martes, 19 de enero de 2016

¿Reuniones de Hermanas?

    Hoy en día las asambleas de hermanos en muchas partes han cedido ante la influencia femenista. Algunas iglesias ahora permiten que las hermanas hablen en la congregación. Piden himnos, leen las Escrituras en voz alta, y oran en voz alta. Hay lugares donde antes llevaban el velo pero ahora no. Hace tiempo que se estila en muchos lugares reuniones de hermanas, organizadas y guiadas por hermanas. Hay hermanas que predican y dan estudios a grupos de hermanas. Hay retiros para mujeres, conferencias para mujeres, la Cena del Señor sólo para mujeres, donde ellas pueden hacer lo que normalmente hacen los varones en la participación vocal. Todo esto está completamente fuera del marco de las Escrituras.
    En el patrón de la iglesia neotestamentaria todo nos es dado, pero ni siquiera una vez nombra una reunion de mujeres creyentes. Algunos citan la reunión de mujeres en Hechos 16:13, pero se equivocan, pues esas ni eran creyentes. Estaban allá como prosélitas del judaísmo, orando, y Pablo y otros hermanos fueron y les predicaron el evangelio, siendo Lidia la primera convertida. Ninguna mujer les predicaba el evangelio, sino los varones. Y ese grupo de mujeres dejaba de existir, porque las salvas se integraron en la iglesia de los filipenses.
    Hechos 2:42 habla de las actividades principales de la iglesia, y no hay allí ninguna actividad especial para las mujeres creyentes, pues ellas se congregaban con todos los demás para recibir (no predicar) la doctrina apostólica, la comunión, el partimiento del pan y las oraciones. No hubo ni siquiera una reunión de oración especial para las mujeres. Ellas se congregaban con todos. Todavía estoy esperando que me enseñe alguien dónde hay reuniones de hermanas en el Nuevo Testamento. ¿Qué tienen como base para tales reuniones?
    Dicen que la mujer anciana debe enseñar a las más jóvenes (Tit. 2:3-4), y es verdad pero no como ellos dicen. Aquella enseñanza no es desde un púlpito o plataforma, en locales, en conferencias, etc., sino en su casa en de hermana a hermana, en los temas señalados: “que enseñen a las mujeres jóvenes a amar a sus maridos y a sus hijos, a ser prudentes, castas, cuidadosas de su casa, buenas, sujetas a sus maridos, para que la palabra de Dios no sea blasfemada”. El temario es todo lo práctico y personal de una vida de piedad en su propia casa con su marido y familia. Son consejos prácticos dados a nivel personal, no reuniones formales. Si fuesen reuniones y ellas maestras como las esposas de algunos hermanos hoy en día en las asambleas, ¿no veríamos siquiera un ejemplo de esa clase de reunión y maestra en el Nuevo Testamento? No darían los apóstoles instrucción y aprobación, señalando la necesidad de escuchar a tales mujeres? Pero nada de eso hay. Al contrario, Pablo declara: “no permito a la mujer enseñar” (1 Ti. 2:12), y en cambio, en 1 Timoteo 3:2 es el anciano el que debe ser “apto para enseñar”, cosa que nunca dice acerca de la mujer. La falta de esas cosas no para a esas mujeres, porque su carácter no es de someterse, ni de arrepentirse, ni de callarse, y sus maridos, medio dominados por ellas, o persuadidos del mismo error, las consienten y apoyan en lo que no hay en la Palabra de Dios. Para justificarse, recorren a las deducciones y supuestas inferencias, no teniendo nada más claro. Pero cuando terminen de nombrar siempre a las cuatro hijas de Felipe, Febe, Evodia y Síntique, sin todavía hallar ninguna reunión, ya no tienen más campo. ¡Sigamos al patrón que nos delinea el Nuevo Testamento! La  única excepción, o sea, la única iglesia en el Nuevo Testamento donde enseña una mujer es la iglesia en Tiatira, (Ap. 2:20), donde permitían a esa mujer Jezabel enseñar. A tal iglesia el Señor dice: “tengo contra ti”.
    En algunos lugares no admiten reuniones donde hermanas dan estudios, pero si las permiten reunirse “para orar”. Pero, ¿dónde están esas reuniones de mujeres creyentes en el Nuevo Testamento? Si quieren reunirse para orar, la iglesia tiene reunión de oración y en esa ellas deben participar en silencio. Pero al organizar una reunión de solo hermanas, ellas hablan en voz alta, y eso parece ser lo que quieren. No se ve esto en el Nuevo Testamento. Además, ¿quién organiza y preside esas reuniones?    Algunas mujeres, por supuesto. Siempre hay entre ellas la que da la voz o indica lo que hay que hacer, o tal vez tenga un “pequeño pensamiento devocional” o una lectura de las Escrituras para orientación – otra vez tendiéndose al uso de la voz en la congregaciones, excusándose porque no hay varones presentes. Pero ¿en qué reunión de la iglesia en Hechos 2:42 no estaban presentes los varones?
    “...Vuestras mujeres callen en las congregaciones” (1 Co. 14:34) se dice sin cualificación, porque cuando se congregaban en tiempos de los apóstoles, había hombres y mujeres. Las mujeres no se congregaban solitas. De otro modo hubiera dicho, “vuestras mujeres callen en las congregaciones mixtas” pero no fue necesario decir esto porque no había congregaciones/reuniones de solo mujeres. Pero es mejor reunirse para orar que estar mirando al televisor. Por supuesto, pero esto no es un argumento bíblico. Es mejor salir a testificar, repartir tratados, visitar a enfermos, que mirar la tele. Podrían seguir el ejemplo de Dorcas en Hechos 9:36-39, que servía al Señor si participar en voz alta en ninguna reunión. Que refrenen su lengua (Stg. 1:26) y se ocupen del ministerio de Santiago 1:27, “La religión pura y sin mácula delante de Dios el Padre es ésta: Visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones, y guardarse sin mancha del mundo”. Una de las manchas del mundo es el femenismo.  Se les aconseja que si tienen tiempo y ganas de hacer algo para servir, hagan cosas así y no busquen cómo organizarse una reunión sólo de mujeres, porque es salirse de lo que la Palabra nos marca. Y que tengan valentía y convicción los hermanos responsables para dirigir los asuntos de la iglesia a la luz de la Palabra.
    Algunas asambleas permiten la práctica de una reunión como clase bíblica, los domingos, en que hay un estudio conversacional. Todos tienen el libro de texto y la Biblia, preparan sus respuestas a las preguntas de cada lección, y vienen preparados para participar en la conversión, compartiendo sus respuestas, comentarios, etc. Pero esto tampoco es bíblico, porque en la congregación la mujer debe aprender en silencio “porque no les es permitido hablar” (1 Co. 14:34). La mujer piadosa no quiere hacer lo que el Señor no permite. Ahora bien, en otros años se hacía, y todavía sí en algunas asambleas, estudios conversacionales a nivel congregacional, una noche cada semana, en las que toda la asamblea estudiaba un libro de la Biblia. Cada uno hacía su lectura y estudio en casa, y congregada la asamblea los varones participaban en voz alta y las mujeres escuchaban. Pero hoy en día, debido a la incesante presión femenista, algunas mujeres prefieren una reunión sin presencia de varones, para que ELLAS puedan hablar, pues no quieren callarse. La clase de reunión que esas quieren no está en la Biblia.
    Algunas dicen que tienen ganas de aprender más de la Palabra. Es un deseo bueno, pero no se cumple poniendo a mujeres enseñadoras. Toda actividad así debe desapareer de las asambleas. Se conoce el caso de una asamblea donde un hermano obrero, con aprobación previa de los ancianos, se ofreció para dar una clase bíblica una mañana a la semana para las hermanas que deseaban aprender. Venían, recibían la enseñanza que él daba, junto con cualquier otra persona que deseaba asistir, y luego algunas almorzaban juntas y se volvieron a sus casas, o hacían alguna visita a los enfermos. Hasta allí tal vez se podría hacer, pero esto en nada se parece a las reuniones femeninas que lastimosamente se hacen en muchas asambleas. No tratemos de conformar o adaptar a las iglesias a las presiones de la sociedad donde abunda el femenismo. Dios tiene un orden establedido para Su iglesia, y no hay derecho a modificarlo.
 
