Pero no es el camino de Dios, ni la sabiduría celestial. El creyente no tiene que ser votado y elegido, pues Dios ya le ha escogido. No para un puesto en el gobierno, sino “para que fuésemos santos y sin mancha delante de él” (Ef. 1:4), y para que seamos “hechos conformes a la imagen de su Hijo” (Ro. 8:29). ¡Por la gracia de Dios ya hemos ganado la única elección que importa!
Además, el creyente no puede seguir la voluntad de Dios y ganar una elección política, porque el Señor Jesucristo dice claramente:
“Si el mundo os aborrece, sabed que a mí me ha aborrecido antes que a vosotros. Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero porque no sois del mundo, antes yo os elegí del mundo, por eso el mundo os aborrece. Acordaos de la palabra que yo os he dicho: El siervo no es mayor que su señor. Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán; si han guardado mi palabra, también guardarán la vuestra. Mas todo esto os harán por causa de mi nombre, porque no conocen al que me ha enviado” (Jn. 15:18-21).
¿Eres discípulo de Cristo; fiel seguidor Suyo? Serás aborrecido en el mundo, porque no eres del mundo. “El mundo os aborrece” dice el Señor. “Acordaos de la palabra que yo os he dicho” – exhorta, pero hoy algunos creyentes no se acuerdan. Creen que van a ser una excepción, o que el Señor no decía esto para hoy sino solo para aquel entonces. Las excusas y los razonamientos son mil, pero al final son culpables de no recordar la palabra del Señor: “El siervo no es mayor que su señor”. ¿Quisieras ser una excepción a esto? El que busca suficiente popularidad para ganarse una posición política intenta hacerse mayor que su señor, y esto simplemente es feo. El mundo aborrecía y perseguía a Cristo (Jn. 15:18, 20), y si somos fieles a Él, nos aborrecerán y perseguirán – así declara el Señor. ¿Quién podría ganar así una elección? Si somos populares y respetables en el mundo, algo falla. No hablo de ser honestos en nuestro trabajo y considerados de los demás, sino de ser fieles a Señor en todo. Esto incluye separarnos del mundo (Sal. 1:1) y lo que ama, hablar y testificar de Cristo, predicar el evangelio, reprender la maldad y advertir a los perdidos. Si hacemos como Pablo enseñó a Timoteo habrá una reacción, ¡aun de algunos cristianos! “Que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina” (2 Ti. 4:2). Quizás no alzamos la voz como debemos. Quizás hemos aflojado en la separación del mundo, y en la devoción ardiente al Señor. Tal vez nos hemos acomodado en el mundo y empezado a amar al mundo, pese a la exhortación de 1 Juan 2:15-17. La iglesia en Éfeso dejó su primer amor, cayó de su buen estado (Ap. 2:4-5) y el Señor la llamó a arrepentirse. Eso todavía sucede en nuestros tiempos. ¿Algunos de nosotros necesitan arrepentirse?
¿Es posible que hayamos olvidado lo que el mundo tuvo para nuestro Señor? ¡Una cruz! A Sus seguidores dice: “En el mundo tendréis aflicción” (Jn. 16:33), no “En el mundo ganaréis elecciones y transformaréis países para bien”. Algunos alegan que si entraran en el gobierno podrían hace mucho bien. La respuesta de Cristo es: “ Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura” (Mr. 16:15). ¡Este es el bien que Él quiere que hagamos! Sus apóstoles y los primeros cristianos obedecieron y tuvieron mayor impacto que todos nosotros en el mundo de su día. Fueron acusados de trastornar el mundo entero (Hch. 17:6), y ninguno de ellos entró en la política ni los gobiernos. ¿Acaso podemos mejorar el cristianismo apostólico? ¿No sería mejor ser imitadores de esos primeros que marcaron pauta? Los que se enredan en los negocios de la vida no agradan al Señor (2 Ti. 2:4).
Hermanos, ¡un discípulo fiel del Señor no puede ganar una elección – el voto popular – sino a expensas de la fidelidad a Cristo. En Lucas 6:26 el Señor advierte: “¡Ay de vosotros, cuando todos los hombres hablen bien de vosotros! porque así hacían sus padres con los falsos profetas”. El que desea ganar una elección sabe que es necesario que hablen bien de él. El Señor habló claramente, tal como hizo en Edén, pero como entonces, viene el tentador y comienza a sugerir, razonar e inducirnos a hacer lo opuesto a lo que Dios ha dicho. Su estrategia todavía funciona. ¡Qué poco hemos aprendido!
