miércoles, 7 de junio de 2023

El CIELO NO ES UNA COMUNIDAD TOLERANTE

    En el cielo habrá personas de “todo de todo linaje y lengua y pueblo y nación” (Apocalipsis 5.9), porque, como dijo Jesucristo: “De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3.16). Pero es igualmente cierto que NO TODOS irán al cielo, sino solo los que arrepentidos confían en el Señor Jesucristo. Solo ellos tendrán vida eterna, “pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él” (Juan 3.36). Porque Dios es Santo y Justo, Su morada, el cielo, no es una comunidad tolerante. No habrá diversidad de creencias y prácticas en el cielo.
    En el mundo hoy se alaba la tolerancia, y muchos se glorían en su actitud tolerante y permisiva, o dicho de otra manera, no juzgan a los demás. Eso dicen, pero no es cierto, porque si un cristiano predica el evangelio, y hace hincapié en las enseñanzas de la Palabra de Dios, los “tolerantes” no lo toleran, sino lo condenan. 
    La humanidad debe aprender esto, que Dios es Rey y dueño del cielo, y ese lugar santo no es una comunidad pluralista ni una sociedad diversa. No pienses que como Dios ama a todo el mundo (Juan 3.16), por eso aceptará a todo el mundo. El amor divino provee la manera de ser salvo y perdonado. Hay que arrepentirse y confiar en el Señor Jesucristo, porque no hay otra manera de entrar en el cielo (Hechos 4.12). Por eso, nadie vendrá al Padre sino por Él (Juan 14.6). Es el único camino de salvación.
    La única razón por la que Dios “tolera” hoy todo el pecado que hay en el mundo, es porque en Su paciencia está dando oportunidad de salvarse a todo ser humano.  “... Es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento. Pero el día del Señor vendrá...”  Dios “ha establecido un día en el cual juzgará al mundo con justicia” (Hechos 17.31). Entonces terminará el tiempo de Su paciencia, y se manifestará la ira de Dios sobre toda impiedad e injusticia de hombre (Romanos 1.18).
    Respecto al cielo, si piensas que entrarás porque Dios es amor, te equivocas y estás en el camino de la perdición. El amor de Dios no es ciego, ni permisivo. Él ama la justicia y aborrece la maldad (Sal. 45.7). Respecto al cielo, Dios declara quiénes entrarán y quiénes no:

“¿No sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios? No erréis; ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los que se echan con varones, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los estafadores, heredarán el reino de Dios” (1 Corintios 6.9-10).

“Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías,  envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas; acerca de las cuales os amonesto, como ya os lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios (Gálatas 5.19-21).

No entrará en ella ninguna cosa inmunda, o que hace abominación y mentira, sino solamente los que están inscritos en el libro de la vida del Cordero” (Apocalipsis 21.27).
                                   
“Mas los perros estarán fuera, y los hechiceros, los fornicarios, los homicidas, los idólatras, y todo aquel que ama y hace mentira” (Apocalipsis 22.15).

    Dios ha declarado, y Su Palabra es firme, que no entrarán en el cielo las siguientes personas:

    · Los injustos
    · Los fornicarios
    · Los idólatras
    · Los adúlteros
    · Los afeminados
    · Los que se echan con varones
    · Los avaros
    · Los borrachos
    · Los maldicientes
    · Los estafadores
    · Los que tienen:
        · inmundicia
        · lascivia
        · hechicerías
        · enemistades
        · pleitos
        · celos
        · iras
        · contiendas
        · disensiones
        · herejías
        · envidias
        · homicidios
        · orgías
        · y cosas semejantes a estas
    · Los que hacen abominación
    · Los que aman y hacen mentira

    La sociedad puede aprobar leyes que legalicen esa clase de cosas, y aun mandar a los hombres a tolerarlas y no hablar mal de ellas. Pero no puede cambiar la verdad de Dios, pues es inmutable como Él. “Para siempre, oh Jehová, Permanece tu palabra en los cielos” (Salmo 119.89). “Sea Dios veraz, y todo hombre mentiroso” (Romanos 3.4).