Carlos Tomás Knott, enero 2016
 
Para más amplia información, consulte el artículo "La Rebelión de Uzías"
Rebelión de Uzías

domingo, 10 de enero de 2016

¿Son Inocentes Los Niños?

El 28 de diciembre los católico-romanos celebran “el día de los santos inocentes”, para conmemorar la matanza ordenada por Herodes de todos los niños menores de dos años en Belén. La Iglesia los llama “santos inocentes”. ¿En qué sentido puede considerarse una persona inocente?
    Por ejemplo, si uno es llevado a juicio y acusado de un crimen que no cometió, debería ser declarado “inocente” al final, y deben dejarlo en libertad. En Génesis 20:4 Abimelec preguntó: “Señor, ¿matarás también al inocente?” En Éxodo 23:7 Jehová manda: “no matarás al inocente y justo”. En estos y otros textos parecidos la idea es que son inocentes de haber cometido cierto pecado o crimen. Pero si un niño de ocho o diez años dice que no es pecador todavía porque según él: “soy un niño inocente”, ¿cómo le responderías? Quizás sus padres le han enseñado así, y seguramente quisieran que fuera así, y se oye esta clase de cosa porque seguramente así fueron enseñados. Si quiere decir con “inocente” que no tiene conocimiento de ciertos pecados o que no ha cometido ciertos pecados, estamos de acuerdo. Los niños deben gozarse de esa dicha, de desconocer muchos de los hechos y palabras pecaminosos que contaminan el mundo. Pero según la Palabra de Dios, nadie es inocente del pecado, sea niño o adulto, pues es la naturaleza misma del ser humano desde la caída de Adán y Eva. El diccionario define “inocente” así: “libre de culpa; que carece de malicia”. Pero la Biblia declara: “...todo el mundo quede bajo el juicio de Dios”, en otras palabras, todo el mundo es culpable ante Dios. Esto es un absoluto. No hay excepciones.
    Solemos llamar la primera dispensación la de “Inocencia”, porque en aquel tiempo del principio, Adán y Eva fueron creados sin el conocimiento del pecado. Lo ignoraban, y eran inofensivos. No habían cometido pecado. No eran malos, pero tampoco eran santos. El único que nació “santo” es el Señor Jesucristo (Lc. 1:35).
    Pero, esa condición de inocente se perdió para siempre cuando pecaron, y de ahí en adelante toda persona nace pecaminosa, no inocente. No vemos en la Biblia que haya edad ni estado de inocencia delante de Dios. Dice la Escritura: “Todos pecaron”, no “todos los adultos pecaron pero los niños son inocentes”.  Cuando el Señor Jesucristo describe el corazón humano en Marcos 7:20-23, dice que está contaminado con el pecado y que “todas estas maldades de dentro salen”. La palabra “hombre” no significa “adulto”, pues es de la palabra griega “anthropos” que significa “ser humano”. Todo ser humano tiene un corazón contaminado con el pecado, una naturaleza pecaminosa. Es cierto que ciertos pecados no se han manifestado, de acuerdo, pero el Señor dice que todas estas maldades están en el corazón. Desde la caída de Adán y Eva, toda la raza humana tiene un corazón que es manadero de pecado.
    El hecho de que los niños no matan ni cometen otros pecados “groseros” no es porque sean inocentes, sino más bien ignorantes, y también porque el fruto del mal que hay en ellos desde su concepción no ha madurado; no está muy desarrollado. Cuando tienes en tus brazos un niño pequeño, precioso e inofensivo, casi le tienes envidia, porque ni siquiera conoce toda la maldad y el dolor que hay en este mundo arruinado por el pecado. Sus preocupaciones son simplemente comer, beber y estar cómodo, y ¡qué feliz está en los brazos de sus padres! Da pena pensar que antes de que pase mucho tiempo todo esto cambiará. Pero uno diría: “¿Cómo puede ser pecador algo tan chiquitín e indefenso?” Si dejamos que nuestros ojos, sentimientos y lógica nos engañan, diremos que el niño es inocente. Pero escucha lo que Dios dice: “Jehová no mira lo que mira el hombre; pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón” (1 S. 16:7). Como vimos en Marcos 7:20-23, el Señor no mira la apariencia externa, sino el corazón, y allí ve el pecado y la contaminación, no la inocencia.
    Un árbol naranjo lo es desde el principio. Lleva en la savia, en su composición, todo lo necesario para producir naranjas. Si lo arrancas antes de que produzca naranjas, arrancas a un naranjo. No cambia la naturaleza del árbol, sino el desarrollo del fruto. De igual modo el ser humano es pecaminoso desde su concepción, en su naturaleza.  Su naturaleza es pecaminosa y mala. Lleva en su interior todo lo necesario para cometer pecados. Si muere, no muere inocente sino pecador porque ésa es su naturaleza. La Biblia dice:

Sal. 51:5 “He aquí, en maldad he sido formado, y en pecado me concibió mi madre”.
    · David reconoce la condición natural del ser humano, que desde su concepción, cuando es formado en el vientre de su madre, ya viene contaminado por el pecado, lo sepa o no.

