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lunes, 16 de marzo de 2020

COVID 19



“Oh Jehová, he oído tu palabra, y temí. Oh Jehová, aviva tu obra en medio de los tiempos, En medio de los tiempos hazla conocer; En la ira acuérdate de la misericordia”.  Habacuc 3:2

Es un mortal virus microscópico que ha puesto entre la espada y la pared a todos y que convulsionara toda nuestra normal vida. 

¿Por qué permite Dios esto?

Es bueno saber que nada escapa del control de Dios y que él mantiene un propósito en cada desastre que ocurre en la tierra. Entonces veamos algunas razones bíblicas del proceder de nuestro buen Padre Celestial en estos casos.

1. Ninguno de sus hijos redimidos por la sangre del Señor está exento de padecer o morir en tales circunstancias. Entonces puede ser esta la forma en que algunos de los suyos partiremos a su presencia. Aún más para ellos lo mejor no está aquí sino en el cielo, y es así como lo precisa el apóstol Pablo: "... teniendo deseo de partir y estar con Cristo, lo cual es muchísimo mejor" (Fil. 1:23). Muchos de los creyentes han partido en catástrofes naturales como tsunamis, terremotos, huracanes y aún por dolorosas enfermedades, todo ello permitido por Dios en su soberanía. La muerte ha perdido para ellos su horrible aguijón y es solo el paso restante para el inicio de un mundo mejor. Al igual que Lázaro ninguno de ellos ha partido sin que los ángeles hallan venido para acompañarlos en este desconocido paso (Lc. 16:22). Entonces la forma de morir para un hijo de Dios puede ser cualquiera, eso no debe preocuparle sino su condición espiritual al morir pues tiene que dar cuenta a Dios de la clase de vida que llevó.

2. En segundo lugar con esta pandemia el hombre es alertado a considerar lo pequeño e impotente que es delante de Dios. No cabe duda que Dios está buscando que los incrédulos se arrepientan y busquen la verdad en la palabra de Dios. Existen varios casos de personas que estuvieron gravemente afectados por este virus y salieron de la gravedad, otros fueron portadores sin agravarse. Otros fallecieron partiendo a la eternidad. Para todos ellos fue el día de su visitación (1 P. 2:12) y la oportunidad dada por Dios entristeciéndoles para que se arrepintieran:  "Porque la tristeza que es según Dios produce arrepentimiento para salvación, de que no hay que arrepentirse; pero la tristeza del mundo produce muerte" (2 Co. 7:10). Las personas que se han contagiado no son peores que aquellas sin contagio indudablemente para todos es un llamado al arrepentimiento: "O aquellos dieciocho sobre los cuales cayó la torre en Siloé, y los mató, ¿pensáis que eran más culpables que todos los hombres que habitan en Jerusalén? Os digo: No; antes si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente" (Lc. 13:4-5). Dios está usando este pequeño microbio como aquellas pequeñas cosas usadas para invitar a Faraón al arrepentimiento, moscas, langostas, ranas, úlceras, en que todo Egipto quedó colapsado. Este orgulloso monarca no quiso hacerlo y vio no solo a su hijo morir, sino que el mismo partió a la eternidad con su corazón endurecido: "Y endureció Jehová el corazón de Faraón rey de Egipto..." (Ex 14:8). Si hoy está pandemia es posible de evitarla ya que existen 8 proyectos para encontrar la vacuna, en el futuro después que Cristo venga por su iglesia y comience la gran tribulación, será imposible no ser afectados:  "Y los otros hombres que no fueron muertos con estas plagas, ni aun así se arrepintieron de las obras de sus manos, ni dejaron de adorar a los demonios, y a las imágenes de oro…" (Ap. 9:20). Entonces en su gracia Dios da la ocasión favorable a toda la humanidad a que se arrepientan.