    Dios ofrece la salvación a todos, pero hay una condición: FE. Solo salva a los que arrepentidos confían en Jesucristo como su Señor y Salvador. No te equivoques. El cielo no es una comunidad diversa ni tolerante. Habrá personas de diversas razas y tribus y lenguas, y que antes eran de toda clase de pecadores. Pero la gracia de Dios, por la fe en el Señor, han sido lavados, sa
ntificados y “justificados en el nombre del Señor Jesús, y por el Espíritu de nuestro Dios” (1 Corintios 6.11). Solo así es posible entrar en el cielo, el monte santo de Dios y la morada eterna de los santos. Sus puertas cerradas a todo pecador no arrepentido.
    Entonces no habrá protestas ni denuncias, porque Dios tiene la última palabra, y todo el mundo callará delante de Él. Todo aquel cuyo nombre no es hallado en el libro de la vida del Cordero (Apocalipsis 20.15;  21.27), será lanzado al lago de fuego, el tormento eterno.
    Amigo, la decisión es tuya. Si crees a Dios, te arrepientes y confíes en el Señor Jesucristo, todos tus pecados serán perdonados, y tendrás del Señor una vida nueva. Solo así podrás entrar en el cielo, porque cierto es que Dios no permitirá a los pecadores en Su presencia.


Carlos Tomás Knott

martes, 24 de enero de 2023

El Arte de Huir Bien

 


Cuando la esposa de Potifar intentó seducirlo, José hizo bien en huir. Como se suele decir: “Una retirada a tiempo es una victoria”. José fue sabio, y huyó para alejarse del pecado. Puso una buena y sana distancia entre sí y aquella mujer.

Pero otras veces huir es de cobardes, y de los que tienen mala conciencia. “Huye el impío sin que nadie le persiga, mas el justo está confiado como un león” (Pr. 28.1). El pueblo de Israel huyó ante los soldados de Hai (Jos. 7.4), pues era débil y miedoso porque había pecado en el campamento. Los hombres de Israel huyeron delante de los filisteos, cuando capturaron el arca (1 S. 4.10). Agar huyó de su señora Sarai porque le afligía (Gn. 16.6), pero Dios le mandó: Vuélvete a tu señora, y ponte sumisa bajo su mano” (Gn. 16.9).

Entonces, la cuestión es saber cuándo huir y cuándo estar firme y resistir. La Biblia nos enseña cómo actuar correctamente.

 

Sí, huye:

1. Génesis 19.17 

                  “Escapa por tu vida… escapa al monte” dijeron los ángeles a Lot. Lo sacaron de Sodoma porque estaba a punto de caer el juicio de Dios. En Números 16.34, todo Israel huyó al grito de Coré, Datán y Abiram cuando la tierra los tragó vivos al Seol, “porque decían: No nos trague también la tierra”. Es sensato huir del juicio y de la ira de Dios (Mt. 3.7). Todo ser humano debe hacerlo, esto es, arrepentirse y confiar en el Señor Jesucristo para ser salvo. Pues solo así escapará de la ira de Dios (Jn. 3.36).

 

2. Mateo 10.23            

                      El Señor instruyó a Sus discípulos que debían huir de la persecución en una ciudad, para ir a predicar en otra (véase Hch. 14.5-6).

 

3. 1 Corintios 6.18       

                      Debemos huir  y alejarnos de toda situación, relación o tentación a la inmoralidad. Así hizo José. Muchos han cometido pecado por no alejarse de la tentación. Muchos caen en pecado por estar en lugares indebidos y con personas indebidas.

 

4. 1 Corintios 10.14    

                     También debemos huir de la idolatría. Dios declara que aborrece las imágenes. Además, Colosenses 3.5 informa que la avaricia también es idolatría. Muchos ricos son idólatras, y otros también que no son ricos, pero anhelan serlo. Aman y dan gran importancia al dinero, cómo obtenerla y una vez obtenida, cómo no perderla. Es un objetivo principal en sus vidas.

 

5. 1 Timoteo 6.11       

                      Timoteo, como siervo del Señor, es amonestado a huir del amor al dinero, la codicia y el deseo de tener más. Es necesario hacer esto para seguir la justicia, la piedad, la fe, el amor, la paciencia y la mansedumbre. Si queremos pelear la buena batalla de la fe (1 Ti. 6.12), tenemos que huir – alejarnos.

