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martes, 30 de noviembre de 2021

NOÉ Y LOS ÚLTIMOS DÍAS

A través de este enlace pueden ver en Youtube esa película en español:

https://www.youtube.com/watch?v=PrpqlJz7nsg

 Son casi increíbles las respuestas y la ignorancia de las personas entrevistadas. En verdad estamos en los postreros días.


LOS DÍAS DE NOÉ

 

Jesucristo habló de Noé, sus tiempos y un gran diluvio. Lo trató como algo histórico y literal. Sabemos que no es un cuento, ni una parábola, ni una alegoría, sino un relato verídico de algo terrible que pasó en la historia. Merece la pena leerlo. Génesis 5:29 al 8:22 da la historia de Noé, hombre piadoso (no un actor de Hollywood), y del diluvio universal que Dios envió en juicio sobre la desenfrenada maldad en el mundo entero.  
    Lo de Noé y el diluvio no es una leyenda. No fue un mero desastre ecológico, sino un juicio de Dios sobre un mundo impío – como el nuestro. Advierte del gran juicio que sacudirá al mundo entero antes de la segunda venida de Cristo. Juzgará al mundo con justicia, y no tendrá por inocente al culpable. Se repite la historia de la desobediencia de los seres humanos y el juicio de Dios. A continuación presentamos dos textos donde Jesucristo habló de Noé y el diluvió que “destruyó a todos”.

Evangelio según S. Mateo 24:37-39
37 Mas como en los días de Noé, así será la venida del Hijo del Hombre.
38 Porque como en los días antes del diluvio estaban comiendo y bebiendo, casándose y dando en casamiento, hasta el día en que Noé entró en el arca,
39 y no entendieron hasta que vino el diluvio y se los llevó a todos, así será también la venida del Hijo del Hombre.

Evangelio según S. Lucas 17:26-27
26 Como fue en los días de Noé, así también será en los días del Hijo del Hombre.
27 Comían, bebían, se casaban y se daban en casamiento, hasta el día en que entró Noé en el arca, y vino el diluvio y los destruyó a todos.

    También lo mencionó el apóstol Pedro como algo histórico y literal.  Algunos le tienen por su primer Papa, pero no hacen caso de lo que escribió bajo inspiración del Espíritu Santo (ex-catedra).

1ª Epístola de S. Pedro 3:20
20 los que en otro tiempo desobedecieron, cuando una vez esperaba la paciencia de Dios en los días de Noé, mientras se preparaba el arca, en la cual pocas personas, es decir, ocho, fueron salvadas por agua.

Déjà Vu

    Génesis 6:5 dice: “la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal”. Más adelante, el versículo 12 relata que “miró Dios la tierra, y he aquí que estaba corrompida; porque toda carne había corrompido su camino sobre la tierra”.
    Cuando la desobediencia y la maldad llegan a esos niveles de desenfreno y se extienden por todo el mundo, hasta tal punto que los gobiernos legalizan el pecado y la gente pierde la vergüenza y el temor de Dios, son otra vez los días de Noé.  De eso habló Jesucristo, de la vuelta de “los días de Noé”. Amigo, lee otra vez los textos citados de las Sagradas Escrituras. Vivimos en tiempos como aquellos.
    Dios prometió no juzgar el mundo por agua otra vez, es decir, por otro diluvio universal. Pero no prometió no juzgar al mundo. Eso sí lo hará y bien pronto. El tiempo se acaba. La fecha del juicio divino se avecina. Dios intervendrá en la historia otra vez para juzgar la maldad desenfrenada, la desobediencia y la impiedad que abundan. Cuando venga Jesucristo por segunda vez, no será en forma de bebé, ni manso y humilde, sino como Rey con gran poder y gloria. Lee en S. Mateo capítulo 24, y en el libro de Apocalipsis, capítulo 19, y lo verás. Prepárate amigo, créelo, tómalo muy en serio, reacciona, porque el juicio viene, como vino en los días de Noé.
    El apóstol S. Pablo también advirtió acerca de la próxima venida de Jesucristo para juzgar al mundo, no con agua, sino con fuego. ¡Habrá terribles juicios! En la 2ª Epístola a los Tesalonicenses, 1:7-10 dice:

 7 cuando se manifieste el Señor Jesús desde el cielo con los ángeles de su poder,
 8 en llama de fuego, para dar retribución a los que no conocieron a Dios, ni obedecen al evangelio de nuestro Señor Jesucristo;
 9 los cuales sufrirán pena de eterna perdición, excluidos de la presencia del Señor y de la gloria de su poder,
 10 cuando venga en aquel día para ser glorificado en sus santos y ser admirado en todos los que creyeron.