3. En tercer lugar esta pandemia es usada por Dios para que la iglesia se examine: "Porque es tiempo de que el juicio comience por la casa de Dios; y si primero comienza por nosotros, ¿cuál será el fin de aquellos que no obedecen al evangelio de Dios?" (1 P. 4:17). Este juicio al que alude Pedro podría ser cualquier desastre natural como lo es este virus originado en animales. En la iglesia de Corintio habían mucho que estaban comiendo indignamente en la Cena del Señor a saber participaban de los símbolos el pan y la copa con una vida pecaminosa y licenciosa: "Por lo cual hay muchos enfermos y debilitados entre vosotros, y muchos duermen" (1 Co. 11:30). Que toda una comunidad estuviese enferma y muchos ya habían partido a la presencia del Señor pudo haber sido por las famosas epidemias de esos entonces como la fiebre amarilla o el cólera y otras más antiguas como la bubónica, tifus, tifoidea, o escarlatina. Es así que, tras el orgulloso pecado de David de censar al pueblo sin confiar en la gracia de Dios, se desató una grave plaga sobre todo Israel ya que tal orgullo no solo estaba en su rey, sino que en muchos del pueblo: "Y Jehová envió la peste sobre Israel desde la mañana hasta el tiempo señalado; y murieron del pueblo, desde Dan hasta Beerseba, setenta mil hombres" (2 S. 24:15). En años posteriores se vio Europa como el Oriente afectado por pandemias que afectaron a la iglesia como fue la influenza, viruela, disentería bacilar, cólera y difteria. De este modo Podemos decir que Dios quiere preparar a los suyos antes de presentarlos en el tribunal de Cristo para que puedan cambiar sus vidas y no dejen de recibir el galardón completo: "Mirad por vosotros mismos, para que no perdáis el fruto de vuestro trabajo, sino que recibáis galardón completo" (2 Jn. 1:8). Es indispensable ver esta pandemia causada por este virus no como una plaga apocalíptica pues la iglesia está presente y ninguno de aquellos acontecimientos descritos por el Señor en Mateo 24 como en Marcos 13 y en Lucas 21 y Apocalipsis desde el capítulo 6 al 19, sucederá o están sucediendo pues su palabra nos dice terminantemente:  "y esperar de los cielos a su Hijo, al cual resucitó de los muertos, a Jesús, quien nos libra de la ira venidera" (1Ts. 1:10). Entonces la iglesia no pasará por la tribulación futura, sino que lo hará el mundo incrédulo y principalmente Israel. Evidentemente Dios no quiere arrebatar de este mundo a una masa de creyentes mundanos más comprometidos con el mundo que expectantes del regreso del Señor. En pocas palabras, santos como lo fue la vida de Lot a quien hubo que apurarlo y forzarlo a que escapara del juicio contra Sodoma: "Y cuando los hubieron llevado fuera, dijeron: Escapa por tu vida; no mires tras ti, ni pares en toda esta llanura; escapa al monte, no sea que perezcas" (Gn. 19:17).

4. En cuarto lugar esta epidemia es una ocasión especial dada a cada creyente como en forma colectiva a la iglesia, de cumplir su llamado de anunciar la palabra de Dios: "Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable" (1 P. 2:9). Pretender salvar la vida sin cumplir esta comisión será una pérdida de coronas para muchos de nosotros: "Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí y del evangelio, la salvará" (Mr. 8:35). La persecución que la iglesia sufrió al comienzo cerró las bocas de los apóstoles y de la mayoría en Jerusalén sin embargo fue lo que incendió los espíritus de algunos que se atrevieron a predicar con valor fuera de Jerusalén (Hch. 11:19). Esto no fue una irresponsabilidad sino un acto de fe que el apóstol enuncia así:  "y por todos murió, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos" (2 Co. 5:15). Con esta epidemia que quizás se llevara a muchos compatriotas al infierno debemos preguntarnos: "¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique?" (Ro. 10:14). Posiblemente por el peligro al contagio no debemos reunirnos por algún tiempo para partir el pan,  pero si podemos salir a predicar y usar nuestros locales para cumplir la comisión de anunciar este glorioso evangelio el cual nos endeuda delante de Dios:  "Cuando yo dijere al impío: De cierto morirás; y tú no le amonestares ni le hablares, para que el impío sea apercibido de su mal camino a fin de que viva, el impío morirá por su maldad, pero su sangre demandaré de tu mano" (Ez 3:18).



