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domingo, 11 de octubre de 2020

¿QUÉ ES VUESTRA VIDA?

William MacDonald 


“...¿Qué es vuestra vida? Ciertamente es neblina que se aparece por un poco de tiempo, y luego se desvanece” (Santiago 4:14).

    El Espíritu Santo, por medio de las Escrituras, recuerda con insistencia al hombre mortal la brevedad de la vida. Empleando repetidamente las comparaciones, el Espíritu del Señor graba en nosotros el pensamiento de que nuestros días son limitados y pasan rápidamente.
    Por ejemplo, compara la vida a una lanzadera de tejedor (Job 7:6), precipitada de un lado a otro del telar, moviéndose tan aprisa que los ojos casi no pueden seguirla.
    Job habla de la vida como un soplo (Job 7:7) que nunca vuelve. El salmista hace eco del mismo sentimiento cuando habla del “soplo que va y no vuelve” (Sal. 78:39).
    Bildad le recuerda innecesariamente a Job que: “nuestros días sobre la tierra son como sombra” (Job 8:9), una descripción que se repite en el Salmo 102:11 “Mis días son como sombra que se va”. Una sombra es efímera, dura un tiempo muy corto.
    Job compara su vida a una hoja de árbol (Job 13:25), frágil y marchita, como rastrojo seco, llevada por los vientos. Isaías recurre a la piedad del Señor recordándole que: “caímos todos nosotros como la hoja” (Is. 64:6).
    David describe sus días como de término corto: “He aquí, tú has hecho mis días muy breves...” [lit., como palmos] (Sal. 39:5 BAS). Si viéramos la vida como un camino, ésta tan sólo mediría diez centímetros de largo.
    Moisés, el hombre de Dios, pinta la vida como un sueño (Sal. 90:5), en el que el tiempo pasa sin ser conscientes de él.
    En el mismo lugar, Moisés habla de los hombres y de sus vidas como hierba: “Los arrebatas como con torrente de aguas; son como sueño, como la hierba que crece en la mañana. En la mañana florece y crece; a la tarde es cortada, y se seca” (Sal. 90:5-6). Siglos más tarde David empleó la misma figura para describir nuestra vida tan transitoria: “El hombre, como la hierba son sus días; florece como la flor del campo, que pasó el viento por ella, y pereció, y su lugar no la conocerá más” (Sal. 103:15-16). Como Spurgeon decía, la hierba es: “sembrada, crecida, soplada, cortada, desaparecida”. ¡Así es la vida, en pocas palabras!
    Por último, Santiago añade su testimonio diciendo que la vida es efímera como la neblina (Stg. 4:14). Aparece por un poco de tiempo y luego se desvanece.
    Esta acumulación de símiles tiene una doble intención. Primero, debe motivar al inconverso a considerar la brevedad del tiempo y la importancia de estar preparado para encontrarse con Dios. Segundo, debe hacer que los creyentes cuenten de tal modo sus días que traigan sabiduría a su corazón (Sal. 90:12). Esto resultará en vidas de devoción y dedicación a Cristo, vidas invertidas para la eternidad.

de su libro DE DÍA EN DÍA, CLIE


martes, 13 de noviembre de 2018

Una de Dos


No puedes nadar y guardar la ropa. Hay que escoger entre dos. Tu decisión tiene consecuencias eternas, así que reflexiona y escoge bien.

La Biblia enseña que 

Hay 2 hombres progenitores:
1. Adán, el primer hombre, es progenitor de todo ser humano. Irrespectivamente del país o raza de nuestro nacimiento, descendemos de Adán, el pecador por el cual entró el pecado y la muerte en el mundo (Ro. 5:12). Todo hijo de Adán es pecador, y la historia del mundo demuestra que es así.
2. Cristo, "el postrer Adán" (1 Co. 15:45), es "el segundo hombre" (1 Co. 15:47), el Señor del cielo. Él es cabeza de todos los que nacen de nuevo por la fe en Él. Creyendo en Cristo nuestro Salvador, pasarás de pertenecer a Adán, el pecado, la muerte y la condenación (Jn. 5:24) a ser de Cristo y tener la vida por la gracia de Dios.


