ESCÓNDETE POR UN MOMENTO (Is. 26:20)
“El avisado ve el mal y se
esconde; mas los simples pasan y reciben el daño”
Pr. 22:3.
No es por demás que este
texto se repita dos veces en los Proverbios con una clara invitación a la
prudencia frente a un peligro como este mortal virus (Pr.27:12). Es así que las
autoridades han llamado a evitar el contacto social y no participar de
reuniones de más de 50 personas y debemos acatar estas instrucciones.
Es tiempo de esconderse
del peligro, no de nuestra fe y amor a Dios y a nuestros hermanos, sino de esta
amenaza de muerte. Dios dijo así a Su pueblo que sería invadido por la muerte a
manos de sus invasores: "Anda, pueblo mío, entra en tus aposentos,
cierra tras ti tus puertas; escóndete un poquito, por un momento, en tanto que
pasa la indignación” (Is. 26:20).
Es interesante que el
dueño del evangelio práctico esté principio en medio de un gran peligro
cuando se vio amenazada su vida siendo un niño. Un enviado del cielo instruyó a
José que huyeran a Egipto por el peligro de que Herodes atentara contra la vida
de su hijo adoptivo Jesús: “Después que partieron ellos, he aquí un ángel
del Señor apareció en sueños a José y dijo: Levántate y toma al niño y a su
madre, y huye a Egipto, y permanece allá hasta que yo te diga; porque
acontecerá que Herodes buscará al niño para matarlo” (Mt. 2:13).
La cuarentena que Él vivió
en Egipto fue de casi dos años y pudo regresar a su patria solo cuando Herodes
falleció (Mt. 2:19-20). ¿Podía haberle quitado la vida Herodes al que es dueño
de todo el universo? Indudablemente que podía haberlo dañado; de otro modo no
habría permitido Dios que huyera hacia Egipto. En su naturaleza divina era
imposible que algo le sucediera, pero Él asumió una naturaleza humana capaz de
morir y ella solo estaba reservada para las horas de la crucifixión.
Más adelante en la vida
del Señor vemos que hubo muchas ocasiones en que Sus enemigos lo asechaban para
matarle: "Después de estas cosas, andaba Jesús en Galilea; pues no
quería andar en Judea, porque los judíos procuraban matarle” (Jn.
7:1).
Nuestro Señor en su
humanidad no fue un supermán sino un hombre que podía ser dañado en su cuerpo y
la hora de aquello aún no llegaba: “Tomaron entonces piedras para
arrojárselas; pero Jesús se escondió y salió del templo; y atravesando por en
medio de ellos, se fue” (Jn. 8:59). Él con toda prudencia evitó este
peligro y nosotros debemos imitarlo no exponiéndonos al peligro de contagio de
este virus.
Si Dios quiere que muramos
por el Coronavirus no ha de ser por ser negligentes, sino porque a pesar de
respetar las normas establecidas el virus nos alcanzó, porque Dios así lo
permitió.
Si las autoridades han
dispuesto restricciones para reunirnos por un período de tiempo debemos hacerlo
y evitar el peligro innecesario quedándonos en casa pues ya vendrá el tiempo y
ocasión dada por el Señor para ser útiles no dejándonos de congregar como
algunos tienen por costumbre. Esto es una condición excepcional no una
costumbre y debemos hacer la diferencia (He. 10:25).
Jonatan le dijo a David: “escóndete”,
tras el evidente peligro de Saúl que quería matarlo (1 S. 19:2). Dios también
le dijo a Elías: “escóndete”, pues la sequía había comenzado y se
extendería por tres años y medio (1 R. 17:3; Stg. 5:17). Ambas advertencias de
esconderse no fueron sinónimo de cobardía sino de precaución. Del mismo modo
hemos de escondernos del virus esperando nuevas instrucciones.
Es así que las autoridades
recomendaron al apóstol Pablo no exponerse al peligro tras el alboroto de Asia
y este siervo se escondió del mal: “También algunas de las autoridades de
Asia, que eran sus amigos, le enviaron recado, rogándole que no se presentase
en el teatro” (Hch 19:31). La contingencia precisaba esconderse del mal y
así lo hizo Pablo: “Después que cesó el alboroto, llamó Pablo a los
discípulos, y habiéndolos exhortado y abrazado, se despidió y salió para ir a
Macedonia” (Hch. 20:1).
William MacDonald escribió:
“Todo aquel que anda en la voluntad de Dios es inmortal hasta que ha acabado su
trabajo”, y es cierto, pero esto no significa que debemos exponernos a la
muerte negligentemente, sino que imitando a nuestro Salvador debemos cuidarnos
y esperar el tiempo en que sí debemos gastarnos hasta la muerte.
Parte de nuestra responsabilidad
como ciudadanos celestiales, respecto al gobierno, es respetar las medidas de
prevención dadas por las autoridades sanitarias, cuidar nuestras familias como
a nuestros hermanos en Cristo y permanecer en casa el tiempo que sea
necesario.
Camilo Enrique Vásquez Vivanco
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