Sal. 58:3 “Se apartaron los impíos desde la matriz; se descarriaron hablando mentira desde que nacieron”    
     · no son inocentes en ningún momento, pues son “impíos” y descarriados por naturaleza.

Mr. 7:20-23 “...Todas estas maldades de dentro salen, y contaminan al hombre”.
    · la maldad está entretejida en la fibra del corazón humano, cada uno que nace tiene un corazón malo y capaz de cometer los pecados nombrados aquí. Es una tierra sembrada con maldad, y unas semillas brotan, florecen y dan fruto antes que otras, pero todas están allí. El texto habla de los seres humanos, no sólo de adultos, sino de “antropos” (griego: “humano, genéricamente incluye todo ser humano”).

Ro. 3:10 “Como está escrito: No hay justo, ni aun uno”.  (véase Ecl. 7:20)
    · Ni siquiera un niño. Si hubiera un niño no pecador, habría justo, pero no lo hay.

Ro. 3:12 “Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles”.
    · No dice: “todos los adultos” – pues se trata de la raza humana entera: espiritualmente desviada e inútil.

Ro. 3:23 “todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios”
    · No “todos los adultos” ni “todos menos los niños”. Se refiere a todo ser humano sin excepción.

    Ro. 5:12 “el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron”
    · la imputación del pecado de Adán a todo ser humano porque él actuó como cabeza de la raza
    · todo ser humano es pecaminoso por naturaleza, y esto es punible, condenable

    1 Co. 15:22 La expresión: “en Adán todos mueren” encierra todos los descendientes de Adán, todos los seres humanos, sean niños o adultos.

