martes, 27 de septiembre de 2016

EL PELIGRO DE LA PROSPERIDAD

 “Cuídate de no olvidarte de Jehová tu Dios... cuando todo lo que tuvieres se aumente” (Deuteronomio 8:11, 13 BAS).

    Como regla general, el pueblo de Dios no puede florecer en medio de la prosperidad material. Progresan mucho más en la adversidad. En su cántico de despedida, Moisés predijo que la prosperidad de Israel lo arruinaría espiritualmente: “Pero engordó Jesurún, y tiró coces (engordaste, te cubriste de grasa); entonces abandonó al Dios que lo hizo, y menospreció la Roca de su salvación” (Dt. 32:15).
    La profecía se cumplió en los días de Jeremías, cuando el Señor se quejaba de que: “...los sacié, y adulteraron, y en casa de rameras se juntaron en compañías” (Jer. 5:7).
    De nuevo leemos en Oseas 13:6: “En sus pastos se saciaron, y repletos se ensoberbeció su corazón; por esta causa se olvidaron de mí”.
    Después de volver del exilio, los levitas confesaron que Israel no había respondido adecuadamente a todo lo que el Señor había hecho por ellos: “...comieron, se saciaron, y se deleitaron en tu gran bondad. Pero te provocaron a ira, y se rebelaron contra ti, y echaron tu ley tras sus espaldas, y mataron a tus profetas que protestaban contra ellos para convertirlos a ti, e hicieron grandes abominaciones” (Neh. 9:25b-26).
    Somos propensos a considerar la prosperidad material como una evidencia innegable de la aprobación del Señor de lo que somos y hacemos. Cuando las ganancias en nuestros negocios se elevan, decimos: “El Señor en realidad me está bendiciendo”. Probablemente sería más exacto que consideráramos estas ganancias como una prueba. El Señor espera ver lo que haremos con ellas. ¿Las gastaremos para nuestro propio beneficio, o actuaremos como fieles administradores, empleándolas para enviar las buenas nuevas hasta las partes más remotas de la tierra? ¿Las acumularemos en un esfuerzo por amasar una fortuna, o las invertiremos para Cristo y Su causa?
    F. B. Meyer dijo: “Si se discutiera en cuanto a cuáles son las pruebas más severas para el carácter, si la luz del sol o la tormenta, el éxito o la dificultad, los observadores más agudos de la naturaleza humana nos dirían probablemente que nada muestra más claramente el material de que estamos hechos como la prosperidad, porque ésta es la más severa de todas las pruebas”.
    José hubiera estado de acuerdo. Él dijo: “Dios me hizo fructificar en la tierra de mi aflicción” (Gn. 41:52). Se benefició más de la adversidad que de la prosperidad, aunque se condujo favorablemente bajo ambas circunstancias. 

William MacDonald, de su libro De Día En Día (Editorial CLIE)

sábado, 17 de septiembre de 2016

PODEROSO CABALLERO ES DON DINERO



PODEROSO CABALLERO ES DON DINERO
Madre, yo al oro me humillo,
Él es mi amante y mi amado,
Pues de puro enamorado
Anda continuo amarillo.
Que pues doblón o sencillo
Hace todo cuanto quiero,
Poderoso caballero
Es don Dinero.

Nace en las Indias honrado,
Donde el mundo le acompaña;
Viene a morir en España,
Y es en Génova enterrado.
Y pues quien le trae al lado
Es hermoso, aunque sea fiero,
Poderoso caballero
Es don Dinero.

Son sus padres principales,
Y es de nobles descendiente,
Porque en las venas de Oriente
Todas las sangres son Reales.
Y pues es quien hace iguales
Al rico y al pordiosero,
Poderoso caballero
Es don Dinero.

¿A quién no le maravilla
Ver en su gloria, sin tasa,
Que es lo más ruin de su casa
Doña Blanca de Castilla?
Mas pues que su fuerza humilla
Al cobarde y al guerrero,
Poderoso caballero
Es don Dinero.

Es tanta su majestad,
Aunque son sus duelos hartos,
Que aun con estar hecho cuartos
No pierde su calidad.
Pero pues da autoridad
Al gañán y al jornalero,
Poderoso caballero
Es don Dinero.

Más valen en cualquier tierra
(Mirad si es harto sagaz)
Sus escudos en la paz
Que rodelas en la guerra.
Pues al natural destierra
Y hace propio al forastero,
Poderoso caballero
Es don Dinero.

-- Francisco de Quevedo y Villegas (1580-1645)

- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

CON EL DINERO PUEDES COMPRAR
  
    La cama, pero NO el sueño.
    La comida, pero NO la digestión
    Libros, pero NO la inteligencia ni la sabiduría.
    Joyas, ropa y cosméticos, pero NO la belleza.
    Una casa, pero NO un hogar.
    La medicina, pero NO la salud.
    La convivencia, pero NO el amor.
    La diversión, pero NO la felicidad.
    El crucifijo, pero NO la fe ni el perdón.
    Rango y poder social, pero NO la vida espiritual.
    Un lugar en el cementerio, pero NO en el cielo.

