domingo, 15 de marzo de 2020

¿Deben Los Cristianos Protestar O Pelear Contra El Gobierno?


"El N.T. da claras instrucciones para los creyentes en sus actitudes ante las autoridades imperiales y civiles en Ro 13:1-6, 1 P 2:13-17, Tit. 3:1. Este pasaje lleva el asunto más lejos. Los hombres que forman esta clase son frecuentemente blanco del odio. En la época del N.T. eran frecuentemente los instigadores, y administradores, de los edictos en contra de los creyentes. En los días inmediatamente posteriores a esta epístola los creyentes vivían en temor mortal a los poderes judiciales de los administradores locales. La respuesta no consistían en la rebelión o las protestas en pro de derechos civiles, sino en la oración para la salvación de aquellos hombres. Las palabras del Señor Jesús eran desde luego plenamente aplicables: 'Orad por los que os ultrajan y os persiguen', Mt 5:44. Que los nombres de tales personas fueran mencionados en público en las oraciones sería un testimonio de la gracia sobrenatural en los corazones de los creyentes".
     "Es interesante señalar que los registros históricos muestran que los creyentes judíos no tomaron parte en la rebelión que condujo a la destrucción de Jerusalén en 70 d.C. A lo largo de los siglos, por regla general la verdad expuesta en el N.T. con respecto a la administración civil ha guardado a los santos de actividades antiestatales. Es tan solo cuando el estado comienza a interferir con la obediencia debida a la palabra de Dios que surge el conflicto y que se tiene que aplicar el principio enunciado por Pedro en Hch 5:29: 'Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres'. Tanto las iglesias estatales como las antiestatales son totalmente ajenas a las Escrituras. De los creyentes como individuos se espera su obediencia a las autoridades civiles hasta donde lo permita la obediencia de ellos a la palabra de Dios".
     "Puede que a los santos les disguste un régimen comunista, pero no tienen comisión para levantarse en armas contra él; puede que no aprueben el apartheid, pero no tienen justificación escritural para fomentar la rebelión en contra de tal estado. Como individuos que son, precisan de salvación los comunistas y los capitalistas, nos negros y los blancos. Dios cambia al hombre y las instituciones cambian. Las armas no carnales del creyente acaban de ser relacionadas: esto es, rogativas, intercesiones y la acción de gracias, y éstas, ejercidas delante del trono de Dios, tienen un poder muy superior tanto al de las urnas electorales como al de las balas".

J. Allan, comentario sobre 1 Timoteo, La Biblia Enseña, Tomo 1, págs. 80-81.

viernes, 13 de marzo de 2020

Coronavirus, Asteroides y Calentamiento Global



Son tres de las preocupaciones corrientes. Para algunos son obsesiones, y su impacto es grande. En todo lugar la gente se preocupa por si morirá, o si toda vida en el planeta será extinguida por una de esas cosas u otras como ellas. Y los medios de comunicación – las noticias – el telediario – no solo informan sino se obsesionan y causan lo mismo en los demás. Levantan grandes preocupaciones, alimentan rumores e incluso causan pánico. Su constante informe de peligros, tragedias, desgracias y muertes mantiene al público sintonizado a su canal, pero no solucionan nada. Sugerimos que en lugar de permitir que la tele o la radio dicte de qué preocuparte, consideres lo que Dios, el Creador tiene que decir, porque tiene muchas advertencias y consejos, todo para nuestro bienestar.