Hay 2 muertes:
1. La primera muerte es física, cuando el cuerpo físico fallece y el alma y espíritu se separan del cuerpo. Después de la muerte física todavía queda pendiente el juicio de Dios (He. 9:27).
2. La segunda muerte es espiritual y eterna, cuando la persona inconversa es juzgada y separada eternamente de Dios, enviada al lago de fuego: "Ésta es la muerte segunda" (Ap. 20:14).


Hay 2 resurrecciones:
1. La primera resurrección es la de los creyentes en el Señor Jesucristo, y es para vida (Jn. 5:29; Ap. 20:5-6). Cristo promete que los que creen en Él no morirán eternamente (Jn. 11.26). Resucitarán y vivirán eternamente con Él, en gloria.

2. Pero todos resucitarán, sí, aun los incrédulos, pero la suya, la segunda resurrección, será para juicio, condenación (Jn. 5:29), confusión y vergüenza eterna (Dn. 12:2).

Hay 2 juicios:

1. El primer juicio pasó: el de nuestros pecados que Cristo llevó en Su cuerpo sober el madero (1 P. 2:24), en el monte Calvario. Todo aquel que en Él cree, confiando en Él como su Sustituto, será salvo del otro juicio.
2. El otro juicio viene, es del Gran Trono Blanco (Ap. 20:11-15), cuando todo muerto incrédulo compadecerá delante de Dios. Hebreos 9:27 advierte de este juicio que viene después de la muerte física. Los libros de obras serán abiertas y los muertos serán juzgados según sus obras. La Biblia advierte que no hay bueno, ni siquiera uno, así que en este juicio nadie se salvará. Todos serán condenados por sus pecados, y porque sus nombres no aparecen en el libro de la vida del Cordero - de los que han confiado en Él.

Hay 2 puertas:
1. Una es la puerta estrecha  (Mt. 7:13-14) que es el Señor Jesucristo. "Yo soy la puerta; el que por mí entrare, será salvo" (Jn. 10:9).  Como bien declaró el apóstol Pedro (que algunos dicen que fue el primer Papa, pero no creen lo que dice): "Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos" (Hch. 4:12). No hay otro modo de acceso a Dios y la salvación, sino sólo por Jesucristo.

2. La otra puerta es ancha (Mt. 7:13-14), y muchas entran por ella. Ella admite muchas opiniones y religiones. En esa puerta entran todos los que creen a su manera, o en la religión de sus padres, la tradición. Pero conduce a la perdición.

Hay 2 caminos:

1. El mismo texto de Mateo 7:13-14 habla de los dos caminos. Uno es el camino angosto que conduce a la vida. Ahí van pocos. Sólo es por el Señor Jesucristo, pues Él declaró: "Yo soy el camino...nadie viene al Padre sino por mí" (Jn. 14:6). Nadie más puede salvarnos: ninguna iglesia, ningún sacramento, santo, filosofía ni obra, sino sólo Jesucristo.
2. El otro camino es espacioso. Es como una carretera de muchos carriles, para muchas opiniones, creencias y prácticas. Ahí van muchos, la mayoría. Pero termina en la muerte segunda. Proverbios 14:12 advierte: "Hay camino que al hombre le parece derecho, pero su fin es camino de muerte".

Hay 2 destinos:

1. El cielo, la morada de Dios, es para aquellos que arrepentidos confían única y exclusivamente en el Señor Jesucristo para el perdón de pecados y vida eterna. Todo creyente estará siempre con Él en la casa de Su Padre (Jn. 14:1-3).
2. El infierno, el lago de fuego, es el destino espeluznante y lugar terrible de castigo eterno de toda persona que no confía en Jesucristo como su Señor y Salvador. Sus nombres no están escritos en el libro de la vida del Cordero (Ap. 20:15; 21:27). No serán aniquilados, sino sufrirán pena de eterna perdición, excluidos de la presencia del Señor (2 Ts. 1:9).

Pero amigo, te avertimos con toda seriedad: no hay 2 oportunidades


Sólo hay una vida, y pronto pasará. No hay reencarnación. No hay segundas oportunidades. "Está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto, el juicio" (He. 9:27). Si mueres sin arrepentirte, sin confiar en Jesucristo como tu Señor y Salvador, entrarás perdido para siempre en la eternidad. Ahí no podrás cambiar tu destino. Hoy sí, porque hoy, vivo, tienes oportunidad de creer y confesar a Jesucristo como Señor y Salvador. Dios te advierte, y te llama, para que aprovechas ésta tu oportunidad. "En tiempo aceptable te he oído, Y en día de salvación te he socorrido. He aquí ahora el tiempo aceptable; he aquí ahora el día de salvación" (2 Co. 6:2).

