martes, 24 de enero de 2023

El Arte de Huir Bien

 


Cuando la esposa de Potifar intentó seducirlo, José hizo bien en huir. Como se suele decir: “Una retirada a tiempo es una victoria”. José fue sabio, y huyó para alejarse del pecado. Puso una buena y sana distancia entre sí y aquella mujer.

Pero otras veces huir es de cobardes, y de los que tienen mala conciencia. “Huye el impío sin que nadie le persiga, mas el justo está confiado como un león” (Pr. 28.1). El pueblo de Israel huyó ante los soldados de Hai (Jos. 7.4), pues era débil y miedoso porque había pecado en el campamento. Los hombres de Israel huyeron delante de los filisteos, cuando capturaron el arca (1 S. 4.10). Agar huyó de su señora Sarai porque le afligía (Gn. 16.6), pero Dios le mandó: Vuélvete a tu señora, y ponte sumisa bajo su mano” (Gn. 16.9).

Entonces, la cuestión es saber cuándo huir y cuándo estar firme y resistir. La Biblia nos enseña cómo actuar correctamente.

 

Sí, huye:

1. Génesis 19.17 

                  “Escapa por tu vida… escapa al monte” dijeron los ángeles a Lot. Lo sacaron de Sodoma porque estaba a punto de caer el juicio de Dios. En Números 16.34, todo Israel huyó al grito de Coré, Datán y Abiram cuando la tierra los tragó vivos al Seol, “porque decían: No nos trague también la tierra”. Es sensato huir del juicio y de la ira de Dios (Mt. 3.7). Todo ser humano debe hacerlo, esto es, arrepentirse y confiar en el Señor Jesucristo para ser salvo. Pues solo así escapará de la ira de Dios (Jn. 3.36).

 

2. Mateo 10.23            

                      El Señor instruyó a Sus discípulos que debían huir de la persecución en una ciudad, para ir a predicar en otra (véase Hch. 14.5-6).

 

3. 1 Corintios 6.18       

                      Debemos huir  y alejarnos de toda situación, relación o tentación a la inmoralidad. Así hizo José. Muchos han cometido pecado por no alejarse de la tentación. Muchos caen en pecado por estar en lugares indebidos y con personas indebidas.

 

4. 1 Corintios 10.14    

                     También debemos huir de la idolatría. Dios declara que aborrece las imágenes. Además, Colosenses 3.5 informa que la avaricia también es idolatría. Muchos ricos son idólatras, y otros también que no son ricos, pero anhelan serlo. Aman y dan gran importancia al dinero, cómo obtenerla y una vez obtenida, cómo no perderla. Es un objetivo principal en sus vidas.

 

5. 1 Timoteo 6.11       

                      Timoteo, como siervo del Señor, es amonestado a huir del amor al dinero, la codicia y el deseo de tener más. Es necesario hacer esto para seguir la justicia, la piedad, la fe, el amor, la paciencia y la mansedumbre. Si queremos pelear la buena batalla de la fe (1 Ti. 6.12), tenemos que huir – alejarnos.

 

6. 2 Timoteo 2.22        

                      “Huye también de las pasiones juveniles” es el consejo apostólico, pero hoy pocos obedecen. Esas pasiones no son solo cosas sensuales como romance y sexo. Incluyen otros deseos que suelen dominar a los jóvenes, y a los no tan jóvenes, por ejemplo, la obsesión con las diversiones – música, películas, deportes, juegos y la adicción a las redes sociales. Algunos no pueden vivir una hora sin el teléfono en la mano. Y se preocupan de la moda, la opinión de otros jóvenes, y cuántos amigos tienen. Las pasiones juveniles impiden el desarrollo espiritual y la comunión con Dios.

 

7. 2  Pedro 1.4             

                    Debemos huir de la corrupción que hay en el mundo (véase Stg. 1.27), y hay mucho  que evitar. Hay personas, lugares y actividades que evitar (Sal. 1.1) para caminar con Dios y serle útiles.

