"El N.T. da claras instrucciones para los creyentes en sus actitudes ante las autoridades imperiales y civiles en Ro 13:1-6, 1 P 2:13-17, Tit. 3:1. Este pasaje lleva el asunto más lejos. Los hombres que forman esta clase son frecuentemente blanco del odio. En la época del N.T. eran frecuentemente los instigadores, y administradores, de los edictos en contra de los creyentes. En los días inmediatamente posteriores a esta epístola los creyentes vivían en temor mortal a los poderes judiciales de los administradores locales. La respuesta no consistían en la rebelión o las protestas en pro de derechos civiles, sino en la oración para la salvación de aquellos hombres. Las palabras del Señor Jesús eran desde luego plenamente aplicables: 'Orad por los que os ultrajan y os persiguen', Mt 5:44. Que los nombres de tales personas fueran mencionados en público en las oraciones sería un testimonio de la gracia sobrenatural en los corazones de los creyentes".
"Es interesante señalar que los registros históricos muestran que los creyentes judíos no tomaron parte en la rebelión que condujo a la destrucción de Jerusalén en 70 d.C. A lo largo de los siglos, por regla general la verdad expuesta en el N.T. con respecto a la administración civil ha guardado a los santos de actividades antiestatales. Es tan solo cuando el estado comienza a interferir con la obediencia debida a la palabra de Dios que surge el conflicto y que se tiene que aplicar el principio enunciado por Pedro en Hch 5:29: 'Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres'. Tanto las iglesias estatales como las antiestatales son totalmente ajenas a las Escrituras. De los creyentes como individuos se espera su obediencia a las autoridades civiles hasta donde lo permita la obediencia de ellos a la palabra de Dios".
"Puede que a los santos les disguste un régimen comunista, pero no tienen comisión para levantarse en armas contra él; puede que no aprueben el apartheid, pero no tienen justificación escritural para fomentar la rebelión en contra de tal estado. Como individuos que son, precisan de salvación los comunistas y los capitalistas, nos negros y los blancos. Dios cambia al hombre y las instituciones cambian. Las armas no carnales del creyente acaban de ser relacionadas: esto es, rogativas, intercesiones y la acción de gracias, y éstas, ejercidas delante del trono de Dios, tienen un poder muy superior tanto al de las urnas electorales como al de las balas".
J. Allan, comentario sobre 1 Timoteo, La Biblia Enseña, Tomo 1, págs. 80-81.
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