Coronavirus
 
   En verdad simpatizamos y compadecemos con todos los que sufren del Coronavirus, y oramos por ellos. Animamos a todos a actuar prudente y puntualmente para prevenir más contagio y muerte. Como dice el refrán: “Más vale prevenir que curar”. Pero muchos no han reaccionado a tiempo, y ahora es tarde para prevenir. La demora en cosas así es dañina y fatal, y en otras cosas también. Por esta pandemia vírica vivimos tiempos dificiles que debieran recordar a todos la fragilidad y brevedad de la vida. Un escritor sagrado exclamó: “¿Qué es vuestra vida? Ciertamente es neblina que se aparece por un poco de tiempo, y luego se desvanece”. Agradecemos los esfuerzos de la ciencia y especialmente la medicina, los sacrificios personales y  las horas incansables de investigaciones, pero aunque curen una enfermedad, surge otra más difícil de tratar.  Hay dos cosas que debemos saber.
    Primero, la ciencia y la medicina, por nobles que sean, no pueden librar al mundo de enfermedades y plagas, ni traer salud perfecta o inmortalidad. ¡Ya debemos haber aprendido esto! Pero la vida en la Tierra no será extinguida por ningún terrible virus. De esto estamos seguros.
    Segundo, sepa que por mala que sea la situación corriente por este virus, y por mucha aflicción que hay, no es nada comparado con lo que se avecina.  Se nos advierte en el libro de Apocalipsis “Cuando abrió el cuarto sello, oí la voz del cuarto ser viviente, que decía: Ven y mira. Miré, y he aquí un caballo amarillo, y el que lo montaba tenía por nombre Muerte, y el Hades le seguía; y le fue dada potestad sobre la cuarta parte de la tierra, para matar con espada, con hambre, con mortandad, y con las fieras de la tierra” (Apocalipsis 6:7-8).  El cuarto jinete del apocalipsis trae el azote de muerte masiva por hambre, pestilencias, plagas y fieras. ¿Por qué?  Vendremos a esto en breve.

Asteroides & Meteoros
Algunos se preocupan por el posible impacto de un asteroide o meteoro que podría extinguir la vida o causar destrucción tan masiva que retrocederíamos a la edad de piedra.  Los astrónomos, preocupados, vigilan el espacio, calculan trayectorias e intentan darnos un aviso con tiempo. Hay investigaciones y estudios para inventar métodos para destruir o desviar al meteoro y evitar un impacto fatal. Ciertamente parece una preocupación válida. Pero, nuevamente, hay dos cosas que debes saber.
    Primero, no te preocupes, porque la vida en la Tierra no terminará por ningún choque así. Eso no quiere decir que no puede haber algún impacto, pero no será el fin del mundo, porque el mundo terminará por otra causa.
    Segundo, Apocalipsis advierte que viene un terrible impacto, no por casualidad o leyes de probabilidad, sino enviado por Dios. Considera la advertencia divina en Apocalipsis 8:10-11, “El tercer ángel tocó la trompeta, y cayó del cielo una gran estrella, ardiendo como una antorcha, y cayó sobre la tercera parte de los ríos, y sobre las fuentes de las aguas. Y el nombre de la estrella es Ajenjo. Y la tercera parte de las aguas se convirtió en ajenjo; y muchos hombres murieron a causa de esas aguas, porque se hicieron amargas”.  Es un juicio divinamente enviado desde el cielo, y no hay nada que la ciencia pueda hacer para pararlo. Es tan cierto como si ya hubiese sucedido, es decir, en la mente de Dios está hecho! Pero ¿por qué pasará?


Calentamiento Global
   

  Sí, suben las temperaturas. ¿Ha hecho así antes en la historia? Francamente no lo sabemos porque nuestros registros del tiempo no son suficientes para saber si hay antecedentes, para determinar si podría ser parte de un ciclo. Quizás no. Quizás es solamente por nuestra mala administración del planeta. Pero hay dos cosas que debes saber.
    Primero, la vida en la Tierra no será extinguida por la contaminación ni por el calentamiento global o sus repercusiones. La Biblia nos declara en términos concretos cómo vendrá el fin, y no será por el clima, y no podemos salvar al planeta.
    Segundo, por mala que sea la subida de temperaturas, no es nada en comparación con lo que viene. De nuevo, Apocalipsis nos advierte. No es una predicción, sino una declaración, un aviso. Apocalipsis  16:8-9 advierte: “El cuarto ángel derramó su copa sobre el sol, al cual fue dado quemar a los hombres con fuego. Y los hombres se quemaron con el gran calor, y blasfemaron el nombre de Dios, que tiene poder sobre estas plagas, y no se arrepintieron para darle gloria”.  El cuarto vaso de ira desde el cielo traerá el azote del calor de sol cual nunca se ha visto en la historia del mundo. No será causado por nuestra mala administración del medioambiente, sino por un fallo nuestro mucho más serio. ¿Qué es? Veremos. 