    Como Noé en su día, nosotros anunciamos el juicio venidero y predicamos el perdón de pecados y la salvación, gratuitamente, por la gracia de Dios, sin obras, por la fe en el Señor Jesucristo. Tal vez digas que somos unos aprovechados, pero no es así. Los aprovechados son los de Hollywood que toman como cuento y representan incorrectamente ese tema bíblico tan solemne, para divertir a la gente y forrarse con dinero. Ríete si quieres, pero mira alrededor y acuérdate de esto: Han llegado otra vez los días de Noé, ¡y el juicio viene ya! Si no te arrepientes y confías en el Señor Jesucristo, perecerás como los que perecieron en los días de Noé. Cristo dijo: “vino el diluvio y los destruyó a todos”.
    Noé creyó a Dios, con los de su casa, y fueron salvas esas ocho personas. Todo el resto del mundo pereció. La mayoría no lleva la razón. La muchedumbre no le impresiona a Dios. El Creador y Juez del mundo “ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan; por cuanto ha establecido un día en el cual juzgará al mundo con justicia, por aquel varón a quien designó, dando fe a todos con haberle levantado de los muertos” (Hechos de los Apóstoles 17:30-31).
    Aquel varón que designó es el Señor Jesucristo, que murió por tus pecados, pero resucitó, y viene otra vez. Arrepiéntete de tus pecados de hechos y de omisión, de pecados de actitudes, palabras, pensamientos, deseos, y clama a Jesucristo el Señor, el Cordero de Dios, para que te perdone y te dé vida nueva. Sólo Él puede perdonar tus pecados. Sólo Él puede salvarte y darte vida eterna. Hoy todavía estás a tiempo.
    Pero pronto se abrirán los cielos y comenzarán los grandes juicios de Dios, y será demasiado tarde para ti. No tardes más. No te quedes pensándolo. Arrepiéntete y cree el evangelio. Jesucristo murió por tus pecados, fue sepultado, resucitó el tercer día conforme a las Escrituras, y fue visto por testigos. “Por lo cual puede también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos” (Hebreos 7:25). ¡Cristo es “nuestro Señor de Perpetuo Socorro”!

Él venció la muerte, vive para siempre, y sólo Él puede interceder por ti y perdonarte. Su promesa a los arrepentidos es: “...al que a mí viene, no le echo fuera” (S. Juan 6:37). Los que no entraron en el arca no fueron salvos del juicio divino — el diluvio. Amigo, se repite la historia. Nos han alcanzado los días de Noé y el mundo está lleno de terrible impiedad. Pero viene el Señor Jesucristo “en llama de fuego, para dar retribución” – gran juicio sobre este mundo. Te ponemos en sobreaviso: los que no vienen a Jesucristo, es decir, no reconocen su pecado, no se arrepientan ni confían en Él, perecerán. No seas uno de ellos.
 

Nuestra vida acabará, cual la hoja caerá,
Cual el haz se ligará; ¡Busca a Dios!
Vuela cada día veloz, y volando da su voz:
“Ven a dar tu cuenta a Dios”, ¡Busca a Dios!
Busca a Dios, busca a Dios;
Entretanto tengas tiempo, ¡Busca a Dios!
Si te atreves a esperar, Dios la puerta cerrará;
Te dirá: “Es tarde ya”, ¡Busca a Dios!



martes, 13 de noviembre de 2018

Una de Dos


No puedes nadar y guardar la ropa. Hay que escoger entre dos. Tu decisión tiene consecuencias eternas, así que reflexiona y escoge bien.

La Biblia enseña que 

Hay 2 hombres progenitores:
1. Adán, el primer hombre, es progenitor de todo ser humano. Irrespectivamente del país o raza de nuestro nacimiento, descendemos de Adán, el pecador por el cual entró el pecado y la muerte en el mundo (Ro. 5:12). Todo hijo de Adán es pecador, y la historia del mundo demuestra que es así.
2. Cristo, "el postrer Adán" (1 Co. 15:45), es "el segundo hombre" (1 Co. 15:47), el Señor del cielo. Él es cabeza de todos los que nacen de nuevo por la fe en Él. Creyendo en Cristo nuestro Salvador, pasarás de pertenecer a Adán, el pecado, la muerte y la condenación (Jn. 5:24) a ser de Cristo y tener la vida por la gracia de Dios.


