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martes, 31 de marzo de 2020

Cosas Que Dejar Atrás, Parte II




Texto: Col. 3:1-17

     En el estudio anterior leímos versos en el capítulo 1 donde Pablo daba gracias porque hemos sido hechos aptos y partícipes de una herencia espiritual. Además de esto, vimos que Dios nos ha trasladado de las tinieblas a la luz – de Egipto a Canaán. En Cristo tenemos redención de modo que ya no somos esclavos del pecado. Además vimos que todos estos son hechos de Dios que no dependen de nosotros.
    En el capítulo 2 vimos que en nuestro Señor Jesucristo resucitado y sentado a la diestra de Dios habita toda la plenitud de la divinidad. Debido a esto, en Él estamos completos – y si esto es así, ¿qué más necesitamos sino darle las gracias? El mundo no puede de ninguna manera añadir a lo que tenemos en Cristo, ya sea por su religión, su filosofía o cualquier otra cosa. Estamos completos en Él.
    En los versículos 1-4 del capítulo 3 nos condiciona, por decirlo de una manera. ¿Habéis resucitado con Cristo? Entonces, hay que buscar las cosas de arriba. Vuestro peregrinar ha de ser mirando las cosas del cielo. La orientación del cristiano debe ser celestial, no terrenal.
    En el versículo 5, entonces, habla de hacer morir lo terrenal. ¡Cuántas cosas malas nombra aquí, y es lo que hay en el mundo!  En el mundo el deseo puede ser noble, pero no tiene poder para mejorar, porque está en servidumbre a la maldad. Como mencionamos anteriormente, bien dijo el catedrático Don José Luis San Pedro: “el mundo no tiene solución, porque hizo del dinero su dios”. Hay deseos y a veces planes de mejorar el mundo, pero se quebrantan en el camino y no se pueden llevar a cabo. El mundo no puede alterar su rumbo; va de mal en peor. En este versículo vemos cosas que nos llaman la atención. A mí me gusta leer detenidamente, pararme en las palabras y pensar en el significado de ellas. Es así que aprendemos. Por ejemplo, aquí habla de los “malos deseos” entre otras cosas. Cuando Dios creó al hombre, nos creó con necesidades: de comer, de beber, de respirar, de dormir, etc. Edén estaba provisto de árboles para comer y de un río para beber. Dios también proveyó trabajo provechoso para el hombre. Pero lo que Pablo aquí les recuerda que hay que dejar son deseos, no necesidades. Hay diferencia entre deseos y necesidades. El maligno, el tentador, entró y creó y provocó toda una serie de deseos en el hombre, para arruinar la obra de Dios. Las necesidades se miden; los deseos no. Los deseos son inconmensurables, mientras que las necesidades pueden ser cuantificadas y ordenadas. Tengamos esto en cuenta. Las necesidades puede ser satisfechas, pero los deseos nunca.
    Eclesiastés 7:29 dice: “Dios hizo al hombre recto, pero ellos buscaron muchas perversiones”. La palabra “recto” también se traduce “sencillo”. Es bueno ser sencillo, porque es como Dios nos quiere. La palabra “perversiones” también se traduce “artimañas”. En el Salmo 106:13-14 leemos: “bien pronto olvidaron sus obras; no esperaron su consejo. Se entregaron a un deseo desordenado en el desierto”. Dios los sacó de Egipto por Su gran poder, y al llegar al desierto no hubo agua. Pero llegaron a Mara, donde había agua amarga, y en respuesta a su queja Dios la cambió en dulce. Luego llegaron a Elim donde había palmeras y mucha agua. Al andar por el camino en el desierto Dios les proveyó también de maná, pero tenían deseos de las cosas de Egipto – estaban cubiertas sus necesidades pero tenían deseos desordenados. Estos deseos y el dar lugar a ellos desagradaron a Dios y resultaron en juicio sobre Su pueblo. Recordemos esto al leer en Colosenses 3. Hay que hacer morir los deseos malos – no vivamos en ellos porque nada bueno nos van a traer. El deseo empieza en la mente y no termina si no lo terminamos nosotros.
    En el versículo 8 vemos como comienza con la palabra “pero”. “Pero” es una conjunción adversativa que marca un contraste, un antes y un después. Como en Efesios 2:4 – marca el cambio entre lo que éramos y lo que es Dios y cómo nos trató. En la cena del Señor que hemos celebrado venimos a recordar a Aquel que nos amó aunque éramos pecadores, y vino del cielo para rescatarnos. En Colosenses 3:7 habla de “en otro tiempo”, pero en el 3:8 nos trata en el tiempo presente: “Pero ahora dejad también vosotros...” Las cosas que hemos de dejar, es así porque todas ellas pertenecen al viejo hombre. En Romanos 6 dice que nuestro viejo hombre fue crucificado con Cristo. La cruz del Señor rompe los lazos y el poder del viejo hombre y el pecado sobre nosotros.
    A veces queremos los creyentes que el mundo legisle conforme a nuestros principios y criticamos las leyes que aprueban. Jamás podemos cambiar el mundo por este proceder. El mundo vive en el viejo hombre y legisla según el viejo hombre. No puede hacer otra cosa porque está en una servidumbre al pecado. Sólo los que han despojado el viejo hombre pueden revestirse del nuevo hombre (v. 9).
    Dios nos hizo en Su imagen. El pecado quitó esta imagen, podemos decir que desdibujó la imagen de Dios en nosotros. Es el efecto triste del pecado. Pero el versículo 10 nos informa que no sólo nos hemos despojado del viejo hombre, sino también nos hemos revestido del nuevo, el cual es “conforme a la imagen del que lo creó”. En Cristo somos revestido de esta imagen de Dios. Los versículos 10-14 hablan de las vestiduras del nuevo hombre. “Vestíos” – se nos exhorta. Hay que proseguir la meta como Pablo dice a los filipenses, y hay que proseguir la meta como también les dijo. La idea es que vayamos renovándonos cada día y conformándonos cada día más a la imagen de Dios.
    Nuestra función no es criticar las leyes de los parlamentos, sino predicar el evangelio. Es únicamente por el evangelio que pueden venir los cambios deseados. Cuando los hombres oyen y creen, reciben poder para ser hechos hijos de Dios, y entonces hay cambios buenos. No sirve de nada criticar los productos sin cambiar la fábrica– esto es– la vieja naturaleza, el viejo hombre, la naturaleza pecaminosa, y este cambio lo hace Dios, no los hombres. El viejo hombre nunca va a ser renovado. No puede cambiar su naturaleza. Hace falta una obra de Dios.
    Hace poco que el Secretario General de la O.N.U. nombró una comisión para estudiar el problema de la pobreza y la distribución de los bienes en el mundo. Llegó a la conclusión de que el mundo produce suficiente alimentos, pero están mal distribuidos. Esto es debido a los malos deseos, porque los malos deseos, además de malos, son insaciables. El problema radica en los deseos y el corazón humano, no en sistemas políticos, leyes, etc. Por esto el mundo va de mal en peor y no tiene posibilidad de solucionar sus problemas, porque no puede tratar la raíz de estos problemas: la naturaleza humana.
    En Romanos 6:6 leemos así: “Sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado...” Dios no quiere que seamos ignorantes. Quiere que actuemos en base a conocimientos correctos. Por esto comienza con “sabiendo esto” – ahí está la base del conocimiento correcto – algo que saber y tener en cuenta. Nuestro viejo hombre fue crucificado. ¿Qué es nuestro viejo hombre? Es la naturaleza que recibimos de Adán, el progenitor de la raza humana. Dios tiene un plan para este viejo hombre, esta vieja naturaleza que es pecaminosa. Su plan es: “crucificado”, porque Su propósito es: “para que el cuerpo del pecado sea destruido”. Ahora bien, “destruido” no quiere decir aniquilado, sino arruinado, dejado sin efecto.
    En Romanos 6:11 leemos: “consideraos muertos al pecado”. Esto es el segundo paso. Primero hay que saber, no sentir (v. 6). Después hay que considerar (v. 11). ¿Qué significa esto? “Consideraos” quiere decir: “estimaos”, “contaos”. Debemos estimarnos o contarnos como muertos al pecado. Tercero, en Romanos 6:13 nos dice: “Ni tampoco presentéis vuestros miembros al pecado como instrumentos de iniquidad, sino presentaos vosotros mismos a Dios como vivos de entre los muertos, y vuestros miembros a Dios como instrumentos de justicia”. Esto es nuestro proceder. Nuestros miembros, nuestro ser y nuestro cuerpo, son instrumentos o del pecado o de la justicia. Aquí entra nuestra voluntad, nuestra decisión y consagración práctica.
    Dios no quiere que seamos ignorantes. En el versículo 6 dice: “Sabiendo esto”. En Colosenses 3:16 dice que “la Palabra de Cristo more en abundancia en vosotros”. Romanos 6:6 es difícil de entender, porque no podemos razonarlo – hay que creerlo y asentarlo como base. Hay que creer los hechos de Dios. Luego el versículo 11 dice “consideraos”, y el versículo 13 dice “presentaos” (entregar, rendir, consagrar, etc.). Habla de nuestra voluntad porque es lo que tenemos.
    La salvación de Dios descansa sobre dos cosas: el amor de Dios y la humildad de Su Siervo, Cristo. Él dijo: “aprended de mí, que soy manso y humilde”. Humilde y entregado. No vino a hacer Su voluntad sino la del que le envió. La cruz es el más alto grado de la humillación, y el Señor Jesucristo la escogió. Debemos aprender de Él, porque Su mansedumbre y humildad son comunicables – son para imitar. Si no hacemos esto, no podemos servir bien a Dios. Consideremos el ejemplo de Moisés, otro “salvador” aunque en sentido secundario, sin embargo es una ilustración del Señor Jesucristo. Israel sufría en esclavitud a los egipcios, y Dios en Su amor, se acordó de Su pacto y envió un libertador, que fue Moisés. Ahora bien, Moisés como joven y adulto fue adoptado por la casa de Faraón y educado en toda la sabiduría de Egipto. Pero siendo él poderoso, se adelantó, tratando de comenzar a salvar a su pueblo matando a un egipcio y escondiendo su cuerpo. Pensó que nadie lo sabía. Pero luego cuando reprendió a dos hebreos que reñían, uno de ellos  respondió: “¿Quién te ha puesto...sobre nosotros? ¿Piensas matarme como mataste al egipcio?” (Éx. 2:11-14). Y tuvo que huir de Egipto y vivió cuarenta años en el desierto, un lugar sin cultura y donde no podía emplear nada de lo que aprendió en Egipto. Allí estuvo, cuarenta años cuidando ovejas, y los pastores de ovejas eran una abominación a los egipcios. Fue un largo tiempo de humillación para Moisés, porque “cuarenta años” se dice pronto, pero pasan lentamente. Y allí Dios estaba obrando en él, por medio de estos cuarenta años, por medio del desierto, por medio del pueblo nómada y su vida sencilla, por medio de aquellas ovejas. Dios estaba formando a Su siervo, porque la obra de Dios depende del amor de Dios, y de la humildad de Su siervo. Moisés tuvo que aprender la humildad y la mansedumbre para llegar a ser buen siervo de Dios, útil en Sus manos. Luego dice la Biblia que Moisés era el hombre más manso de la tierra (Nm. 12:3).
    Así, hermanos, Dios desea obrar en nosotros, formando la imagen de Su Hijo en nosotros. Quiere que dejemos atrás las cosas de este mundo, y que nos vistamos de las cosas que le agradan. Quiere que aprendamos la mansedumbre y la humildad, para que seamos útiles en Sus manos para dar testimonio de Él  en el mundo y para servir a Su pueblo. Que así sea para la gloria de Dios. Amén.
de un estudio dado en Sevilla por D. José Álvarez que es de Avilés, Asturias, el 13 de enero, 2008