    Ef. 2:1-3 “Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados, en los cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia, entre los cuales también todos nosotros vivimos en otro tiempo en los deseos de nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás."
    Este último describe la raza humana, la condición natural de todo ser humano. En estos textos no se trata de adultos, sino de los seres humanos, todos los descendientes de Adán. Que sean ignorantes acerca de ciertos pecados, no cabe duda, pero la Biblia no dice que sean inocentes.    A nuestro juicio no es aconsejable pensar y hablar así acerca de la “inocencia” de los niños. ¡Hasta los bebés pueden mentir y engañar, y aprenden pronto a hacerlo! Manifiestan enojo y desconformidad. Se retuercen, tienen berrinche, se niegan a hacer lo que deben, y demandan cual egoístas la atención y los mimos.
    Más adelante, manifiestan la rebeldía latente en todo pecador. Dicen que “no” y plantan cara. No vienen cuando se les llama. No hacen caso de la palabra de sus padres: “párate”, “ven”, “recoge esto”, “no lo tires al suelo”, “no lo toques”, “siéntate”, “cállate”, “cómelo”, etc. Si hacen algo que no deben, son capaces de decir que no lo hicieron, e incluso de señalar a otros como culpables. Pueden actuar egoístamente, no queriendo compartir, y con envidia, deseando tener lo que es de otros. Algunos se enojan de tal manera que incluso dejan de respirar, para rendir a los demás y salirse con la suya. Se pueden poner tristes o enojados y no hablar, ni jugar ni comer, si no se les dejan hacer lo que quieren. Y hay mucho más, pero estas son muestras del comportamiento pecaminoso de los pequeños. Salen de la cama cuando tienen que estar acostados, y si se les ve, dicen que tienen sed o tienen que ir al baño aun cuando no es así. Se inventan excusas para hacer lo que quieren. Son capaces de armar una mini guerra en la mesa porque no quieren comer algo. A algunos les gusta el protagonismo, el dominar la conversación, y no soportan el tener que callarse y escuchar. Quieren estar en el centro de la atención. Todos estos son más que “pequeños defectos de seres humanos”; son pecados. Los niños son pequeños pecadores, no inocentes. Son inocentes de homicidio y cosas así, claro, pero no son inocentes del pecado y lo manifiestan sobradamente. Cualquiera que ha criado hijos sabe que esto es verdad. Luego, andando el tiempo, estos “pecados de pequeños” se cambiarán en pecados de adultos – puede ser distinto el “tamaño” o “color” o “forma”, pero es el fruto malo, el pecado. Está allí desde la concepción, sólo que se manifiesta de diferentes maneras en diferentes etapas de la vida.
    “La necedad está ligada en el corazón del muchacho; mas la vara de la corrección la alejará de él” dice Proverbios 22:15. Los niños, como el resto de los seres humanos, tienen la necedad “ligada en el corazón”. Marcos 7:20-23 habla de lo que está en el corazón humano y va saliendo de ahí. El mal está en interior del ser humano, no en la sociedad. No lo tiene que aprender de otros, pues todas las semillas de la maldad yacen ya en su propio corazón. Todo ser humano tiene un corazón pecaminoso, tenga la edad que tenga.
    La Palabra de Dios dice que “todos” deben arrepentirse para ser salvos (Hch. 17:30; 2 P. 3:9). Esto no excluye a nadie. Algunos preguntan de qué tendría un niño que arrepentirse. ¡Parece que los que así preguntan no han criado hijos! Lee otra vez los párrafos y las Escrituras anteriores, porque hay bastante.
    Un texto que se suele citar a favor de la inocencia de los niños es Isaías 7:16, “Porque antes que el niño sepa desechar lo malo y escoger lo bueno, la tierra de los dos reyes que tú temes será abandonada”. Es cierto que los niños crecen y llegan a un punto de reconocer lo malo y lo bueno. Pero esto no quiere decir que sean inocentes, sino más bien ignorantes, como antes señalamos. Cuando un niño cree que es inocente, está en error, porque o ignora o no quiere reconocer lo que hay en su corazón. Uno puede ser inocente de haber cometido ciertos pecados, pero no es inocente de ser pecador. Sólo el Señor Jesucristo no fue pecador.
