Cristo advierte contra el hacer tesoros en la tierra. Es cuestión de
si viven para esta vida o para el reino venidero. El Señor señala
primero las ventajas de la inversión de transferir nuestros tesoros al
cielo, donde no estorban ladrones, orín ni polilla. Entonces, llega al
corazón del asunto, que es, el corazón humano. Declara: “donde esté tu
tesoro, allí también estará tu corazón” (6:21). El Señor quiere nuestro
corazón.
No quiere que tengamos doble visión, con los ojos puestos en
los tesoros celestiales y también en los terrenales (6:22-23). Esto
resultaría en no ver nada claro. No quiere que intentemos trabajar para
dos amos. Esto resultaría en mal trabajo para ambos. No podemos vivir
para el mundo y para el cielo. No podemos servir a Dios y al dinero.
Observa que el tema de la vista es común en las dos primeras prohibiciones. Podemos hacer justicia para ser vistos por los hombres, para ganar alabanza o gloria de ellos, o podemos hacer nuestras justicias secretamente, confiando en nuestro Padre que ve en secreto, para que luego Él nos recompense abiertamente. Entonces, debemos preguntar dónde están puestos nuestros ojos – en los tesoros terrenales o los celestiales. ¿Hemos intentado enfocarnos sobre los dos con el resultado de que ahora tenemos doble visión? Nuestros ojos simbolizan nuestras ambiciones y motivos – donde ponemos la mira. El verdadero seguidor, dice Cristo, tiene sus ojos puestos en la recompensa celestial. El hombre con visión doble tiene tinieblas (6:23). El tal es un discípulo falso.
Observa que el tema de la vista es común en las dos primeras prohibiciones. Podemos hacer justicia para ser vistos por los hombres, para ganar alabanza o gloria de ellos, o podemos hacer nuestras justicias secretamente, confiando en nuestro Padre que ve en secreto, para que luego Él nos recompense abiertamente. Entonces, debemos preguntar dónde están puestos nuestros ojos – en los tesoros terrenales o los celestiales. ¿Hemos intentado enfocarnos sobre los dos con el resultado de que ahora tenemos doble visión? Nuestros ojos simbolizan nuestras ambiciones y motivos – donde ponemos la mira. El verdadero seguidor, dice Cristo, tiene sus ojos puestos en la recompensa celestial. El hombre con visión doble tiene tinieblas (6:23). El tal es un discípulo falso.
A. W. Wilson, de su libro Matthew’s Messiah (“El Mesías según Mateo”), pág. 92
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