                       

No, no huyas:

1. 1 Crónicas 11.13-14   

                       No debemos abandonar lo que Dios nos ha dado. En el caso de los valientes de David, era una parcela (v. 13), porque Dios había dado esa tierra a Su pueblo y los filisteos la querían quitar. El pueblo había huido, pero Eleazar y otros valientes se pusieron en medio de la parcela y la defendieron (v. 14). Dios les dio una gran victoria. Sama defendió así un campo de lentejas que los demás habían abandonado (2 S. 23.11-12). En la iglesia, no abandonemos las doctrinas y prácticas que Dios nos ha dado – el patrón apostólico y la doctrina apostólica – “la fe que ha sido una vez dada a los santos” (Jud. 3). No intentemos llegar a un acuerdo con los que rechazan la verdad o se desvían de la sana doctrina. Cuando otros quieren quitar o modificar esto, no debemos tolerarlo ni retroceder, sino ser valientes y defender lo que Dios nos ha dado. 2 Timoteo 1.13-14 manda: Retén la forma de las sanas palabras que de mí oíste, en la fe y amor que es en Cristo Jesús.  Guarda el buen depósito por el Espíritu Santo que mora en nosotros”. No huyamos. Seamos valientes.

 

2. Nehemías 6.11         

                     “¿Un hombre como yo ha de huir?” Quisieron espantar a Nehemías con rumores y amenazas de peligros, para que abandonara el trabajo de edificar el muro. Pero él estuvo firme, confió en Dios, y terminó el trabajo.

 

2. Salmo 139.7             

                     “¿A dónde me iré de tu Espíritu? ¿Y a dónde huiré de tu presencia?” Es imposible huir del Omnipresente. Jonás lo intentó (Jon. 1.3), pero vio que aun en medio del mar Dios lo podía alcanzar. 

 

3. Juan 10.12                

                     El asalariado huye del lobo y no defiende las ovejas, pues no las ama. Solo busca cobrar su jornal. En las iglesias, los verdaderos pastores no son hombres asalariados. Siguen el ejemplo del Buen Pastor que puso Su vida por las ovejas. Se sacrifican para el bien del rebaño. No buscan peligros y conflictos, pero cuando surjan, no huyan sino son valientes para defender lo que Dios les ha dado. 

 

5. Efesios 6.11,13         

                     Ante las asechanzas y los dardos del diablo, en el día malo de conflictos y pruebas, todo creyente debe estar firme. Para eso es necesario vestirse de toda la armadura de Dios (vv. 14-18). En lo tocante al Señor y la fe, no debemos huir sino pelear la buena batalla de la fe (1 Ti. 6.12). Acerca de los vencedores leemos: “Y ellos le han vencido por medio de la sangre del Cordero y de la palabra del testimonio de ellos, y menospreciaron sus vidas hasta la muerte” (Ap. 12.11).

 Carlos Tomás Knott

 

   ¡Estad por Cristo firmes, soldados de la cruz!

Alzad hoy la bandera, en nombre de Jesús.

      Es vuestra la victoria, con Él por Capitán;

Por Él serán vencidas las huestes de Satán.

 

¡Estad por Cristo firmes! os llama Él a la lid;

¡Con Él, pues, a la lucha, soldados todos id!

   Probad que sois valientes, luchando contra el mal;

Es fuerte el enemigo, mas Cristo es sin igual.

 

 ¡Estad por Cristo firmes! las fuerzas son de Él;

El brazo de los hombres, es débil y es infiel.

Vestíos la armadura, velad en oración;

Deberes y peligros demandan gran tesón.

                                                                                                                    – George Duffield

 


viernes, 30 de diciembre de 2022

El 25 de diciembre, ¡FUM FUM FUM!

¿N A V I D A D?

El 25 de diciembre es el día señalado en nuestro calendario como el día del nacimiento, como dice el villancico "un niñito muy bonito ha nacido el el portal". Suena bien, pero, ¿es verdaderamente el día en que nació Jesucristo? ¿Son las costumbres de estas fechas de origen cristiano, o son las navidades el resultado de la unión entre el  paganismo y la cristiandad?
      Como hemos de ver, ¡el 25 de diciembre no es la fecha en que Jesucristo nació! Por ejemplo, es evidente que nuestro Salvador no nació durante el invierno, pues cuando Él nació, los pastores velaban sus rebaños en el campo. “Y había pastores en la misma tierra que velaban y guardaban las vigilias de la noche sobre su ganado” (Evangelio según S. Lucas 2.8).
     Es conocimiento común en Israel que, debido a la imtemperie, los pastores no hacen eso durante el invierno. Siempre traen sus rebaños de las montañas y los campos a los rediles antes del 15 de octubre. Con esto está abundantemente claro que Jesucristo no nació en invierno, pues toda la zona del Belén, Jerusalén y la Sefela está sujeta a nevadas y fuertes heladas hasta finales de febrero o principios de marzo.

