EL FRACASO DEL
ARGUMENTO CULTURAL
las ruinas de Corinto |
El
libro de 1 Corintios es atacado a menudo por los liberales porque en
estos tiempos es muy impopular y está mal visto que las mujeres
creyentes tengan que llevar un velo, cabello largo (c. 11) o guardar
silencio en las reuniones (c. 14). El feminismo ha penetrado llegando a
casi todo rincón de la sociedad, y ahora muchos llamados cristianos y
sus líderes y maestros, en lugar de ser fieles a las Escrituras y
defenderlas, dicen que esas cosas eran culturales y ya no son vigentes
en “tiempos modernos”.
Es doloroso ver a hombres que antes enseñaban la importancia del velo y el silencio de la mujer en la congregación, que ahora permiten que las mujeres hablen, dirijan estudios, oren en voz alta, y dicen que el velo ya no importa. A los tales no les sirve decir: “somos los ancianos”, como si con eso tuviesen autoridad para cambiar la Palabra de Dios y hacer lo que les parece (Jue. 17:6). La grey es de Dios, no ellos (1 P. 5:2), y ellos son siervos, no señores (1 P. 5:3). Claramente están en el error de abandonar y contradecir la verdad, y darán cuenta de sí en el Tribunal de Cristo, si es que llegan. Decir esto suena fuerte, porque lo es, pero 2 Timoteo 4:1-4; 2 Pedro 2:1-3 y Judas 3-4 nos advierten del peligro de ese tipo de enseñanza y los que se enseñorean del pueblo del Señor.
Cada año hay más personas en iglesias que hablan como el mundo, y dicen que reprimimos a las mujeres y las sujetamos a modos y normas de los siglos pasados, que tenemos a las pobrecitas subdesarrolladas. Señalan como las mujeres avanzan en todo el mundo, gobernando países, encabezando empresas, sacando carreras difíciles y haciéndose eruditas y expertas. Con eso quieren decir que ellas son un gran recurso que despreciamos porque no les dejamos participar en voz alta ni ocupar lugares de liderazgo en la iglesia, ya que son muy inteligentes y capaces.
Alegan que debido a cosas culturales como las prostitutas de templos paganos en Corinto, el apóstol Pablo dio esas instrucciones “puntuales” para ellos. Y que porque no vivimos en aquel entonces, ni en Corinto, podemos descartar esas instrucciones como “cosas culturales” que hoy no se aplican.
No discutimos la inteligencia ni capacidad de las mujeres, sino preguntamos, como debemos en todo asunto: “¿Qué dice la Escritura?” ¿Cuál es la voluntad de Dios, no la de la sociedad, respecto a la mujer? ¿Dónde en la epístola a los Corintios dice que era sólo para ellos y sus cuestiones culturales? No lo dice en ningún lugar. Antes al contrario, mirando al texto bíblico notamos lo siguiente:
1:2 “llamados a ser santos con todos los que en cualquier lugar invocan el nombre de nuestro Señor Jesucristo, Señor de ellos y nuestro”.
4:17 “...el cual os recordará mi proceder en Cristo, de la manera que enseño en todas partes y en todas las iglesias”.
7:17 “...esto ordeno en todas las iglesias”.
11:10 “Por lo cual la mujer debe tener señal de autoridad sobre su cabeza, por causa de los ángeles”.
11:16 “nosotros no tenemos tal costumbre, ni las iglesias de Dios”.
14:33-34 “...como en todas las iglesias de los santos, vuestras mujeres callen en las congregaciones”.
14:37 “Si alguno se cree profeta, o espiritual, reconozca que lo que os escribo son mandamientos del Señor”.
16:1 “haced vosotros también de la manera que ordené en las iglesias de Galacia”.
La epístola no contiene instrucciones culturales, sino doctrina apostólica y “los mandamientos del Señor”. Por eso no debe haber mujeres con la cabeza descubierta en las congregaciones, ni congregación/reunión alguna donde hablen, oren en voz alta, lean en voz alta, pidan himnos, enseñen o prediquen mujeres, pues es el Señor que manda que se callen, y que aprendan en silencio con toda sujeción (1 Ti. 2:11).
La obediencia a estos claros mandatos del Señor y el apóstol inspirado eliminaría toda reunión, conferencia, estudio y retiro de hermanas, por la sencilla razón de que no tienen la aprobación del Señor, y es SUYA la Iglesia. Como creyentes, nuestras vidas, cuerpo y espíritu, son SUYAS, no nuestras (1 Co. 6:19-20). El apostól Pablo no enseñaba idiosincrasias o adaptaciones culturales, sino “todo el consejo de Dios” (Hch. 20:27), y esto incluye todo lo de 1 Corintios.