Lo Peor Todavía No Ha Llegado

 
    Probablemente alguien nos llamará aprovechados o insensibles por hablar así de estas cosas. Pero no es así. Es que Dios ha hablado largo tiempo en voz baja, y pocos le hacen caso, ¡pero ahora está gritando para despertarnos! Amigo, lamento decirte que las cosas que pasan hoy no son nada en comparación con lo que viene. Muchos no tienen ni idea de lo que está a la vuelta de la esquina y a punto de caer sobre la tierra. Cuando preguntaron a Jesucristo: “¿Qué señal habrá de tu venida, y del fin del siglo?” (Mateo 24:3), Él contestó así:

    “Mirad que nadie os engañe. Porque vendrán muchos en mi nombre, diciendo: Yo soy el Cristo; y a muchos engañarán. Y oiréis de guerras y rumores de guerras; mirad que no os turbéis, porque es necesario que todo esto acontezca; pero aún no es el fin. Porque se levantará nación contra nación, y reino contra reino; y habrá pestes, y hambres, y terremotos en diferentes lugares. Y todo esto será principio de dolores (Mateo 24:4-8)
 Guerras, rumores de guerras, pestes, hambres y terremotos – las cosas que vemos hoy, solo son los preliminares. Lo pesado todavía no ha llegado, pero falta poco. Largo tiempo ha tardado la paciencia divina. Ha dado muchos avisos, repetidas veces y con gran paciencia. Pero hemos menospreciado Su benignidad, paciencia y longanimidad, para seguir en nuestros caminos sin arrepentirnos, sin hacerle caso. Dios nos trata duramente, no porque Él sea duro, sino porque nosotros somos duros.
    “Principio de dolores” significa que vienen más dolores, y efectivamente así es. Arriba hemos citado solo tres juicios del libro de Apocalipsis. Jesucristo abrirá el libro sellado con siete sellos (Apocalipsis 6), y cada sello suelta un juicio sobre la tierra. Son tan terribles que al llegar solo al sexto sello los hombres se llenarán de pavor, se esconderán en cuevas y entre las peñas de las montañas, y clamarán: “Caed sobre nosotros, y escondednos del rostro de aquel que está sentado sobre el trono, y de la ira del Cordero;  porque el gran día de su ira ha llegado; ¿y quién podrá sostenerse en pie?” (Apocalipsis 6:16-17). Y esto solo es el comienzo.
    Al abrir el séptimo sello (Apocalipsis 8:1), siete ángeles en pie ante Dios recibirán trompetas, y las tocarán por turnos. Cada trompeta anunciará la llegada de otro juicio divino. Causarán grandes cataclismos,  desastres ecológicos y mucha mortandad. Piensa en lo que hoy nos cuesta recuperar después de un solo terremoto o un solo huracán. Cuando comienzan a caer los juicios divinos, serán mundiales, y ninguna nación podrá ayudar a otra. No habrán salido de un juicio cuando llegará el siguiente. Tan terribles serán que después de solo cuatro trompetas, un ángel volará por en medio del cielo diciendo: “¡Ay, ay, ay, de los que moran en la tierra, a causa de los otros toques de trompeta que están para sonar los tres ángeles!” (Apocalipsis 8:13). 

    Después de la séptima trompeta, aparecerán en el cielo siete ángeles con las siete plagas postreras (Apocalipsis 15:1). La voz de Dios les mandará: “Id y derramad sobre la tierra las siete copas de la ira de Dios” (Apocalipsis 16:1). Una tras otra las siete terribles copas serán derramadas. Aparecerán úlceras malignas en las personas. El mar se convertirá en sangre y morirá todo ser marino. Los ríos y las fuentes de las aguas se convertirán en sangre. No habrá agua. Él sol quemará a los hombres, y no se arrepentirán sino que blasfemarán. Luego vendrán densas tinieblas y los hombres morderán de dolor sus lenguas. El río Éufrates se secará y un enorme ejército avanzará hacia Har Meguiddó en Israel (“Armagedón” – Apocalipsis 16:16). Habrá terremotos, truenos, relámpagos y caerá enorme granizo que pesará más de 30 kilos.
    Otra vez, por mucho que suframos hoy los trastornos de un virus, o el miedo de un asteroide, o unos grados más de calor, solo son “principio de dolores”. El tiempo de la paciencia y misericordia de Dios se está acabando, y pronto vendrán los juicios apocalípticos. No son parábolas ni alegorías, sino avisos y descripciones de lo que viene. Conviene saber la razón.

