No es el cristiano, sino el hombre y la mujer del mundo que son soñadores. Los pecadores nunca pueden estar seguro de sí mismos. Deben fingir durante toda la vida. Deben comportarse como si nunca van a morir, y sin embargo saben muy bien que morirán. Deben afirmar que no han pecado, cuando en lo profundo de su corazón saben muy bien que han pecado. Deben aparentar como despreocupados por el tema de Dios, el juicio y el futuro, pero todo el tiempo luchan en el interior con inquietudes sobre su condición precaria. Intentan presentar una fachada de despreocupación, cuando en realidad se acobardan ante la verdad y tienen pena de conciencia. La noticia del fallecimiento repentino de un amigo les sacude, y se preocupen de que podrían tocarles en cualquier momento. Pero no deben manifestar preocupación -- deben tapar su terror como puedan y mantener la fachada. Todo su vida de adultos, deben evitar, esconderse, ocultar y fingir. Cuando al final dejan de engañar, o se vuelven locos, o vienen a Cristo, o intentan el suicidio.
¿Y puede ser, pobre mundano,
Que yo de ti envidia tengo?
A. W. Tozer, traducido del capítulo 25 de su libro: This World: Playground or Battleground? (Este Mundo: ¿Campo de Recreo o de Batalla?)
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