de la introducción del libro:
DISCIPULADO EN EL HOGAR,
DISCIPULADO EN EL HOGAR,
por Carlos Tomás Knott
Para comenzar, preguntamos: ¿Qué le hace a una familia ser una familia cristiana? ¿Lo sabes? ¿Cómo podemos decir que una lo es cuando la vemos? ¿Hay rasgos distintivos que nos ayudan a distinguir en un grupo de familias a aquellas que son cristianas? ¿Qué de nuestros hogares, cómo podemos discernir si son realmente hogares cristianos?
Las apariencias externas ciertamente no garantizan la presencia de una familia cristiana, ¿verdad? Aquí se nos presenta un hogar, con textos bíblicos en las paredes y una Biblia familiar en la mesa. Los miembros asisten a las reuniones de la iglesia cada semana. Quizás en el coche tienen una pegatina que dice: “Yo ♥ Jesús”, “Jesús es el Señor”, el símbolo del pez, una paloma, o una cruz. Pero, ¿es Él realmente el Señor en esta familia? Para contestar esta pregunta, debemos abrir la puerta de la casa, entrar, y una vez dentro, escuchar y observar. ¿Oyes argumentos egoístas, voces alteradas, y conversaciones carnales? ¿Están las personas plantadas delante del televisor, prefiriendo esto a leer, estudiar y meditar la Palabra de Dios? ¿Hay excitación acerca de algún evento deportivo y desinterés o frialdad en cuanto a la evangelización y el discipulado? ¿Prefieren algún partido de fútbol, tal vez la copa mundial, en lugar de la Cena del Señor y la comunión de los santos? ¿Qué clase de devoción, cristianismo y discipulado es éste?
Continúa observando: ¿notas tensión entre esposo y esposa, padres e hijos, o entre los hijos mismos? ¿Ves ceños fruncidos, índices señalando, o caras con churretes de lágrimas? ¿Oyes suspiros de frustración, o notas silencio tenso? Pronto te darás cuenta, si no te has dado ya, que ninguna apariencia particular y externa puede hacer cristiana a una familia. Colocar pegatinas en el exterior del vehículo, tener textos enmarcados en la casa, o una gran Biblia familiar expuesta en una mesa, esa clase de cosas no hacen que una familia sea cristiana. Podrían engañar a los demás, haciéndoles creer que esa familia es cristiana cuando realmente no lo es. Y encarémoslo, el mero hecho de que una familia tenga cristianos dentro, o tenga actividades religiosas no asegura que sea una familia cristiana. Hay más que esto, ¿no? El Señor Jesús dijo que no debemos juzgar por las apariencias, sino juzgar con juicio justo (Jn. 7:24). Debemos recordar, entonces, que las apariencias externas no pueden ganar a los ojos de Dios el nombre de “cristiano” para ninguna familia.
Una familia cristiana es una familia compuesta de creyentes en el Señor Jesucristo, por supuesto, y además, éstos viven diariamente de una manera que da gloria a Dios, aun cuando nadie les ve. No se portan como cristianos sólo cuando tienen visita en su casa. Lo suyo no es una obra teatral para dar buena impresión a otros, sino una realidad viva.
Las apariencias externas ciertamente no garantizan la presencia de una familia cristiana, ¿verdad? Aquí se nos presenta un hogar, con textos bíblicos en las paredes y una Biblia familiar en la mesa. Los miembros asisten a las reuniones de la iglesia cada semana. Quizás en el coche tienen una pegatina que dice: “Yo ♥ Jesús”, “Jesús es el Señor”, el símbolo del pez, una paloma, o una cruz. Pero, ¿es Él realmente el Señor en esta familia? Para contestar esta pregunta, debemos abrir la puerta de la casa, entrar, y una vez dentro, escuchar y observar. ¿Oyes argumentos egoístas, voces alteradas, y conversaciones carnales? ¿Están las personas plantadas delante del televisor, prefiriendo esto a leer, estudiar y meditar la Palabra de Dios? ¿Hay excitación acerca de algún evento deportivo y desinterés o frialdad en cuanto a la evangelización y el discipulado? ¿Prefieren algún partido de fútbol, tal vez la copa mundial, en lugar de la Cena del Señor y la comunión de los santos? ¿Qué clase de devoción, cristianismo y discipulado es éste?
Continúa observando: ¿notas tensión entre esposo y esposa, padres e hijos, o entre los hijos mismos? ¿Ves ceños fruncidos, índices señalando, o caras con churretes de lágrimas? ¿Oyes suspiros de frustración, o notas silencio tenso? Pronto te darás cuenta, si no te has dado ya, que ninguna apariencia particular y externa puede hacer cristiana a una familia. Colocar pegatinas en el exterior del vehículo, tener textos enmarcados en la casa, o una gran Biblia familiar expuesta en una mesa, esa clase de cosas no hacen que una familia sea cristiana. Podrían engañar a los demás, haciéndoles creer que esa familia es cristiana cuando realmente no lo es. Y encarémoslo, el mero hecho de que una familia tenga cristianos dentro, o tenga actividades religiosas no asegura que sea una familia cristiana. Hay más que esto, ¿no? El Señor Jesús dijo que no debemos juzgar por las apariencias, sino juzgar con juicio justo (Jn. 7:24). Debemos recordar, entonces, que las apariencias externas no pueden ganar a los ojos de Dios el nombre de “cristiano” para ninguna familia.
Una familia cristiana es una familia compuesta de creyentes en el Señor Jesucristo, por supuesto, y además, éstos viven diariamente de una manera que da gloria a Dios, aun cuando nadie les ve. No se portan como cristianos sólo cuando tienen visita en su casa. Lo suyo no es una obra teatral para dar buena impresión a otros, sino una realidad viva.
Hay cinco palabras en el Nuevo Testamento que se usan intercambiablemente en referencia a los verdaderos cristianos: Éstas son: cristianos, discípulos, creyentes, santos y hermanos. Esto es lo que los miembros de un hogar cristiano son, los unos para con los otros, y para con los demás seguidores del Señor. