En Juan 7:4 los hermanos de Jesucristo
le dieron un consejo: “ninguno que procura darse a conocer hace algo en
secreto. Si estas cosas haces, manifiéstate al mundo”. Es un consejo que
todo político debe seguir. Para ganar una elección tiene que darse a conocer.
Necesita el voto del pueblo, y para eso debe ser popular. “Manifiéstate al
mundo” – esto es – ¡lanza tu campaña publicitaria! Unos carteles con tu
foto, unas operaciones fotográficas para la prensa – que te vean visitando las
escuelas, los pueblos, los pobres, hablando con la gente, sonriendo, etc. Monta
un equipo de apoyo, personas que trabajarán incansablemente para ayudarte a
ganar. Y para todo eso consigue grandes donaciones de fondos, no importa que
sean incrédulos, pues los arcones tienen que estar llenos para ganar. Es el
camino del mundo y de la sabiduría del mundo.
Pero
no es el camino de Dios, ni la sabiduría celestial. El creyente no tiene que
ser votado y elegido, pues Dios ya le ha escogido. No para un puesto en el
gobierno, sino “para que fuésemos santos y sin mancha delante de él”
(Ef. 1:4), y para que seamos “hechos conformes a la imagen de su Hijo” (Ro.
8:29). ¡Por la gracia de Dios ya hemos ganado la única elección que importa!
Además,
el creyente no puede seguir la voluntad de Dios y ganar una elección política,
porque el Señor Jesucristo dice claramente:
“Si
el mundo os aborrece, sabed que a mí me ha aborrecido antes que a vosotros. Si
fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero porque no sois del mundo,
antes yo os elegí del mundo, por eso el mundo os aborrece. Acordaos de la
palabra que yo os he dicho: El siervo no es mayor que su señor. Si a mí me han
perseguido, también a vosotros os perseguirán; si han guardado mi palabra,
también guardarán la vuestra. Mas todo esto os harán por causa de mi nombre,
porque no conocen al que me ha enviado” (Jn. 15:18-21).
¿Eres
discípulo de Cristo; fiel seguidor Suyo? Serás aborrecido en el mundo, porque
no eres del mundo. “El mundo os
aborrece” dice el Señor. “Acordaos de la palabra que yo os he dicho” –
exhorta, pero hoy algunos creyentes no se acuerdan. Creen que van a ser una
excepción, o que el Señor no decía esto para hoy sino solo para aquel entonces.
Las excusas y los razonamientos son mil, pero al final son culpables de no
recordar la palabra del Señor: “El siervo no es mayor que su señor”. ¿Quisieras
ser una excepción a esto? El que busca suficiente popularidad para ganarse una
posición política intenta hacerse mayor que su señor, y esto simplemente es
feo. El mundo aborrecía y perseguía a Cristo (Jn. 15:18, 20), y si somos fieles
a Él, nos aborrecerán y perseguirán – así declara el Señor. ¿Quién podría ganar
así una elección? Si somos populares y respetables en el mundo, algo falla. No
hablo de ser honestos en nuestro trabajo y considerados de los demás, sino de
ser fieles a Señor en todo. Esto incluye separarnos del mundo (Sal. 1:1) y lo
que ama, hablar y testificar de Cristo, predicar el evangelio, reprender la
maldad y advertir a los perdidos. Si hacemos como Pablo enseñó a Timoteo habrá
una reacción, ¡aun de algunos cristianos! “Que prediques la palabra; que
instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda
paciencia y doctrina” (2 Ti. 4:2). Quizás no alzamos la voz como debemos. Quizás hemos aflojado en la
separación del mundo, y en la devoción ardiente al Señor. Tal vez nos hemos
acomodado en el mundo y empezado a amar al mundo, pese a la exhortación de 1
Juan 2:15-17. La iglesia en Éfeso dejó su primer amor, cayó de su buen estado
(Ap. 2:4-5) y el Señor la llamó a arrepentirse. Eso todavía sucede en nuestros
tiempos. ¿Algunos de nosotros necesitan arrepentirse?
¿Es
posible que hayamos olvidado lo que el mundo tuvo para nuestro Señor? ¡Una
cruz! A Sus seguidores dice: “En el mundo tendréis aflicción” (Jn.
16:33), no “En el mundo ganaréis elecciones y transformaréis países para bien”.
Algunos alegan que si entraran en el gobierno podrían hace mucho bien. La
respuesta de Cristo es: “ Id por todo el mundo y predicad el evangelio a
toda criatura” (Mr. 16:15). ¡Este es el bien que Él quiere que hagamos! Sus
apóstoles y los primeros cristianos obedecieron y tuvieron mayor impacto que
todos nosotros en el mundo de su día. Fueron acusados de trastornar el mundo
entero (Hch. 17:6), y ninguno de ellos entró en la política ni los gobiernos. ¿Acaso
podemos mejorar el cristianismo apostólico? ¿No sería mejor ser imitadores de
esos primeros que marcaron pauta? Los que se enredan en los negocios de la vida
no agradan al Señor (2 Ti. 2:4).
