Así dijo el diablo al Señor Jesucristo, y le dijo “escrito está” y citó el Salmo 91 para que sonara bíblico su consejo. En Mateo 4:5-6 leemos: “Entonces el diablo le llevó a la santa ciudad, y le puso sobre el pináculo del templo, y le dijo: Si eres Hijo de Dios, échate abajo; porque escrito está: A sus ángeles mandará acerca de ti, y, En sus manos te sostendrán, Para que no tropieces con tu pie en piedra”. Es como si dijera: “Tenga fe, Dios te protejerá”.
Y hay, lastimosamente, hermanos queridos nuestros que, dicen a la gente, “tenga fe, hermano”, Dios te guardará y no te tocará el virus. Y citan el mismo Salmo que intentó usar el diablo. Satanás citó el versículo 11, y algunos hermanos bienintencionados hoy citan el versículo 10: “No te sobrevendrá mal, ni plaga tocará tu morada”. Creen que si tienen fe no es necesario llevar mascarilla (además no les gusta, pero no dicen esto), ni guardar distancias, ni lavarse mucho las manos, y todo esto que los médicos recomiendan para evitar contagio. Dicen: “tenga fe” y se reúnen sin mascarillas, sentados juntos en gran proximidad, se dan la mano, se dan los besitos, y creen que no se contagiarán.
Quizás no se dan cuenta, o no quieren darse cuenta, que eso no es fe sino atrevimiento, y roza con la clasificación de tentar a Dios. Invito al lector a observar cómo el Señor respondió al diablo cuando ese le dijo “échate” y le cito el Salmo 91 para justificar su consejo. En Mateo 4:7 el Señor Jesucristo replicó: “Escrito está también: No tentarás al Señor tu Dios”. Y no se echó, porque no hubiera sido fe sino un atrevimiento egoísta que simplemente sería tentar a Dios.
¿Cómo aplicamos esto a nosotros hoy? Una cosa debe estar clara: Dios no suspende las leyes naturales, ni la ley de la causa y el efecto, o las consecuencias, para los creyentes. Por ejemplo, si te atreves a echarte del balcón o el tejado de una casa, no flotarás en el aire, ni aterrizarás suavemente. Te caerás con ímpetu, y dependiendo de la altura y del impacto o te herirás gravemente o te matarás. Porque está en vigor le ley de la gravedad, y Dios no la suspenderá.
Cuando era niño pequeño salio eso de “superman” y estaba de toda. Todos los niños querían imitar a “superman”. Le dije a mi madre que me fijara una toalla en el cuello de la camisa, como capa, y luego quería saltarme de la ventana y volar como Supermán. Menos mal que ella no me consentía esa locura. Imagínate lo que hubiera pasado si me dejara hacer eso. Yo creía que podía, pero estaba en lo equivocado, pues eso era algo muy peligroso. Ella no me dijo: “tenga fe”, sino: “No”, porque me amaba.
Otro ejemplo es algo que hacen algunos musulmanes. Cuando vivía en Turquía notaba que en mi ciudad casi todas las semanas murió alguien atropellado en la calle. Porque dice la gente: “Inshalla” (se pronuncia “inshala”). Eso quiere decir: “Si Dios quiere” o “Dios mediante”. Los musulmanes creen en una forma de predestinación – que si Dios quiere que viva, puedo cruzar la calle en medio del tráfico y no me pasará nada. Y si Dios no quiere que viva, aunque tenga yo mucho cuidado, todavía moriré porque Dios quiere. Razonando así con el “Inshalla”, llegan a la conclusión de que pueden hacer lo que les parece porque de todos modos vivirán o morirán si es la voluntad de Dios. Y cuando uno se mete en la calle y se descuida del tráfico, le golpea o le atropella un camión y muere. No tiene Dios la culpa, sino él que se metió delante del camión. Causa y efecto.
Así, queridos hermanos, con el virus COVID-19. No digamos que tenemos fe y por eso creemos que podemos descuidar los consejos de médicos y biólogos porque – razonamos – Dios no permitirá que la plaga nos toque. Si te descuidas, te contagiarás, porque el virus anda suelto, y busca a quién infectar. Le da igual que seas creyente o no. Dios no suspenderá las leyes naturales por ti. Puedes enfermarte y morir, al igual que los demás. ¿O crees que no mueren los cristianos?
No, hermanos míos, no es fe sino atrevimiento reunirse sin mascarilla y no mantener distancias. Además, los médicos informan que hablar fuerte en público, predicar y cantar son actividades que lanzan con más fuerza y a más distancia el hálito y los microbios que contiene. Es como toser o estornudar fuerte, y afecta a todos los que están alrededor. No es fe, sino falta de consideración y amor fraternal cuando sujetemos a los demás a eso en una reunión. En algunos casos, además de que no es fe, es la pereza egoísta. Dicen que tienen fe, pero es una excusa que suena espiritual y cubre la razón verdadera que es simplemente que no quieren. O quizás camufla la ignorancia voluntaria que rechaza y rehúsa creer los sanos consejos que son para nuestro bien.
Yo llevo la mascarilla cuando salga de casa, siempre. Si entro en casa de un hermano para visitar, uso el gel desinfectante justo antes, llevo mascarilla y mantengo la distancia en su casa. Nada de besos y abrazos. Son sencillos consejos basados en ciencia y medicina. El virus sigue las leyes de la naturaleza, y Dios no las suspenderá por ti, hermano. Como no te echarías de un puente, ni te meterías delante de un camión diciendo “Inshalla”, tampoco debes descuidar las precauciones que aconsejan para evitar contagios. Así que, no digas: “no tengo el virus”, porque no sabes eso. Puedes tenerlo hasta diez días sin ver las síntomas, y todo ese tiempo estás contagiando a todos los que están cerca. No solo por ti, sino por los demás ponte la mascarilla, antes de entrar en el local, o en la casa de un hermano y no la quites. Desinféctate las manos. Guarda las distancias. Así practicas el amor fraternal y la consideración.
¿Necesitamos poner porteros en los locales para negar la entrada a los que no llevan la mascarilla? ¿No podemos contar con la buena voluntad de los hermanos, como dijo Pablo cuando escribió a Filemon? “Te he escrito confiando en tu obediencia, sabiendo que harás aun más de lo que te digo” (Flmn. 21). Sea así con nosotros. Seamos sensatos, hermanos, porque no se trata de fe, sino de no tentar a Dios creyendo que el mal no nos puede tocar. No seamos como el necio en Proverbios 12:15. “El camino del necio es derecho en su opinión; mas el que obedece al consejo es sabio”. Seamos sabios. No nos echemos del pináculo del tempo citando las Escrituras durante la caída.
Carlos Tomás Knott
1 noviembre 2020
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