Jesucristo pregunta: “¿qué aprovechará al hombre si ganare todo el mundo, y perdiere su alma?” (Marcos 8:36)
“También les refirió una parábola, diciendo: La heredad de un hombre rico había producido mucho.  Y él pensaba dentro de sí, diciendo: ¿Qué haré, porque no tengo dónde guardar mis frutos? Y dijo: Esto haré: derribaré mis graneros, y los edificaré mayores, y allí guardaré todos mis frutos y mis bienes; y diré a mi alma: Alma, muchos bienes tienes guardados para muchos años; repósate, come, bebe, regocíjate. Pero Dios le dijo: Necio, esta noche vienen a pedirte tu alma; y lo que has provisto, ¿de quién será? Así es el que hace para sí tesoro, y no es rico para con Dios” (Lucas 12:16-21).

lunes, 12 de septiembre de 2016

¡CITA CON LA AMADA!


 
Eran las nueve y veinte de la mañana del domingo y Mari oyó que llamaban con insistencia a su puerta. Abrió y allí estaba John, todo sonriente. Mari le dio la bienvenida y él, entrando rápidamente, se sentó en su lugar preferido. Mari se sentó en el sofá y se quedó esperando. No podía evitar fijarse en lo guapo que estaba John. Vestía un traje caro, de corte muy elegante; llevaba los zapatos lustrosos, y la corbata y los calcetines eran del mejor gusto. Se había peinado con esmero y, además de ser alto, estaba sentado bien erguido.
    Mari esperó. Sabía que en el momento adecuado John empezaría. Y así fue; a las nueve y media en punto empezó a hablar.
    “Mari, no te imaginas cuánto significa esto para mí. Toda la semana he estado esperando este momento, deseándolo con todo mi corazón. Por fin ha llegado la hora y aquí estoy, para decirte cuánto te quiero. Mari, sólo vivo para disfrutar de este rato contigo cada semana”.
    “Oh, Mari; estaba recordando el día que te conocí. Mi corazón se estremeció y enseguida supe que estabas hecha para mí. Los días de nuestro noviazgo, nuestra boda... ¡Qué recuerdos tan dulces...!”
    “Me acuerdo de cuando estuve enfermo y tú me cuidabas. perdiendo sueño mientras me atendías con aquella delicadeza. Y recuerdo cómo tus cariñosos labios rozaban mi frente cuando la fiebre se apoderaba de mí. Era como una fresca brisa del cielo. Cuidaste de mí hasta devolverme la salud y la fuerza. Sin ti habría muerto, Mari”.
    En ese momento los ojos de John se humedecieron. Cesó de hablar, luchando por controlar sus emociones. Sacando un pañuelo, se enjugó las lágrimas y se sonó la nariz con fuerza. Tras unos momentos esforzándose por contener la emoción, recobró la compostura y continuó:
    “Mari, aquí sentado esta mañana de domingo, te veo más hermosa que nunca. Tus ojos parecen limpios estanques de agua azul. Tu rostro es un espejo de encanto. Tu carácter me maravilla. Jamás he conocido a alguien tan amable, encantador, considerado, justo y recto como tú. Mari, eres sencillamente maravillosa”.
    “Y sobre todo, Mari, te amo por lo que has hecho por mí. Has estado a mi lado en lo bueno y en lo malo. Cuando más te necesité te sacrificaste para salvarme la vida. Mari, jamás podré agradecerte bastante lo que has hecho por mí. Significas mucho para mí; más que cualquier otra cosa”.
    “Bueno Mari, es casi hora de irme. Son cerca de las diez y media según mi reloj. ¡Cuán agradecido estoy por esta oportunidad de estar contigo cada semana!. Sólo vivo para esta hora. Y ahora que me marcho quiero darte algo que expresa mi profundo amor y mi gratitud”.
    En ese momento John sacó la cartera con cierto ademán de esplendidez. Dejando a un lado varios billetes de más valor, cogió uno inferior, pero muy nuevo, y con una tierna sonrisa se lo dejó sobre la mesa.
    “Mari, me tengo que marchar ya. Ha sido maravilloso estar contigo, mirarte a los ojos y decirte cuánto te amo. Adiós. Hasta la semana que viene. Te quiero.”
    Los vecinos vieron salir a John de la casa, montarse en su lujoso automóvil nuevo y alejarse. Mari se quedó a la puerta, mirando con los ojos empañados en lágrimas. Era un matrimonio realmente extraño. Este breve ritual se repetía cada domingo por la mañana.
    Los comentarios corrían por todo el vecindario. Una hora a la semana no parecía suficiente para pasar con su mujer. John parecía tener tiempo para sus amigos; siempre estaba yendo a la playa o a la montaña, le encantaban el golf y los bolos. Luego, con sus clubs y sus asociaciones cívicas completaba las tardes. Y algunos fines de semana, ocupado como estaba con tantos viajes, incluso se mostraba impaciente en casa de Mari, esperando la hora en que había quedado con sus amigos para salir a comer al campo.
    Durante la semana John nunca llamaba a Mari por teléfono, ni le escribía. Se diría que vivían en mundos diferentes, a pesar de tener un buen sistema de comunicación entre ellos.
    Se rumoreaba que John ni siquiera se sentía orgulloso de su matrimonio. Cuando le preguntaban si estaba casado, procuraba cambiar de tema y se sentía molesto. Es más, le habían visto a veces con otras mujeres, o eso al menos se decía. Lo que sí es cierto, es que parecía querer aparentar no estar casado.
    Él vivía bien. Se ufanaba de su indumentaria y su vehículo, claro que en su trabajo uno tiene que causar buena impresión. Uno tiene que poner altas sus miras si quiere ascender en este mundo y lograr mejor “standing”. Tiene que asociarse con los grandes si quiere llegar a ser uno de ellos. John, en realidad, vivía un poco más allá de sus posibilidades en su afán de mantenerse a la altura de los demás.
    A veces pensaba un poco en Mari y en sus necesidades, pero, al fin y al cabo, él le pagaba religiosamente cada domingo. Verdad es que llevaba veinte años dándole la misma cantidad, si bien sus ingresos se habían triplicado...  ¡Pero también sus gastos se habían multiplicado por tres! Pero así es la vida. Y él no cabe duda que amaba a Mari. Cada domingo reservaba una hora para hablarle de su amor por ella. Bien podría dedicar ese tiempo a sí mismo si quisiera. Madrugaba en vez de quedarse en la cama y combatía el tráfico con tal de ir a ver a Mari. Debería sentirse muy agradecida. Ese esfuerzo probaba su inmarcesible amor por ella.
    Hace mucho Cristo dijo: “Este pueblo de labios me honra; mas su corazón está lejos de mí” (Mt. 15:8). ¿Puede decirse esto de alguno de nosotros?