Belén nevada, y esto no es raro

   Si no nació en diciembre, ¿cómo llegó el 25 de diciembre a ser el día que la cristiandad celebra como el dí de Su nacimiento? La historia nos da la respuesta. ¡En lugar de ser este día el nacimiento de nuestro Salvador, este era el día en que los paganos, durante muchos siglos, celebraron el nacimiento de "Deo Sol Invictus" su dios solar!

Un estudio de esto demuestra cuánto se rebajaron los responsables de la Iglesia Católica Romana en sus esfuerzos por unir el paganismo con el cristianismo, hasta el punto de poner el nacimiento de Jesucristo en una fecha que armonizaba con la celebración pagana del nacimiento del dios sol.
      Amigo, seas quién seas, si celebras en estos días la Navidad y los Reyes como algo cristiano, ¡estás equivocado! Pero lo peor es que el sentido de la verdadera Navidad ni siquiera está presente en estos días. Son fechas para la reconciliación superficial y momentánea, para organizar la gran comilona familiar. Comprar, comer, beber, reír y olvidar son los cinco verbos presentes, y ¿qué de la verdadera Navidad? ¿Qué de ese Nacimiento único y especial de Dios manifestado en carne? El que nació vino para darnos vida, no para darnos una fiesta. Jesucristo vino, nació para morir como dijo S. Pedro, llevando "nuestros pecados en Su cuerpo sobre el madero". No había árbol de navidad, sino solo la cruz, instrumento de muerte cruel del imperio romano. Pero Cristo vive, pues resucitó, y ascendió vivo al cielo - Él, no María. Cristo está sentado a la diestra de Dios Padre. Cristo, no la Iglesia, te ofrece perdón de pecados y vida eterna en virtud de Su muerte como nuestro Sustituto: el Cordero de Dios. 

     Éste es sin duda el mejor regalo. Nunca se caduca, y es gratis. No hay que pagar nada, ni se puede ganar a cambio de obras de piedad o devoción. La gracia de Dios a ti es gratis, pero esto es porque el Señor Jesucristo pagó con Su vida en la cruz. Nació, murió, resucitó, ascendió y vive a la diestra del Padre. Sólo Él puede salvar perpetuamente a todos los que por Él se acercan a Dios (Epístola a los Hebreos 7.25).
    Tú que sigues la tradición y la mayoría, y celebras en estos días la Navidad y los Reyes, reflexiona y considera que el nacimiento de Jesucristo fue para reconciliarte perpetuamente con Dios, si te arrepientes de tus pecados y confías únicamente en Él. 

    Es cierto que fue necesario Su nacimiento, pero mucho más Su muerte, ya que mediante ella, por la fe en Aquel que murió por ti, puedes obtener la salvación eterna.

domingo, 27 de noviembre de 2022

¿La Navidad Está En El Evangelio Según Lucas?

     Un amigo cristiano comentó a otros creyentes que él no celebra la Navidad. “¿Por qué?” le dijeron. Respondió que no la halla en la Biblia. A eso exclamaron: “¡Qué dices! ¿No has leído el Evangelio de Lucas?

            Al oír eso de mi amigo, aunque he leído la Biblia numerosas veces, pensé que tal vez no me di cuenta de algo. Así que, me puse a leer otra vez el evangelio de Lucas, poniendo atención cuidadosa al asunto de la Navidad. Lucas fue divinamente inspirado, y además, un hombre inteligente, y un historiador diligente y cuidadoso. Entre sus primeras palabras están éstas: me ha parecido también a mí, después de haber investigado con diligencia todas las cosas desde su origen, escribírtelas por orden, oh excelentísimo Teófilo, para que conozcas bien la verdad de las cosas en las cuales has sido instruido (Lc. 1.3-4). “Todas las cosas desde su origen” – seguramente, si la Navidad es una práctica cristiana, estará en el Evangelio de Lucas. Así que, leí con confianza y anticipación, y sin embargo, a pesar de mi diligencia no pude hallar ninguna celebración de Navidad. ¿Acaso existe alguna versión apócrifa de Lucas, que menciona la Navidad?