    Otro texto citado a menudo es Mateo 19:14, “Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis; porque de los tales es el reino de los cielos”.  Esto no quiere decir que los niños estén todos en el reino de los cielos, ni que el Señor les haya aceptado y salvado a todos. Esto sería el universalismo, porque todo descendiente de Adán y Eva ha vendio al mundo como infante y ha sido niño. Los niños no son automáticamente salvos, porque eso significaría que se puede perder la salvación. Los adultos impíos y  perdidos, eran una vez “del reino de los cielos” cuando eran niños, según esa interpretación. Entonces, ¿hemos de creer que por ser niños, se salvan, pero cuando se gradúan de la niñez, de repente están perdidos? No, hermanos, Dios no da vida provisional, temporal ni condicional, sino vida eterna. Cuando uno es salvo, lo es para siempre.
    Entonces, ¿qué significa el texto? Hay que tomar en cuenta otro texto que habla de lo mismo, esto es, Mateo 18:3, “De cierto os digo, que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos”. El Señor hablaba con adultos. ¿Qué deseaba, que se volvieran atrás en años y fuesen bebés o niños otra vez? No, porque si nos fijamos, usa la palabra “como”. Es un símil, una comparación. La sencillez y disposición a confiar que tienen los niños es lo que el Señor busca en los adultos. Que no vengan con argumentos complicados, filosofías, malas sospechas metidas en su cabeza por terceros, malicia, etc. sino sencillamente oyendo y creyendo lo que el Señor les dice. Así es cómo entrar por fe, y somos salvos por gracia por la fe, no por ser físicamente niños. En 1 Corintios 14:20 Pablo dice a los corintios: “sed niños en la malicia”. A los romanos escribe: “quiero que seáis sabios para el bien, e ingenuos para el mal” (Ro. 16:19).
    En el Salmo 25:7 David dice: “De los pecados de mi juventud, y de mis rebeliones, no te acuerdes”. Nosotros recordamos su pecado de adulto con Betsabé, pero él se acordaba de otros pecados de cuando era joven, y de rebeliones que no son nombrados. ¿Para qué hablar así si era inocente en aquel entonces? A veces cuando somos mayores nos damos cuenta de algunos de nuestros pecados como niños o jóvenes, y sentimos vergüenza. Pero estas cosas eran pecados cuando las hicimos, y no éramos inocentes entonces, sino culplables aunque tal vez ciegos, endurecidos, confundidos o ignorantes. No obstante, el pecado es pecado, lo sepamos o no, porque el Dios santo y justo lo sabe.
    2 Timoteo 3:15 dice: “y que desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús”. Luego los niños necesitan ser hechos sabios para la salvación. No nacen inocentes. Uno de los trabajos de sus padres es en amor ayudarles a saber que son pecadores. Cuando pecan de actitud, palabra, hecho u omisión, debemos amarles lo suficiente para hacerles saber que esto es pecado y desagrada a Dios. Es la parte de la educación de los niños que falta en muchos lugares.
    “Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen”, oró el Señor acerca de los adultos que le crucificaron. Los niños y los adultos pueden hacer cosas malas sin saber lo que hacen, pero todavía necesitan el perdón. Es bueno permitir que los niños tengan una niñez sencilla y feliz, sin exponerles a toda la maldad que hay en el mundo. Sin embargo, debemos enseñar a los niños la verdad, que son pecadores, no son inocentes, la maldad está en su corazón si bien no todavía en muchos de sus hechos, pero que Dios les ama y desea salvarles. Deben arrepentirse y creer el evangelio, igual como todos los demás. Hermanos, no hay dos evangelios – uno para niños y otro para adultos. El Señor mandó a Sus discípulos a predicar el evangelio “a toda criatura”. Entonces, no confundamos a un niño ni pongamos tropezadero delante suyo haciéndole creer que es inocente como sin pecado, cuando deberíamos enseñarle que es el pecador por quien el Señor Jesucristo murió en la cruz.
    Desde el tiempo del primer pecado y la caída de Adán y Eva, el único completa y verdaderamente inocente es el Señor Jesucristo, pues así le describe Hebreos 7:26, “Porque tal sumo sacerdote nos convenía: santo, inocente, sin mancha, apartado de los pecadores, y hecho más sublime que los cielos”.