Hermanos,
¡un discípulo fiel del Señor no puede ganar una elección – el voto popular –
sino a expensas de la fidelidad a Cristo. En Lucas 6:26 el Señor advierte: “¡Ay
de vosotros, cuando todos los hombres hablen bien de vosotros! porque así hacían
sus padres con los falsos profetas”. El que desea ganar una elección sabe
que es necesario que hablen bien de él. El Señor habló claramente, tal como hizo en Edén, pero como entonces,
viene el tentador y comienza a sugerir, razonar e inducirnos a hacer lo opuesto
a lo que Dios ha dicho. Su estrategia todavía funciona. ¡Qué poco hemos
aprendido!
Un creyente no puede montar una campaña,
tomar donaciones y gastar dinero en publicidad, anunciándose para que le
voten. Hacer publicidad de sí viola el
camino de los apóstoles. “Porque no nos predicamos a nosotros mismos, sino a
Jesucristo como Señor” (2 Co. 4:5). “Pues me propuse no saber entre vosotros
cosa alguna sino a Jesucristo, y a éste crucificado” (1 Co. 2:2). Hay que
evitar elocuencias, excelencia de palabras y sabiduría, y palabras persuasivas
de humana sabiduría. Debemos anunciar a Cristo y el evangelio, no a nosotros o
nuestras propuestas. Cuando se reuna la gente, debemos hablarles de Cristo y la
Palabra de Dios. “Predicad el evangelio”, y “que prediques la Palabra”
son mandamientos bíblicos.
Respecto
a las finanzas, considera como salieron los siervos de Dios en tiempos del
cristianismo primitivo. ¨Ellos salieron por amor del nombre de Él, sin
aceptar nada de los gentiles” (3 Jn. 7). ¡El que presenta en campaña política
no puede decir esto de ninguna manera, ni que sale por amor del Nombre de
Cristo, ni que rehúsa el dinero de los inconversos! Y si no toma nada de los
gentiles, ¡ni mucho menos debe recibir dinero de creyentes! Sus ofrendas deben
ser para apoyar a los siervos de Dios, para ayudar a hermanos pobres, para
publicar tratados evangelísticos y literatura para edificación cristiana, pero
ni un centavo para la política. El que da o gasta dinero en fines políticos se
encuentra en la situación del mayordomo infiel, que fue acusado como disipador
de los bienes de su amo (Lc. 16:1). Debe prepararse para oír estas palabras del
Señor: “¿Qué es esto que oigo acerca de ti? Da cuenta de tu mayordomía,
porque ya no podrás más ser mayordomo” (Lc. 16:2).
En
el tribunal de Cristo, los que han gastado tiempo, energía y bienes en la política
y el gobierno verán que sus obras, aunque aplaudidas por algunos en este mundo,
no soportarán la prueba de fuego (1 Co. 3:13). No ha edificado sobre el
fundamento de Cristo, sino sobre el fundamento del mundo y la sabiduría humana.
Todas sus horas y obras de servicio político serán manifestadas: “madera,
heno, hojarasca” (1 Co. 3:12), y “sufrirá pérdida, si bien él mismo será
salvo” (1 Co. 3:15). La vida y los recursos que Dios nos da, y los dones
espirituales, deben ser todos usados para el reino de Dios y Su justicia (Mt.
6:33). No tenemos permiso para prostituir estas cosas para el mundo.
Colosenses
3:1-4 nos recuerda que si hemos resucitado con Cristo, debemos buscar las cosas
de arriba (v. 1). “Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la
tierra” (v. 2). Hemos muerto y nuestra vida está escondida con Cristo en
Dios (v. 3). Solo cuando Cristo se manifieste seremos nosotros manifestados con
Él en gloria (v. 4). Hasta entonces, nuestro camino en este mundo es el de
renunciar lo que el mundo valora y considera importante, y vivir para la gloria
de Dios.
Puesto
que es así, ¿por qué los hermanos de Cristo le aconsejaron a ir a darse a
conocer para que Sus seguidores le vieran? ¿Por qué le dijeron: “manifiéstate
al mundo”? Juan 7:5 da la respuesta
inspirada: “Porque ni aun sus hermanos creían en él”. Su consejo fue
carnal, nacido de la mente inconversa y la sabiduría del mundo. Incluso suena
sospechosamente como las cosas que el diablo decía al Señor en el monte de la
tentación. ¡Qué vergüenza cuando algunos cristianos toman ese consejo como
bueno!
¿Quién Te Haces A Ti Mismo?