 

6. 2 Timoteo 2.22        

                      “Huye también de las pasiones juveniles” es el consejo apostólico, pero hoy pocos obedecen. Esas pasiones no son solo cosas sensuales como romance y sexo. Incluyen otros deseos que suelen dominar a los jóvenes, y a los no tan jóvenes, por ejemplo, la obsesión con las diversiones – música, películas, deportes, juegos y la adicción a las redes sociales. Algunos no pueden vivir una hora sin el teléfono en la mano. Y se preocupan de la moda, la opinión de otros jóvenes, y cuántos amigos tienen. Las pasiones juveniles impiden el desarrollo espiritual y la comunión con Dios.

 

7. 2  Pedro 1.4             

                    Debemos huir de la corrupción que hay en el mundo (véase Stg. 1.27), y hay mucho  que evitar. Hay personas, lugares y actividades que evitar (Sal. 1.1) para caminar con Dios y serle útiles.

                       

No, no huyas:

1. 1 Crónicas 11.13-14   

                       No debemos abandonar lo que Dios nos ha dado. En el caso de los valientes de David, era una parcela (v. 13), porque Dios había dado esa tierra a Su pueblo y los filisteos la querían quitar. El pueblo había huido, pero Eleazar y otros valientes se pusieron en medio de la parcela y la defendieron (v. 14). Dios les dio una gran victoria. Sama defendió así un campo de lentejas que los demás habían abandonado (2 S. 23.11-12). En la iglesia, no abandonemos las doctrinas y prácticas que Dios nos ha dado – el patrón apostólico y la doctrina apostólica – “la fe que ha sido una vez dada a los santos” (Jud. 3). No intentemos llegar a un acuerdo con los que rechazan la verdad o se desvían de la sana doctrina. Cuando otros quieren quitar o modificar esto, no debemos tolerarlo ni retroceder, sino ser valientes y defender lo que Dios nos ha dado. 2 Timoteo 1.13-14 manda: Retén la forma de las sanas palabras que de mí oíste, en la fe y amor que es en Cristo Jesús.  Guarda el buen depósito por el Espíritu Santo que mora en nosotros”. No huyamos. Seamos valientes.

 

2. Nehemías 6.11         

                     “¿Un hombre como yo ha de huir?” Quisieron espantar a Nehemías con rumores y amenazas de peligros, para que abandonara el trabajo de edificar el muro. Pero él estuvo firme, confió en Dios, y terminó el trabajo.

 

2. Salmo 139.7             

                     “¿A dónde me iré de tu Espíritu? ¿Y a dónde huiré de tu presencia?” Es imposible huir del Omnipresente. Jonás lo intentó (Jon. 1.3), pero vio que aun en medio del mar Dios lo podía alcanzar. 

 

3. Juan 10.12                

                     El asalariado huye del lobo y no defiende las ovejas, pues no las ama. Solo busca cobrar su jornal. En las iglesias, los verdaderos pastores no son hombres asalariados. Siguen el ejemplo del Buen Pastor que puso Su vida por las ovejas. Se sacrifican para el bien del rebaño. No buscan peligros y conflictos, pero cuando surjan, no huyan sino son valientes para defender lo que Dios les ha dado. 

 

5. Efesios 6.11,13         

                     Ante las asechanzas y los dardos del diablo, en el día malo de conflictos y pruebas, todo creyente debe estar firme. Para eso es necesario vestirse de toda la armadura de Dios (vv. 14-18). En lo tocante al Señor y la fe, no debemos huir sino pelear la buena batalla de la fe (1 Ti. 6.12). Acerca de los vencedores leemos: “Y ellos le han vencido por medio de la sangre del Cordero y de la palabra del testimonio de ellos, y menospreciaron sus vidas hasta la muerte” (Ap. 12.11).

 Carlos Tomás Knott

 

   ¡Estad por Cristo firmes, soldados de la cruz!

Alzad hoy la bandera, en nombre de Jesús.

      Es vuestra la victoria, con Él por Capitán;

Por Él serán vencidas las huestes de Satán.

 

¡Estad por Cristo firmes! os llama Él a la lid;

¡Con Él, pues, a la lucha, soldados todos id!

   Probad que sois valientes, luchando contra el mal;

Es fuerte el enemigo, mas Cristo es sin igual.

