William MacDonald
“...¿Qué es vuestra vida? Ciertamente es neblina que se aparece por un poco de tiempo, y luego se desvanece” (Santiago 4:14). El Espíritu Santo, por medio de las Escrituras,
recuerda con insistencia al hombre mortal la brevedad de la vida.
Empleando repetidamente las comparaciones, el Espíritu del Señor graba
en nosotros el pensamiento de que nuestros días son limitados y pasan
rápidamente.
Por ejemplo, compara la vida a
una lanzadera de tejedor (Job 7:6), precipitada de un lado a otro del
telar, moviéndose tan aprisa que los ojos casi no pueden seguirla.
Job habla de la vida como un soplo (Job 7:7) que nunca vuelve. El
salmista hace eco del mismo sentimiento cuando habla del “soplo que va y
no vuelve” (Sal. 78:39).
Bildad le
recuerda innecesariamente a Job que: “nuestros días sobre la tierra son
como sombra” (Job 8:9), una descripción que se repite en el Salmo 102:11
“Mis días son como sombra que se va”. Una sombra es efímera, dura un
tiempo muy corto.
Job compara su vida a
una hoja de árbol (Job 13:25), frágil y marchita, como rastrojo seco,
llevada por los vientos. Isaías recurre a la piedad del Señor
recordándole que: “caímos todos nosotros como la hoja” (Is. 64:6).
David describe sus días como de término corto: “He aquí, tú has hecho
mis días muy breves...” [lit., como palmos] (Sal. 39:5 BAS). Si viéramos
la vida como un camino, ésta tan sólo mediría diez centímetros de
largo.
Moisés, el hombre de Dios, pinta la vida como un sueño (Sal. 90:5), en el que el tiempo pasa sin ser conscientes de él.
En el mismo lugar, Moisés habla de los hombres y de sus vidas como
hierba: “Los arrebatas como con torrente de aguas; son como sueño, como
la hierba que crece en la mañana. En la mañana florece y crece; a la
tarde es cortada, y se seca” (Sal. 90:5-6). Siglos más tarde David
empleó la misma figura para describir nuestra vida tan transitoria: “El
hombre, como la hierba son sus días; florece como la flor del campo, que
pasó el viento por ella, y pereció, y su lugar no la conocerá más”
(Sal. 103:15-16). Como Spurgeon decía, la hierba es: “sembrada, crecida,
soplada, cortada, desaparecida”. ¡Así es la vida, en pocas palabras!
Por último, Santiago añade su testimonio diciendo que la vida es
efímera como la neblina (Stg. 4:14). Aparece por un poco de tiempo y
luego se desvanece.
Esta acumulación de
símiles tiene una doble intención. Primero, debe motivar al inconverso a
considerar la brevedad del tiempo y la importancia de estar preparado
para encontrarse con Dios. Segundo, debe hacer que los creyentes cuenten
de tal modo sus días que traigan sabiduría a su corazón (Sal. 90:12).
Esto resultará en vidas de devoción y dedicación a Cristo, vidas
invertidas para la eternidad.
de su libro DE DÍA EN DÍA, CLIE
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