La Raíz

    Hablemos ahora del porqué. Hay algo peor que los virus, los meteoros y los cambios climáticos, y a todos nos amenaza. No es un virus ni una enfermedad, pero vamos a usar la analogía de una pandemia para ayudarte a comprender. La verdad es, que todo ser humano ya tiene esta condición fatal, y si no se cura, la prognosis es muerte segura. No es una teoría. La muerte es un hecho, una realidad. Dondequiera que haya seres humanos hay sepulcros. Los ricos, poderosos, eruditos y famosos mueren como los pobres, débiles, ignorantes y desconocidos.  Estamos hablando de la raíz, la causa de todos los problemas, pasados, presentes y futuros. ¿Qué es esta cosa fatal que toda persona ya tiene, que causa tanta tristeza y muerte, y traerá esos terribles juicios divinos, apocalípticos?
    El pecado. En serio. No te rías ni hagas mueca burlona, por favor. Mantén una mente abierta y déjame terminar. La Biblia identifica así el origen de todos los problemas de la raza humana: somos pecadores, y el pecado causa la muerte. En el libro de Génesis (significa “orígenes”), Dios hizo al hombre y se reveló a él, haciendo generosa y benevolente provisión. Le dio una sencilla ley y advirtió que la muerte sería la consecuencia de la desobediencia (Génesis 2:17). Pero Adán y Eva, los únicos seres humanos en el planeta, desconfiaron y desobedecieron – lo cual es pecado. Su naturaleza sufrió un cambio, y la muerte entró tal como Dios había dicho.
    Todo aquel que desciende de estos progenitores, eso es, cada uno de nosotros, nace con esa naturaleza egoísta y desobediente. ¿Es importante el registro histórico de Génesis? ¡Créelo! ¡Jesucristo lo afirmó!  El Buen Maestro declaró que “al principio de la creación, varón y hembra los hizo Dios” (Marcos 10:6). No es una leyenda, sino palabras de un testigo ocular. Milenios más tarde, el apóstol Pablo escribió: “el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron” (Romanos 5:12). Es irrelevante si crees que eso es justo o no, pues es verdad. ¿Somos todos pecadores? ¿Eres tú un pecador? Si albergas dudas, consulta lo que Jesucristo dice que sale del corazón del hombre y le contamina, en el Evangelio según Marcos (Marcos 7:20-23). Verás descrita ahí tu condición, así como el resto de nosotros. El apóstol Pablo también declaró que “en Adán todos mueren” (1 Corintios 15:22). Tiene razón. Todos morimos, y la razón no es hallada en la biología ni en otras ramas de ciencia, sino en la Biblia. La humanidad no puede eliminar la muerte, porque la raíz es el pecado, y no podemos curar eso. La filosofía, la psicología, la sociología, la medicina, la ciencia y la religión son impotentes ante este terrible azote de la humanidad. Pero lo peor es que Dios ha obrado para salvarnos, y le resistimos y rechazamos. “Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino” (Isaías 53:6). Por eso vendrán los juicios.

La Cura Divina

 
    Solución hay, y es espiritual, pero esto no quiere decir religión. Dios tiene la cura que no falla, y hay para todos.  Pero el problema es, si eres como muchos, creerías casi cualquier cosa o persona antes que a Dios.  Y la Biblia es el único registro preciso de la historia de la humanidad y que explica cuál es nuestro problema. La liberación del pecado y sus consecuencias viene solo por creer a Dios. No es lo mismo que creer en Dios, aunque eso es un buen comienzo, pero repito, es creer a Dios – creer y confiar en lo que Él dice.
    Dios enseña que nuestro problema es el pecado. El pecado trae muerte, y todos pecamos – lo hacemos porque está en nuestra naturaleza torcida, somos esclavos del pecado y no podemos parar. Algunos intentan embellecerlo, otros son más descarados, pero está en cada uno de nosotros. Somos pecadores. ¿Crees a Dios?  Nuestro Creador sabe más que todos los antropólogos. Él que nos hizo y conoce toda nuestra historia dice: “Por cuanto todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios” (Romanos 3:23). Es una gran verdad fundamental. También dice: “el alma que pecare, ésa morirá” (Ezequiel 18:4), “los que practican tales cosas son dignos de muerte” (Romanos 1:32) y “la paga del pecado es muerte” (Romanos 6:23).
    Esto es POR QUÉ Jesucristo vino al mundo, “para salvar a los pecadores” (1 Timoteo 1:15). Pero no pudo hacer un gesto con una vara mágica ni decir algunas palabras litúrgicas. Solo hay una cosa que paga por el pecado: la muerte, no la religión, las buenas obras, las reformas personales, etc. Solo la muerte. Por eso, “Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras” (1 Corintios 15:3). Juan el bautista le señaló públicamente:  “He aquí, el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo” (Juan 1:29).  No vino solo para enseñar, hacer buenas obras o dar un ejemplo, sino para MORIR. Es la única manera que podemos ser perdonados y cambiados – salvados – si una muerte ha pagado por nuestros pecados. Él murió en lugar de cada uno de nosotros, para que seamos perdonados y salvados sin tener que morir por nuestros propios pecados. Cristo nos sustituyó. El apóstol Pedro escribió esto acerca de Cristo: “Quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero...” (1 Pedro 2:24).
    Esta es la cura divina. Nosotros pecamos, pero Jesucristo, que no pecó, murió como nuestro Sustituto. Él pagó la pena de muerte por nosotros, de modo que los que creen a Dios y confían en Jesucristo  son perdonados y reciben vida eterna en lugar de condenación. Si arrepentido de tus pecados, incluso de tus creencias equivocadas, confías única y exclusivamente en Jesucristo como tu Señor y Salvador, Él te librará del pecado y la condenación. Cristo promete: “De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida” (Juan 5:24).
    Cuando piensas en todas las cosas terribles que pasan en el mundo, y todo lo que Apocalipsis dice que sucederá, recuerda, la causa es el pecado. Dios llama a toda persona a creerle, arrepentirse y confiar en Su Hijo Jesucristo como Señor y Salvador. Ahora que lo sabes, ¿qué vas a hacer? Recuerda, la demora es perjudicial.
    Alguien lo resumió bien con esa pequeña poesía.