        Oh, sí, por supuesto leí y consideré cuidadosamente cómo los ángeles anunciaron aquella noche maravillosa el Nacimiento de nuestro Señor. He aquí el texto:

Y he aquí, se les presentó un ángel del Señor, y la gloria del Señor los rodeó de resplandor; y tuvieron gran temor. Pero el ángel les dijo: No temáis; porque he aquí os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo: que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es CRISTO el Señor. Esto os servirá de señal: Hallaréis al niño envuelto en pañales, acostado en un pesebre. Y repentinamente apareció con el ángel una multitud de las huestes celestiales, que alababan a Dios, y decían: ¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres!” (Lc. 2.9-14).

   El glorioso anuncio angélico a los pastores de Belén, del nacimiento de Cristo fue acompañado de una multitud de ángeles que alababan a Dios. Fue un breve pero asombrosamente poderoso heraldo de Su venida, hecho por ángeles, no por seres humanos. No lo llamaron “Navidad”, ni fue repetido jamás, ni exhortaron a los hombres a celebrar ni a conmemorar el suceso. Los del cielo lo sabían cuando Él fue enviado, cuando llegó, y cuál era Su misión. Para los hombres todo eso era una sorpresa inesperada. Nada en aquel suceso se parece a la celebración de Navidad en nuestro mundo.

     Los pastores fueron a prisa a Belén para ver esa maravilla, y hallaron a José, María y al Niño recién nacido y puesto en un pesebre. No estaban ahí los magos, como aparecen hoy en los “belenes” o “nacimientos”. Leemos en Mateo de la llegada posterior de esos magos, y el texto infiere que habían pasado alrededor de dos años (Mt. 2.16). Cristo y Sus padres estaban en una casa, no en el establo (Mt. 2.11). No menciona Lucas ninguna celebración de parte de los pastores, ni dice Mateo que los magos celebrasen. Nadie marcó la fecha, sino Herodes que quería matar al Niño.

     Así que, para examinar al fondo, consulté a los otros Evangelios, pero no hallé en ellos mención alguna de la Navidad. Después, leí el libro de Hechos, también escrito por Lucas, para ver exactamente qué hacían los primeros cristianos, y qué enseñaban los apóstoles. Sabemos que las ordenanzas bíblicas son anunciadas en los Evangelios, practicadas en Hechos y enseñadas en las Epístolas.  Pero en Hechos no hay nada que hable de hacer memoria, conmemorar o celebrar el nacimiento de Cristo, ni una vez. No fue enseñado ni practicado por los cristianos apostólicos. Ellos sí recordaban al Señor, y le honraban al guardar la Cena del Señor como Él mandó. Volviendo al Evangelio de Lucas, leí estas palabras del Señor: “Haced esto en memoria de mí” (Lc. 22.19). Hablaba de recordar Su muerte, no Su nacimiento.

      Entonces, seguí mis investigaciones, y leí las Epístolas en busca de la Navidad, por si tal vez fue instituido en las Iglesias como parte de la “doctrina apostólica” (Hch. 2.42). Las Epístolas son inspiradas por Dios y útiles; son ricas y profundas en doctrina y práctica. Pablo afirmó a Timoteo: “Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra” (2 Ti. 3.16-17). Así que, si algunos celebran Navidad y enseñan a sus hijos y otros a perpetuar la tradición, debe haber alguna base bíblica, pues la Escritura inspirada es útil para enseñar e instruir. No solo eso, sino también en las Escrituras tenemos todo lo que necesitamos para equiparnos para toda buena obra (v. 17). Extrañamente, no hallé la Navidad, pues no es mencionada en ninguna epístola. No se basa en ninguna doctrina o instrucción cristiana.