Hay 2 muertes:
1. La primera muerte es física, cuando el cuerpo físico fallece y el alma y espíritu se separan del cuerpo. Después de la muerte física todavía queda pendiente el juicio de Dios (He. 9:27).
2. La segunda muerte es espiritual y eterna, cuando la persona inconversa es juzgada y separada eternamente de Dios, enviada al lago de fuego: "Ésta es la muerte segunda" (Ap. 20:14).


Hay 2 resurrecciones:
1. La primera resurrección es la de los creyentes en el Señor Jesucristo, y es para vida (Jn. 5:29; Ap. 20:5-6). Cristo promete que los que creen en Él no morirán eternamente (Jn. 11.26). Resucitarán y vivirán eternamente con Él, en gloria.

2. Pero todos resucitarán, sí, aun los incrédulos, pero la suya, la segunda resurrección, será para juicio, condenación (Jn. 5:29), confusión y vergüenza eterna (Dn. 12:2).

Hay 2 juicios:

1. El primer juicio pasó: el de nuestros pecados que Cristo llevó en Su cuerpo sober el madero (1 P. 2:24), en el monte Calvario. Todo aquel que en Él cree, confiando en Él como su Sustituto, será salvo del otro juicio.
2. El otro juicio viene, es del Gran Trono Blanco (Ap. 20:11-15), cuando todo muerto incrédulo compadecerá delante de Dios. Hebreos 9:27 advierte de este juicio que viene después de la muerte física. Los libros de obras serán abiertas y los muertos serán juzgados según sus obras. La Biblia advierte que no hay bueno, ni siquiera uno, así que en este juicio nadie se salvará. Todos serán condenados por sus pecados, y porque sus nombres no aparecen en el libro de la vida del Cordero - de los que han confiado en Él.

Hay 2 puertas:
1. Una es la puerta estrecha  (Mt. 7:13-14) que es el Señor Jesucristo. "Yo soy la puerta; el que por mí entrare, será salvo" (Jn. 10:9).  Como bien declaró el apóstol Pedro (que algunos dicen que fue el primer Papa, pero no creen lo que dice): "Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos" (Hch. 4:12). No hay otro modo de acceso a Dios y la salvación, sino sólo por Jesucristo.

2. La otra puerta es ancha (Mt. 7:13-14), y muchas entran por ella. Ella admite muchas opiniones y religiones. En esa puerta entran todos los que creen a su manera, o en la religión de sus padres, la tradición. Pero conduce a la perdición.

Hay 2 caminos:

1. El mismo texto de Mateo 7:13-14 habla de los dos caminos. Uno es el camino angosto que conduce a la vida. Ahí van pocos. Sólo es por el Señor Jesucristo, pues Él declaró: "Yo soy el camino...nadie viene al Padre sino por mí" (Jn. 14:6). Nadie más puede salvarnos: ninguna iglesia, ningún sacramento, santo, filosofía ni obra, sino sólo Jesucristo.
2. El otro camino es espacioso. Es como una carretera de muchos carriles, para muchas opiniones, creencias y prácticas. Ahí van muchos, la mayoría. Pero termina en la muerte segunda. Proverbios 14:12 advierte: "Hay camino que al hombre le parece derecho, pero su fin es camino de muerte".

Hay 2 destinos:

1. El cielo, la morada de Dios, es para aquellos que arrepentidos confían única y exclusivamente en el Señor Jesucristo para el perdón de pecados y vida eterna. Todo creyente estará siempre con Él en la casa de Su Padre (Jn. 14:1-3).
2. El infierno, el lago de fuego, es el destino espeluznante y lugar terrible de castigo eterno de toda persona que no confía en Jesucristo como su Señor y Salvador. Sus nombres no están escritos en el libro de la vida del Cordero (Ap. 20:15; 21:27). No serán aniquilados, sino sufrirán pena de eterna perdición, excluidos de la presencia del Señor (2 Ts. 1:9).

