“Por lo cual puede también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos” (Hebreos 7:25)
Muchas personas en Andalucía conocen y veneran al “Jesús del Perdón”, un Cristo de
cara triste, cargando su cruz. Pero qué triste pensar que muchísimos feligreses católico romanos, pese a su devoción, no tienen la certeza del perdón de todos sus pecados. Algunos son sinceros y fieles a sus tradiciones religiosas, pero su “cristo” no está vivo. Es una imagen que no ve, ni oye, ni habla, ni salva. ¿Es realmente el Jesús del Perdón? Y me pregunto: ¿qué perdón? o ¿cuánto perdón?, ya que el perdón es algo que el ningún católico romano nunca obtiene completamente en esta vida. Antes, va detrás de ello durante todos sus años. Pues si lo tuviera, no tendría que recibir el sacramento de la extrema unción cuando muere. Si lo tuviera, no tendría que confesarse para que sean absueltos sus pecados. Si lo tuviera, no tendría que repetir el Acto Penitencial en cada misa, implorando a la Virgen, al arcángel Miguel, a los apóstoles y santos que rueguen por él porque ha pecado muchas veces y de muchas maneras. Está clarísimo que el católico romano no entiende ni conoce el perdón bíblico, ni mucho menos el verdadero Cristo del perdón. Amigo lector, ¿es tu “cristo” uno que no da el perdón completo, permanente y final en esta vida? Entonces, no es el verdadero Cristo de la Biblia.
¿Quién puede salvar?
Según Hebreos 7:25, Jesucristo es el Salvador. Sólo Él. San Pedro lo sabía y lo predicaba, pero la iglesia católica, aunque dice que Pedro era el primer Papa, no cree lo que él dijo: “En ningún otro hay salvación, porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos” (Hechos 4:12). Los que realmente somos apostólicos creemos lo que los apóstoles predicaron. ¿Y tú, amigo, crees a los santos apóstoles? El Señor Jesucristo dijo: “yo soy la puerta; el que por mí entrare, será salvo” (S. Juan 10:9). Los que realmente somos cristianos apostólicos creemos lo que el Señor Jesucristo dijo. ¿Es así contigo? No hay salvación en la Iglesia Católica Romana, ni en sus sacramentos, ni en la Virgen ni los demás santos. No digo esto despectivamente en cuanto a los santos, pues los verdaderos santos también creyeron y creen que Jesucristo nuestro Salvador es el único salvador que hay. Pero, mi amigo, si no conoces esta clase de perdón completo y salvación eterna, aunque digas que crees en Cristo, no le has conocido realmente, porque quienes le conocen, tienen este perdón. ¡Todos los pecados perdonados! ¿No te suena bien? Ya no hay más confesionario y misa porque el perdón viene directamente del Cristo del Perdón. Si tu “cristo” no es así, entonces te han dado gato por liebre.
Muchos confían en María para que ella les socorra, pero ella no puede salvar a nadie. María dijo que su alma alababa a Dios su Salvador, pues ella necesitaba también un salvador, y este Salvador único y poderoso es Dios el Hijo, el Señor Jesucristo. Aunque la llamen: “nuestra señora de perpetuo socorro”, este mismo título es falso, pues es robado de otro. Es un ejemplo de cómo desnudan a un santo para vestir a otro. Al Señor Jesucristo le quitan Sus títulos y virtudes, y los reparten entre vírgenes y santos, como quienes no creen que toda virtud y poder están en Él. Apelo a la Biblia, la Palabra de Dios, porque ella nunca llama así a María. Antes al contrario, atribuye la salvación perpetua, el socorro perpetuo, a Jesucristo. Muchas personas confían en la Iglesia, porque ella dice que sólo hay salvación en ella. Confían también en los sacramentos de la Iglesia, porque han sido enseñadas que a través de los sacramentos aumentan la gracia de Dios en sus vidas, y consiguen perdón. Por ejemplo, en el sacramento de la confesión, ¿qué es lo que se busca si no el perdón? Pero en el catolicismo romano no hay un perdón completo y final. Debes saber que la iglesia no te puede otorgar semejante perdón, porque no lo conoce, porque no conoce al verdadero Jesús del perdón.
