domingo, 14 de marzo de 2021

¿La Familia Antes Que El Reino De Dios?

Donald Norbie 


Jesucristo era un hombre de familia. Aunque la historia guarda silencio en cuanto a detalles, puede que José hubiera sido mucho más mayor que María. Cuándo murió, no lo sabemos. Pero durante el tiempo del ministerio del Señor Jesús, aparentemente, había muerto. Tempranamente Jesús había tomado la responsabilidad como el hijo mayor, y la familia dependía de Él. María y Sus hermanos y hermanas conocían la fuerza de Su afecto y amor. La familia de Jesús se nos presenta muy unida. Parte del dolor del Señor cuando estaba clavado en la cruz era la agonía de ver a su madre atestiguándolo todo con pena. 

    Pero la familia no ocupaba el primer lugar en los pensamientos de Cristo. “El que ama a padre o madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a hijo o hija más que a mí, no es digno de mí” (Mt. 10:37). Él enfatizó el hecho de que las relaciones espirituales son más profundas y duraderas que los lazos familiares (Mr. 3:33-35). 

    El centro de la vida de Cristo no era la familia... Una motivación era la delicia de hacer la voluntad del Padre... Otra motivación era Su propia y profunda compasión por aquellos que estaban perdidos... Pero tú dices, “Yo no soy Jesús. Tengo una familia que sacar adelante, un trabajo al que atender cada día. Necesito recrearme. No tengo tiempo”. Y así, los días y los años pasan, y es fácil irse a la deriva. Faltamos en la reunión de oración, porque estamos cansados del trabajo, o porque los niños tienen deberes de la escuela. Dejamos de reunirnos los domingos por la tarde para predicar el evangelio, diciendo que  necesitamos pasar tiempo con la familia. Dejamos de repartir tratados y testificar. Hemos olvidado cómo llorar por los perdidos y cómo rogar a Dios por ellos. Nuestra dirección y estilo de vida difiere bien poco de la del mundo perdido que nos rodea. Pero hermanos, el problema de nuestras prioridades es realmente un problema de corazón.

Donald Norbie, “Evangelism, An Option?”,  

de la revista Missions,  1981.


jueves, 4 de marzo de 2021

DEVOCIÓN CRISTIANA - Introducción - por A. N. Groves

 “He aquí que yo soy Jehová,
Dios de toda carne;
¿habrá algo que sea difícil para mí?”


Jeremías 32:27

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INTRODUCCIÓN

EL CRISTIANISMO AVANZA MEJOR CUANDO LOS CRISTIANOS DEDICAN TODO A CRISTO


He sido profundamente afectado considerando la extraña y triste verdad de que el cristianismo ha visto poco progreso durante quince siglos sucesivos. En el estudio atento de la historia del evangelio, observo que el cristianismo primitivo debía mucha de su energía irresistible a que los discípulos manifestaron abierta y públicamente el amor de su Redentor y Rey. Además, dieron pruebas de esto en su conducta. Y estoy convencido que ese amor tiende directa y poderosamente a aumentar la prosperidad de la iglesia de Cristo, y a extender su influencia en el mundo en todo tiempo. Por lo tanto, me atrevo a exponer el resultado de mis reflexiones para la franca consideración de todo sincero discípulo del Señor, “que por amor a vosotros se hizo pobre, siendo rico, para que vosotros con su pobreza fueseis enriquecidos” (2 Co. 8:9).
    Esa manifestación de amor se veía en la entera y real (no figurada) devoción de ellos, sus bienes, su tiempo y sus talentos a Cristo su Señor y Rey. Los siguientes comentarios más específicamente se dirigen a la distribución de los bienes, ya sean bienes raíces de capital poseído, o de ganancias recibidas de ellos, o de los negocios, o empleos, o herencias.
 

CRISTO MANDÓ LA ENTERA DEDICACIÓN, LOS APÓSTOLES LA PRACTICARON, Y NOSOTROS TAMBIÉN DEBEMOS.