 

 ¡Estad por Cristo firmes! las fuerzas son de Él;

El brazo de los hombres, es débil y es infiel.

Vestíos la armadura, velad en oración;

Deberes y peligros demandan gran tesón.

                                                                                                                    – George Duffield

 


viernes, 30 de diciembre de 2022

El 25 de diciembre, ¡FUM FUM FUM!

¿N A V I D A D?

El 25 de diciembre es el día señalado en nuestro calendario como el día del nacimiento, como dice el villancico "un niñito muy bonito ha nacido el el portal". Suena bien, pero, ¿es verdaderamente el día en que nació Jesucristo? ¿Son las costumbres de estas fechas de origen cristiano, o son las navidades el resultado de la unión entre el  paganismo y la cristiandad?
      Como hemos de ver, ¡el 25 de diciembre no es la fecha en que Jesucristo nació! Por ejemplo, es evidente que nuestro Salvador no nació durante el invierno, pues cuando Él nació, los pastores velaban sus rebaños en el campo. “Y había pastores en la misma tierra que velaban y guardaban las vigilias de la noche sobre su ganado” (Evangelio según S. Lucas 2.8).
     Es conocimiento común en Israel que, debido a la imtemperie, los pastores no hacen eso durante el invierno. Siempre traen sus rebaños de las montañas y los campos a los rediles antes del 15 de octubre. Con esto está abundantemente claro que Jesucristo no nació en invierno, pues toda la zona del Belén, Jerusalén y la Sefela está sujeta a nevadas y fuertes heladas hasta finales de febrero o principios de marzo.

Belén nevada, y esto no es raro

   Si no nació en diciembre, ¿cómo llegó el 25 de diciembre a ser el día que la cristiandad celebra como el dí de Su nacimiento? La historia nos da la respuesta. ¡En lugar de ser este día el nacimiento de nuestro Salvador, este era el día en que los paganos, durante muchos siglos, celebraron el nacimiento de "Deo Sol Invictus" su dios solar!

Un estudio de esto demuestra cuánto se rebajaron los responsables de la Iglesia Católica Romana en sus esfuerzos por unir el paganismo con el cristianismo, hasta el punto de poner el nacimiento de Jesucristo en una fecha que armonizaba con la celebración pagana del nacimiento del dios sol.
      Amigo, seas quién seas, si celebras en estos días la Navidad y los Reyes como algo cristiano, ¡estás equivocado! Pero lo peor es que el sentido de la verdadera Navidad ni siquiera está presente en estos días. Son fechas para la reconciliación superficial y momentánea, para organizar la gran comilona familiar. Comprar, comer, beber, reír y olvidar son los cinco verbos presentes, y ¿qué de la verdadera Navidad? ¿Qué de ese Nacimiento único y especial de Dios manifestado en carne? El que nació vino para darnos vida, no para darnos una fiesta. Jesucristo vino, nació para morir como dijo S. Pedro, llevando "nuestros pecados en Su cuerpo sobre el madero". No había árbol de navidad, sino solo la cruz, instrumento de muerte cruel del imperio romano. Pero Cristo vive, pues resucitó, y ascendió vivo al cielo - Él, no María. Cristo está sentado a la diestra de Dios Padre. Cristo, no la Iglesia, te ofrece perdón de pecados y vida eterna en virtud de Su muerte como nuestro Sustituto: el Cordero de Dios. 

     Éste es sin duda el mejor regalo. Nunca se caduca, y es gratis. No hay que pagar nada, ni se puede ganar a cambio de obras de piedad o devoción. La gracia de Dios a ti es gratis, pero esto es porque el Señor Jesucristo pagó con Su vida en la cruz. Nació, murió, resucitó, ascendió y vive a la diestra del Padre. Sólo Él puede salvar perpetuamente a todos los que por Él se acercan a Dios (Epístola a los Hebreos 7.25).
    Tú que sigues la tradición y la mayoría, y celebras en estos días la Navidad y los Reyes, reflexiona y considera que el nacimiento de Jesucristo fue para reconciliarte perpetuamente con Dios, si te arrepientes de tus pecados y confías únicamente en Él. 

    Es cierto que fue necesario Su nacimiento, pero mucho más Su muerte, ya que mediante ella, por la fe en Aquel que murió por ti, puedes obtener la salvación eterna.