Un creyente no puede montar una campaña, tomar donaciones y gastar dinero en publicidad, anunciándose para que le voten. Hacer publicidad de sí viola el camino de los apóstoles. “Porque no nos predicamos a nosotros mismos, sino a Jesucristo como Señor” (2 Co. 4:5). “Pues me propuse no saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a éste crucificado” (1 Co. 2:2). Hay que evitar elocuencias, excelencia de palabras y sabiduría, y palabras persuasivas de humana sabiduría. Debemos anunciar a Cristo y el evangelio, no a nosotros o nuestras propuestas. Cuando se reuna la gente, debemos hablarles de Cristo y la Palabra de Dios. “Predicad el evangelio”, y “que prediques la Palabra” son mandamientos bíblicos.
Respecto a las finanzas, considera como salieron los siervos de Dios en tiempos del cristianismo primitivo. ¨Ellos salieron por amor del nombre de Él, sin aceptar nada de los gentiles” (3 Jn. 7). ¡El que presenta en campaña política no puede decir esto de ninguna manera, ni que sale por amor del Nombre de Cristo, ni que rehúsa el dinero de los inconversos! Y si no toma nada de los gentiles, ¡ni mucho menos debe recibir dinero de creyentes! Sus ofrendas deben ser para apoyar a los siervos de Dios, para ayudar a hermanos pobres, para publicar tratados evangelísticos y literatura para edificación cristiana, pero ni un centavo para la política. El que da o gasta dinero en fines políticos se encuentra en la situación del mayordomo infiel, que fue acusado como disipador de los bienes de su amo (Lc. 16:1). Debe prepararse para oír estas palabras del Señor: “¿Qué es esto que oigo acerca de ti? Da cuenta de tu mayordomía, porque ya no podrás más ser mayordomo” (Lc. 16:2).
En el tribunal de Cristo, los que han gastado tiempo, energía y bienes en la política y el gobierno verán que sus obras, aunque aplaudidas por algunos en este mundo, no soportarán la prueba de fuego (1 Co. 3:13). No ha edificado sobre el fundamento de Cristo, sino sobre el fundamento del mundo y la sabiduría humana. Todas sus horas y obras de servicio político serán manifestadas: “madera, heno, hojarasca” (1 Co. 3:12), y “sufrirá pérdida, si bien él mismo será salvo” (1 Co. 3:15). La vida y los recursos que Dios nos da, y los dones espirituales, deben ser todos usados para el reino de Dios y Su justicia (Mt. 6:33). No tenemos permiso para prostituir estas cosas para el mundo.
Colosenses 3:1-4 nos recuerda que si hemos resucitado con Cristo, debemos buscar las cosas de arriba (v. 1). “Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra” (v. 2). Hemos muerto y nuestra vida está escondida con Cristo en Dios (v. 3). Solo cuando Cristo se manifieste seremos nosotros manifestados con Él en gloria (v. 4). Hasta entonces, nuestro camino en este mundo es el de renunciar lo que el mundo valora y considera importante, y vivir para la gloria de Dios.
Puesto que es así, ¿por qué los hermanos de Cristo le aconsejaron a ir a darse a conocer para que Sus seguidores le vieran? ¿Por qué le dijeron: “manifiéstate al mundo”? Juan 7:5 da la respuesta inspirada: “Porque ni aun sus hermanos creían en él”. Su consejo fue carnal, nacido de la mente inconversa y la sabiduría del mundo. Incluso suena sospechosamente como las cosas que el diablo decía al Señor en el monte de la tentación. ¡Qué vergüenza cuando algunos cristianos toman ese consejo como bueno!
¿Quién Te Haces A Ti Mismo?