    Me propongo demostrar que la entera dedicación de las riquezas materiales es invariablemente impuesta por los mandatos de nuestro Salvador, e ilustrada por la práctica de Sus apóstoles y sus contemporáneos. Por eso ruega que todos los sinceros discípulos de Cristo pesen estos escritos en la balanza del Santuario, no en las balanzas del mundo ni las de la lógica humana. Deben orar seriamente al “Padre de luces” (Stg. 1:17) para que en su búsqueda de la verdad tengan un ojo bueno (Mt. 6:22-23) para la gloria de Aquel a quien deben servir. También que deseen tanto la extensión de Su reino que, buscando la verdad, tendrán una tierna consideración de sus propias almas y las de millones de judíos, árabes, y otros incrédulos y herejes cuya ignorancia y perdición profesan deplorar. Investiguemos el significado y la extensión de las palabras del Salvador: “No os hagáis tesoros en la tierra”. Dejémonos persuadir de que son literales y que los apóstoles y sus compañeros las recibieron sin restricciones. Que el Espíritu Santo de Dios nos ayude a recibir el privilegio consolador de echar sobre Él todas nuestras ansiedades, sabiendo que Él tiene cuidado de nosotros (1 P. 5:7).
    Solo ruego que al investigar el asunto que seamos guiados por los varios preceptos y argumentos bíblicos ilustrados en la práctica uniforme de nuestro Señor y Sus apóstoles, para comprender Sus palabras y aplicarlas. Por eso, comenzaré considerando en primer lugar el texto bíblico donde aparece el principio a que aludimos. Veremos cómo es fortalecido por preceptos e ilustrado con ejemplos. Luego consideraré su relación con otros mandamientos de peso, los cuales sin éste se vuelven difíciles o imposibles de entender y aceptar. Entonces concluiré con algunos argumentos que demuestran que, si el objetivo correcto de las iglesias es la extensión del espíritu del reino de Cristo, estos puntos están de acuerdo con la razón y con la revelación. 

continuará, d.v.

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DEVOCIÓN CRISTIANA: La Interpretación Literal de Mateo 6:19-21

por Anthony Norris Groves


Prólogo


Anthony Norris Groves (1795-1853), era un acaudelado dentista que abandonó el lujo y las riquezas en Inglaterra y salió con su esposa y dos hijos para predicar el evangelio a los musulmanes en Bagdad en 1829. En 1825, antes de renunciar a todo y salir, él escribió este libro para manifestar sus creencias y contestar las objeciones que muchos le presentaron. Luego, estando en Bagdad, en 1831 hubo guerra civil, plaga, inundaciones y hambre, y murieron su esposa Mary y su hija recién nacida. En 1834 volvió a Inglaterra, se casó nuevamente, y luego en 1836 fue con su familia a la India.
    Groves creía que se debe usar el Nuevo Testamento como manual único para las misiones. Dio ejemplo con su vida y ministerio. Puso en práctica los principios de la devoción cristiana que aboga en esta obra, y demostró la posibilidad y bendición de aceptar literalmente las enseñanzas del Señor. Esto luego tuvo gran impacto en la vida de Jorge Müller, y luego a través de él, en la vida de Hudson Taylor que fue misionero en China.
    Este libro viene de la segunda edición de su obra, publicada en Londres en 1929 que luego fue incluido en 1939 en la biografía escrito por G. H. Lang: Anthony Norris Groves, Saint and Pioneer (“Anthony Norris Groves, Santo y Pionero”).
    Posteriormente fue publicado en los Estados Unidos con títulos agregados a los párrafos, y las referencias a algunas citas bíblicas del autor, para ayudar al lector. En este mismo sentir de ayudar al lector hemos realizado algunos leves cambios gramaticales, y simplificado algunas frases complejas y arcaicas del estilo literario del siglo XIX. Pero no se ha alterado el contenido del mensaje del hermano Groves. El motivo no ha sido otro que facilitar su comprensión por los lectores modernos, pues “...Si...no diereis palabra bien comprensible, ¿cómo se entenderá lo que decís?” (1 Co. 14:9). 

 

Prefacio Del Autor


    Al entregar esta segunda edición, cuatro años después de la primera, quiero declarar que no he abandonado estos preceptos. Antes al contrario, en mi experiencia cotidiana, todo lo que observo de la historia de los que reciben o bien rechazan esta enseñanza, tiende a fortalecer mis convicciones. Esto es, que estos preceptos del bendito Señor manifiestan un infinito y profundo conocimiento del corazón humano y sus motivaciones. Todavía creo que Él quiso decir sencilla y exactamente lo que dijo: “No os hagáis tesoros en la tierra”, etc. Cuando por fe recibimos esta doctrina, es como colirio (Ap. 3:18) que maravillosamente aclara nuestra visión espiritual. El que pueda, que la reciba.
    Ciertamente muchos dicen que han sido influidos por ella; más de lo que esperaba. Los frutos que dan son como uvas del valle de Escol (Nm. 13:23-24). Sin embargo, seguramente el tiempo manifestará si es así, y el Señor será el juez.
    Las objeciones principales en contra de la interpretación literal de las palabras del Señor parecen organizarse bajo tres puntos.