Camilo Enrique Vásquez Vivanco,
Castro, Isla de Chiloe, Chile 

viernes, 13 de marzo de 2020

Coronavirus, Asteroides y Calentamiento Global



Son tres de las preocupaciones corrientes. Para algunos son obsesiones, y su impacto es grande. En todo lugar la gente se preocupa por si morirá, o si toda vida en el planeta será extinguida por una de esas cosas u otras como ellas. Y los medios de comunicación – las noticias – el telediario – no solo informan sino se obsesionan y causan lo mismo en los demás. Levantan grandes preocupaciones, alimentan rumores e incluso causan pánico. Su constante informe de peligros, tragedias, desgracias y muertes mantiene al público sintonizado a su canal, pero no solucionan nada. Sugerimos que en lugar de permitir que la tele o la radio dicte de qué preocuparte, consideres lo que Dios, el Creador tiene que decir, porque tiene muchas advertencias y consejos, todo para nuestro bienestar.

Coronavirus
 
   En verdad simpatizamos y compadecemos con todos los que sufren del Coronavirus, y oramos por ellos. Animamos a todos a actuar prudente y puntualmente para prevenir más contagio y muerte. Como dice el refrán: “Más vale prevenir que curar”. Pero muchos no han reaccionado a tiempo, y ahora es tarde para prevenir. La demora en cosas así es dañina y fatal, y en otras cosas también. Por esta pandemia vírica vivimos tiempos dificiles que debieran recordar a todos la fragilidad y brevedad de la vida. Un escritor sagrado exclamó: “¿Qué es vuestra vida? Ciertamente es neblina que se aparece por un poco de tiempo, y luego se desvanece”. Agradecemos los esfuerzos de la ciencia y especialmente la medicina, los sacrificios personales y  las horas incansables de investigaciones, pero aunque curen una enfermedad, surge otra más difícil de tratar.  Hay dos cosas que debemos saber.
    Primero, la ciencia y la medicina, por nobles que sean, no pueden librar al mundo de enfermedades y plagas, ni traer salud perfecta o inmortalidad. ¡Ya debemos haber aprendido esto! Pero la vida en la Tierra no será extinguida por ningún terrible virus. De esto estamos seguros.
    Segundo, sepa que por mala que sea la situación corriente por este virus, y por mucha aflicción que hay, no es nada comparado con lo que se avecina.  Se nos advierte en el libro de Apocalipsis “Cuando abrió el cuarto sello, oí la voz del cuarto ser viviente, que decía: Ven y mira. Miré, y he aquí un caballo amarillo, y el que lo montaba tenía por nombre Muerte, y el Hades le seguía; y le fue dada potestad sobre la cuarta parte de la tierra, para matar con espada, con hambre, con mortandad, y con las fieras de la tierra” (Apocalipsis 6:7-8).  El cuarto jinete del apocalipsis trae el azote de muerte masiva por hambre, pestilencias, plagas y fieras. ¿Por qué?  Vendremos a esto en breve.

Asteroides & Meteoros
Algunos se preocupan por el posible impacto de un asteroide o meteoro que podría extinguir la vida o causar destrucción tan masiva que retrocederíamos a la edad de piedra.  Los astrónomos, preocupados, vigilan el espacio, calculan trayectorias e intentan darnos un aviso con tiempo. Hay investigaciones y estudios para inventar métodos para destruir o desviar al meteoro y evitar un impacto fatal. Ciertamente parece una preocupación válida. Pero, nuevamente, hay dos cosas que debes saber.
    Primero, no te preocupes, porque la vida en la Tierra no terminará por ningún choque así. Eso no quiere decir que no puede haber algún impacto, pero no será el fin del mundo, porque el mundo terminará por otra causa.
    Segundo, Apocalipsis advierte que viene un terrible impacto, no por casualidad o leyes de probabilidad, sino enviado por Dios. Considera la advertencia divina en Apocalipsis 8:10-11, “El tercer ángel tocó la trompeta, y cayó del cielo una gran estrella, ardiendo como una antorcha, y cayó sobre la tercera parte de los ríos, y sobre las fuentes de las aguas. Y el nombre de la estrella es Ajenjo. Y la tercera parte de las aguas se convirtió en ajenjo; y muchos hombres murieron a causa de esas aguas, porque se hicieron amargas”.  Es un juicio divinamente enviado desde el cielo, y no hay nada que la ciencia pueda hacer para pararlo. Es tan cierto como si ya hubiese sucedido, es decir, en la mente de Dios está hecho! Pero ¿por qué pasará?