viernes, 13 de marzo de 2020

Coronavirus, Asteroides y Calentamiento Global



Son tres de las preocupaciones corrientes. Para algunos son obsesiones, y su impacto es grande. En todo lugar la gente se preocupa por si morirá, o si toda vida en el planeta será extinguida por una de esas cosas u otras como ellas. Y los medios de comunicación – las noticias – el telediario – no solo informan sino se obsesionan y causan lo mismo en los demás. Levantan grandes preocupaciones, alimentan rumores e incluso causan pánico. Su constante informe de peligros, tragedias, desgracias y muertes mantiene al público sintonizado a su canal, pero no solucionan nada. Sugerimos que en lugar de permitir que la tele o la radio dicte de qué preocuparte, consideres lo que Dios, el Creador tiene que decir, porque tiene muchas advertencias y consejos, todo para nuestro bienestar.

Coronavirus
 
   En verdad simpatizamos y compadecemos con todos los que sufren del Coronavirus, y oramos por ellos. Animamos a todos a actuar prudente y puntualmente para prevenir más contagio y muerte. Como dice el refrán: “Más vale prevenir que curar”. Pero muchos no han reaccionado a tiempo, y ahora es tarde para prevenir. La demora en cosas así es dañina y fatal, y en otras cosas también. Por esta pandemia vírica vivimos tiempos dificiles que debieran recordar a todos la fragilidad y brevedad de la vida. Un escritor sagrado exclamó: “¿Qué es vuestra vida? Ciertamente es neblina que se aparece por un poco de tiempo, y luego se desvanece”. Agradecemos los esfuerzos de la ciencia y especialmente la medicina, los sacrificios personales y  las horas incansables de investigaciones, pero aunque curen una enfermedad, surge otra más difícil de tratar.  Hay dos cosas que debemos saber.
    Primero, la ciencia y la medicina, por nobles que sean, no pueden librar al mundo de enfermedades y plagas, ni traer salud perfecta o inmortalidad. ¡Ya debemos haber aprendido esto! Pero la vida en la Tierra no será extinguida por ningún terrible virus. De esto estamos seguros.
    Segundo, sepa que por mala que sea la situación corriente por este virus, y por mucha aflicción que hay, no es nada comparado con lo que se avecina.  Se nos advierte en el libro de Apocalipsis “Cuando abrió el cuarto sello, oí la voz del cuarto ser viviente, que decía: Ven y mira. Miré, y he aquí un caballo amarillo, y el que lo montaba tenía por nombre Muerte, y el Hades le seguía; y le fue dada potestad sobre la cuarta parte de la tierra, para matar con espada, con hambre, con mortandad, y con las fieras de la tierra” (Apocalipsis 6:7-8).  El cuarto jinete del apocalipsis trae el azote de muerte masiva por hambre, pestilencias, plagas y fieras. ¿Por qué?  Vendremos a esto en breve.

Asteroides & Meteoros
Algunos se preocupan por el posible impacto de un asteroide o meteoro que podría extinguir la vida o causar destrucción tan masiva que retrocederíamos a la edad de piedra.  Los astrónomos, preocupados, vigilan el espacio, calculan trayectorias e intentan darnos un aviso con tiempo. Hay investigaciones y estudios para inventar métodos para destruir o desviar al meteoro y evitar un impacto fatal. Ciertamente parece una preocupación válida. Pero, nuevamente, hay dos cosas que debes saber.
    Primero, no te preocupes, porque la vida en la Tierra no terminará por ningún choque así. Eso no quiere decir que no puede haber algún impacto, pero no será el fin del mundo, porque el mundo terminará por otra causa.
    Segundo, Apocalipsis advierte que viene un terrible impacto, no por casualidad o leyes de probabilidad, sino enviado por Dios. Considera la advertencia divina en Apocalipsis 8:10-11, “El tercer ángel tocó la trompeta, y cayó del cielo una gran estrella, ardiendo como una antorcha, y cayó sobre la tercera parte de los ríos, y sobre las fuentes de las aguas. Y el nombre de la estrella es Ajenjo. Y la tercera parte de las aguas se convirtió en ajenjo; y muchos hombres murieron a causa de esas aguas, porque se hicieron amargas”.  Es un juicio divinamente enviado desde el cielo, y no hay nada que la ciencia pueda hacer para pararlo. Es tan cierto como si ya hubiese sucedido, es decir, en la mente de Dios está hecho! Pero ¿por qué pasará?


Calentamiento Global
   

  Sí, suben las temperaturas. ¿Ha hecho así antes en la historia? Francamente no lo sabemos porque nuestros registros del tiempo no son suficientes para saber si hay antecedentes, para determinar si podría ser parte de un ciclo. Quizás no. Quizás es solamente por nuestra mala administración del planeta. Pero hay dos cosas que debes saber.
    Primero, la vida en la Tierra no será extinguida por la contaminación ni por el calentamiento global o sus repercusiones. La Biblia nos declara en términos concretos cómo vendrá el fin, y no será por el clima, y no podemos salvar al planeta.
    Segundo, por mala que sea la subida de temperaturas, no es nada en comparación con lo que viene. De nuevo, Apocalipsis nos advierte. No es una predicción, sino una declaración, un aviso. Apocalipsis  16:8-9 advierte: “El cuarto ángel derramó su copa sobre el sol, al cual fue dado quemar a los hombres con fuego. Y los hombres se quemaron con el gran calor, y blasfemaron el nombre de Dios, que tiene poder sobre estas plagas, y no se arrepintieron para darle gloria”.  El cuarto vaso de ira desde el cielo traerá el azote del calor de sol cual nunca se ha visto en la historia del mundo. No será causado por nuestra mala administración del medioambiente, sino por un fallo nuestro mucho más serio. ¿Qué es? Veremos. 