Pero amigo, te avertimos con toda seriedad: no hay 2 oportunidades


Sólo hay una vida, y pronto pasará. No hay reencarnación. No hay segundas oportunidades. "Está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto, el juicio" (He. 9:27). Si mueres sin arrepentirte, sin confiar en Jesucristo como tu Señor y Salvador, entrarás perdido para siempre en la eternidad. Ahí no podrás cambiar tu destino. Hoy sí, porque hoy, vivo, tienes oportunidad de creer y confesar a Jesucristo como Señor y Salvador. Dios te advierte, y te llama, para que aprovechas ésta tu oportunidad. "En tiempo aceptable te he oído, Y en día de salvación te he socorrido. He aquí ahora el tiempo aceptable; he aquí ahora el día de salvación" (2 Co. 6:2).

Sólo hay dos respuestas: creer o no creer. No eres indeciso. No te engañes.  
O crees en el Señor Jesucristo para ser salvo, o eres incrédulo. Uno de dos. Hasta que creas en el Señor Jesucristo eres un pecador incrédulo y condenado. La Biblia declara: "El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios" (Jn. 3:18). Y también advierte: "El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él". Hoy, ahora mismo, o tienes vida eterna por fe en el Señor Jesucristo, o por tu incredulidad la ira de Dios está sobre ti. ¿Cuál de estas dos es tu situación actual?

martes, 8 de agosto de 2017

Cristo En La Barca (Parte ()

por C. H. MacKintosh

En el momento de extremo peligro o de angustiosa necesidad en la vida del hombre es el momento oportuno para Dios. Éste es un dicho muy familiar en el mundo de habla inglesa, que citamos a menudo y que, sin ninguna duda, creemos plenamente; y, sin embargo, cuando a nosotros mismos nos toca pasar por un momento crítico, cuando nos vemos enredados en un gran aprieto, a menudo estamos poco dispuestos a contar únicamente con la oportunidad de Dios. Una cosa es exponer una verdad o escucharla, y muy otra realizar el poder de esa verdad. No es lo mismo hablar de la capacidad de Dios para guardarnos de la tempestad cuando navegamos sobre un mar en reposo, que poner a prueba esa misma capacidad cuando realmente se desata la tempestad a nuestro alrededor. Sin embargo, Dios es siempre el mismo. En la tempestad o en la calma, en la enfermedad o en la salud, en las necesidades o en las circunstancias favorables, en la pobreza o en la abundancia, Él es Ael mismo ayer, y hoy, y por los siglos@ (He. 13:8); Él es la misma gran realidad sobre la cual la fe puede apoyarse y de la cual puede echar mano en cualquier tiempo y circunstancia.
     Lamentablemente, (somos incrédulos!, y ésta es la causa de nuestras flaquezas y caídas. Nos hallamos perplejos y agitados cuando deberíamos estar tranquilos y confiados; buscamos socorro de todos lados cuando deberíamos contar con Dios; hacemos Aseñas a los compañeros@ en lugar de Aponer los ojos en Jesús@. Y de este modo, sufrimos una gran pérdida al mismo tiempo que deshonramos al Señor en nuestros caminos. Pocas cosas habrá, sin duda, por las que debamos humillarnos más profundamente que por nuestra tendencia a no confiar en el Señor cuando surgen las dificultades y las pruebas; y seguramente afligimos su corazón al no confiar en Él, pues la desconfianza hiere siempre a un corazón que ama.

     Veamos, por ejemplo, la escena entre José y sus hermanos en el capítulo 50 del Génesis: AViendo los hermanos de José que su padre era muerto, dijeron: Quizá nos aborrecerá José, y nos dará el pago de todo el mal que le hicimos. Y enviaron a decir a José: Tu padre mandó antes de su muerte, diciendo: Así diréis a José: Te ruego que perdones ahora la maldad de tus hermanos y su pecado, porque mal te trataron; por tanto, ahora te rogamos que perdones la maldad de los siervos del Dios de tu padre. Y José lloró mientras hablaban@ (vv. 15-17).
     Triste respuesta a cambio de todo el amor y los cuidados que José había prodigado a sus hermanos. )Cómo podían suponer que aquel que les había perdonado tan libre y completamente, que había salvado sus vidas cuando estaban enteramente en sus manos, querría desatar contra ellos, después de tantos años de bondad, su ira y su venganza? Fue ciertamente grave el error de parte de ellos, y no es de extrañar que José llorara mientras hablaban. (Qué respuesta a todos sus indignos temores y a sus terribles sospechas! (Un mar de lágrimas! (Así es el amor! AY les respondió José: No temáis; )acaso estoy yo en lugar de Dios? Vosotros pensasteis mal contra mí, mas Dios lo encaminó a bien, para hacer lo que vemos hoy, para mantener en vida a mucho pueblo. Ahora, pues, no tengáis miedo; yo os sustentaré a vosotros y a vuestros hijos. Así los consoló, y les habló al corazón@ (vv. 19- 21).
Así ocurrió con los discípulos en la ocasión que estamos considerando. Meditemos un poco este pasaje. AAquel día, cuando llegó la noche, les dijo: Pasemos al otro lado. Y despidiendo a la multitud, le tomaron como estaba, en la barca; y había también con él otras barcas. Pero se levantó una gran tempestad de viento, y echaba las olas en la barca, de tal manera que ya se anegaba. Y él estaba en la popa, durmiendo sobre un cabezal@ (Mr. 4:35-38).