Algunas persisten citando Tito 2:3-4 como si el texto les diera permiso para lo que en otros textos está claramente prohibido. Hacen hincapié en la frase: “maestras del bien; que enseñen a las mujeres jóvenes...”. Pero malentienden, malinterpretan o tuercen el texto para sacar sus conclusiones predeterminadas y justificar lo que quieren hacer. La frase “maestras del bien” (v. 3) es una sola palabra en griego: “kalodidaskalos”, que no sigifica predicar sino “enseñando lo bueno” o maestras “...de buenas cosas”. Tiene que ver con el carácter de la mujer y su vida doméstica. No hace falta saber el griego, pues el contexto mismo da el sentido, pero lo hemos citado para que conste ante los que piensan que es importante. Si siguimos mirando al contexto cercano, los versículos 4 y 5 apuntan específicamente qué cosas deben enseñar, y no tienen nada que ver con clases bíblicas, reuniones o conferencias, sino con lo que una mujer anciana puede y debe enseñar a una mujer más joven, a nivel personal e íntima, acerca de su carácter y conducta en su hogar. Para eso no hace falta ningún púlpito o local de reunión. Además, observa que no son mujeres jóvenes, recién casadas ni con familias jóvenes, sino sólo “ancianas” las que deben enseñar esas cosas prácticas y personales. Son mujeres ancianas con la experiencia y sabiduría de haber sido fieles en los años de matrimonio y familia. Es su ministerio personal, “de tú a tú”, “vis a vis”, sin necesidad de organizar una reunión ni juntar un grupo.
Pero el feminismo se extiende de forma arrolladora, penetrando de modo casi inevitable en nuestros tiempos. Conquista e intimida, y goza de la aprobación general de la sociedad. Es enseñada en las escuelas, en la prensa, en la televisión y por todo medio posible. Los que no disciernen los tiempos, ni examinan todo (1 Ts. 5:21), aceptan esos cambios. Pero la Iglesia necesita una Palabra de su Señor, no de la sociedad.
Parece que siempre hay hermanas que resienten los mandamientos bíblicos acerca de ellas. Ésas son rebeldes y deben ser tratadas como tales. Pero otras se han contagiado sin darse cuenta. Es como un virus que infecte la mente y la actitud de una mujer, de modo que no está contenta si no está haciendo lo mismo que los hombres. Y tristemente, los hombres, buscando el favor de las mujeres, o por pereza, cobardía o ignorancia, les conceden que desarrollen ministerios y hagan cosas que no están dentro del marco bíblico. Supuestamente procuran “la libertad” o “igualdad” de la mujer, pero en realidad contribuyen a su esclavitud e insensata conformidad a la sabiduría del mundo.
El ministerio de la mujer creyente es muy importante, pero DIFERENTE. Por eso ella debe renunciar la sabiduría y la influencia del mundo, según Romanos 12:1-2, y hacer de su persona un sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, y no conformarse al mundo. Esto significa que no deja al mundo meterla en su molde, que rechace todo argumento cultural y toda faceta y meta del feminismo, y contenta acepte los trabajos y responsabilidades que Dios le otorga en Su Palabra. “No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mt. 4:4).
Es doloroso ver a hombres que antes enseñaban la importancia del velo y el silencio de la mujer en la congregación, que ahora permiten que las mujeres hablen, dirijan estudios, oren en voz alta, y dicen que el velo ya no importa. A los tales no les sirve decir: “somos los ancianos”, como si con eso tuviesen autoridad para cambiar la Palabra de Dios y hacer lo que les parece (Jue. 17:6). La grey es de Dios, no ellos (1 P. 5:2), y ellos son siervos, no señores (1 P. 5:3). Claramente están en el error de abandonar y contradecir la verdad, y darán cuenta de sí en el Tribunal de Cristo, si es que llegan. Decir esto suena fuerte, porque lo es, pero 2 Timoteo 4:1-4; 2 Pedro 2:1-3 y Judas 3-4 nos advierten del peligro de ese tipo de enseñanza y los que se enseñorean del pueblo del Señor.
Cada año hay más personas en iglesias que hablan como el mundo, y dicen que reprimimos a las mujeres y las sujetamos a modos y normas de los siglos pasados, que tenemos a las pobrecitas subdesarrolladas. Señalan como las mujeres avanzan en todo el mundo, gobernando países, encabezando empresas, sacando carreras difíciles y haciéndose eruditas y expertas. Con eso quieren decir que ellas son un gran recurso que despreciamos porque no les dejamos participar en voz alta ni ocupar lugares de liderazgo en la iglesia, ya que son muy inteligentes y capaces.
Alegan que debido a cosas culturales como las prostitutas de templos paganos en Corinto, el apóstol Pablo dio esas instrucciones “puntuales” para ellos. Y que porque no vivimos en aquel entonces, ni en Corinto, podemos descartar esas instrucciones como “cosas culturales” que hoy no se aplican.
No discutimos la inteligencia ni capacidad de las mujeres, sino preguntamos, como debemos en todo asunto: “¿Qué dice la Escritura?” ¿Cuál es la voluntad de Dios, no la de la sociedad, respecto a la mujer? ¿Dónde en la epístola a los Corintios dice que era sólo para ellos y sus cuestiones culturales? No lo dice en ningún lugar. Antes al contrario, mirando al texto bíblico notamos lo siguiente:
1:2 “llamados a ser santos con todos los que en cualquier lugar invocan el nombre de nuestro Señor Jesucristo, Señor de ellos y nuestro”.