Lo Peor Todavía No Ha Llegado

 
    Probablemente alguien nos llamará aprovechados o insensibles por hablar así de estas cosas. Pero no es así. Es que Dios ha hablado largo tiempo en voz baja, y pocos le hacen caso, ¡pero ahora está gritando para despertarnos! Amigo, lamento decirte que las cosas que pasan hoy no son nada en comparación con lo que viene. Muchos no tienen ni idea de lo que está a la vuelta de la esquina y a punto de caer sobre la tierra. Cuando preguntaron a Jesucristo: “¿Qué señal habrá de tu venida, y del fin del siglo?” (Mateo 24:3), Él contestó así:

    “Mirad que nadie os engañe. Porque vendrán muchos en mi nombre, diciendo: Yo soy el Cristo; y a muchos engañarán. Y oiréis de guerras y rumores de guerras; mirad que no os turbéis, porque es necesario que todo esto acontezca; pero aún no es el fin. Porque se levantará nación contra nación, y reino contra reino; y habrá pestes, y hambres, y terremotos en diferentes lugares. Y todo esto será principio de dolores (Mateo 24:4-8)
 Guerras, rumores de guerras, pestes, hambres y terremotos – las cosas que vemos hoy, solo son los preliminares. Lo pesado todavía no ha llegado, pero falta poco. Largo tiempo ha tardado la paciencia divina. Ha dado muchos avisos, repetidas veces y con gran paciencia. Pero hemos menospreciado Su benignidad, paciencia y longanimidad, para seguir en nuestros caminos sin arrepentirnos, sin hacerle caso. Dios nos trata duramente, no porque Él sea duro, sino porque nosotros somos duros.
    “Principio de dolores” significa que vienen más dolores, y efectivamente así es. Arriba hemos citado solo tres juicios del libro de Apocalipsis. Jesucristo abrirá el libro sellado con siete sellos (Apocalipsis 6), y cada sello suelta un juicio sobre la tierra. Son tan terribles que al llegar solo al sexto sello los hombres se llenarán de pavor, se esconderán en cuevas y entre las peñas de las montañas, y clamarán: “Caed sobre nosotros, y escondednos del rostro de aquel que está sentado sobre el trono, y de la ira del Cordero;  porque el gran día de su ira ha llegado; ¿y quién podrá sostenerse en pie?” (Apocalipsis 6:16-17). Y esto solo es el comienzo.
    Al abrir el séptimo sello (Apocalipsis 8:1), siete ángeles en pie ante Dios recibirán trompetas, y las tocarán por turnos. Cada trompeta anunciará la llegada de otro juicio divino. Causarán grandes cataclismos,  desastres ecológicos y mucha mortandad. Piensa en lo que hoy nos cuesta recuperar después de un solo terremoto o un solo huracán. Cuando comienzan a caer los juicios divinos, serán mundiales, y ninguna nación podrá ayudar a otra. No habrán salido de un juicio cuando llegará el siguiente. Tan terribles serán que después de solo cuatro trompetas, un ángel volará por en medio del cielo diciendo: “¡Ay, ay, ay, de los que moran en la tierra, a causa de los otros toques de trompeta que están para sonar los tres ángeles!” (Apocalipsis 8:13). 

    Después de la séptima trompeta, aparecerán en el cielo siete ángeles con las siete plagas postreras (Apocalipsis 15:1). La voz de Dios les mandará: “Id y derramad sobre la tierra las siete copas de la ira de Dios” (Apocalipsis 16:1). Una tras otra las siete terribles copas serán derramadas. Aparecerán úlceras malignas en las personas. El mar se convertirá en sangre y morirá todo ser marino. Los ríos y las fuentes de las aguas se convertirán en sangre. No habrá agua. Él sol quemará a los hombres, y no se arrepentirán sino que blasfemarán. Luego vendrán densas tinieblas y los hombres morderán de dolor sus lenguas. El río Éufrates se secará y un enorme ejército avanzará hacia Har Meguiddó en Israel (“Armagedón” – Apocalipsis 16:16). Habrá terremotos, truenos, relámpagos y caerá enorme granizo que pesará más de 30 kilos.
    Otra vez, por mucho que suframos hoy los trastornos de un virus, o el miedo de un asteroide, o unos grados más de calor, solo son “principio de dolores”. El tiempo de la paciencia y misericordia de Dios se está acabando, y pronto vendrán los juicios apocalípticos. No son parábolas ni alegorías, sino avisos y descripciones de lo que viene. Conviene saber la razón.

La Raíz

    Hablemos ahora del porqué. Hay algo peor que los virus, los meteoros y los cambios climáticos, y a todos nos amenaza. No es un virus ni una enfermedad, pero vamos a usar la analogía de una pandemia para ayudarte a comprender. La verdad es, que todo ser humano ya tiene esta condición fatal, y si no se cura, la prognosis es muerte segura. No es una teoría. La muerte es un hecho, una realidad. Dondequiera que haya seres humanos hay sepulcros. Los ricos, poderosos, eruditos y famosos mueren como los pobres, débiles, ignorantes y desconocidos.  Estamos hablando de la raíz, la causa de todos los problemas, pasados, presentes y futuros. ¿Qué es esta cosa fatal que toda persona ya tiene, que causa tanta tristeza y muerte, y traerá esos terribles juicios divinos, apocalípticos?
    El pecado. En serio. No te rías ni hagas mueca burlona, por favor. Mantén una mente abierta y déjame terminar. La Biblia identifica así el origen de todos los problemas de la raza humana: somos pecadores, y el pecado causa la muerte. En el libro de Génesis (significa “orígenes”), Dios hizo al hombre y se reveló a él, haciendo generosa y benevolente provisión. Le dio una sencilla ley y advirtió que la muerte sería la consecuencia de la desobediencia (Génesis 2:17). Pero Adán y Eva, los únicos seres humanos en el planeta, desconfiaron y desobedecieron – lo cual es pecado. Su naturaleza sufrió un cambio, y la muerte entró tal como Dios había dicho.
    Todo aquel que desciende de estos progenitores, eso es, cada uno de nosotros, nace con esa naturaleza egoísta y desobediente. ¿Es importante el registro histórico de Génesis? ¡Créelo! ¡Jesucristo lo afirmó!  El Buen Maestro declaró que “al principio de la creación, varón y hembra los hizo Dios” (Marcos 10:6). No es una leyenda, sino palabras de un testigo ocular. Milenios más tarde, el apóstol Pablo escribió: “el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron” (Romanos 5:12). Es irrelevante si crees que eso es justo o no, pues es verdad. ¿Somos todos pecadores? ¿Eres tú un pecador? Si albergas dudas, consulta lo que Jesucristo dice que sale del corazón del hombre y le contamina, en el Evangelio según Marcos (Marcos 7:20-23). Verás descrita ahí tu condición, así como el resto de nosotros. El apóstol Pablo también declaró que “en Adán todos mueren” (1 Corintios 15:22). Tiene razón. Todos morimos, y la razón no es hallada en la biología ni en otras ramas de ciencia, sino en la Biblia. La humanidad no puede eliminar la muerte, porque la raíz es el pecado, y no podemos curar eso. La filosofía, la psicología, la sociología, la medicina, la ciencia y la religión son impotentes ante este terrible azote de la humanidad. Pero lo peor es que Dios ha obrado para salvarnos, y le resistimos y rechazamos. “Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino” (Isaías 53:6). Por eso vendrán los juicios.

La Cura Divina

 
    Solución hay, y es espiritual, pero esto no quiere decir religión. Dios tiene la cura que no falla, y hay para todos.  Pero el problema es, si eres como muchos, creerías casi cualquier cosa o persona antes que a Dios.  Y la Biblia es el único registro preciso de la historia de la humanidad y que explica cuál es nuestro problema. La liberación del pecado y sus consecuencias viene solo por creer a Dios. No es lo mismo que creer en Dios, aunque eso es un buen comienzo, pero repito, es creer a Dios – creer y confiar en lo que Él dice.
    Dios enseña que nuestro problema es el pecado. El pecado trae muerte, y todos pecamos – lo hacemos porque está en nuestra naturaleza torcida, somos esclavos del pecado y no podemos parar. Algunos intentan embellecerlo, otros son más descarados, pero está en cada uno de nosotros. Somos pecadores. ¿Crees a Dios?  Nuestro Creador sabe más que todos los antropólogos. Él que nos hizo y conoce toda nuestra historia dice: “Por cuanto todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios” (Romanos 3:23). Es una gran verdad fundamental. También dice: “el alma que pecare, ésa morirá” (Ezequiel 18:4), “los que practican tales cosas son dignos de muerte” (Romanos 1:32) y “la paga del pecado es muerte” (Romanos 6:23).
    Esto es POR QUÉ Jesucristo vino al mundo, “para salvar a los pecadores” (1 Timoteo 1:15). Pero no pudo hacer un gesto con una vara mágica ni decir algunas palabras litúrgicas. Solo hay una cosa que paga por el pecado: la muerte, no la religión, las buenas obras, las reformas personales, etc. Solo la muerte. Por eso, “Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras” (1 Corintios 15:3). Juan el bautista le señaló públicamente:  “He aquí, el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo” (Juan 1:29).  No vino solo para enseñar, hacer buenas obras o dar un ejemplo, sino para MORIR. Es la única manera que podemos ser perdonados y cambiados – salvados – si una muerte ha pagado por nuestros pecados. Él murió en lugar de cada uno de nosotros, para que seamos perdonados y salvados sin tener que morir por nuestros propios pecados. Cristo nos sustituyó. El apóstol Pedro escribió esto acerca de Cristo: “Quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero...” (1 Pedro 2:24).
    Esta es la cura divina. Nosotros pecamos, pero Jesucristo, que no pecó, murió como nuestro Sustituto. Él pagó la pena de muerte por nosotros, de modo que los que creen a Dios y confían en Jesucristo  son perdonados y reciben vida eterna en lugar de condenación. Si arrepentido de tus pecados, incluso de tus creencias equivocadas, confías única y exclusivamente en Jesucristo como tu Señor y Salvador, Él te librará del pecado y la condenación. Cristo promete: “De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida” (Juan 5:24).
    Cuando piensas en todas las cosas terribles que pasan en el mundo, y todo lo que Apocalipsis dice que sucederá, recuerda, la causa es el pecado. Dios llama a toda persona a creerle, arrepentirse y confiar en Su Hijo Jesucristo como Señor y Salvador. Ahora que lo sabes, ¿qué vas a hacer? Recuerda, la demora es perjudicial.
    Alguien lo resumió bien con esa pequeña poesía.


