Otro error común de calvinistas y la teología de la reforma es enseñar que la regeneración precede la fe, y da vida al incrédulo para que luego crea. Este error es debido a las ataduras de su sistema de lógica y silogismos. Ya que enseñan que la depravación total significa incapacidad total, algo tienen que inventar para salir del problema de cómo puede uno creer. Entonces, enseñan que Dios da vida al que está muerto en delitos y pecados, ANTES de que crea, para que LUEGO crea. ¡Esta teoría produce la anomalía de incrédulos que son regenerados! Veamos como David Dunlap comenta sobre este error.
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La Palabra de Dios enseña que un hombre recibe vida al recibir a Jesucristo como Señor y Salvador. Es por eso que nuestro Señor dijo: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida” (Jn. 14:6) No dijo: “Tengo el camino, y la verdad, y la vida” como si Él fuera simplemente una fuerza, poder o mero agente que nos da vida eterna. Nuestro Señor, antes de resucitar a Lázaro de entre los muertos, declaró: “Yo soy la resurrección y la vida” (Jn. 11:25). No dijo: “tengo vida para impartir”. Esto nos conduce a la sencilla verdad de que para tener la vida, es necesario tener a Jesucristo. Puesto que Jesucristo es la vida, el Espíritu debe introducirnos en una unión viva y vital con Él. El nuevo nacimiento o la regeneración nunca puede divorciarse de una relación viva con Cristo. El apóstol Juan escribio: “El que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida” (1 Jn. 5:12). En las epístolas del apóstol Pablo, vemos cómo él emplea con cuidado la expresión de gran significado: “en Cristo”, para explicar esta verdad. “...Si alguno está en Cristo, nueva criatura es...” (2 Co. 5:17). Pablo nunca se imaginó que la regeneración precedía la fe en Cristo, que entonces también precedería la relación de Cristo en nosotros, “la esperanza de gloria” (Col. 1:27). La doctrina neotestamentaria está clara: el Espíritu Santo de Dios produce el nuevo nacimiento, que nos da vida nueva, y esa vida nueva está en el Señor Jesucristo.
La obra de la regeneración está condicionada sobre la fe. La fe debe preceder el nuevo nacimiento. Es Dios que únicamente imparte la nueva vida en Cristo. La nueva vida en Cristo da una nueva naturaleza o disposición, por la que ahora tenemos una relación con Dios. Uno de los mejores resúmenes del órden espiritual de la obra de Dios en la regeneración viene de Sir Robert Anderson:
“Es por la Palabra que el pecador nace de nuevo para Dios. Como declara la Escritura: ‘renacidos...por la Palabra de Dios que vive y permanece para siempre’. Y para prevenir todo error, añade: ‘Y ésta es la palabra que por el evangelio os ha sido anunciada’. Fue anunciada como ya dijo el apóstol: ‘os han predicado el evangelio por el Espíritu Santo enviado del cielo’. No el Espíritu sin la Palabra, ni la Palabra sin el Espíritu, sino la Palabra predicada en el poder del Espíritu. Dios nunca es arbitrario; pero siempre es soberano. Los hombres predican, el Espíritu sopla, y los huesos secos viven. Así los pecadores nacen de nuevo para Dios”. Sir Robert Anderson, Redemption Truths (“Verdades de la Redención”), Kilmarnock, GB: Ritchie, 1940, p. 152
La obra de la regeneración está condicionada sobre la fe. La fe debe preceder el nuevo nacimiento. Es Dios que únicamente imparte la nueva vida en Cristo. La nueva vida en Cristo da una nueva naturaleza o disposición, por la que ahora tenemos una relación con Dios. Uno de los mejores resúmenes del órden espiritual de la obra de Dios en la regeneración viene de Sir Robert Anderson:
“Es por la Palabra que el pecador nace de nuevo para Dios. Como declara la Escritura: ‘renacidos...por la Palabra de Dios que vive y permanece para siempre’. Y para prevenir todo error, añade: ‘Y ésta es la palabra que por el evangelio os ha sido anunciada’. Fue anunciada como ya dijo el apóstol: ‘os han predicado el evangelio por el Espíritu Santo enviado del cielo’. No el Espíritu sin la Palabra, ni la Palabra sin el Espíritu, sino la Palabra predicada en el poder del Espíritu. Dios nunca es arbitrario; pero siempre es soberano. Los hombres predican, el Espíritu sopla, y los huesos secos viven. Así los pecadores nacen de nuevo para Dios”. Sir Robert Anderson, Redemption Truths (“Verdades de la Redención”), Kilmarnock, GB: Ritchie, 1940, p. 152
Del libro LIMITANDO LA OMNIPOTENCIA, próximamente disponible de Berea Libros y Gospel Folio Press.
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