domingo, 20 de noviembre de 2016

¿CÓMO ESTÁN NUESTROS OJOS?


Mateo 6:22-23  "La lámpara del cuerpo es el ojo; así que, si tu ojo es bueno, todo tu cuerpo estará lleno de luz; pero si tu ojo es maligno, todo tu cuerpo estará en tinieblas. Así que, si la luz que en ti hay es tinieblas, ¿cuántas no serán las mismas tinieblas?"

Jesús veía que sería difícil para Sus seguidores ver cómo podría funcionar Su nada convencional enseñanza sobre la seguridad para el futuro. De modo que usó una analogía del ojo humano para enseñar una lección acerca de la percepción espiritual. Dijo que el ojo es la lámpara del cuerpo. Es por medio del ojo que el cuerpo recibe iluminación y puede ver. Si tu ojo es sano (RVR77 margen), todo tu cuerpo queda inundado de luz; pero si tu ojo es maligno, entonces la visión queda dañada. En lugar de luz, lo que hay es tinieblas.
La aplicación es como sigue: El ojo sano pertenece a la persona que tiene motivos puros, que tiene un deseo sencillo por los intereses de Dios, y que está dispuesto a aceptar literalmente las enseñanzas de Cristo. Toda su vida está llena de luz. Cree las palabras de Jesús, abandona las riquezas terrenales, guarda sus tesoros en el cielo y sabe que ésta es su única y verdadera seguridad. Por otra parte, el ojo maligno pertenece a la persona que está tratando de vivir para dos mundos. No quiere soltar sus tesoros terrenales, pero quiere también tesoros en el cielo. Las enseñanzas de Jesús le parecen imprácticas e imposibles. Carece de una guía clara, porque está lleno de tinieblas.

William MacDonald, de su Comentario Bíblico (CLIE)

Maldición y Bendición

Jeremías 17:5  
"Maldito el varón que confía en el hombre,
 y pone carne por su brazo..."


Jeremías 17:7   
"Bendito el varón que confía en Jehová, 
y cuya confianza es Jehová".

viernes, 18 de noviembre de 2016

1 Timoteo 2:12


Las Excusas: Torciendo Las Escrituras Para Justificarnos

escribe William MacDonald


“...los indoctos e inconstantes tuercen... las otras Escrituras para su propia perdición” (2 Pedro 3:16b).

    El Dr. P. J. Van Gorder acostumbraba hablar de un letrero, colocado fuera de una carpintería, que decía: “Se hacen toda clase de torceduras y vueltas”. Los carpinteros no son los únicos que sirven para esto; muchos que profesan ser cristianos también tuercen y dan vueltas a las Escrituras cuando les conviene. Algunos, como dice nuestro versículo, tuercen las Escrituras para su propia perdición.
    Todos somos expertos para justificar, es decir, excusar nuestra desobediencia pecaminosa ofreciendo elogiosas explicaciones o atribuyendo motivos dignos a nuestro proceder. Intentamos torcer las Escrituras para que se acomoden a nuestra conducta. Damos razones plausibles aunque falsas que den cuenta de nuestras actitudes. Aquí hay algunos ejemplos.
    Un cristiano y hombre de negocios sabe que está mal recurrir a los tribunales contra otro creyente (1 Co. 6:1-8). Más tarde, cuando se le pide cuentas por esta acción, dice: “Sí, pero lo que él estaba haciendo estaba mal, y el Señor no quiere que se quede sin castigo”.
    Mari tiene la intención de casarse con Carlos aún cuando sabe que él no es creyente. Cuando un amigo cristiano le recuerda que esto está prohibido en 2 Corintios 6:14, ella dice: “Sí, pero el Señor me dijo que me casara con él para que así pueda guiarle a Cristo”.
    Sergio y Carmen profesan ser cristianos, sin embargo viven juntos sin estar casados. Cuando un amigo de Sergio le señaló que esto era fornicación y que ningún fornicario heredará el reino de Dios (1 Co. 6:9-10), se picó y replicó: “Eso es lo que tú dices. Estamos profundamente enamorados el uno del otro y a los ojos de Dios estamos casados”. 
     Una familia cristiana vive en lujo y esplendor, a pesar de la amonestación de Pablo de que debemos vivir con sencillez, contentos con tener sustento y abrigo (1 Ti. 6:8). Justifican su estilo de vida con esta respuesta ingeniosa: “Nada hay demasiado bueno para el pueblo de Dios”.
    Otro hombre de negocios codicioso, trabaja día y noche para amasar ávidamente toda la riqueza que puede. Su filosofía es: “No hay nada de malo con el dinero. Es el amor al dinero la raíz de todo mal”. Nunca se le ocurre pensar que él podría ser culpable de amar al dinero.
    Los hombres intentan interpretar sus pecados mejor que lo que las Escrituras les permiten, y cuando están resueltos a desobedecer la Palabra y esquivarla como puedan, una excusa es tan buena (o mala) como la otra. 
de su libro DE DÍA EN DÍA (CLIE)

¿Dónde está tu corazón?