LA VIDA ES CORTA, LA MUERTE SEGURA,
EL PECADO, LA CAUSA, Y CRISTO LA CURA.

   
           
Carlos Tomás Knott,
12 marzo, 2020




               







           

martes, 31 de diciembre de 2019

ENFRENTANDO LA VERDAD -- William MacDonald

En la década de 1960 el hermano MacDonald escribió esto. Parece que es para hoy.

    Espiritualmente hablando, estamos en una condición alarmante. Enterarse de la situación de muchas asambleas es como escuchar malas noticias; y se va deteriorando cada vez más.
    Han surgido casos escandalosos de inmoralidad, aun de ancianos y obreros en las asambleas. Por supuesto, esas noticias nunca salen revistas de edificación cristiana ni en informes sobre la obra. Ahí solo hay luz y bendición — todo positivo. En lugar de lamentar el pecado y aplicar la disciplina bíblica, han encubierto esos pecados para no dañar la reputación de algunos y así dejarles seguir en su ministerio. Hermanos, nos hemos envanecido, y no hemos lamentado la condición triste de las iglesias (1  Co. 5:2). Hablamos de misericordia cuando tendríamos que hablar de santidad y justicia.
    Hay una falta abismal en la enseñanza y práctica de la disciplina bíblica, la cual el Señor nos ha dado para la santidad de la iglesia. Casi todo es consentido bajo el lema del amor, o diciendo que nadie es perfecto. Hemos preferido el análisis psicológico en lugar de la disciplina. Si realmente queremos ser neotestamentarios, debemos ceñirnos a la Palabra del Señor.
    Y cuando ha habido disciplina, salen de una iglesia y van a otras que reciben a los disciplinados. Hay adúlteros que cambian de país e iglesia y actúan como ancianos, como si nunca pasó nada. En vez de respetar y apoyar la asamblea y demandar el arrepentimiento y la reconciliación, dan cobijo a los disciplinados y parecen contentos de tener a unos más en la congregación. Hay una arrogancia y un menosprecio tremendo de la disciplina de una asamblea. Circula la idea perversa entre nosotros que recibir a los disciplinados es ser misericordiosos. Así solo fortalecemos la independencia y rebelión que el ser humano tiene por naturaleza (Ef. 2:2-3).
    Y eso no es todo. Nos hemos vuelto materialistas casi cien por cien: comprando, haciéndonos grandes edificios, y acumulando posesiones como si nuestro futuro estuviera aquí en lagar de en el cielo. Tomando la piedad como fuente de ganancia nos hemos degradado, amando y haciendo culto al dinero. La codicia es idolatría, pero huyendo de la idolatría de los Católico-Romanos hemos caído en la evangélica—la avaricia (Col. 3:5).
    Tenemos orgullo del número de hombres exitosos en sus negocios que hay en nuestras iglesias, en lugar de tener un número así de hombres de Dios. El dinero ha llegado a ser nuestro amo. Hemos hecho más caso a las demandas del mundo de los negocios que a las demandas de Cristo. La empresa cuenta más con nosotros de lo que la iglesia puede contar. Nuestra condenación se encuentra en las palabras de Samuel Johnson: "La codicia del oro es algo sin sentimientos y sin remordimiento, y es la última corrupción del hombre degenerado."
    Nos hemos entregado a buscar renombre, respeto, aceptación, reconocimiento, admiración e importancia a los ojos de los demás—los del mundo. Sacrificamos todo para trabajos prestigiosos, casas prestigiosas y coches prestigiosos (¡"el coche del año"!). Y como si no fuera bastante todo esto, anhelamos con locura carreras prestigiosas para nuestros hijos, e invertimos todo preparándoles para tener éxito en el mundo.
    La verdad es que en nuestro antojo loco de verles con éxito y cómodos en el mundo, les hacemos pasar por el fuego en esta vida y sufrir las penas del infierno en la vida venidera.
    Con demasiada frecuencia vivimos en doblez. Guardamos una fachada, la apariencia de piedad durante una o dos horas de reunión, pero en realidad no hay poder espiritual. En nuestros negocios hay sobornos, contratos a dedo y acuerdos a puerta cerrada. Hay ancianos que como hombres de negocio tienen dos juegos de libros para engañar a Hacienda y a la Seguridad Social. Consentimos condiciones ilegales de trabajo sin contrato, y formas innumerables de incumplir la ley y desobedecer el mandato bíblico: "Por causa del Señor someteos a toda institución humana" (l  P. 2:13). En nuestras vidas personales hay frialdad espiritual, dejadez de la lectura de la Biblia y la oración diaria. Se pelean los matrimonios como perros y gatos, luego vienen todo sonrientes a la reunión. Pero en casa hay amargura, contención, lujuria, liviandad, chismeas, críticas, murmuraciones e impureza en los padres y también los jóvenes. Estamos viviendo una mentira. No honramos los votos matrimoniales hechos delante de Dios. Practicamos el divorcio y el nuevo matrimonio aunque el Señor lo llama adulterio (Lc. 16:18).
    Muchos de nuestros hijos se han ido de la iglesia aunque los llevábamos siempre a las reuniones y a los campamentos. Hicieron sus oraciones de “conversión” en su día y los bautizamos. Pero no queremos admitir ni que los demás sepan cuán baja es su condición espiritual. Les arruina el materialismo, la drogadicción, el alcoholismo, los placeres, la perversión sexual, y los amigos inconversos. No admitimos que son rebeldes o apóstatas, sino decimos que “se han apartado del Señor,”. Pero Tito 1:16 y 1 Juan 2:3-5 los describen bien. ¿Por qué ocurre esto con nuestros hijos? Es el fruto de nuestra permisividad y de como los educábamos, chupándoles el dedo, consintiéndolos su voluntad, dejándoles alimentarse de la tele y el internet, donde aprenden la mundanalidad. Pero, ¿no quebrantamos ante el Señor, o seguimos resistiendo y negando que sea culpa nuestra?
       Y algunos siguen en la iglesia pero son mundanos y nadie les dice nada. Otros creen falsas doctrinas como el calvinismo y la teología de la reforma, y ahí están, consentidos. Porque no queremos disciplinar a nuestros hijos, permitimos que leuden a la iglesia.
    Como padres no hemos dado ejemplo de espiritualidad, sino de mundanalidad. Antes no había tele en casas de creyentes, pero ahora se ha metido y con ella ha entrado el mundo. Es la droga electrónica, la “caja tonta” cuyo  ojo de vidrio nunca parpadea. Al que todavía no la tiene, intentan regalarle una para que sea como ellos, contaminado y callado. Las noticias, los informes políticos, los concursos, las pelis, los deportes y mucho más. Ahora amamos los deleites más que a Dios (2 Ti. 3:4), pero no queremos confesarlo sino justificarlo. Decimos que nos hemos madurado y ahora sabemos que no es problema tener una tele. Se nos olvida Colosenses 3:1-4.
    Otro pecado nuestro es falta de interés en la oración. No oramos mucho en casa, y resulta que tampoco en las iglesias. Las hay que ahora ni siquiera se reúnen para orar. Pero en otras asambleas la reunión de oración es la que menos asistencia tiene. El domingo están todos para la santa cena — como los católicos que van a la misa, pero esas personas no aparecen para orar. De ahí la pobreza y la debilidad espiritual. En nuestra afluencia autosuficiencia no sentimos la necesidad urgente de la oración. Sin embargo, Pedro aconseja: “Mas el fin de todas las cosas se acerca; sed, pues, sobrios, y velad en oración” (1 P. 4:7).
    Otro error nuestro es que hemos cedido a las presiones del feminismo. La Biblia marca muy bien cuál es el lugar y ministerio de la mujer creyente. No toma parte audible en las reuniones porque está apostólicamente prohibido. Pero las asambleas han ido cambiando durante los últimos 30 o 40 años, y ahora las mujeres se han vuelto protagonistas por no decir bravas. Quieren quitar el velo, símbolo de autoridad. Quieren hablar en las congregaciones cuando Dios les manda callarse. Quieren enseñar que Dios dice que no les es permitido. Quieren predicar y tener sus estudios y conferencias, aunque no hay ninguna actividad así en la Biblia. No quieren estar sujetas. Quieren llevar pantalones y joyas y pelo corto como las del mundo. No son como aquellas santas mujeres de Dios (1 P. 3:5) que en otro tiempo eran humildes, piadosas y reverentes. Ellas han fallado, pero los varones también, porque parece que hay vergüenza de enseñar e insistir en lo que la Biblia enseña? ¿Dónde están los varones de Dios que se levantarán y contenderán ardientemente por la fe? (Jud. 3). Cada vez los hombres guardan más silencio y las mujeres hablan y dirigen más. Como bien dijo un obrero inglés: “Damos pena”.
