Alguien escribió recientemente para objetar a esta expresión: “Dios aborrece al pecado pero ama al pecador”. Dijo que no debemos usarla, porque no aparece en la Biblia una frase que diga esas palabras exactas: “Dios ama al pecador”.
Pero, ¿es válida su objeción? Es cierto que la Palabra de Dios no utiliza exactamente esas palabras, pero como en todo artículo o comentario, el escritor utiliza sus palabras para explicar o comentar algo de la Palabra de Dios. De otro modo, no tendríamos libros de comentarios ni guías de estudios escritos por hombres. Hay que sopesar todo a la luz de la Palabra, por supuesto: “¡A la ley y al testimonio!” (Is. 8.20). Debemos escuchar atentamente, y escudriñar las Escrituras (Hch. 17.11), para ver si las enseñanzas de los hombres cuadran con ellas.
¿Qué dice la Escritura acerca del pecador y el amor de Dios? En Romanos, donde tenemos la doctrina del evangelio, los primeros capítulos no hablan de amor sino de impiedad, injusticia, ira, juicio y muerte. Del 1.18 al 3.20 vemos toda la humanidad en su condición rebelde, perdida y condenada. De ahí que no es lo más sabio comenzar la evangelización con declaraciones como: “Dios te ama amigo”, o “Acepta a Cristo”, porque hablar así es poner el carro antes del caballo. El Espíritu Santo trabaja en el mundo para convencer a los hombres de pecado, justicia y juicio venidero (Jn. 16.8). El primer paso es convicción de pecado, así que, no adelantemos al Espíritu Santo, pues no es sabio hacerlo (Pr. 11.30).
Si estudiamos los primeros cinco capítulos de Romanos, podemos apreciar la cantidad del texto sagrado que es dedicado a describir la deplorable condición de la raza humana. El propósito es anunciar la justicia y la ira de Dios, a fin de que haya convicción del pecado, antes de explicar la obra de Dios para justificar al pecador que cree (3.21-4.25). De ahí pasamos a Romanos 5.6-10 y consideramos cómo y a quiénes declara Dios Su amor. Toda la obra de redención es una expresión del amor de Dios a la humanidad.
6 Porque Cristo, cuando aún éramos débiles, a su tiempo murió por los impíos.
7 Ciertamente, apenas morirá alguno por un justo; con todo, pudiera ser que alguno osara morir por el bueno.
8 Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros.
9 Pues mucho más, estando ya justificados en su sangre, por él seremos salvos de la ira.
10 Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida.
Tenemos delante lo que dice la Palabra de Dios acerca de Su amor y la condición perdida de la humanidad. El verso 6 informa que éramos “débiles” (quiere decir: “impotentes”, incapaces de hacer nada para merecer el favor de Dios). Describe a todo ser humano. Pero estando nosotros, los seres humanos, en esa condición, declara que Cristo “murió por los impíos”, no “por los creyentes”, sino usa el término que describe la humanidad sin excepción. Romanos 5 da varias palabras que describen a toda la humanidad:
· débiles (v. 6) ¿Quiénes son los débiles? Todos los seres humanos.
· impíos (v. 6) ¿Cuántos seres humanos son impíos? Todos.
· pecadores (v. 8) ¿Cuántos son pecadores? “Por cuanto todos pecaron...” (Ro. 3.23).
· enemigos (v. 10) ¿Quiénes son los enemigos de Dios? Por naturaleza, todo ser humano.
Está claro que todo ser humano se ve reflejado en esas palabras. No habla de “escogidos y reprobados”, sino echa a todos en el mismo saco, como dice Romanos 3.9, “todos están bajo pecado”. Claramente “todos” no habla de los escogidos o los creyentes, sino de la humanidad. Y para explicar y enfatizar todavía más esta importante verdad, los versos del 12 al 21 explican la condición caída y arruinada de todo ser humano descendido de Adán, pues “el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron” (v. 12).
No hay nada en el contexto que indique que eso habla de unos pero no de otros. Toda la humanidad está bajo consideración, pues todos hemos nacido como descendientes de Adán, y estamos contaminados con el pecado.