Texto: Mateo 6:19-23

    Cristo advierte contra el hacer tesoros en la tierra. Es cuestión de si viven para esta vida o para el reino venidero. El Señor señala primero las ventajas de la inversión de transferir nuestros tesoros al cielo, donde no estorban ladrones, orín ni polilla. Entonces, llega al corazón del asunto, que es, el corazón humano. Declara: “donde esté tu tesoro, allí también estará tu corazón” (6:21). El Señor quiere nuestro corazón. 
     No quiere que tengamos doble visión, con los ojos puestos en los tesoros celestiales y también en los terrenales (6:22-23). Esto resultaría en no ver nada claro. No quiere que intentemos trabajar para dos amos. Esto resultaría en mal trabajo para ambos. No podemos vivir para el mundo y para el cielo. No podemos servir a Dios y al dinero.
    Observa que el tema de la vista es común en las dos primeras prohibiciones. Podemos hacer justicia para ser vistos por los hombres, para ganar alabanza o gloria de ellos, o podemos hacer nuestras justicias secretamente, confiando en nuestro Padre que ve en secreto, para que luego Él nos recompense abiertamente. Entonces, debemos preguntar dónde están puestos nuestros ojos – en los tesoros terrenales o los celestiales. ¿Hemos intentado enfocarnos sobre los dos con el resultado de que ahora tenemos doble visión? Nuestros ojos simbolizan nuestras ambiciones y motivos – donde ponemos la mira. El verdadero seguidor, dice Cristo, tiene sus ojos puestos en la recompensa celestial. El hombre con visión doble tiene tinieblas (6:23). El tal es un discípulo falso.

A. W. Wilson, de su libro Matthew’s Messiah (“El Mesías según Mateo”), pág. 92

sábado, 12 de noviembre de 2016

¿CUÁNTOS PECADOS PERDONA CRISTO?

¿Cuántos De Tus Pecados Son Perdonados?




El Bautismo
     El sacramento del bautismo juega un papel importante en el perdón del pecado, para el católico romano. Citamos del Nuevo Catecismo universal de la Iglesia, porque es importante entender cuál es la enseñanza oficial de la Iglesia Católica. Ella dice:

    “Los niños necesitan también el nuevo nacimiento en el Bautismo (cf. DS 1514) para ser librados del poder de las tinieblas y ser trasladados al dominio de la libertad de los hijos de Dios...” (pág. 291 del Catecismo de la Iglesia Católica, CIC).

Roma afirma claramente que “El Bautismo es necesario para la salvación”, y “La Iglesia no conoce otro medio que el Bautismo para asegurar la entrada en la bienaventuranza eterna”, y “Dios ha vinculado la salvación al sacramento del Bautismo” (pág. 292, CIC, sección VI).

En la sección VII, “LA GRACIA DEL BAUTISMO”, párrafo 1263, leemos:

    “Por el Bautismo, todos los pecados son perdonados, el pecado original y todos los pecados personales, así como todas las penas del pecado (cf  DS 1316)”. (pág. 293)

    Pero las Sagradas Escrituras enseñan algo muy distinto. El apóstol Pablo dijo que Cristo no le envió a bautizar, sino a predicar el evangelio, lo cual sería extraño si el bautismo fuera necesario para la salvación (1 Co. 1:18). Luego, en Efesios 2:8-9 afirmó de nuevo: “por gracia sois salvos por medio de la fe; [observa: no por el bautismo] y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe”. Así que, la doctrina apostólica enseña que el bautismo no quita el pecado, y no salva a nadie. Si el bautismo fuera necesario para salvación, ¿cómo podía el Señor decir al ladrón arrepentido en la cruz que ese día estaría con Él en el paraíso, ya que no se había bautizado? Amigo, hay millones de personas en todas partes del mundo que están engañadas. Ellas en el fondo esperan llegar de alguna manera al cielo, porque se acuerdan de que fueron bautizadas en su niñez. En sus apuros y peligros este recuerdo les da una esperanza falsa. ¡Qué sorpresa les espera un segundo después de la muerte, cuando descubran que el Dios vivo no rige Sus asuntos por los dogmas de Roma.
    Un pecador bautizado no es más que un pecador mojado. Y los que están en las cárceles en países predominantemente católicos, ¿fueron bautizados como infantes?  Sí, y las prostitutas también, y los mafiosos también. Pero no sólo la gente mala, como se suele decir, sino también la gente “buena” confía en su bautismo. Amigo, Dios no quita el pecado poco a poco, a plazos, con una serie de sacramentos que hay que practicar. La salvación, cuando uno es perdonado y declarado justo, es para el que cree el evangelio. ¿Estás confiando en tu bautismo, u otro sacramento? Espero que no, porque sólo el Señor Jesucristo es digno de nuestra fe.