Más adelante cuando el Señor discutía con los líderes de los judíos en Jerusalén, ellos le preguntaron: “¿Quién te haces a ti mismo?” (Jn. 8:53). Observa cómo Cristo comenzó Su respuesta: “Si yo me glorifico a mí mismo, mi gloria nada es; mi Padre es el que me glorifica...” (v. 54). Si esto es verdad respecto a Cristo, también es aplicable a todo ser humano. ¿Qué hace un ser humano glorificándose a sí mismo? ¡Nada, pero muchos lo hacen! Esa gloria nada es. Es vana y despreciable. Esto tiene muchas aplicaciones, pero dado que hablamos de la política, considera cuán vana y mundana es cuando un cristiano intenta glorificarse a sí mismo – busca ser reconocido y ensalzado, alabado, para que le tributen honores o en este caso para que le voten. Como los fariseos en Mateo 6, hacen sus justicias delante de los hombres para ser vistos, y esa es su recompensa (Mt. 6:5).
Recordad, hermanos, que la gloria del creyente no está en este mundo. En esta vida, llevamos Su vituperio (He. 13:13), y esperamos pacientemente. Cuando Él se manifieste, estaremos a Su lado en gloria. Tenemos “la esperanza de la gloria de Dios” (Ro. 5:2), no aquí sino más allá, no ahora sino más adelante. En 1 Corintios 4 el apóstol usó de la ironía para reprender a los corintios: “...Nosotros débiles, mas vosotros fuertes; vosotros honorables, mas nosotros despreciados” (1 Co. 4:10). Lo mismo diría hoy a los que quieren meterse en la política y puestos del gobierno – siendo fuertes y honorables en el mundo. Los apóstoles eran débiles y despreciados y lograron más para Cristo que miles que intentan usar la política y el gobierno. ¡Van por camino equivocado! Hay un hermoso himno de consagración que no pueden cantar sin mentir los que entran en la política:
Todo a Cristo yo me rindo, lo que tengo, lo que soy,
Pues le amo, en Él confío; por Su gracia al cielo voy.
Todo lo que tengo, todo lo que soy,
¡Oh, Señor, a Ti me ofrezco, y me rindo hoy!
Todo a Cristo me presento, cual humilde servidor,
Y mi vida Le ofrendo, pues al mundo muerto soy.
A continuación, Pablo declaró a los corintios:
“Hasta esta hora padecemos hambre, tenemos sed, estamos desnudos, somos abofeteados, y no tenemos morada fija. Nos fatigamos trabajando con nuestras propias manos; nos maldicen, y bendecimos; padecemos persecución, y la soportamos. Nos difaman, y rogamos; hemos venido a ser hasta ahora como la escoria del mundo, el desecho de todos” (1 Co. 4:11-13).
¡Quién puede ganar una elección viviendo y procediendo así! El que es “la escoria del mundo, el desecho de todos” fracasará. Observa cuidadosamente a qué quería llegar el apóstol, pues lo declara en el verso 16: “os ruego que me imitéis”. Su deseo inspirado es que los creyentes viviesen con tanta devoción y fidelidad como los apóstoles, aunque tuviesen que sufrir por ello. “Padecemos hambre, tenemos sed, estamos desnudos, somos abofeteados, y no tenemos morada fija. Nos fatigamos trabajando...nos maldicen... padecemos persecución... nos difaman...hemos venido a ser...como la escoria del mundo, el desecho de todos”. Todo esto sufría por separarse del mundo y vivir en sacrificio vivo para anunciar el evangelio a cuántos podía. ¡Y termina diciendo que le imitemos! Imitarle a Pablo sería desastroso para un político, pero él nos llama, nos implora por las misericordias de Dios, que presentemos nuestro cuerpo en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios (Ro. 12:1). El “sacrificio vivo” es para Dios, no para un partido ni el gobierno. “Santo” significa “puesto aparte para uso especial”. Debe ser “agradable a Dios”, y como Cristo bien dijo: “Ninguno puede servir a dos señores” (Mt. 6:24). No vas a ser una excepción a ese precepto. Hay que escoger, y esto significa adiós para siempre al mundo en todas sus formas, como Moisés dejó a Egipto (He. 11:27). No, hermanos, por esas y muchísimas otras razones bíblicas la política no es para los creyentes. El Señor dice: “No temáis, manada pequeña, porque a vuestro Padre le ha placido daros el reino” (Lc. 12:32). Por lo tanto, “Deja que los muertos entierren a sus muertos; y tú ve, y anuncia el reino de Dios” (Lc. 9:60).
Carlos Tomás Knott, septiembre 2020
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