio eclesial o paraeclesial, sino ponernos contra ellas (no como personas, ni como mujeres coherederas de la gracia, sino en el contexto bajo consideración) y decirles tres cosas: “no os corresponde”, “habéis prevaricado”, y “no os será para gloria delante de Jehová Dios”.  Y al hacerlo, que nadie nos acuse de tener manías a las mujeres, porque no es así. Es cuestión de amar al Señor y Su Palabra tanto, ¡que deseamos fervientemente hacer lo que dice!
    Y en más de un caso, gran parte del problema son los varones. Hemos cedido nuestras responsabilidades y privilegios a las mujeres, a veces por pereza, otras por apatía, a veces por avaricia o amor a los deleites. Nos hemos pegado a la tele, hechos unos adictos al futbol o a las películas, y las mujeres han preferido la Palabra de Dios. O nos hemos sumergido en el trabajo y el negocio, haciendo dinero, subiendo en la carrera, y no hemos tenido tiempo para la Palabra del Señor ni para servirle. No nos pueden preguntar en casa acerca de la Palabra, porque no sabemos, excepto acerca de quién ganó la copa del rey. No nos hemos esforzado para salir a las puertas, para ir a visitar, ni siquiera hemos abierto las nuestras para ejercer hospitalidad. Comprendemos a nuestro perro de caza o nuestro Mercedes más que a las personas, así que, ¿cómo vamos a aconsejar y pastorear? Todo esto es verdad, y de ello tenemos que arrepentirnos, pero aunque esto es así, los hombres no tienen toda la culpa en exclusiva.
    La otra cara de la moneda acerca de los hombres es que algunos son pusilánimes. Aun el gran Acab escuchó la voz de su mujer, Jezabel. Dios acusó a Adán de haber escuchado la voz de su mujer al sumergir la raza en el pecado. Abraham escuchó la voz de Sara respecto a un hijo, y el resultado fue Ismael y siglos de problemas. Hay hombres que en la calle son leones, pero en casa, gatitos domesticados. En el púlpito son grandes oradores, pero en casa son mandados. Y en algunos casos los propios maridos temen  pararle los pies a su mujer, y si no pueden con ella, ¿qué van a hacer en la iglesia? Quizá saben que como Uzías, ellas se llenarán de ira y habrá una escena desagradable. Puede que algunas manden en privado, en su matrimonio y familia, aunque no deberían, pero no podemos callarnos cuando como Uzías, ellas llenan sus manos con incienso y desean entrar en un ministerio que Dios les tiene prohibido. Quizá se enojarán, pero ¿cuál es la procedencia de semejante ira, sino el alto concepto que algunas tienen de sí mismas? Quizá se creen “maestras” y “líderes”. Si han bebido de las fuentes del mundo, están en cierto sentido borrachas de ideas mundanas en cuanto a su importancia y potencial. Así que, debido al mucho tiempo en que los varones han ido cediendo el terreno, dejando a las mujeres “desarrollar” su ministerio fuera de casa más y más,  ahora no será fácil la reconquista de lo perdido por falta de valentía o por falta de convicción.
    Es válido hasta cierto punto el temor de que si nos oponemos a ellas, habrá contienda, división y pérdida. A lo mejor no reaccionan ellas así públicamente, pero sus maridos y otros hombres controlados por ellas, sí, levantarán oposición abierta. La dinámica de esta situación ha sido descrita por el dicho: “En casa ella le escribe las partituras, y el público él canta”. Pero quien escribe las únicas “partituras” que valen para la iglesia, la familia y la vida cristiana, es Dios. Así que, hay que decidir, como los sacerdotes en el tiempo de Uzías, qué es realmente importante.
    Siempre vale más ser fiel a Dios y Su Palabra que quedar bien con los hombres, o en este caso, con las mujeres que desean el protagonismo en las asambleas. La Palabra de Dios no ha cambiado, y en ella no hay precepto ni ejemplo de lo que hoy en día  las mujeres evangélicas hacen y quieren hacer. Pero en las asambleas padecemos de una crisis de convicciones bíblicas y de liderazgo espiritual.
    Es mi convicción que debemos arrepentirnos humildemente, y confesar nuestro pecado, no tratando de excusarlo o minimizarlo, y volver a dirigir las congregaciones (y nuestros matrimonios y familias) por la Palabra de Dios. No es cuestión de simplemente hacer declaraciones, sino de hacer cambios, de ordenar nuestras vidas y prioridades para que los varones sean en verdad los líderes, guías y maestros espirituales que toda la iglesia necesita.
    Toda retórica acerca de derechos, habilidad o potencial de la mujer es vana, porque no se trata de esto. Se trata de que Dios ha hablado y nos ha dicho cómo proceder. Entonces, sobran todas nuestras ideas acerca de cómo mejorarlo. Dios ha hablado en Su Palabra, la Biblia. ¡Este librito no es la Biblia! Todo lo que cita de la Biblia debe ser leído y escudriñado como hicieron los de Berea. ¿No sería triste si Dios estuviera tratando de decirnos algo y no le dejábamos?
    Todos los creyentes, varones y mujeres, somos miembros de la familia de Dios sólo por Su gracia. Somos coherederos y copartícipes de la misma gracia (1 P. 3:7). Pero recordemos esto, habilidad y oportunidad no son lo mismo que responsibilidad. En la casa de Dios no todos tenemos la misma responsabilidad y función. Hermanos, hermanas, no repitamos el error de Uzías. Nuestras amadas hermanas no deben desear entrar en el ministerio que el Señor designó para los varones, y los hermanos no deben ser pusilánimes ni cobardes ni permisivos respecto a las intrusiones femeninas. No se nos envanezca el corazón más para nuestra ruina, y no nos rebelemos contra lo que Dios ha escrito. Sea Dios veraz y todo hombre mentiroso.
Carlos Tomás Knott