LA VIDA ES CORTA, LA MUERTE SEGURA,
EL PECADO, LA CAUSA, Y CRISTO LA CURA.

   
           
Carlos Tomás Knott,
12 marzo, 2020




               







           

sábado, 22 de febrero de 2020

El "Amén"

Ciertamente "amén" es una palabra bíblica, y como tal debe estar en el vocabulario de los creyentes. Pero, ¿qué significa y cómo debe usarse? Primero, no es propiedad de ciertas iglesias que siempre la gritan, ni es algo que decir cada dos por tres en las reuniones.
    Lastimosamente en algunas congregaciones las mujeres usan el “amén” para escaparse del mandato del Señor que las mujeres callen en la congregación (1 Co. 14:34), “porque no les es permitido hablar”. Por eso no se debe escuchar la voz de una mujer sola diciendo “Amén”, ni en voz baja, en las reuniones. Las hermanas pueden pensarlo y decirlo en su corazón sin salir del orden divino.
    En otras los que presiden la utilizan como animadores para evocar una respuesta vocal de los demás: “¿Amén hermanos?” y así animados, los oyentes responden “¡Amén!”. Otras personas la intercalan constantemente en sus conversaciones, diciendo “Amén” cada dos por tres. ¿Cuál es el significado y uso correcto?  Veamos, porque debemos hacer todo para la gloria de Dios.
    "Amén" significa literalmente “firme” o “fiel” y de ahí el sentido adquirido, al comienzo de un discurso: “cierto”, “verdad”, y al final: “así es” o “así sea”. El primer uso de “Amén” en la Biblia es asociado con una maldición. Ocurre en Números 5:22, como respuesta de la mujer acusada de infidelidad, cuando el sacerdote la juramenta (vv. 19-22) y anuncia la maldición de Dios sobre ella si ha sido infiel. “Y la mujer dirá: Amén, amén”.
    El siguiente uso está en Deuteronomio 27:15-26 donde Dios manda a Israel responder a cada una de las doce maldiciones pronunciadas sobre el monte Ebal. Doce veces leemos: “Y dirá todo el pueblo: Amén”.
    Aparece también en 1 Reyes 1:36; 1 Crónicas 16:36; Nehemías 5:13 y 8:6. En esta última cita Esdras bendijo a Dios en oración, y cuando terminó todo el pueblo dijo: “¡Amén! ¡Amén!”
    Después de esto aparece cuatro veces en los Salmos. Los Salmos están organizados en cinco “libros” o secciones, quizás correspondiendo a los cinco libros del Pentateuco:

    Libro 1: Salmos 1-41        “Amén y amén.” (41:13)
    Libro 2: Salmos 42-72        “Amén y Amén.” (72:19)
    Libro 3: Salmos 73-89        “Amén, y Amén.” (89:52)
    Libro 4: Salmos 90-106    “Amén”. “Aleluya” (106:48)
    Libro 5: Salmos107-150    termina solo con “Aleluya”