Calentamiento Global
   

  Sí, suben las temperaturas. ¿Ha hecho así antes en la historia? Francamente no lo sabemos porque nuestros registros del tiempo no son suficientes para saber si hay antecedentes, para determinar si podría ser parte de un ciclo. Quizás no. Quizás es solamente por nuestra mala administración del planeta. Pero hay dos cosas que debes saber.
    Primero, la vida en la Tierra no será extinguida por la contaminación ni por el calentamiento global o sus repercusiones. La Biblia nos declara en términos concretos cómo vendrá el fin, y no será por el clima, y no podemos salvar al planeta.
    Segundo, por mala que sea la subida de temperaturas, no es nada en comparación con lo que viene. De nuevo, Apocalipsis nos advierte. No es una predicción, sino una declaración, un aviso. Apocalipsis  16:8-9 advierte: “El cuarto ángel derramó su copa sobre el sol, al cual fue dado quemar a los hombres con fuego. Y los hombres se quemaron con el gran calor, y blasfemaron el nombre de Dios, que tiene poder sobre estas plagas, y no se arrepintieron para darle gloria”.  El cuarto vaso de ira desde el cielo traerá el azote del calor de sol cual nunca se ha visto en la historia del mundo. No será causado por nuestra mala administración del medioambiente, sino por un fallo nuestro mucho más serio. ¿Qué es? Veremos. 

Lo Peor Todavía No Ha Llegado

 
    Probablemente alguien nos llamará aprovechados o insensibles por hablar así de estas cosas. Pero no es así. Es que Dios ha hablado largo tiempo en voz baja, y pocos le hacen caso, ¡pero ahora está gritando para despertarnos! Amigo, lamento decirte que las cosas que pasan hoy no son nada en comparación con lo que viene. Muchos no tienen ni idea de lo que está a la vuelta de la esquina y a punto de caer sobre la tierra. Cuando preguntaron a Jesucristo: “¿Qué señal habrá de tu venida, y del fin del siglo?” (Mateo 24:3), Él contestó así:

    “Mirad que nadie os engañe. Porque vendrán muchos en mi nombre, diciendo: Yo soy el Cristo; y a muchos engañarán. Y oiréis de guerras y rumores de guerras; mirad que no os turbéis, porque es necesario que todo esto acontezca; pero aún no es el fin. Porque se levantará nación contra nación, y reino contra reino; y habrá pestes, y hambres, y terremotos en diferentes lugares. Y todo esto será principio de dolores (Mateo 24:4-8)
 Guerras, rumores de guerras, pestes, hambres y terremotos – las cosas que vemos hoy, solo son los preliminares. Lo pesado todavía no ha llegado, pero falta poco. Largo tiempo ha tardado la paciencia divina. Ha dado muchos avisos, repetidas veces y con gran paciencia. Pero hemos menospreciado Su benignidad, paciencia y longanimidad, para seguir en nuestros caminos sin arrepentirnos, sin hacerle caso. Dios nos trata duramente, no porque Él sea duro, sino porque nosotros somos duros.
    “Principio de dolores” significa que vienen más dolores, y efectivamente así es. Arriba hemos citado solo tres juicios del libro de Apocalipsis. Jesucristo abrirá el libro sellado con siete sellos (Apocalipsis 6), y cada sello suelta un juicio sobre la tierra. Son tan terribles que al llegar solo al sexto sello los hombres se llenarán de pavor, se esconderán en cuevas y entre las peñas de las montañas, y clamarán: “Caed sobre nosotros, y escondednos del rostro de aquel que está sentado sobre el trono, y de la ira del Cordero;  porque el gran día de su ira ha llegado; ¿y quién podrá sostenerse en pie?” (Apocalipsis 6:16-17). Y esto solo es el comienzo.
    Al abrir el séptimo sello (Apocalipsis 8:1), siete ángeles en pie ante Dios recibirán trompetas, y las tocarán por turnos. Cada trompeta anunciará la llegada de otro juicio divino. Causarán grandes cataclismos,  desastres ecológicos y mucha mortandad. Piensa en lo que hoy nos cuesta recuperar después de un solo terremoto o un solo huracán. Cuando comienzan a caer los juicios divinos, serán mundiales, y ninguna nación podrá ayudar a otra. No habrán salido de un juicio cuando llegará el siguiente. Tan terribles serán que después de solo cuatro trompetas, un ángel volará por en medio del cielo diciendo: “¡Ay, ay, ay, de los que moran en la tierra, a causa de los otros toques de trompeta que están para sonar los tres ángeles!” (Apocalipsis 8:13). 