Volvamos ahora a meditar en el verso 8. Hablando de débiles, impíos, y pecadores, dice: “Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros”. El claro sentido es que Dios ama a los pecadores – pues “nosotros” se refiere en primer lugar a la humanidad en su pecado y condición perdida. Según Romanos 5.8, es cierto que Dios ama a los pecadores y lo mostró cuando envió a Cristo a morir por ellos.
¿No es eso lo que dice Juan 3.16 que habla del amor de Dios? “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”. Al decir que “amó Dios al mundo”, nadie queda excluido. En este verso, “Mundo” (gr. kosmos) no se refiere al planeta, ni al sistema de este mundo, sino a los habitantes del mundo, como dice Vine en su diccionario: “por metonimia, la raza humana”, indistintamente.
Pero los calvinistas enseñan que Dios no ama al mundo – la raza humana, ni a todo pecador, sino solo a los que Él soberanamente escogió salvar. Alegan que Dios no quiere salvar a todos, y que Cristo no murió por todos. Pero su versión del amor de Dios no cuadra con lo que dice la Biblia. Ya que queremos ceñirnos a la Palabra de Dios, debemos aceptar lo que ella dice, aunque contradiga a los teólogos. La Palabra de Dios declara que Dios amó al mundo. Y sabemos de Romanos 5.6-10 qué clase de personas están en el mundo. Toda la raza human se ve retratada. No hay sino débiles, impíos, pecadores y enemigos. Todo descendiente de Adán se comprende en el capítulo 5.12-21. Romanos 3.23 declara: “por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios”.
¡Es maravilloso, y una buena nueva, cuando Romanos 5.8 declara que Dios manifiesta Su amor a los pecadores, pues eso incluye a todo ser humano, como Juan 3.16 dice. No cabe duda que Dios ama al pecador, porque Su Palabra nos enseña esta verdad en esos textos y otros. Dios por supuesto ama a los creyentes de manera especial, pues por la fe son Sus hijos, y nada puede separarlos de Su amor (Ro. 8.35-39). Es amor paterno. Pero la Escritura declara que Dios también ama a los que están muertos en delitos y pecados. Por eso, obró para hacer posible la salvación para todos, sin excepción. 1 Timoteo 4.10 enseña esto.
1 Juan 2.2 informa: “Y él es la propiciación por nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo”. En este verso se comprende dos grupos: los creyentes, y “todo el mundo” – es decir, los demás, que no son creyentes. Dios proveyó propiciación para todos, y eso manifiesta Su amor a todos (Ro. 5.8). Luego los que no se salvan, se perderán por su propia culpa, no porque falta del amor divino. No es que faltara amor y provisión de parte de Dios, sino que ellos despreciaron Su provisión, y rehusaron creer (Jn. 3.36).
1 Timoteo 2.4 nos habla de la voluntad de Dios. ¿Qué es lo que Dios quiere? “El cual quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad”. No “todos los escogidos” sino “todos los hombres”. “Hombres” es la palabra griega “anthropos”, y explica el sr. Vine que significa “ser humano”, es decir, la humanidad, la raza humana, pues es objeto del amor de Dios.
Así que, es cierto que la frase: “Dios ama al pecador”, no se halla exactamente así en la Biblia, pero no por eso deja de ser verdad, pues vemos claramente que Dios ama al mundo, a los débiles, a los impíos, a los pecadores, y a los enemigos. Tales palabras describen de igual manera a todos los seres humanos. “...Todos están bajo pecado” (Ro. 3.9), y “todos” no habla de escogidos, sino de todo el mundo, toda la humanidad. Por lo tanto, es correcto afirmar que Dios ama al pecador, y desea su salvación. Los que enseñan que Dios no ama al pecador tergiversan la enseñanza de la Palabra de Dios. A los tales decimos en las palabras de Hebreos 5.12, “...tenéis necesidad de que se os vuelva a enseñar cuáles son los primeros rudimentos de las palabras de Dios; y habéis llegado a ser tales que tenéis necesidad de leche, y no de alimento sólido”.
Carlos Tomás Knott
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