    En el resto del Antiguo Testamento solo se usa dos veces en el libro de Jeremías (11:5 y 28:6), y ninguna vez en los demás profetas.
    En el Nuevo Testamento la palabra griega amhvn aparece 127 veces. El Señor la utiliza mucho, primero en Mateo 5:18 donde es traducida “de cierto” para afirmar una declaración, como muchas otras veces en Sus enseñanzas (por ej.: “de cierto, de cierto” en Jn. 1:51; 3:3, 5, 11;  5:19, 24-25; 6:26, etc.). En Mateo 6:13 la usa al final del padrenuestro, para enseñarnos cómo terminar la oración.
    Fuera de este uso por el Señor, aparece al final de cada uno de los cuatro Evangelios (Mt. 28:20; Mr. 16:20; Lc. 24:53; Jn. 21:25). Es una afirmación de la veracidad de los Evangelios.
    De ahí pasamos a las epístolas y Apocalipsis. Diecinueve epístolas y el libro de Apocalipsis terminan con “Amén”, que es el mismo uso que al final de los cuatro Evangelios.
    Observa que no es una palabra que los creyentes van intercalando constantemente en su conversación, sino que se utiliza solo en ciertas ocasiones y con un propósito específico, no como coletilla. Es empleada después de bendecir a Dios o hablar de Sus atributos en Romanos 1:25; 9:5; 11:36; Gálatas 1:5; Filipenses 4:20; 1 Timoteo 1:17 y 6:16; 2 Timoteo 4:18; Hebreos 13:21; 1 Pedro 4:11 y 5:11 y Apocalipsis 1:6-7.
    1 Corintios 14:16 habla de decir “el Amén”, pero no en cualquier momento, sino cuando un hermano termina la oración de bendición o acción de gracias. Se dice como congregación, al final, no cada dos por tres, cuando entiende y está de acuerdo con lo que ha sido dicho en oración. Para esto, hay que prestar atención a las oraciones de los hermanos.
    Pablo la utiliza en su oración y deseo para los hermanos en Romanos 15:33, “Y el Dios de paz sea con todos vosotros. Amén”. También la usa en Romanos 16:24 de modo similar: “La gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con todos vosotros. Amén”.
    En Apocalipsis 5:14 los cuatro seres vivientes dicen “Amén” respondiendo a la bendición del versículo 13. En Apocalipsis 7:11-12 los ángeles, ancianos, y cuatro seres vivientes se postran y dicen “Amén” dos veces, respondiendo a la adoración. En Apocalipsis 19:4 los ancianos y cuatro seres vivientes se postran y adoran a Dios diciendo “¡Amén! ¡Aleluya!”, parecido al Salmo 106:48.  En Apocalipsis 22:20 el apóstol Juan responde a las palabras del Señor: “Amén; sí, ven, Señor Jesús”.
    También la palabra “Amén” se usa para referirse al Señor Jesucristo. En Apocalipsis 3:14 Él es “el Amén, el testigo fiel y verdadero”, cuando se dirige a la iglesia en Laodicea. Él es firme, fiel y verdadero. Sostiene a los que confían en Él, y castiga a los que no. Dice 2 Corintios 1:20 que “todas las promesas de Dios son en él Sí, y en él Amén”, lo cual nos llena de consuelo, esperanza y ánimo. Nuestro Señor cumplirá todas las promesas de Dios. ¡Ninguna faltará! Así es el Amén, el Alfa y la Omega, el principio y el fin.
    Hermanos, no es malo decir “Amén” si uno la dice correctamente. Es como la ley, que Pablo dice:  “Sabemos que la ley es buena, si uno la usa legítimamente” (1 Ti. 1:8). De igual modo, la palabra “Amén” es buena si uno la usa correctamente. No debemos estar “améneando” constantemente ni usar la palabra para excitar o estimular el ambiente en la congregación. Para el uso cotidiano tenemos palabras como “vale”, “de acuerdo”, “es verdad”, “es cierto” y “bien”.
    En todo caso, sea nuestro hablar “sí, sí; y no, no” (Mt.  5:37). Cuidemos nuestra forma de hablar, porque de cada palabra ociosa daremos cuenta al Señor (Mt. 12:36-37). Santiago 3 nos recuerda la importancia de dominar la lengua. “Sea vuestra palabra siempre con gracia, sazonada con sal, para que sepáis cómo debéis responder a cada uno” (Col. 4:6).
Carlos Tomás Knott