(1) Este principio reduciría la influencia de la iglesia;
(2) Dejaría a los hijos sin provisión, y
(3) Requeriría que los que tienen propiedades las vendan, y no se daría por satisfecho con la ofrenda de los intereses o las ganancias derivadas de esas propiedades.

    Pero mi responsabilidad no es las consecuencias del precepto, sino con el precepto mismo. A mi juicio esas objeciones manifiestan una desconsideración total del gobierno del Señor sobre Su iglesia y pueblo, parecida a la de los incrédulos.
    Con la ayuda del Señor respondo a la primera objeción, acerca de la influencia. Consideremos la diferencia entre lo que es cristiano, lo mundano que opera en los del mundo, y luego la mundanalidad que los creyentes a veces manifiestan. El oro puro de la influencia cristiana es una manifestación de la mente de Cristo, nacida del amor de Cristo en el alma. No debe ser martillado para cubrir lo mundano – títulos, honores, rangos, riquezas, estudios y poder secular en el mundo. Cuando hacen eso, si rascamos, en seguida vemos otra cosa debajo de esa capa fina y brillante. No es oro celestial sino bronce mundano. Si evitáramos esas cosas mundanas, cuán diferentes podrían ser los grupos y “ministerios” religiosos constituidos supuestamente para extender el reino de Cristo.
    Respecto a los otros dos puntos, podemos responder con un argumento general. El principio del gobierno de Dios es paterno, y por eso Su objetivo principal es desarrollar en nosotros el carácter de hijos queridos. El rasgo esencial es la dependencia ilimitada. La otra cara es el carácter paterno de Dios que promete cuidar de los Suyos. La más pequeña violación de nuestra dependencia diaria en Él para provisiones temporales o espirituales afecta Su honor. 

[Nota del editor: Esto no quiere decir que no trabajemos, sino que confiemos en nuestro Padre celestial para las fuerzas y la destreza necesarias para ese trabajo, haciendolo para Su gloria. Véanse Efesios 4:28 y 2 Tesalonicenses 3:10-12.]

 
    Luego, respecto a nuestros hijos, David sabía que no tendrán que mendigar pan (Sal. 37:25). Había sido joven, y llegó a la vejez, pero nunca había visto tal cosa. Dudar de la provisión de Dios es sospechar la perfección de Su carácter paterno. Nuestro Señor afirmó: “Vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas” (Mt. 6:32). Por eso promete: “todas estas cosas os serán añadidas”. ¿Qué otra promesa necesitamos?
    En lo referente a los bienes, las fincas y propiedades, si sabemos que nuestro amante Padre celestial suplirá toda nuestra necesidad, cuanto antes nos libramos de esas cosas y las distribuimos, mejor para Su honor y servicio. Entonces tendremos toda la felicidad de ver los bienes gastados para la gloria de Aquel de quien son, ya que de tales cosas solo somos mayordomos, no dueños. De otro modo, no sabemos qué pasará si muriéseamos mañana. No sabemos si esos bienes que guardamos, esos tesoros que hicimos en la tierra, caerán en manos de sabios o necios. Si terminara nuestra vida después de vender y ofrendar solo parte de esos bienes, luego podría entrar un necio y gastar todo lo que resta, quizás para Satanás y la corrupción del mundo.
    Pero algunos citan 1 Timoteo 6:17 y dicen: “¿No nos da Dios todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos?” Sí, hermanos, pero sería degradante si los miembros del reino de Cristo disfrutaran sus bienes consumiéndolos en sus propios deseos, como hacen los del reino de Satanás, en lugar de usarlos para la exaltación de su Señor y Redentor. Estemos seguros, queridos amigos, que cuanto antes veamos nuestras riquezas apropiadas para el servicio y la gloria de Dios, mejor. Porque una vez ofrendadas, están con el Señor, y el mundo, la carne y el diablo juntos no pueden hacerlas volver. Además, el Señor no nos permitiría desearlas de nuevo. Él en gracia recibirá nuestro débil servicio, y nos recompensará en la luz de Su rostro y la certeza secreta en nuestra alma que nuestra devoción cristiana le ha sido aceptable y grata.

– A.N.G.    1829

continuará, d.v.

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