¿Hasta cuándo salva?
La Palabra de Dios dice: “perpetuamente”. Acepta lo que Dios dice, sin poner cláusulas y condiciones tuyas. Ahora bien, sé honesto: ¿conoces esta salvación perpetua? ¿O la que te han enseñado viene a plazos, a trozos y porciones, de confesión en confesión? Perdón poquito a poco. ¿Te han dicho que hay pecados mortales y veniales? ¿Que si cometes un pecado mortal y mueres sin obtener perdón, irás al infierno? Te invito a considerar lo que no es mi opinión, sino Palabra de Dios. Todo pecado es mortal. “El alma que pecare, esa morirá” (Ezequiel 18:4). “La paga del pecado es la muerte” (Romanos 6:23). Los que te han dicho estas cosas sobre los pecados mortales, etcétera, no conocen o no creen la Palabra de Dios. No entienden la gravedad de cada pecado, ni cómo Dios, el juez justo, puede tratar el tema de nuestros pecados de modo que puede ofrecernos un perdón total, completo y permanente. Pero es así el verdadero evangelio, es un mensaje de juicio y perdón. Jesucristo, como sustituto, sufrió en la cruz el juicio de Dios por nuestros pecados, todos ellos. Nosotros recibimos de Él perdón completo cuando arrepentidos, creemos en Él como quien pagó por nosotros, quien nos perdona y nos da vida nueva. Y la salvación de Dios no es hasta que peques gravemente, como algunos dicen. Es para siempre. “Puede también salvar perpetuamente”, dice Hebreos 7:25. ¿Conoces al verdadero Jesús del perdón, o sigues creyendo en un “cristo” inventado y custodiado por una Iglesia que jamás te dará un perdón completo?
¿A quiénes salva?
¡Ojalá fuesen salvos todos! Dios ama a todos y desea su salvación, pero no todos aceptan la provisión que Dios en amor les ha dado. Dios no oculta la respuesta a nuestra pregunta. Él declara quiénes son los que se salvan, y tú, querido lector, puedes ser uno de ellos si haces caso a lo que Dios dice. No salva a los que hacen bien, ni a los sinceros, ni a los que aman, ni a los que son fieles a la Iglesia. Mira el texto sagrado: “...puede también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios”. La salvación, el perdón, no es por nuestros méritos, sino por los méritos de Cristo. La Iglesia te enseña a hacerte más atractivo a Dios, obteniendo gracia a través de los sacramentos, de modo que al final Dios te salve. Pero la Biblia dice: “mas al que no obra, sino cree en aquél que justifica al impío, su fe le es contada por justicia” (Romanos 4:5). Esta verdad del evangelio es libertadora. Miles de personas que han aceptado lo que Dios dice aquí han sido libradas de la esclavitud a un sistema de liturgias y letanías, de sacramentos y sacrificios ofrecidos muchas veces sin jamás quitar ni un sólo pecado.
¿Por quién hay que acercarse a Dios?
En la Iglesia de Roma se suele decir: “a Jesús por María”, pero la Biblia no dice esto. Nuestro texto, Hebreos 7:25 dice que Jesucristo salva: “a los que por él se acercan a Dios”. Jesucristo mismo dijo: “yo soy el camino, y la verdad, y la vida, nadie viene al Padre sino por mí” (S. Juan 14:6). Cuando el Papa vino a España hace algunos años, a Santiago de Compostela, los jóvenes católicos de Santiago alquilaron algunos carteles de publicidad al lado de las carreteras en toda España con un texto bíblico, mostrando así, se supone, su piedad o devoción. Pero el texto que seleccionaron no lo pusieron entero, sino que lo cortaron por la mitad. Omitieron la mitad. Era este texto de S. Juan 14:6, “yo soy el camino, y la verdad, y la vida”. Pararon allí, sin poner el resto, porque claro, no pudieron poner la segunda parte, porque la verdad allí expresada excluye al mismo Papa. Jesús dijo: “nadie viene al Padre sino por mí”. Ningún Papa puede ser el “pontífice máximo” (puente máximo entre cielo y tierra o entre Dios y hombres). No conduce a nadie a Dios, pues el camino a Dios no es por él ni por la Iglesia Católica Romana, ni por ninguna otra iglesia, sino por el Señor Jesucristo. Los santos apóstoles de nuestro Señor predicaron y enseñaron: “a Dios por Jesús”, sin otros intermediarios. No se interpone ninguna iglesia ni santoral. “Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre” (1 Timoteo 2:5). Éste es el verdadero Cristo del perdón. ¿Le conoces? No está en ninguna catedral, ni le representa ninguna imagen. Está vivo, a la diestra del Padre, y Él salva perpetuamente a todos los que por Él se acercan a Dios. ¿Has procurado acercarte a Dios por medio de la Iglesia, por medio de los sacramentos, por medio de tus oraciones, obras, buenas intenciones, sinceridad, etc.? Te has equivocado, y probablemente te enseñaron mal. El Cristo del perdón, el verdadero, es el único camino a Dios, y no está en custodia de la Iglesia Católica Romana.