    Después de la séptima trompeta, aparecerán en el cielo siete ángeles con las siete plagas postreras (Apocalipsis 15:1). La voz de Dios les mandará: “Id y derramad sobre la tierra las siete copas de la ira de Dios” (Apocalipsis 16:1). Una tras otra las siete terribles copas serán derramadas. Aparecerán úlceras malignas en las personas. El mar se convertirá en sangre y morirá todo ser marino. Los ríos y las fuentes de las aguas se convertirán en sangre. No habrá agua. Él sol quemará a los hombres, y no se arrepentirán sino que blasfemarán. Luego vendrán densas tinieblas y los hombres morderán de dolor sus lenguas. El río Éufrates se secará y un enorme ejército avanzará hacia Har Meguiddó en Israel (“Armagedón” – Apocalipsis 16:16). Habrá terremotos, truenos, relámpagos y caerá enorme granizo que pesará más de 30 kilos.
    Otra vez, por mucho que suframos hoy los trastornos de un virus, o el miedo de un asteroide, o unos grados más de calor, solo son “principio de dolores”. El tiempo de la paciencia y misericordia de Dios se está acabando, y pronto vendrán los juicios apocalípticos. No son parábolas ni alegorías, sino avisos y descripciones de lo que viene. Conviene saber la razón.

La Raíz

    Hablemos ahora del porqué. Hay algo peor que los virus, los meteoros y los cambios climáticos, y a todos nos amenaza. No es un virus ni una enfermedad, pero vamos a usar la analogía de una pandemia para ayudarte a comprender. La verdad es, que todo ser humano ya tiene esta condición fatal, y si no se cura, la prognosis es muerte segura. No es una teoría. La muerte es un hecho, una realidad. Dondequiera que haya seres humanos hay sepulcros. Los ricos, poderosos, eruditos y famosos mueren como los pobres, débiles, ignorantes y desconocidos.  Estamos hablando de la raíz, la causa de todos los problemas, pasados, presentes y futuros. ¿Qué es esta cosa fatal que toda persona ya tiene, que causa tanta tristeza y muerte, y traerá esos terribles juicios divinos, apocalípticos?
    El pecado. En serio. No te rías ni hagas mueca burlona, por favor. Mantén una mente abierta y déjame terminar. La Biblia identifica así el origen de todos los problemas de la raza humana: somos pecadores, y el pecado causa la muerte. En el libro de Génesis (significa “orígenes”), Dios hizo al hombre y se reveló a él, haciendo generosa y benevolente provisión. Le dio una sencilla ley y advirtió que la muerte sería la consecuencia de la desobediencia (Génesis 2:17). Pero Adán y Eva, los únicos seres humanos en el planeta, desconfiaron y desobedecieron – lo cual es pecado. Su naturaleza sufrió un cambio, y la muerte entró tal como Dios había dicho.
    Todo aquel que desciende de estos progenitores, eso es, cada uno de nosotros, nace con esa naturaleza egoísta y desobediente. ¿Es importante el registro histórico de Génesis? ¡Créelo! ¡Jesucristo lo afirmó!  El Buen Maestro declaró que “al principio de la creación, varón y hembra los hizo Dios” (Marcos 10:6). No es una leyenda, sino palabras de un testigo ocular. Milenios más tarde, el apóstol Pablo escribió: “el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron” (Romanos 5:12). Es irrelevante si crees que eso es justo o no, pues es verdad. ¿Somos todos pecadores? ¿Eres tú un pecador? Si albergas dudas, consulta lo que Jesucristo dice que sale del corazón del hombre y le contamina, en el Evangelio según Marcos (Marcos 7:20-23). Verás descrita ahí tu condición, así como el resto de nosotros. El apóstol Pablo también declaró que “en Adán todos mueren” (1 Corintios 15:22). Tiene razón. Todos morimos, y la razón no es hallada en la biología ni en otras ramas de ciencia, sino en la Biblia. La humanidad no puede eliminar la muerte, porque la raíz es el pecado, y no podemos curar eso. La filosofía, la psicología, la sociología, la medicina, la ciencia y la religión son impotentes ante este terrible azote de la humanidad. Pero lo peor es que Dios ha obrado para salvarnos, y le resistimos y rechazamos. “Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino” (Isaías 53:6). Por eso vendrán los juicios.