            Así que, habiendo leído el Evangelio de Lucas y todo el resto del Nuevo Testamento, el resultado es que no hallo ninguna conmemoración ni fiesta de Navidad de parte de los apóstoles y los primeros cristianos. No hay enseñanza ni ejemplo que fuese comunicado a las iglesias. No es parte de la Escritura inspirada por Dios y útil, que es suficiente para prepararnos para toda buena obra.

    Allí no hay música navideña – ni villancicos, ni programas especiales de Navidad, ni decoraciones navideñas. Ni siquiera los ángeles adornaron los campos, los árboles o las casas de Belén. En las Escrituras no hay árboles de Navidad, ni corona navideña, y nadie usaba muérdago, ni luces especiales en las casas, ni mucho menos ponían escenas del nacimiento (belenes), porque “no te harás imagen” (Éx. 20.4; Dt. 4.15-16). 

     Los creyentes y las iglesias en las Escrituras no guardaban como festivo ese día, ni intercambiaban regalos, ni celebraban con una cena especial en nochebuena, ni dulces especiales para la fecha. La Biblia carece de registro de esas cosas, y ella debe ser nuestra guía. En las Escrituras tampoco hay

Papá Noel, elfos, renos ni regalos. Ahí no aparece el pequeño tamborilero, ni Frosty el muñeco de nieve. Nada de todo eso está en la Biblia, no porque hubiera un Grinch que robó la Navidad, ni porque un tacaño como Ebenezer Scrooge desdeñara la fiesta. Es simplemente porque la Navidad no fue enseñada ni practicada en las iglesias.

            Quizás podríamos usar la palabra apócrifa (gr. apokryptein, “esconder”) respecto a la Navidad, porque ciertamente viene de una fuente ausente de las Escrituras, y parece que pocos saben y muchos no quieren saber de dónde. Los orígenes no son espirituales, y por eso como mucho son de dudosa fidelidad, y en el peor de los casos son paganos. La Enciclopedia Británica define así la palabra apócrifa: “en literatura bíblica, son obras fuera del canon aceptado de las Escrituras”. Si existen obras que enseñan la Navidad, ¡están fuera del canon bíblico! La Británica también comenta: “en su sentido más amplio, apocrypha ha venido a significar cualquier escrito de dudosa autoridad”. Eso incluiría cualquier obra que enseña la Navidad como práctica cristiana, porque no está en la Biblia.

     En conclusión, sí, he leído el Evangelio de Lucas, todo el Nuevo Testamento, y toda la Biblia. Puedo declarar con confianza que no contienen ninguna celebración humana, ni personal ni eclesial, de la Navidad. Las iglesias en tiempos apostólicos no celebraban anualmente el nacimiento de Jesucristo. No existe enseñanza apostólica sobre la cual fundar la Navidad, ni ejemplo ni precedente bíblico alguno. Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que usa bien la palabra de verdad. Mas evita profanas y vanas palabrerías, porque conducirán más y más a la impiedad” (2 Ti. 2.15-16). Para ser aprobado por Dios, debemos estudiar diligentemente las Escrituras, y caminar en Su santa luz. Cualquiera manera de hablar que usa mero razonamiento humano o apela a la tradición o el sentimentalismo para justificar una práctica no bíblica podría ser considerado como profana y vana palabrería.

            Dios no se agradó del invento de Caín, cuando trajo una ofrenda como le pareció, aunque lo ofreció al Señor. Nadab y Abiú ofrecieron fuego extraño, no a los ídolos, fíjate, sino a Jehová, pero fueron muertos instantáneamente porque violaron las instrucciones divinas. En cierto sentido, por su comportamiento, ellos añadieron a las Escrituras, no por escrito, sino por sus hechos y ejemplo, cuando añadieron algo que Dios no mandó. No honramos al Señor cuando inventamos o improvisamos, sino cuando obedecemos. ¿Qué agrada al Señor? No es ningún misterio, pues Su Palabra nos declara cómo debemos ser y vivir. “Ciertamente el obedecer es mejor que los sacrificios” (1 S. 15.22). El Señor se agrada y es honrado cuando nos reunimos cada semana para recordarle y anunciar Su muerte, hasta que Él venga.

 Carlos Tomás Knott