¿Cómo puede él salvar así?
Porque la salvación, el perdón, la redención que Él obtuvo cuando murió por nosotros en la cruz, es eterna. “Habiendo obtenido eterna redención”, dice Hebreos 9:12. Y si la redención es eterna, entonces no viene a plazos sino entera. Depende de Él, no de nosotros. Hebreos 7:25 dice que Cristo vive “siempre para interceder”. Él cuida de todos los que en Él han creído, y su garantía de perdón y de un lugar en el cielo es nada menos que la persona de Jesucristo, sentado a la diestra del Padre. ¡Qué seguridad! Su vida es “indestructible” (Hebreos 7:16). Dios dice en el nuevo pacto: “y nunca más me acordaré de sus pecados y de sus iniquidades”. Por esto la salvación es eterna, porque hay un perdón que es final y completo, que deja zanjada eternamente la cuestión de los pecados. Observa conmigo cómo la Iglesia Católica usa las palabras como: “nuevo pacto”, “el cordero de Dios que quita el pecado del mundo”, etc., pero aparentemente desconoce su significado. No permite al Cordero de Dios quitar el pecado, de una vez para siempre, sino que para ella esto del pecado es tema de tratos interminables. Porque no conoce al Cristo del perdón. Ella ciertamente usa muchas frases bíblicas, pero ella no entiende ni admite el llano sentido bíblico de ellas. ¡Y dice que el magisterio es suyo!
Y cuando uno llega a conocer al verdadero Cristo del perdón, y obtiene en Él eterna redención, y aprende que: “con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados” (Hebreos 10:14), se da cuenta de que ya no necesita la Iglesia Católica Romana, que ella realmente no tiene nada que ofrecer. Pero a los que son “leales a la Iglesia”, el catolicismo romano los tiene atados a sus sacramentos, y creyentes en un “cristo” que no perdona. La Iglesia no permite que sean olvidados los pecados y las iniquidades. Según su concepto equivocado, hay que tratarlos de día en día, de semana en semana, de confesión en confesión, de misa en misa, recitando el acto penitencial, recordando los pecados, buscando favor, misericordia y piedad de Dios, como los que todavía no han conocido al verdadero Jesús del perdón. ¡Qué triste esclavitud! Un sin fin de repeticiones de liturgias y ceremonias que nunca dan el perdón final, no, ni siquiera después de la muerte, porque aún habrá que decir misas en el aniversario de la muerte de la persona. Querido lector, ¿no es hora de que conozcas al verdadero Cristo, y el verdadero perdón que Él ofrece? Sal del catolicismo romano, sal a Él, al Cristo del perdón. Él vertió Su sangre preciosa en la cruz pagando por tus culpas. Él quiere salvarte personalmente, para siempre. Acude a Él, y a Dios por Él y por Sus méritos. Aunque te critiquen, sé valiente y fiel, y obedece al llamado apostólico: “Salgamos, pues, a él, fuera del campamento, llevando su vituperio” (Hebreos 13:13).
Carlos Tomás Knott
Asamblea Bíblica, Calle Torreblanca 6 (detrás de la muralla Macarena), Sevilla
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