    Y por último, da pena nuestro orgullo y falta de arrepentimiento. En lugar de enfrentar y admitir nuestra condición pobre, disimulamos, encubrimos, o lo disculpamos con palabras como “enfermedad”, “problema”, “inmadurez”, “discrepancia” o “debilidad”. Algunos hablan de libertad. ¡¿Libertad para pecar?! Debemos usar términos bíblicos, como los profetas y apóstoles de nuestro Señor. Al pan pan y al vino vino. No queremos juzgar el mal—sólo queremos juzgar diciendo que estamos bien y que hacemos bien. Y en vez de llamar e insistir en el arrepentimiento, pensamos que con el tiempo se sanan o se autocorrigen las cosas.
    Pero, ¿es verdad que el tiempo hace esto? ¿Pensamos que ahora podemos escapar sin castigo divino, después de todo? Dios dijo a Israel: “A vosotros solamente he conocido... por tanto, os castigaré por todas  vuestras maldades” (Am. 3:2). Hay aplicación para la iglesia. Dios castiga a los Suyos, pero no a los bastardos. Ahora bien ¿no es que ahora segamos lo que antes sembramos? Gálatas 6:7 dice que no nos engañemos: “Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará”.
    ¿Qué diremos de nuestros hogares, nuestras familias arruinadas por las peleas, las separaciones y el divorcio? ¿Qué diremos de las lágrimas que caen tanto de los padres como de los hijos, como resultado de semejante ruina? Y son esos padres e hijos que vienen a la mesa del Señor cada domingo con esas mismas lágrimas (véase Mal. 2:13).
    ¿Cuándo nos daremos cuenta de que Dios nos está hablando por medio de las enfermedades y las tragedias que experimentamos? (1 Co. 11:30) Es verdad que siempre hay alguna que otra enfermedad o tragedia en esta vida, pero cuando acontecen con una frecuencia anormal, ¿no debemos ser sensibles a esto? El Señor usa estas cosas para llamarnos la atención.
    Piensa en el número de creyentes que gastan una pequeña fortuna en tratamientos psicológicos y psiquiátricos... cosas que antes hacían solo los que no tienen a Dios. Es verdad que siempre ha habido, hay, y habrá problemas de nervios y de emociones. Pero hay más problemas de este tipo ahora que nunca. Tal vez Dios nos está hablando. Nunca antes en la historia ha recurrido la iglesia a una filosofía tan anticristiana y antibíblica. Hemos perdido el norte.
    Nuestro desliz espiritual tiene otras consecuencias también. Muchos de nuestros hijos aborrecen a sus padres y sólo anhelan estar muy lejos de ellos. ¿Afecto natural? ¡Ni hablar! Y en cuanto a la oración—los cielos son como bronce—y nuestras oraciones prefabricadas, llenas de repeticiones, refranes y frases hechas no traen alivio. Casi hemos vuelto a rezar... siempre las mismas palabras en el mismo orden. Dios ha perforado nuestra bolsa con agujeros; trabajamos y ahorramos pero nunca parece que haya suficiente. No ofrendamos con liberalidad al Señor, ni tan siquiera damos una décima parte, así que al final la tenemos que dar al médico, al dentista y al mecánico.
    Sufrimos hambre de la Palabra de Dios. Al ministerio le falta unción. Con demasiada frecuencia lo que oímos es un repaso de lo obvio. Aun los predicadores más conservadores y fuertes hablan generalidades sobre el pecado, olvidándose de la trompeta de Isaías 58:1. Ya tiene orín aquella trompeta. Pocos quieren poner el dedo en la llaga. Sanan la herida de la hija de mi pueblo con liviandad, prometiendo paz (Jer. 6:14). Rara vez notamos la presencia del Espíritu de Dios en las predicaciones—hablándonos con poder y convicción. En otras palabras, nos alimentamos de papilla. No tienen toda la culpa los predicadores, pues puede ser un juicio de Dios sobre nosotros porque no queremos sufrir la sana doctrina (2 Ti. 4:3).
    La cena del Señor no se parece un culto de memoria y de adoración. Los silencios largos son fruto de nuestra larga ocupación con el deporte y el televisor. Pedimos himnos que nada tienen que ver con el Señor y Su muerte que supuestamente estamos anunciando.
    Quitamos la reunión del evangelio diciendo que es difícil venir o que la gente no vendrá. Pasan años sin la conversión de una sola persona. Y quitamos la reunión de oración porque es difícil venir entresemana. Solo hacemos lo que es fácil o cómodo.
    Si no podemos ver que Dios nos habla y nos amonesta por medio de todo esto, ¿qué más puede El hacer para despertarnos? Somos como los de Isaías 1, heridos desde la planta del pie hasta la cabeza, pero duros y lentos para reconocer que Dios nos habla. “¡Oh gente pecadora, pueblo cargado de maldad, generación de malignos, hijos depravados! Dejaron a Jehová, provocaron a ira al Santo de Israel, se volvieron atrás. ¿Por qué querréis ser castigados aún? ¿Todavía os rebelaréis? Toda cabeza está enferma, y todo corazón doliente. Desde la planta del pie hasta la cabeza no hay en él cosa sana, sino herida, hinchazón y podrida llaga; no están curadas, ni vendadas, ni  suavizadas con aceite. Vuestra tierra está destruida, vuestras ciudades puestas a fuego, vuestra tierra delante de vosotros comida por extranjeros, y asolada como asolamiento de extraños. Y queda la hija de Sión como enramada en viña, y como cabaña en melonar, como ciudad asolada” (Is. 1:4-8).
    ¡Necesitamos que algún profeta, algún hombre de Dios nos llame la atención y nos guíe al arrepentimiento! Esta es la necesidad actual —EL ARREPENTIMIENTO—el quebrarnos al pie de la cruz del Señor Jesucristo y hacer salir de nuestras bocas la confesión que tarda tanto en salir: “Hemos pecado” y “Yo he pecado”.
    Necesitamos arrepentirnos en nuestras vidas personales—confesando y apartándonos de todos los pecados que hemos cometido y que nos han llevado a este desierto espiritual. Necesitamos corregir y "remendar" los daños que nos han hecho las querellas y los pleitos, pidiendo humildemente (no exigiendo) el perdón a quienes hemos hecho mal. No digamos “si te he ofendido en algo”—eso no es reconocer y confesar el mal.
    También necesitamos arrepentirnos como asambleas – congregaciones enteras. Nunca en la memoria nuestra ha sido convocada una reunión con el propósito de arrepentirnos y expresarlo públicamente. Porque somos duros y orgullosos. Apenas se oye una confesión pública, como asamblea, de pecado, pero necesitamos hacerlo. Nos urge.
    Ha llegado la hora para moverse un verdadero liderazgo espiritual—hombres de Dios que nos llaman a arrodillamos y arrepentirnos antes de que caiga la ira de Dios sobre nosotros en castigo. ¿No crees que es posible sentir la ira de Dios como cristiano? Te equivocas. Romanos 11:21 dice: “Porque si Dios no perdonó a las ramas naturales, a ti tampoco te perdonará”.
    Debemos comer la ofrenda por el pecado como Daniel hizo (Dn. 9:5), haciendo nuestros los pecados de nuestros hermanos y la asamblea. Debemos asirnos de la promesa de Dios en 2 Crónicas 7:14,
    “Si se humillare mi pueblo, sobre el cual mi nombre es invocado, y oraren, y buscaran mi rostro, y se convirtieren de sus malos caminos; entonces yo oiré desde los cielos, y perdonaré sus pecados, y sanaré su tierra”.
    Ya es hora de buscar al Señor. El nos llama a través de la voz del profeta Oseas:
    “Vuelve, oh Israel, a Jehová tu Dios; porque por tu pecado has caído. Llevad con vosotros palabras de súplica, y volved a Jehová, y decidle: Quita toda iniquidad, y acepta el bien, y te ofreceremos la ofrenda de nuestros labios” (Os. 14:1-2).
    Hemos sido un pueblo orgulloso, jactándonos de nuestros evangelistas, de nuestros maestros de renombre, de nuestros locales y por poco caemos en el error de pensar que como celebramos la Cena del Señor cada domingo, ningún mal nos puede venir. En Jeremías 7-10 el Señor tuvo que desengañar a su pueblo de aquel entonces de esta idea. Léelo y verás – El Sermón del Templo.
    Nuestra humildad ha sido fingida, de fachada. Casi diría que ha sido para que los demás digan qué humildes que somos, porque nos hemos creído superiores a ellos. Si tenemos más luz y sabemos una mejor doctrina, ¿de qué nos ha aprovechado? No andamos en ella. Solo aumentamos el juicio que comenzará por la casa de Dios (1 P. 4:17). Pero el Señor ha arruinado nuestro orgullo. Ojalá nos diéramos cuenta—nuestra aureola está rota.
    ¡Sólo hay una esperanza! Hay que volver al Señor (Is. 20:15). “Reconoce, pues, tu maldad” (Jer. 3:13). “Convertíos, hijos rebeldes, dice Jehová, porque yo soy tu esposo” (Jer. 3:14). “Vuélvete a mí, dice Jehová” (Jer. 3:1). La otra opción es la de la iglesia de Laodicea: ser vomitado de la boca del Señor.
      El camino que lleva al avivamiento y a la bendición divina es el de confesar la verdad reveladora de nuestra condición, corregir y restituir lo que hemos hecho mal, apartamos de nuestros pecados, e ir a la presencia de nuestro Dios para que nos sane y nos bendiga. Debemos tomar en serio nuestro problema grave: la condición perdida del mundo y la impotencia de la iglesia.