4:17 “...el cual os recordará mi proceder en Cristo, de la manera que enseño en todas partes y en todas las iglesias”.
7:17 “...esto ordeno en todas las iglesias”.
11:10 “Por lo cual la mujer debe tener señal de autoridad sobre su cabeza, por causa de los ángeles”.
11:16 “nosotros no tenemos tal costumbre, ni las iglesias de Dios”.
14:33-34 “...como en todas las iglesias de los santos, vuestras mujeres callen en las congregaciones”.
14:37 “Si alguno se cree profeta, o espiritual, reconozca que lo que os escribo son mandamientos del Señor”.
16:1 “haced vosotros también de la manera que ordené en las iglesias de Galacia”.
La epístola no contiene instrucciones culturales, sino doctrina apostólica y “los mandamientos del Señor”. Por eso no debe haber mujeres con la cabeza descubierta en las congregaciones, ni congregación/reunión alguna donde hablen, oren en voz alta, lean en voz alta, pidan himnos, enseñen o prediquen mujeres, pues es el Señor que manda que se callen, y que aprendan en silencio con toda sujeción (1 Ti. 2:11).
La obediencia a estos claros mandatos del Señor y el apóstol inspirado eliminaría toda reunión, conferencia, estudio y retiro de hermanas, por la sencilla razón de que no tienen la aprobación del Señor, y es SUYA la Iglesia. Como creyentes, nuestras vidas, cuerpo y espíritu, son SUYAS, no nuestras (1 Co. 6:19-20). El apostól Pablo no enseñaba idiosincrasias o adaptaciones culturales, sino “todo el consejo de Dios” (Hch. 20:27), y esto incluye todo lo de 1 Corintios.
Algunas persisten citando Tito 2:3-4 como si el texto les diera permiso para lo que en otros textos está claramente prohibido. Hacen hincapié en la frase: “maestras del bien; que enseñen a las mujeres jóvenes...”. Pero malentienden, malinterpretan o tuercen el texto para sacar sus conclusiones predeterminadas y justificar lo que quieren hacer. La frase “maestras del bien” (v. 3) es una sola palabra en griego: “kalodidaskalos”, que no sigifica predicar sino “enseñando lo bueno” o maestras “...de buenas cosas”. Tiene que ver con el carácter de la mujer y su vida doméstica. No hace falta saber el griego, pues el contexto mismo da el sentido, pero lo hemos citado para que conste ante los que piensan que es importante. Si siguimos mirando al contexto cercano, los versículos 4 y 5 apuntan específicamente qué cosas deben enseñar, y no tienen nada que ver con clases bíblicas, reuniones o conferencias, sino con lo que una mujer anciana puede y debe enseñar a una mujer más joven, a nivel personal e íntima, acerca de su carácter y conducta en su hogar. Para eso no hace falta ningún púlpito o local de reunión. Además, observa que no son mujeres jóvenes, recién casadas ni con familias jóvenes, sino sólo “ancianas” las que deben enseñar esas cosas prácticas y personales. Son mujeres ancianas con la experiencia y sabiduría de haber sido fieles en los años de matrimonio y familia. Es su ministerio personal, “de tú a tú”, “vis a vis”, sin necesidad de organizar una reunión ni juntar un grupo.
Pero el feminismo se extiende de forma arrolladora, penetrando de modo casi inevitable en nuestros tiempos. Conquista e intimida, y goza de la aprobación general de la sociedad. Es enseñada en las escuelas, en la prensa, en la televisión y por todo medio posible. Los que no disciernen los tiempos, ni examinan todo (1 Ts. 5:21), aceptan esos cambios. Pero la Iglesia necesita una Palabra de su Señor, no de la sociedad.
Parece que siempre hay hermanas que resienten los mandamientos bíblicos acerca de ellas. Ésas son rebeldes y deben ser tratadas como tales. Pero otras se han contagiado sin darse cuenta. Es como un virus que infecte la mente y la actitud de una mujer, de modo que no está contenta si no está haciendo lo mismo que los hombres. Y tristemente, los hombres, buscando el favor de las mujeres, o por pereza, cobardía o ignorancia, les conceden que desarrollen ministerios y hagan cosas que no están dentro del marco bíblico. Supuestamente procuran “la libertad” o “igualdad” de la mujer, pero en realidad contribuyen a su esclavitud e insensata conformidad a la sabiduría del mundo.
El ministerio de la mujer creyente es muy importante, pero DIFERENTE. Por eso ella debe renunciar la sabiduría y la influencia del mundo, según Romanos 12:1-2, y hacer de su persona un sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, y no conformarse al mundo. Esto significa que no deja al mundo meterla en su molde, que rechace todo argumento cultural y toda faceta y meta del feminismo, y contenta acepte los trabajos y responsabilidades que Dios le otorga en Su Palabra. “No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mt. 4:4).
Carlos Knott
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