 
Carlos Tomás Knott
julio 2013

sábado, 2 de enero de 2016

Altar, Tienda y Pozo

“Y edificó allí un altar, e invocó el nombre de Jehová, y plantó allí su tienda; y abrieron allí los siervos de Isaac un pozo” (Génesis 26:25)

    Estas tres cosas: un altar, una tienda y un pozo, son símbolos del verdadero peregrinaje. Destacan tres cosas esenciales en la vida de cada creyente, puesto que somos peregrinos. Muchos anhelan una ciudadanía que consideran provechosa para sí en esta vida (estadounidense, inglesa, española, francesa, alemana, etc.), porque piensan en dinero y comodidad, e incluso arreglan toda su vida y sus prioridades para que no falten estas cosas, mientras que descuidan lo más importante, lo espiritual. ¿Acaso se nos olvida que el creyente ya pertenece al único verdadero imperio y a la mejor sociedad: el reino del cielo? ¿Nos parece poco? Hermanos, aceptemos nuestra identidad de peregrinos en esta vida, y que no nos falten nunca los símbolos del peregrino: el altar, la tienda y el pozo. 

El Altar
   El altar representa nuestra necesidad diaria de adoración y de sacrificio a Dios. ¿Quién debe hacer el sacrificio de la mañana y de la tarde, sino tú? ¿Quién cuida el altar, asegurando que suban a Dios ofrendas? Los patriarcas edificaron altares dondequiera que estuviesen, porque ahí se reunieron con Dios y le adoraron. ¿Cuidas el altar de devoción a Dios en tu vida, cada día? Qué triste es saber que muchos cuidan el televisor, lo llevan consigo a todas partes, y dondequiera que esté su casa, casi lo primero es instalar una tele, arreglar los muebles del cuarto de estar alrededor suyo, y comenzar a rendirle culto diario. Mejor sería pasar todo ese tiempo frente a la Palabra de Dios, leyendo, meditando, orando y teniendo comunión con Dios. ¿Y no afectaría esto nuestra vida espiritual, nuestro poder y eficacia para servir al Señor? ¿No serían nuestras familias de otra forma, y no se ocuparían nuestros corazones de otros asuntos, si cuidáramos el altar en lugar de la tele? Y quizá la tele sea también altar, de Baal, del dios de este mundo, donde continuamente se ven los deseos de los ojos, los deseos de la carne y la vanagloria de la vida. Donde se sacrifican los niños, el matrimonio, la vida espiritual y el testimonio para “saber las noticias” (como se suele decir: “sólo miro el telediario y algún documental”)¡Menudo altar! Los hombres de Dios en otro tiempo hablaron así: “no pondré delante de mis ojos cosa injusta” (Sal. 102:3). Somos peregrinos, esto está claro, pero es hora de preguntar a muchos: “hermano, ¿qué pasa con el altar?”
 