traducido y adaptado por Carlos Tomás Knott

viernes, 20 de septiembre de 2019

EL LUGAR DE LA MUJER, por R. K. Campbell

Como en muchos lugares ya no se leen esa clase de libro que va en contra del pensamiento moderno, conviene ofrecer eso estudios para que se eduquen correctamente hermanos que están siendo arrastrados por la corriente del mundo. El hermano Campbell escribió así:

"Todo lector, cuya consideración es el bienestar de otros y no el suyo, estará de acuerdo con la declaraci6n que establece un hecho: Dios ha dado a la mujer un lugar especial y maravilloso en la familia y en la sociedad. También podrá el lector reconocer que la mujer está capacitada de un modo especial para un lugar que ningun hombre podría llenar de manera satisfactoria. Las Escrituras, desde el principio hasta el fin, nos muestran el lugar especial de la mujer. Presentan su lugar en la creación, en la caída de la humanidad, bajo la ley en el Antiguo Testamento y bajo la gracia en el Nuevo Testamento. Veremos también, a través de la Palabra de Dios, que la mujer tiene su esfera propia de servicio y que ésta es una esfera bendita y necesaria.
   Nuestro tema en estas páginas es el lugar bíblico de la mujer dentro de la Iglesia. Sin embargo, para un entendimiento adecuado de este tema sera de gran ayuda considerar primero el lugar de la mujer en la creación, en la caída, en el hogar, y bajo la ley. Si discernimos el lugar que Dios le ha dado en todas esas esferas, eso nos dara la información básica para condiderar y entender el lugar Bíblico de ella en la Iglesia y el hogar en tiempos del Nuevo Testamento.
 
Su Lugar en la Creación 
 
En Genesis 2 podemos ver que el hombre fue creado primero y que de la costilla de Adán Dios hizo una mujer y la trajo al hombre para ser su ayuda idónea. En 1 Corintios 11:8-12 el Espíritu de Dios hace el siguiente comentario sobre esto: "Porque el varon no procede de la mujer, sino la mujer del varon, y tampoco el varon fue creado por causa de la mujer, sino la mujer por causa del varon. Por locual la mujer debe tener senal de autoridad sobre su cabeza, por causa de los angeles. Pero en el Senor, ni el varon es sin la mujer, ni la mujer sin el varon; porque as! como la mujer procede del varon, tambien el varon nace de la mujer; pero todo procede de Dios".
     Aquí hay una presentación de la verdad en cuanto ala relación del hombre y de la mujer. El mero hecho de que la mujer fue tomada del hombre prueba su igualdad con él. No es ella su inferior, sino su igual, su "ayuda idónea". Hay igualdad, pero junto con la igualdad hay diversidad. La mujer fue hecha para el hombre y para estar con el a su lado. Nunca fue el propósito de Dios que la mujer fuera una criatura independiente, apartada del hombre. Fue Su propósito que ella se asociara con él, y que juntos fueran una sola carne, simbolizando la unión de Cristo y Su novia, la Iglesia. La mujer nunca resplandeee más brillantemente que cuando esté cumpliendo cabalmente el oficio para el cual fue ereada. Este objeto es, antes que todo, el ser la "ayuda idonea" del hombre.
    No obstante, debemos notar también que el mero hecho de que la mujer fue creada del hombre indica que él es su cabeza. Ésta es la conclusion que el Espiritu de Dios pone delante de nosotros en los versículos de 1 Corintios 11, arriba citados: "Por lo cual en vista de su lugar en la creación la mujer debe tener señal de potestad sobre su cabeza [es decir, una señal de la autoridad del hombre, bajo la cual esta], por causa de los ángeles" (v. 10). El apostol dice: “...quiero que sepáis que Cristo es la cabeza de todo varón, y el varón es la cabeza de la mujer” (v. 3). Por causa de este orden divino en la creación la mujer debe reconocer el señorío del hombre. Y debe tener en la cabeza la señal de su autoridad sobre ella (1 Co. 11:10). Lo anterior quiere decir que debe cubrir su cabeza, especialmente cuando ore o profetice y cuando esté en la asamblea. Los ángeles deben ver el orden de Dios tanto en la creación como en la Iglesia.
     Más adelante tendremos más que decir respecto al tema de cubrirse la mujer la cabeza. Por ahora no haremos más que referirnos a eso en conexión con el lugar de la mujer en la creación y en consecuencia, el reconocimiento que ella debe hacer del hombre como su cabeza. La cubierta [el velo], según la Escritura, significa este reconocimiento.
      En 1 Corintios 11: 14-15, el apóstol se refiere a la naturaleza como evidencia adicional de aquella distinción que existe entre el hombre y la mujer, y del apropiado lugar de sujeción que a ésta le  corresponde... “La naturaleza misma, ¿no os ensena que al varón le es deshonroso dejarse crecer el cabello? Por el contrario, a la mujer dejarse crecer el cabello le es honroso; porque en lugar de velo le es dado el cabello”. Dios le ha dado cabello largo a la mujer y cabello corto al hombre, a fin de establecer una característica que distingue entre ellos. A la mujer le es natural tener el cabello largo; al hombre cabello corto.
      El cabello largo en las Escrituras es, generalmente, un símbolo de dependencia, sumisión y modestia, atributos estos que deben caracterizar a la mujer como “vaso mas fragil” al cual el hombre ha de dar honor. El pasaje delante nuestro en 1 Corintios 11 habla del cabello de la mujer como una gloria [gr. "doxa"]. Una mujer manifiesta la gloria y la belleza puesta sobre ella solamente cuando se queda en el lugar de dependencia y sujeción dado por Dios, al mismo tiempo que mantiene su distinto carácter femenino. Cuanto más femenina sea la mujer, tanto mas bella es a los ojos de Dios. 
     Cuanto más trate de parecerse al hombre, tanto más pierde su verdadera belleza y virtud. La declaracón: “La naturaleza misma ¿no os enseña...?” da pie a una aplicación más extensa de nuestro tema actual. La constitución física y el temperamento del hombre y de la mujer son muy diversos. Dios en Su sabiduría puso grandes diferencias entre las características fisicas, mentales y emocionales del hombre y de la mujer. Le ha dado al hombre altura, fuerza y capacidad para razonar superiores. En contraste feliz, Dios ha dado a la mujer gracia, natural dulzura y viveza mental, todo esto capacitándola para el circulo doméstico. Es muy evidente que el Creador los ha constituido por naturaleza para que ocupen lugares diferentes y separados. Es igualmente evidente que se deben completar o complementar el uno al otro.
     Es así como sabemos a través de la creación y la naturaleza que la mujer tiene un lugar distinto al del hombre en la sociedad. Más tarde veremos que el lugar que Dios Ie ha dado en la Iglesia esta en armonía con su lugar en la creación y en la naturaleza. Ademas habremos de damos cuenta de que su lugar en la creación fija su lugar en la Iglesia tambien. Veremos que su sitio en la naturaleza es ilustrativo de su lugar en la gracia, O sea su relacion como una mujer cristiana a Dios. Los dos lugares son inseparables. Dios no da a la mujer ni al hombre un lugar en la Iglesia que contradiga el lugar que a ellos corresponde en la creación y en la naturaleza.
     En la caída hemos visto a través de la creación que el lugar o posición de la mujer es de sujeción a su cabeza y de compañerismo con su esposo. Ahora consideraremos qué parte tuvo ella en la caída de la humanidad en el huerto del Edén, y qué posición fue la que se le dio como resultado de ese hecho. Por la narración divina consignada en Génesis 3, nos damos cuenta de que la serpiente tentó a Eva para que tomara el fruto prohibido. Fue ella la que tomó, probó de él y dio tambien a su marido, el cual comió así como ella (vv. 1, 6), Como resultado de eso, Dios dijo a Eva: “Con dolor darás a luz los hijos; y tu deseo sera para tu marido, y él se ensenoreara de ti” (Gn. 3:16).
     Aquí vemos a la primera mujer, Eva, dejando su lugar natural de dependencia para tomar la iniciativa. En vez de rechazar las insinuaciones de la serpiente y procurar la ayuda y la proteccion de su compafiero como cabeza que le fue dada por Dios, actuó independientemente. Fue engañada por el diablo y desobedeció el mandamiento de Dios. Por eso, Él pronunció la sentencia definitiva, es decir que el lugar de la mujer todavía sería el de subordinacian a su marido, aunque ése ahora era un hombre caído.
     Ademas de todo lo anterior vemos que no necesitamos elaborar nuestras propias conclusiones de esos hechos, porque el Espiritu de Dios se refiere a este engaño del que fue víctima Eva, en 1 Timoteo 2:11-14. Este pasaje muestra ese engaño como una razón por la que a la mujer de esta época de la Iglesia no le es permitido usurpar la autoridad masculina. El pasaje en cuestión reza así: “La mujer aprenda en silencio, con toda sujeción. Porque no permito a la mujer enseñar ni ejercer dominio sobre el hombre, sino estar en silencio. Porque Adán fue formado primero, despues Eva; y Adán no fue engañado, sino que la mujer, siendo engañada, incurrió en transgresión”.
     Aquí tenemos dos razones dadas que explican el porqué la mujer no ha de enseñar. Una es el primer lugar de Adan en la creación, la cual implica su jefatura. La otra es que la mujer fue engañada por la serpiente. Adán no fue engañado como su mujer. El pecó con los ojos abiertos y fue más culpable que su esposa. Pero fue Eva la engañada. Tal fue su parte en la caída de la humanidad. Se mostró a sí misma como una líder bastante deficiente.
     Por eso, en el gobierno sabio de Dios, se le priva a ella de cualquier lugar de autoridad o ensenanza en la Iglesia. Así es que ya desde el huerto del Edén, recibimos el primer aviso,  el más poderoso – contra cualquier tipo de jefatura por parte de la mujer. Es de veras una señal de vívida advertencia, dada en el mismo principio de la historia humana.
     Alguien ha hecho notar lo siguiente: 