     Tenemos aquí una escena interesante a la vez que instructiva. A los pobres discípulos les toca vivir un momento de extremo peligro, una situación límite. No saben qué más hacer. Una recia tempestad, la barca llena de agua, el Maestro durmiendo. Era realmente un momento de prueba y, si nos miramos a nosotros mismos, seguramente no nos extrañará el miedo y la agitación de los discípulos. De haber estado en su lugar, sin duda habríamos reaccionado de la misma manera. Sin embargo, no podemos sino ver dónde fallaron. El relato se escribió para nuestra enseñanza, y debemos estudiarlo y tratar de aprender la lección que nos enseña. 
No hay nada más absurdo ni más irracional que la incredulidad, cuando la consideramos con calma. En la escena que nos ocupa, la incredulidad de los discípulos es, evidentemente, absurda. En efecto, )qué podía ser más absurdo que suponer que la barca podía hundirse con el propio Hijo de Dios a bordo? Y, sin embargo, eso es lo que temían. Se dirá que precisamente en ese momento no pensaban en el Hijo de Dios. A la verdad, pensaban en la tempestad, en las olas, en la barca que se llenaba de agua, y, juzgando a la manera de los hombres, parecía una situación desesperada. El corazón incrédulo razona siempre así. Mira las circunstancias y deja a Dios de lado. La fe, en cambio, no considera más que a Dios, y deja las circunstancias de lado.
(Qué diferencia! La fe se goza en los momentos de extremo peligro o de angustiosa necesidad, simplemente porque los tales son una oportunidad para Dios. La fe se complace en concentrarse en Dios, en encontrarse sobre ese terreno ajeno a la criatura, para que Dios manifieste su gloria; en ver que las Avasijas vacías@ se multipliquen para que Dios las llene (2 R. 4:3-6). Podemos afirmar ciertamente que la fe habría permitido a los discípulos acostarse y dormir junto a su divino Maestro en medio de la tempestad. La incredulidad, por otro lado, los hizo estar sobresaltados; no pudieron permanecer tranquilos ellos mismos, y perturbaron el sueño del Señor con sus incrédulas aprensiones. Él, cansado por un intenso y agobiador trabajo,  había aprovechado la travesía para reposar durante unos instantes. Sabía lo que era el cansancio. Había descendido hasta todas nuestras circunstancias, de modo que pudo familiarizarse con todos nuestros sentimientos y debilidades, habiendo sido tentado en todo según nuestra semejanza, a excepción del pecado. En todo respecto fue hallado como hombre y, como tal, dormía sobre un cabezal, balanceado por las olas del mar. El viento y las olas sacudían la barca, a pesar de que el Creador se hallaba a bordo en la persona de ese Siervo abrumado y dormido.
     (Profundo misterio! El que hizo el mar y podía sostener los vientos en su mano todopoderosa, dormía allí, en la popa de la barca, y dejaba que el viento le tratase sin más miramientos que a un hombre cualquiera. Tal era la realidad de la naturaleza humana de nuestro bendito Señor. Estaba cansado, dormía, y era sacudido en medio de ese mar que sus manos habían hecho. Detente, lector, y medita sobre esta maravillosa escena. Ninguna lengua podría hablar de ella como conviene. No podemos detenernos más en este punto; sólo podemos meditar y adorar.

continuará, d.v.

de sus Escritos Misceláneos, tomo I, capítulo 3