La Cura Divina

 
    Solución hay, y es espiritual, pero esto no quiere decir religión. Dios tiene la cura que no falla, y hay para todos.  Pero el problema es, si eres como muchos, creerías casi cualquier cosa o persona antes que a Dios.  Y la Biblia es el único registro preciso de la historia de la humanidad y que explica cuál es nuestro problema. La liberación del pecado y sus consecuencias viene solo por creer a Dios. No es lo mismo que creer en Dios, aunque eso es un buen comienzo, pero repito, es creer a Dios – creer y confiar en lo que Él dice.
    Dios enseña que nuestro problema es el pecado. El pecado trae muerte, y todos pecamos – lo hacemos porque está en nuestra naturaleza torcida, somos esclavos del pecado y no podemos parar. Algunos intentan embellecerlo, otros son más descarados, pero está en cada uno de nosotros. Somos pecadores. ¿Crees a Dios?  Nuestro Creador sabe más que todos los antropólogos. Él que nos hizo y conoce toda nuestra historia dice: “Por cuanto todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios” (Romanos 3:23). Es una gran verdad fundamental. También dice: “el alma que pecare, ésa morirá” (Ezequiel 18:4), “los que practican tales cosas son dignos de muerte” (Romanos 1:32) y “la paga del pecado es muerte” (Romanos 6:23).
    Esto es POR QUÉ Jesucristo vino al mundo, “para salvar a los pecadores” (1 Timoteo 1:15). Pero no pudo hacer un gesto con una vara mágica ni decir algunas palabras litúrgicas. Solo hay una cosa que paga por el pecado: la muerte, no la religión, las buenas obras, las reformas personales, etc. Solo la muerte. Por eso, “Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras” (1 Corintios 15:3). Juan el bautista le señaló públicamente:  “He aquí, el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo” (Juan 1:29).  No vino solo para enseñar, hacer buenas obras o dar un ejemplo, sino para MORIR. Es la única manera que podemos ser perdonados y cambiados – salvados – si una muerte ha pagado por nuestros pecados. Él murió en lugar de cada uno de nosotros, para que seamos perdonados y salvados sin tener que morir por nuestros propios pecados. Cristo nos sustituyó. El apóstol Pedro escribió esto acerca de Cristo: “Quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero...” (1 Pedro 2:24).
    Esta es la cura divina. Nosotros pecamos, pero Jesucristo, que no pecó, murió como nuestro Sustituto. Él pagó la pena de muerte por nosotros, de modo que los que creen a Dios y confían en Jesucristo  son perdonados y reciben vida eterna en lugar de condenación. Si arrepentido de tus pecados, incluso de tus creencias equivocadas, confías única y exclusivamente en Jesucristo como tu Señor y Salvador, Él te librará del pecado y la condenación. Cristo promete: “De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida” (Juan 5:24).
    Cuando piensas en todas las cosas terribles que pasan en el mundo, y todo lo que Apocalipsis dice que sucederá, recuerda, la causa es el pecado. Dios llama a toda persona a creerle, arrepentirse y confiar en Su Hijo Jesucristo como Señor y Salvador. Ahora que lo sabes, ¿qué vas a hacer? Recuerda, la demora es perjudicial.
    Alguien lo resumió bien con esa pequeña poesía.


LA VIDA ES CORTA, LA MUERTE SEGURA,
EL PECADO, LA CAUSA, Y CRISTO LA CURA.

   
           
Carlos Tomás Knott,
12 marzo, 2020