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lunes, 2 de julio de 2018

Cristo, el Rey que no Gobierna

Justo antes de morir, en el año 1963, A. W. Tozer escribió un ensayo sobre la menguante autoridad de Cristo en las iglesias. ¿Qué diría si pudiera ver las iglesias evangélicas del siglo XXI?  Nuestros tiempos son como los de los Jueces en la historia de Israel: "En aquellos días no había rey en Israel; cada uno hacía lo que bien le parecía" (Jue. 17:6). La voz del pueblo triunfa sobre la Palabra de Dios. Tozer dijo:
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Déjenme establecer la causa de mi pesar. Es esta: Jesucristo casi no tiene hoy autoridad en los grupos que se llaman así mismos por su Nombre. Y no estoy haciendo referencia a los diferentes cultos cuasi cristianos, estoy hablando de las iglesias protestantes en general, incluyendo aquéllas que se proclaman fuertemente como descendientes espirituales de nuestro Señor y de sus apóstoles.

El tema de la autoridad de Cristo es una doctrina básica del Nuevo Testamento. Después de su resurrección, Jesús fue declarado por Dios Señor y Cristo; fue investido por el Padre de absoluto Señorío sobre la iglesia, la cual es su cuerpo. Toda autoridad es suya en los Cielos y en la Tierra. En el tiempo apropiado El la ejercerá a pleno, aunque durante este período en la historia permita que su autoridad sea desafiada o ignorada. Y justamente es ahora cuando está siendo desafiada por el mundo e ignorada por la iglesia.


EL REY REINA, PERO...


La posición actual de Cristo en las iglesias evangélicas puede ser comparada con la de un rey contemporáneo, con una monarquía constitucional parlamentaria como las que tienen varios países actualmente en que el rey reina pero no gobierna (España, Inglaterra, Suecia, Japón, etc.). El rey, a veces tan despersonalizado que hasta se lo llama la Corona, es en tales países no más que un elemento tradicional de reunión, un símbolo agradable de unidad y lealtad como una bandera o un himno nacional. El es aclamado y sustentado, pero su verdadera autoridad es mínima. Nominalmente es la cabeza sobre todos, pero en cada crisis es otro el que toma las decisiones. En las ocasiones formales aparece con su atavío real para entregar el sumiso y descolorido discurso que ha sido puesto en sus labios por los verdaderos gobernantes del país. Todo esto no es más que apariencia, está arraigado desde la antigüedad, es divertido y nadie quiere terminar con ello.

En las iglesias evangélicas, Cristo, en la actualidad, no es más que un querido símbolo. Aclamamos todos el poder del Nombre de Cristo, es el himno de las iglesias y la cruz nuestra bandera oficial, paro en los servicios semanales y en la conducta diaria es otro, no Cristo, quien toma las decisiones. En ocasiones especiales se permite que Cristo diga: Venid a mí todos los que estáis trabajados y cansados, oNo se turbe vuestro corazón paro cuando termina de hablar, otro personaje toma posesión.

Aquellos que están en autoridad deciden las normas morales de la iglesia, así como todos los objetivos y métodos para conseguirlos. Como resultado de una gran y meticulosa organización le es posible hoy a un joven pastor recién salido del seminario, tener más autoridad en la iglesia que Cristo.

Y el tema no pasa solamente en que Jesucristo tenga o no autoridad, sino que, además, su influencia es cada vez menor. Algunos paralelos válidos podrían ser las influencias de San Martín para el Cono Sur, Bolívar para el norte de Sudamérica o Washington en EE.UU. Los honestos y valerosos libertadores son todavía líderes para estos países y sus niños son educados con su historia y sus máximas, pero ¿qué del control real y la influencia en los destinos de la nación? En la actualidad, y ante los hechos políticos presentes, el recurrir a sus dichos o máximas no es más que una verdadera burla.

El señorío de Cristo no está completamente olvidado entre los cristianos pero ha sido relegado al himnario, donde toda responsabilidad hacia El ha sido tranquilamente eximida en un brillo de agradable emoción religiosa. O tal vez, si es ensoñado en el aula como una teoría, raramente es aplicada a la vida práctica. La idea de que el Hombre Jesucristo tiene absoluta y terminante autoridad sobre la iglesia y sobre todos los miembros en detalle de sus vidas, simplemente no es aceptada como verdad en las filas y esferas de los cristianos evangélicos.