Más
adelante cuando el Señor discutía con los líderes de los judíos en Jerusalén,
ellos le preguntaron: “¿Quién te haces a ti mismo?” (Jn. 8:53). Observa
cómo Cristo comenzó Su respuesta: “Si yo me glorifico a mí mismo, mi gloria
nada es; mi Padre es el que me glorifica...” (v. 54). Si esto es verdad
respecto a Cristo, también es aplicable a todo ser humano. ¿Qué hace un ser
humano glorificándose a sí mismo? ¡Nada, pero muchos lo hacen! Esa gloria nada
es. Es vana y despreciable. Esto tiene muchas aplicaciones, pero dado que
hablamos de la política, considera cuán vana y mundana es cuando un cristiano
intenta glorificarse a sí mismo – busca ser reconocido y ensalzado, alabado,
para que le tributen honores o en este caso para que le voten. Como los
fariseos en Mateo 6, hacen sus justicias delante de los hombres para ser
vistos, y esa es su recompensa (Mt. 6:5).
Recordad,
hermanos, que la gloria del creyente no está en este mundo. En esta vida,
llevamos Su vituperio (He. 13:13), y esperamos pacientemente. Cuando Él se
manifieste, estaremos a Su lado en gloria. Tenemos “la esperanza de la
gloria de Dios” (Ro. 5:2), no aquí sino más allá, no ahora sino más
adelante. En 1 Corintios 4 el apóstol usó de la ironía para reprender a los
corintios: “...Nosotros débiles, mas vosotros fuertes; vosotros honorables,
mas nosotros despreciados” (1 Co. 4:10). Lo mismo diría hoy a los que
quieren meterse en la política y puestos del gobierno – siendo fuertes y honorables
en el mundo. Los apóstoles eran débiles y despreciados y lograron más para
Cristo que miles que intentan usar la política y el gobierno. ¡Van por camino
equivocado! Hay un hermoso himno de consagración que no pueden cantar sin
mentir los que entran en la política:
Todo a Cristo yo me rindo, lo que
tengo, lo que soy,
Pues le amo, en Él confío; por Su
gracia al cielo voy.
Todo lo que tengo, todo lo que soy,
¡Oh, Señor, a Ti me ofrezco, y me rindo
hoy!
Todo a Cristo me presento, cual humilde
servidor,
Y mi vida Le ofrendo, pues al mundo
muerto soy.
A continuación, Pablo declaró a los corintios:
“Hasta esta hora padecemos hambre,
tenemos sed, estamos desnudos, somos abofeteados, y no tenemos morada fija. Nos
fatigamos trabajando con nuestras propias manos; nos maldicen, y bendecimos;
padecemos persecución, y la soportamos. Nos difaman, y rogamos; hemos venido a
ser hasta ahora como la escoria del mundo, el desecho de todos” (1 Co. 4:11-13).
¡Quién
puede ganar una elección viviendo y procediendo así! El que es “la escoria
del mundo, el desecho de todos” fracasará. Observa cuidadosamente a qué
quería llegar el apóstol, pues lo declara en el verso 16: “os ruego que me
imitéis”. Su deseo inspirado es que los creyentes viviesen con tanta devoción
y fidelidad como los apóstoles, aunque tuviesen que sufrir por ello. “Padecemos
hambre, tenemos sed, estamos desnudos, somos abofeteados, y no tenemos morada
fija. Nos fatigamos trabajando...nos maldicen... padecemos persecución... nos
difaman...hemos venido a ser...como la escoria del mundo, el desecho de todos”.
Todo esto sufría por separarse del mundo y vivir en sacrificio vivo para
anunciar el evangelio a cuántos podía. ¡Y termina diciendo que le imitemos!
Imitarle a Pablo sería desastroso para un político, pero él nos llama, nos
implora por las misericordias de Dios, que presentemos nuestro cuerpo en
sacrificio vivo, santo, agradable a Dios (Ro. 12:1). El “sacrificio vivo” es
para Dios, no para un partido ni el gobierno. “Santo” significa “puesto
aparte para uso especial”. Debe ser “agradable a Dios”, y como Cristo
bien dijo: “Ninguno puede servir a dos señores” (Mt. 6:24). No vas a ser
una excepción a ese precepto. Hay que escoger, y esto significa adiós para siempre
al mundo en todas sus formas, como Moisés dejó a Egipto (He. 11:27). No,
hermanos, por esas y muchísimas otras razones bíblicas la política no es para
los creyentes. El Señor dice: “No temáis, manada pequeña, porque a vuestro
Padre le ha placido daros el reino” (Lc. 12:32). Por lo tanto, “Deja que
los muertos entierren a sus muertos; y tú ve, y anuncia el reino de Dios” (Lc.
9:60).
Carlos Tomás Knott, septiembre 2020