     “Cuando las mujeres se salen de su lugar, parecen ser víctimas del diablo. Es una mujer en una de las parábolas del Evangelio quien esconde la levadura en tres medidas de harina (Mt. 13:33) – tipo de la introducción de principios corruptos que han penetrado en la cristiandad (por cristiandad entendemos aquello que profesa ser cristiano). Fue una mujer, Eva, la que incurrió en transgresión.
En 2 Timoteo 3:6 leemos de 'mujercillas cargadas de pecados, arrastradas par diversas concupiscencias' a quienes hombres malvados llevan cautivas en los tiempos peligrosos de estos postreros dias. Pero antes de continuar con diversos ejemplos, conviene puntualizar el hecho de que cuando una mujer se sale de su lugar, muchas cosas bastante desagradables y peligrosas pueden suceder. Veamos ahora lo siguiente. Es una mujer Jezabel quien historicamente representa en el Antiguo Testamento todo lo que es repugnante y perverso. En el Nuevo Testamento representa fuguradamente la corrupcion eclesiástica y la depravación religiosa de la peor clase (l R. 21; Ap.s 2:20).
     “En el día de hoy la gran mayoria de mediums espiritistas son mujeres; el espiritismo moderno comenzó con mujeres – las hermanas Fox en Norteamerica. Fue una mujer histérica – la senora White – quien por sus blasfemias jactanciosas llegó a ser la líder y en gran parte fundadora de aquel sistema inicuo conocido como el Adventismo del Séptimo Día.
     "La ciencia cristiana – que ni es cristiana ni ciencia –  debe su origen a una senora de apellido Eddy, una mujer, evidentemente. Podemos agregar que una encuesta entre profesionales de la tal llamada Ciencia Cristiana en cierta gran ciudad revela que el 75 por ciento de aquellos son mujeres (R.K.C.). La teosofía, como se conoce en el hemisferio occidental, fue popularizada por una mujer, la Señora Blavatsky; la obra que ella estableció fue llevada adelante por otra mujer, la senora Besant” (A. J. Pollock).

     Podemos agregar a esta lista el Movimiento de Lenguas (pentecostalismo) de hoy y el fanatismo que lo acompña, etc. De ese movimiento las mujeres son las líderes mas prominentes y entusiastas. Esto no es para menospreciar a la mujer, porque moralmente ella tiene, por lo general, cualidades mucho más excelentes que las del hombre. Además, por regla general, la mujer supera al hombre en su afecto v devoción a Cristo. No es cuestión aquí de la habilidad de la mujer. Tenemos mucho gusto en reconocer que en comparación con el hombre ella no manifiesta ninguna inferioridad respecto a talento, cultura, discreción, etc. Es solamente en cuanto a posición que el hombre tiene preeminencia sobre la mujer. El punto que queremos establecer es éste: que cuando una mujer se aparta del lugar y la esfera de servicio que le ha sido dada por Dios – cuando toma un lugar de enseñar y de guiar – muchas veces llega a ser la víctima favorita de los engaños de Satanás. Muchas veces la mujer, así engañada, viene a ser propagadora de herejías y muchas mentiras. Esta es la lección que debieramos aprender de la historia de la mujer cuando esté fuera del lugar que le corresponde.

lunes, 1 de julio de 2019

El Primer Paso


C. H. Spurgeon

"Con mi alma te he deseado en la noche, y en tanto que me dure el espíritu dentro de mí, madrugaré a buscarte"  Isaías 26:9

 Existe para el pueblo de Dios un principio de comunión con Él. En primer lugar, éste es donde comienza su vida espiritual: "Me levantaré e iré a mi padre" (Lc. 15:18). Eso fue la prueba de que el pródigo realmente se había vuelto en sí y estaba en el camino de la restauración. Cuando antes él se limpió, se arregló, se juntó a un ciudadano de aquel país y comenzó a trabajar en lugar de derrochar todo viviendo pérdidamente, eso era una mejora. Siempre es bueno que un hombre trabaje en lugar de malgastar su tiempo en vicios, pero todavía él no había comenzado a vivir espiritualment. Fue cuando se acordó de su padre que vemos la obra de gracia en su alma: el clamor de su espíritu: "Me levantaré e iré a mi padre".

martes, 25 de diciembre de 2018

Tres Enramadas

Los Paganismos Navideños

“Seis días después, Jesús tomó a Pedro, a Jacobo y a Juan su hermano, y los llevó aparte a un monte alto; y se transfiguró delante de ellos, y resplandeció su rostro como el sol, y sus vestidos se hicieron blancos como la luz. Y he aquí les aparecieron Moisés y Elías, hablando con él. Entonces Pedro dijo a Jesús: Señor, bueno es para nosotros que estemos aquí; si quieres, hagamos aquí tres enramadas: una para ti, otra para Moisés, y otra para Elías. Mientras él aún hablaba, una nube de luz los cubrió; y he aquí una voz desde la nube, que decía: Éste es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia; a él oíd. Al oír esto los discípulos, se postraron sobre sus rostros, y tuvieron gran temor” (Mt. 17:1-6).
    Poquísimas personas han tenido la dicha de esos tres apóstoles. En Génesis 18 Jehová visitó a Abraham y comió con él. Siglos después, enseñó Su gloria a Moisés (Éx. 33:18-34:8). Una vez setenta de los ancianos de Israel, Moisés, Aarón y sus hijos subieron el monte y vieron una manifestación gloriosa del Dios de Israel (Éx. 24:7-11).
    En el Nuevo Testamento, los discípulos Pedro, Jacobo y Juan subieron el monte con el Señor y le vieron transfigurado y glorioso. Aparecieron Moisés y Elías, hablando con Él. Pedro, impresionado sobremanera, sugirió para conmemorar la ocasión: “hagamos aquí tres enramadas”. A Dios no le gustó esa idea. Una nube les cubrió y una voz dijo: “Éste es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia; a él oíd”. No se hizo ninguna enramada, ni para Moisés, ni para Elías, ni siquiera para Cristo. Dios no lo quería entonces, ni hoy tampoco.
 
El Belén vaticano - la madre de la idolatría y de toda abominación
   Pero hoy la gente hace sus enramadas, llamadas “belenes” o “nacimientos”, con José, María y Jesús, la “sagrada familia”, supuestamente para comemorar algo importante. Es parecido al error de Pedro. En lugar de Moisés y Elías ponen a José y María, los pastores, los magos, los ángeles y otros. Pedro pensaba que su idea de enramadas era buena, y los religiosos también creen buenas sus belenes. Alguien dijo con sarcasmo que la navidad es el tiempo del año cuando los protestantes no tienen problemas con imágenes de Jesús, María, José y los ángeles. Tiene razón, porque con sus emocionalismos se les olvida que Dios prohibe hacer y tener imágenes. Si las rindes culto o no es otra cuestión y todavía peor sí lo haces. Pero está prohibido tenerlas. Es pecado.
 