 Donald L. Norbie

Traducido de una antigua copia de “Light & Liberty” (Luz y Libertad)

martes, 6 de septiembre de 2016

Citas de Dave Hunt Refutando El Calvinismo

de su libro: WHAT LOVE IS THIS? ("¿Qué Amor Es Ese"?)

“La mayoría de aquellos, incluyendo a líderes evangélicos, que hoy en día tienen a Calvino en gran estima  no  son  conscientes  de  que  han  sido  cautivados  por  los  escritos  de  un devoto católico romano recién  convertido  al protestantismo  de Lutero tan sólo dos años antes (en la primera parte de 1533). Curiosamente, a pesar de su suma importancia y de sus voluminosos escritos, no tenemos un claro testimonio en las propias palabras de Calvino acerca de su salvación.
    Él se refiere sólo a una conversión repentina “que sometió su muy endurecido corazón”, pero no da ninguna descripción de cómo o qué pasó. ...Desde cualquier punto de vista, ese joven, aunque inusualmente brillante, estaba muy lejos de madurar en la fe cristiana.
    ...Sin lugar a dudas, su obra “La Institución de la religion cristiana”no pudo haber surgido de una comprensión evangélica profunda y completamente desarrollada de la Escritura. En cambio, surgió del entusiasmo enérgico de un recién graduado en derecho y  estudiante ferviente de la filosofía y la religión, un joven genio devoto a Agustín y a una causa recién adoptada.
    ...Al momento de escribir su obra “Institución...” Calvino, lejos de ser como el apóstol Pablo [nota: y por cierto no inspirado], era un nuevo convertido a la fe que apenas había comenzado a caminar con el Señor. Por lo tanto, no podría haber sido la madurez espiritual bajo la guía del Espíritu Santo la que dio a luz esa obra, sino el poder de la brillante mente legal de Calvino” (págs. 38, 39, 40).
    “El casi completo acuerdo de Calvino con Agustín no es nada menos que asombroso. Calvino se llamó a sí mismo un teólogo agustiniano. De Agustín dijo: “a quien citamos con frecuencia, como siendo el mejor y más fiel testigo de toda la antigüedad”.
    Son los calvinistas mismos que insisten en la conexión entre Calvino y Agustín. Escribe McGrath, “Por encima de todo, Calvino consideraba su pensamiento como una fiel exposición de las ideas principales de Agustín de Hipona”. ¿Cómo pudo uno de los principales líderes de la Reforma abrazar por completo las doctrinas de aquél que ha sido llamado “el primer católico romano verdadero” y “el principal creador teológico del sistema latino”, un católico tan diferente al... protestantismo evangélico”... (pág. 51).

    DAVE HUNT
de Tesoroscristianos.net