La Penitencia Y La Reconciliación
    “Los que se acercan al sacramento de la Penitencia obtienen de la misericordia de Dios el perdón de los pecados cometidos contra Él y, al mismo tiempo, se reconcilian con la Iglesia, a la que ofendieron con sus pecados. Ella les mueve a conversión con su amor, su ejemplo y sus oraciones” (LG 11).  (pág. 329, párrafo 1422)

    Sin embargo, la Biblia no enseña que haya que conseguir un perdón “al día” de los pecados recién cometidos. Cuando Dios perdona judicialmente nuestros pecados, los perdona todos: pasados, presentes y futuros. ¿Cuántos de tus pecados eran futuros cuando Cristo murió en la cruz? ¡Todos! Y cuando Dios justifica a una persona que cree, esto significa que Él declara justa a esta persona. Le es imputada la justicia de Cristo, la cual es perfecta. Desde entonces, delante de Dios ésta es la posición del creyente. Necesita muchas veces el perdón paterno que mantiene la comunión, pero sólo una vez el perdón judicial que remite los pecados. Es un perdón libertador.
    Pero la Iglesia Católica no otorga esta libertad a sus feligreses, sino que les ata a una serie de sacramentos y ritos por medio de los cuales ella les dice que están consiguiendo poco a poco la gracia de Dios, se están convirtiendo y se están salvando. Por eso hay que ir a confesión al menos una vez al año, pero allí se está buscando un perdón que, en primer lugar, no puede ser hallado en el confesionario, y segundo, el Señor ya lo ha dado a todos los Suyos. Los que repiten el acto penitencial en Misa, y se confiesan, y hacen actos de penitencia, están confesando que no conocen el perdón de pecados que Dios otorga por medio de Jesucristo. “Los que hemos creído entramos en el reposo”, dice Hebreos 4:3. Es el reposo de la salvación, y lo conocen aquellos que no tienen que buscar todavía el perdón de sus pecados. Al católico-romano esto suena increíble porque la Iglesia le ha inculcado la idea de que el perdón viene poco a poco. Amigo, ¡hay perdón completo, de todos los pecados, y lo hay en el Señor Jesucristo, ahora mismo! Yo dejaría de enrollarme en una iglesia que me lleva delante como el ganadero hace con el buey, con una zanahoria tendida de un palo delante suyo, para que ande, pero la cual nunca alcanza.
    Pero hay otros católicos que  ya no se confiesan ante el sacerdote, y se disculpan diciendo: “yo me confieso con Dios”. Quizá tu, estimado lector, seas uno de ellos. Está bien que te des cuenta de que no necesitas al sacerdote para perdonar tus pecados. Pero no acabas de librarte, porque en el fondo está el mismo problema, la misma necesidad: el perdón de los pecados. Si tienes que confesarte con Dios, buscando perdón y salvación, entonces es que todavía no los tienes. Y si en privado, entre tú y Dios, te asignas alguna obra de penitencia para arreglar las cosas, cometes el mismo error, buscando el perdón en la confesión y la penitencia. Dios no promete perdonar los pecados a cambio de una confesión humilde y contrita, ni influyen obras de penitencia. Es difícil sacar las telarañas católicas de la mente, ¡pero cuán necesario es! Si creemos lo que Dios dice en la Biblia, comprenderemos el perdón de Dios. Consideremos lo que dice Romanos 4 al respecto:

Mas al que no obra, sino cree en aquel que justifica al impío, su fe le es contada por justicia.
Como también David habla de la bienaventuranza del hombre a quien Dios atribuye justicia sin obras,
diciendo,
        Bienaventurados aquellos cuyas iniquidades son perdonadas,
        Y cuyos pecados son cubiertos.

Bienaventurado el varón a quien el Señor no inculpa de pecado.

    Éste es el perdón que Dios ofrece al que cree. No al que cree en Dios, sino al que cree a Dios, y confía en Él. El evangelio nos anuncia que Cristo murió por nuestros pecados, y si confiamos en Él, Él nos salva. Los sacramentos no salvan, ni son medios ni canales para recibir el perdón o la gracia santificadora. Todo lo que necesitamos para la salvación, nos lo da el Salvador mismo. ¿Tienes una relación así con el Señor Jesucristo, o todavía estás perdido en el laberinto de la Iglesia Católica, buscando el perdón que siempre está un poco más allá? 

Carlos Tomás Knott