 "No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. No te inclinarás a ellas, ni las honrarás" Éxodo 20:4-5
      Está claro que Dios no mandó hacer imágenes para navidad, ni fue una práctica de los primeros cristianos. Además, como hemos dicho, repetimos: Dios prohíbe todo uso de imágenes. ¿Qué hacen terrafines en casas de creyentes? ¡Qué vergüenza! Y peor si eres misionero, obrero o anciano en una iglesia -- porque Santiago 3:1 dice que para ti, hermano, el juicio será más severo. Has dado mal ejemplo a la grey del Señor. ¿No deberías pedir perdón publicamente? No es posible agradar a Dios ni honrar a Cristo con enramadas e imágenes. La "navidad" no es una excusa para poner imágenes en casa. No tiene disculpa la idolatría. No es inofensiva. No es cristiana. La práctica no está en la Biblia. Reconócelo. No es una costumbre inofensiva. Si has puesto un belén en tu casa, arrepiéntete y quítalo. "Vete y no peques más".
Carlos Tomás Knott

martes, 1 de mayo de 2018

Las Cosas De Arriba


Colosenses 3:1-2 exhorta:
“Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra”.

¿Cómo puede un cristiano cumplir esto e involucrarse en cosas como la política y el gobierno?

Arriba está Cristo. Arriba, el reino de Dios. Arriba, la justicia perfecta. Arriba, la gloria eterna. Arriba, el trono.

Abajo, en la tierra, está el príncipe del mundo - Satanás, están los reinos de este mundo (todos bajo el poder del diablo - Mateo 4:8). Abajo, el pecado y la injusticia. Abajo, los deseos de los ojos, los deseos de la carne, la vanagloria de la vida.

Son mundos opuestos.

BUSQUEMOS LAS COSAS DE ARRIBA. 
PONGAMOS LA MIRA EN LAS COSAS DE ARRIBA.

NO EN LAS DE LA TIERRA. "El mundo entero está bajo el maligno" (1 Jn. 5:19).

No podemos nadar y guardar la ropa. Hay que escoger, y son cosas mutuamente exclusivas. No tengamos doble ánimo, pues acerca del hombre de doble ánimo Dios dice:

Santiago1:8  "El hombre de doble ánimo es inconstante en todos sus caminos".
Santiago 4:8 "y vosotros los de doble ánimo, purificad vuestros corazones".

martes, 19 de septiembre de 2017

LA AVARICIA

escribe William MacDonald

“Mirad y guardaos de toda avaricia” (Lucas 12:15).

     La avaricia es el deseo excesivo por la riqueza o las posesiones. Es una manía que atenaza a la gente, causándoles desear más y más. Es una fiebre que les lleva a anhelar cosas que en realidad no necesitan.
     Vemos la avaricia en el hombre de negocios que nunca está satisfecho, que dice que se detendrá cuando haya acumulado una cierta cantidad, pero cuando ese tiempo llega, está ávido de más.
    La vemos en el ama de casa cuya vida es una interminable parranda de compras. Amontona toneladas de cosas diversas hasta que su desván, garaje y despensa se hinchan con el botín.
    La notamos en la tradición de los regalos de navidad y cumpleaños. Jóvenes y viejos igualmente juzgan el éxito de la ocasión por la cantidad de artículos que son capaces de acumular.
    La palpamos en la disposición de una herencia. Cuando alguien muere, sus parientes y amigos derraman unas lágrimas fingidas, para luego descender como lobos a dividir la presa, a menudo comenzando una guerra civil en el proceso.
    La avaricia es idolatría (Ef. 5:5; Col. 3:5). La avaricia coloca la propia voluntad en el lugar de la voluntad de Dios. Expresa insatisfacción con lo que Dios ha dado y está determinada a conseguir más, sin importar cuál pueda ser el coste.
    La avaricia es una mentira, que crea la impresión de que la felicidad se encuentra en la posesión de cosas materiales. Se cuenta la historia de un hombre que podía tener todo lo que quería con simplemente desearlo. Quería una mansión, sirvientes, un Mercedes, un yate y ¡presto! estaban allí instantáneamente. Al principio esto era estimulante, pero una vez que comenzó a quedarse sin nuevas ideas, se volvió insatisfecho. Finalmente dijo: “Deseo salir de aquí. Deseo crear algo, sufrir algo. Preferiría estar en el infierno que aquí”. El sirviente contestó: “¿Dónde crees que estás?”
      La avaricia tienta a la gente al riesgo, a la estafa y a pecar para conseguir lo que se desea.
    La avaricia hace incompetente a un hombre para el liderazgo en la iglesia (1 Ti. 3:3). Ronald Sider pregunta: “¿No sería más bíblico aplicar la disciplina eclesial a aquellos cuya codicia voraz les ha llevado al “éxito financiero” en vez de elegirles como parte del consejo de ancianos?”
    Cuando la codicia lleva a los desfalcos, la extorsión u otros escándalos públicos, exige la excomunión (1 Co. 5:11). Y si la avaricia no es confesada y abandonada, lleva a la exclusión del Reino de Dios (1 Co. 6:10).

del libro DE DÍA EN DÍA, lectura para 15 de agosto, Editorial CLIE
 

viernes, 10 de julio de 2015

HUYE DE LA LUJURIA

 
Dios creó al ser humano varón y hembra. El deseo sexual tiene como meta la concepción de hijos, la propagación de la raza humana. Los animales también tienen este deseo reproductivo. Así que el sexo es bueno. Dios lo hizo.
    Pero el hombre está hecho en imagen de Dios; es más que un animal. No tiene que seguir los instintos físicos como los animales, y si lo hace, no tiene disculpa, porque no está hecho en imagen de los animales.
Dios hizo una mujer para un hombre y los unió como una sola carne (Gn. 2:24). Sobre esta bendita unión, la que Dios hace, Jesucristo declaró que no es el deseo de Dios que sea separada excepto por la muerte (Mt. 19:6). Una boda cristiana celebra la santidad y permanencia de esa unión. Toda otra actividad sexual antes o fuera del matrimonio es pecado e inmundicia.
    Pablo advirtió a Timoteo: “Huye de las pasiones juveniles” (2 Ti. 2:22). Una de estas pasiones, pero no la única, es el deseo sexual, que comienza con la pubertad y alcanza su máxima fuerza entre esa edad y la década de los viente años. Pero ese deseo intenso sigue en la vejez, aun entre los que alcanzan ochenta años de edad. Por eso, la admonición bíblica es oportuno a casi cualquier edad: “Huye de las pasiones juveniles”. Pero, ¿qué significa?
    Hablando sólo de la lujuria, del deseo sexual, quiere decir que hagas todo lo posible, todo lo que está en tu poder, para evitar lo que provoca, excita o da lugar a pasiones ilegítimas. Y fuera del matrimonio, todo actividad sexual es ilícita, es pecado. Ya que Pablo lo escribió al joven Timoteo, ¿qué excita las pasiones de un hombre? Oh, pues, la ramera lo sabe muy bien. Ella desea tentar y atraer al hombre, así que se viste provocativamente para inflamar su lujuria. Un diseñador prominente de vestidos dijo que sus ideas para vestidos venían de visitar los lugares de la ciudad donde trabajan las prostitutas.
    Pedro insta a las mujeres a vestirse modestamente (1 P. 3:1-5).Esto significa que mantengan sus cuerpos cubiertos de modo que los hombres vean su rostro y su carácter. Una mujer puede ayudar a los hombres a pensar castamente si se viste con modestia. Haciéndolo les ayudará a los hombres y a ella misma a huir de la lujuria.
    Y los hombres tienen gran parte de la culpa, pues no son víctimas inocentes. Miran donde no deben. Piensan en lo que no deben. Permiten imaginaciones que desagradan a Dios. Se meten en situaciones y en compañía provocativa. José en Egipto salió corriendo, literalmente huyendo de la mujer de Potifar. Pero hay muchos que no huyen como él. Proverbios 7:22 los describe así:  "...se marchó tras ella, como va el buey al degolladero, y como el necio a las prisiones para ser castigado". Proveen para los deseos de la carne. Cavilan cómo conseguir lo que quieren. Endulzan sus palabras y se hacen protagonistas de la pasión. Voluntariamente se contaminan. Como Esaú, venden su primogenitura por unos momentos de placer. Así que, nada de inocencia, no nos engañemos.
    Hermanos, está claro que Dios manda al hombre casarse y canalizar ese natural deseo sexual hacia su esposa. Los conyugues deben ser fieles y entregados el uno al otro (véase Pr. 5:15-21). Esto traerá satisfacción y felicidad, tanto para la pareja así como para sus hijos porque tendrán padres fieles y felices. Esto es lo que Dios quiere. ¿Qué quieren el diablo, el mundo y la carne? ¡Lo contrario! Entonces la cuestón es: ¿Con quién andarás, con Dios en santidad, o con el diablo, el mundo y la carne en pecado e inmundicia. ¿Serás sabio o necio? ¡Seamos sabios, sí, huyamos de las pasiones juveniles y vivamos una vida santa para Dios!
 
Donald Norbie, traducido y adaptado de su artículo en la revista “Precious Seed” (“Semilla Preciosa”), noviembre 2010