Sólo hay dos respuestas: creer o no creer. No eres indeciso. No te engañes.  
O crees en el Señor Jesucristo para ser salvo, o eres incrédulo. Uno de dos. Hasta que creas en el Señor Jesucristo eres un pecador incrédulo y condenado. La Biblia declara: "El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios" (Jn. 3:18). Y también advierte: "El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él". Hoy, ahora mismo, o tienes vida eterna por fe en el Señor Jesucristo, o por tu incredulidad la ira de Dios está sobre ti. ¿Cuál de estas dos es tu situación actual?

martes, 2 de octubre de 2018

La Regeneración NO Viene Antes De Creer


Otro error común de calvinistas y la teología de la reforma es enseñar que la regeneración precede la fe, y da vida al incrédulo para que luego crea. Este error es debido a las ataduras de su sistema de lógica y silogismos. Ya que enseñan que la depravación total significa incapacidad total, algo tienen que inventar para salir del problema de cómo puede uno creer. Entonces, enseñan que Dios da vida al que está muerto en delitos y pecados, ANTES de que crea, para que LUEGO crea. ¡Esta teoría produce la anomalía de incrédulos que son regenerados! Veamos como David Dunlap comenta sobre este error.
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   La Palabra de Dios enseña que un hombre recibe vida al recibir a Jesucristo como Señor y Salvador. Es por eso que nuestro Señor dijo: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida” (Jn. 14:6) No dijo: “Tengo el camino, y la verdad, y la vida” como si Él fuera simplemente una fuerza, poder o mero agente que nos da vida eterna. Nuestro Señor, antes de resucitar a Lázaro de entre los muertos, declaró: “Yo soy la resurrección y la vida” (Jn. 11:25). No dijo: “tengo vida para impartir”. Esto nos conduce a la sencilla verdad de que para tener la vida, es necesario tener a Jesucristo. Puesto que Jesucristo es la vida, el Espíritu debe introducirnos en una unión viva y vital con Él. El nuevo nacimiento o la regeneración nunca puede divorciarse de una relación viva con Cristo. El apóstol Juan escribio: “El que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida” (1 Jn. 5:12). En las epístolas del apóstol Pablo, vemos cómo él emplea con cuidado la expresión de gran significado: “en Cristo”, para explicar esta verdad. “...Si alguno está en Cristo, nueva criatura es...” (2 Co. 5:17). Pablo nunca se imaginó que la regeneración precedía la fe en Cristo, que entonces también precedería la relación de Cristo en nosotros, “la esperanza de gloria” (Col. 1:27). La doctrina neotestamentaria está clara: el Espíritu Santo de Dios produce el nuevo nacimiento, que nos da vida nueva, y esa vida nueva está en el Señor Jesucristo.
    La obra de la regeneración está condicionada sobre la fe. La fe debe preceder el nuevo nacimiento. Es Dios que únicamente imparte la nueva vida en Cristo. La nueva vida en Cristo da una nueva naturaleza o disposición, por la que ahora tenemos una relación con Dios. Uno de los mejores resúmenes del órden espiritual de la obra de Dios en la regeneración viene de Sir Robert Anderson:

    “Es por la Palabra que el pecador nace de nuevo para Dios. Como declara la Escritura: ‘renacidos...por la Palabra de Dios que vive y permanece para siempre’. Y para prevenir todo error, añade: ‘Y ésta es la palabra que por el evangelio os ha sido anunciada’. Fue anunciada como ya dijo el apóstol: ‘os han predicado el evangelio por el Espíritu Santo enviado del cielo’. No el Espíritu sin la Palabra, ni la Palabra sin el Espíritu, sino la Palabra predicada en el poder del Espíritu. Dios nunca es arbitrario; pero siempre es soberano. Los hombres predican, el Espíritu sopla, y los huesos secos viven. Así los pecadores nacen de nuevo para Dios”. 
Sir Robert Anderson, Redemption Truths (“Verdades de la Redención”), Kilmarnock, GB: Ritchie, 1940, p. 152

Del libro LIMITANDO LA OMNIPOTENCIA, próximamente disponible de Berea Libros y Gospel Folio Press.