Los tiempos de los jueces representan una de las épocas más confusas y tristes en la historia de la nación de Israel. No había rey, y cada uno hacía lo que le parecía. El libro de Rut comienza durante esos tiempos, y vemos en el primer capítulo el espíritu de aquel entonces. Elimelec y Noemí, como muchos, hicieron lo que les pareció, y en su caso eso era abandonar a Belén e irse a Moab. Vemos en ellos malas prioridades y decisiones, alejamiento de Dios y del pueblo de Dios, malas amistades y alianzas con los incrédulos, yugos desiguales, esterilidad, muerte y amargura. Pero, aunque comience así, el libro de Rut nos enseña algo sobremanera bueno que sucedió en ese tiempo. El libro enseña también la providencia divina, misericordia, bondad y bendición. Aquí hallamos el enlace entre los tiempos sin rey y la venida del reino de David. El linaje del rey David resulta ser el linaje también de Cristo, como Mateo 1.1-6 enseña. Así que, Rut presenta la providencia de Dios, que obra a veces silenciosa pero siempre poderosamente en las “circunstancias” de la historia, para el bien de Su pueblo.
La Ida (vv. 1-5)
v. 1 “Aconteció en los días que gobernaban los jueces, que hubo hambre en la tierra. Y un varón de Belén de Judá fue a morar en los campos de Moab, él y su mujer, y dos hijos suyos”.
La historia comienza en Belén de Judá, pero en el primer verso se traslada a los campos de Moab. La primera parte tiene que ver con una familia pródiga: Elimelec, Noemí e hijos. En los días de los jueces cada uno hacía lo que bien le parecía (Jue. 17.6; 21.25). Todos los males manifestados en Jueces radican en que olvidaron a Dios, no tuvieron fe, y vivieron de manera egoísta. Los jueces produjeron solo cambios temporales, y parece que con el paso del tiempo tuvieron cada vez menos impacto. Uno de los últimos de ellos fue Sansón, un hombre de pasiones descontroladas, murió ciego y cautivo. Sabemos que Dios castigaba a Israel de varias maneras, incluso con hambre. En una época eso fue por invasión de los madianitas y amalecitas que destruyeron los frutos de la tierra (Jue. 6.3-6). Deuteronomio 28 y 32 contienen advertencias de juicios divinos de sequías y hambre por la desobediencia de la nación. El libro de Rut comienza en uno de esos tiempos.
Así que, las circunstancias eran malas y difíciles de soportar. “Hubo hambre en la tierra”. No controlamos las circunstancias, sino nuestra respuesta a ellas. ¿Qué hacemos en tiempos difíciles? Elimelec respondió abandonando lo que Dios le había dado, y llevó a su familia lejos del Señor, a una tierra que no les pertenecía. El texto no menciona nada de oración, ni de buscar consejo o ayuda, ni de familia, ni de los ancianos de su pueblo, ni de los sacerdotes. La tentación era ir a otro lugar donde había pan – fuera donde fuera. Abraham se equivocó en tiempos de hambre y descendió a Egipto (Gn. 12.10). Dios no le dirigió a Egipto – solo fue por la lógica, y de ahí tuvo que volver al lugar donde había hecho altar a Dios. Más tarde su hijo Isaac pensaba hacer lo mismo, pero Dios le paró (Gn. 26.2). Debemos siempre buscar y seguir la voluntad de Dios, como Santiago 4.15 aconseja: “Si el Señor quiere, viviremos y haremos esto o aquello”. ¿Cómo sabemos hoy lo que el Señor quiere? No por sentimientos ni visiones ni voces, sino mediante Su infalible Palabra (Sal. 119.105), y el consejo bíblico de los que Él ha puesto para velar por nuestras almas (He. 13.17).