La Tienda
   
Luego está la tienda. Abraham vivía en tiendas, y así también Isaac, porque también era peregrino. La tienda nos recuerda que el mundo no es nuestro hogar, que estamos de paso y no debemos arraigarnos ni acomodarnos en este mundo. La tienda tiene un cuidado sencillo, y no requiere mucha atención, lo cual quiere decir que no hay que gastar constantemente tiempo y dinero en su mantenimiento. Limpiar, sí. Poner un parche de vez en cuando, sí, y sacudirla para quitar el polvo. Era para escapar del calor y del frío, para dormir seguro, pero nunca venía a ser un palacio. La tienda podía moverse de lugar en lugar sin mucho problema, y daba movilidad a su dueño, y no le impide si el Señor le llama a otro lugar. No se nos olvide: el Señor ha ido a prepararnos lugar en la casa de Su Padre. Nuestro hogar y nuestra ciudadanía están en los cielos, y allí debemos poner la mirada cada día, para mantenernos separados del mundo, sobre todo, en nuestro corazón. El peregrino mira su tienda y se acuerda de que es forastero. Por ejemplo, Abraham: “por la fe habitó como extranjero...morando en tiendas con Isaac y Jacob, coherederos de la misma promesa, porque esperaba la ciudad que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios” (He. 11:9-10): “confesando que eran extranjeros y peregrinos sobre la tierra” (He. 11:13). En otros años las iglesias apreciaban más estos textos. Hablaban de estos temas y cantaban himnos de peregrinos, pero estos himnos ya han sido olvidados en muchos lugares. Hoy en día hablan de derechos, de federaciones, de involucrarse en la política. Los patriarcas nunca tuvieron “notorio arraigo” ni tampoco los apóstoles, y además, no les hacía falta para servir al Señor y le servían mucho mejor que nosotros. ¿Dónde están los peregrinos, los que moran en tiendas y viven para servir a Dios, anhelando de corazón una patria mejor: “esto es, celestial”? (He. 11:16).
 

El Pozo    
Y el pozo, tan necesario en el desierto, representa nuestro recurso constante y fuente de ayuda, la Palabra de Dios. Ella nos refresca y nos fortalece en el desierto de este mundo. El mundo no es un oasis para el creyente. El poeta persa, Omar Khayam decía en su obra, “El Rubiyat”, que la eternidad es un desierto y la vida es un oasis, así que, a pasarlo bien en esta vida porque después viene el desierto. Se equivocó, pues es totalmente al contrario, este mundo es un desierto que no sostiene la vida espiritual. Aunque cuesta tiempo y trabajo abrir un pozo, vale la pena, porque el agua cristalina y fresca de la Palabra de Dios es vital, porque además de refrescarnos y animarnos, en ella encontramos vida y salud. Con la Palabra de Dios nos limpiamos también de la suciedad contraída a raíz de estar en el mundo, aunque no somos del mundo. ¡Un peregrino sin pozo está en gran peligro! Hermano, hermana, ¿qué de tu pozo?
    Hermanos, la negligencia de cualquiera de estas tres cosas pone en peligro nuestra salud espiritual y nuestra vida distinta de peregrinos. Al descuidar o abandonar el altar, la tienda o el pozo, como consecuencia nos encontraremos asimilando la forma de pensar, hablar y vivir que es de los del mundo. Si nos acomodamos aquí e imitamos a los del mundo, sufriremos la pérdida de nuestro carácter de peregrino, el gozo y el poder espiritual para servir y agradar al Señor. ¡No nos jubilemos ni dejemos de ser peregrinos hasta que el Señor nos llame a Su presencia!

Carlos Tomás Knott