miércoles, 19 de octubre de 2016

Cristo En Medio De Las Iglesias

En Apocalipsis 1:10-20 tenemos la primera visión del Señor Jesucristo en el libro. Se revela a Juan, no como manso y humilde, sino como poderoso, santo y glorioso. No es el Jesús del arte religioso, ni de las estampas, las estatuas y los crucifijos, sino el verdadero Señor Jesucristo vivo y glorificado.
    El versículo 13 dice que estaba en medio de los siete candeleros, que el versículo 20 identifica como las siete iglesias. Desde Su posición en el centro mismo de las iglesias, el Señor Jesucristo dirige a cada una de ellas. Las iglesias no tienen ninguna sede ni organización en el mundo. Jesucristo es su centro y cabeza. Él las gobierna. Cada iglesia tiene su gobierno establecido por Cristo, los ancianos que Él pone para pastorear a Su rebaño (1 P. 5:1-4). Pero más allá de un gobierno en la iglesia, bajo el señorío de Cristo, no existe otro gobierno entre las iglesias y su Señor.
    Observamos que Juan, aunque apóstol del Señor y quizás el único que quedaba, no estaba en medio de las siete iglesias. Cada iglesia tenía una relación directa con el mismo Señor. No hay "apóstoles" ni "obispos" ni "papa" sobre las iglesias. Las iglesias no tienen una “cúpola”, comité directivo ni presidencia. No se organizan en denominaciones ni federaciones con una estructura o gobierno por encima de el de cada iglesia local. Un hombre no puede ser anciano en más de una iglesia ni controlar a un grupo de iglesias. Tales cosas no están en el patrón del Nuevo Testamento. Por ejemplo, los ancianos en Éfeso no podían ser ancianos en Esmirna,ni vice versa. Los responsables en una iglesia no podían designar ni ni nombrar ni controlar a los ancianos de otra iglesia. Es decir, no hay autoridad/gobierno/dirección supraeclesial, excepto por la Cabeza, el Señor Jesucristo. Quienes intentan hacer esas cosas y otras parecidas lo hacen sin fundamento bíblico y usurpan un lugar que pertenece sólo a Cristo, por lo cual deben arrepentirse de este su pecado.
    Observamos que no había una iglesia madre que estaba en medio de las iglesias. La iglesia de Jerusalén no estaba en medio de las siete iglesias. La iglesia de Éfeso tampoco, aunque era la primera en la zona, y el apóstol Juan era de allí, y el apóstol Pablo había pasado tiempo allí. Ninguna iglesia gobierna a otra, ni debe dirigir los asuntos de otra. Los ancianos de una iglesia no deben intervenir en la vida de otra iglesia, pues no les corresponde. Han habido casos cuando hombres de otra iglesia han venido de visita y han declarado que una iglesia ya no puede celebrar la cena del Señor, y otros que intervinieron para "quitar" los ancianos y asumir ellos el gobierno de la iglesia. Todo este comportamiento carece de apoyo bíblico, y es una usurpación reprensible del Señorío de Cristo. El Señor Jesucristo está en medio de las iglesias, y Él tiene derecho a dirigir a todas y cada una. Esto lo hace mediante Su Palabra, Su Espíritu y Sus siervos.
    Observamos además que no había ninguna organización, denominación ni federación en medio de las siete iglesias. Las iglesias pueden y deben gozar de una comunión informal, y la ayuda mutua, que son cosas buenas, pero SIN organización formal. No existía ningún "consejo de las iglesias de Asia" ni estaba obligados a reunirse y tomar decisiones que afectan a las iglesias, ni pretendían representarlas ante el gobierno. Hoy en día tampoco debe haber tales consejos de iglesias del país, la provincia o el departamento, pues estas cosas no están en la Palabra de Dios. Las iglesias del Señor, no se organizaban en denominaciones, ni entraron en ninguna organización que centralizaba el dinero, el poder, el control de la doctrina, las actividades, los predicadores, ni nada semejante. Todo lo que tiende a centralizar el control de las iglesias en manos humanas y no en la Persona de Cristo, está digno de nuestra sospecha y rechazo.
    El Señor Jesucristo, todo glorioso, sabio y poderoso, está vivo, y Él es suficiente para Su Iglesia (universal) y para Sus iglesias (locales). Ellas no dependen las unas de las otras, sino de Él.
    Ahora bien, tengamos cuidado, porque la autonomía de las iglesias locales bajo el señorío de Cristo NO significa que sean independientes para hacer cada cual lo que le parece. Cristo está en el medio. Él y Su Palabra gobiernan todas las iglesias. El Señor puede por supuesto enviar a Sus ministros, como en las siete cartas a las siete iglesias, con Su Palabra que debe ser oída y obedecida con toda humildad. Pero cada iglesia tiene que decidir qué va a hacer con la Palabra del Señor. En las cartas a las iglesias, el Señor llama a cinco de ellas a arrepentirse, pero son ellas quienes deciden si lo hacen o no. Los mensajeros del Señor no toman las decisiones por las iglesias ni las gobiernan. Cuando las iglesias se dejan guiar por el Señor, obedecen a la Palabra del Señor inspirada por el Espíritu Santo, y gozan de un mismo sentir en el Señor, no es extra a que se parecen, pues tienen un gobierno central – en el cielo – que las dirige. Aunque autónomas, ninguna iglesia está independiente del Señor ni de Su Palabra. Las iglesias no tienen "libertad" ni mucho menos "derecho" a desechar ni modificar Sus instrucciones por razones de cultura, conveniencia, etc. Él Señor todavía está en medio de Sus iglesias. Todos debemos estar atentos a Él y asirnos de la Cabeza (Col. 2:19). "Oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias" es un consejo todavía vigente para todos nosotros.      
                               Carlos Tomás Knott