Elimelec y su casa ilustran lo que sucede cuando no somos guiados por el Señor. Ilustran las personas que no viven por fe sino por circunstancias. Su vida es una serie de reacciones lógicas o impulsivas a sus circunstancias. Estaban en un buen lugar. “Belén” significa “casa de pan”, y era el pueblo natal de Aquel que es el Pan de vida (Jn. 6.35, 48). “Judá” significa “alabanza”, y es la tribu del Mesías, alabado sea Dios. En Josué 15 Dios había asignado a la tribu de Judá su territorio. Así que, vivían en un lugar donde Dios prometió bendición. Nos recuerda la promesa posterior de Jehová a David – pan y alabanza. “Bendeciré abundantemente su provisión; a sus pobres saciaré de pan. Asimismo vestiré de salvación a sus sacerdotes, y sus santos darán voces de júbilo” (Sal. 132.15-16). Pero esta familia, en la prueba de hambre y escasez, cometió el error de marcharse sin la guía de Dios, a otro lugar para buscar una vida mejor. Fallaron por su poca fe y su decisión independiente. No dijeron como Habacuc: “Aunque la higuera no florezca, ni en las vides haya frutos, aunque falte el producto del olivo, y los labrados no den mantenimiento, y las ovejas sean quitadas de la majada, y no haya vacas en los corrales; con todo, yo me alegraré en Jehová, y me gozaré en el Dios de mi salvación” (Hab. 3.17-18). ¡Qué noble y admirable hubiera sido comportarse así, pero si no hay fe, no es posible! En lugar de eso, desearon ir a Moab para aliviar sus dificultades.
Samuel Ridout comenta que en la Biblia el hambre era el llamado divino al arrepentimiento (Dt. 28.15-17, 23, 38). [1] Todavía es así, y a veces incluso una asamblea tiene de qué arrepentirse (Ap. 2.5). Dios nos castiga y nos prueba para humillarnos y enseñarnos, para que nos volvamos a Él, no para que nos alejemos. Pero tristemente, muchas veces no somos sensibles sino resentidos y obstinados. Por el profeta Amós Dios dijo: “Os hice estar a diente limpio en todas vuestras ciudades, y hubo falta de pan en todos vuestros pueblos; mas no os volvisteis a mí, dice Jehová” (Am. 4.6). Así fue el caso de Elimelec y familia. Su motivación fue el pan, no el plan de Dios. Podríamos pensar que solo Elimelec era culpable, pero si seguimos el texto veremos que Noemí tuvo su parte y también fue castigada. Algunas veces eso pasa eso en un matrimonio, que la esposa se hace la víctima ante los demás, pero en casa ella se queja y presiona al marido a salir y buscar una vida mejor para ella y los hijos. Fuese cual fuese el caso, a Noemí esa decisión le costó su familia, pero a Elimelec le costó la vida. Debemos recordar que las decisiones tienen consecuencias. Ante las pruebas, debemos humillarnos, examinarnos, y orar, no solo pidiendo ayuda, sino en palabras del Salmo 26.2, “Escudríñame, oh Jehová, y pruébame; examina mis íntimos pensamientos y mi corazón”. Y como dice el Salmo 139.23-24, “Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis pensamientos; y ve si hay en mí camino de perversidad, y guíame en el camino eterno”. De haber procedido así, Elimelec nunca habría ido a Moab. Y si nosotros aprendemos a proceder así, tampoco iremos a lugares donde Dios no quiere que estemos.
En nuestros tiempos hay quienes abandonan su país, familia y asamblea para ir, incluso ilegalmente, a un lugar donde pretenden ganar dinero. Su proceder no es “si el Señor quiere” (Stg. 4.15), sino lo que ellos quieren: dinero y comodidad. Deciden por su cuenta ir a lugares donde no hay asamblea, o sin saber siquiera si hay una. Se atreven a entrar de manera ilegal en otros países. Esto incluye el entrar fingiéndose turistas, cuando su plan es quedarse y trabajar, lo cual es ilegal. La Palabra de Dios habla claramente: “Por causa del Señor someteos a toda institución humana, ya sea al rey, como a superior, ya a los gobernadores” (1 P. 2.13-14). Pero para tales personas, lo principal es el trabajo y el dinero, no la Palabra de Dios ni Su voluntad. Todo lo manipulan a gusto y capricho suyo. Una persona llamó a un misionero preguntando dónde se podía congregar en cierta ciudad. En la conversación se descubrió que hacía dos años que vivía en ese lugar, y solo entonces buscaba donde congregarse. ¿Por qué? Porque francamente, no viajó pensando en su vida espiritual – porque no fue su prioridad. Poderoso caballero es don dinero, y muchos lo permiten dirigir sus vidas. Primero deciden dónde van a ir, vivir y trabajar, y luego, como algo extra, no esencial, tal vez preguntan dónde congregarse. La manera de hacer las cosas indica cuáles son sus valores y su condición espiritual. Todo tiene su explicación, pero no todo tiene bendición.
extracto del capítulo 1 del Comentario sobre Rut por Carlos Tomás Knott, Libros Berea
[1] Samuel Ridout, Judges and Ruth (“Jueces y Rut”), Loizeaux, Neptune, New Jersey, 1980.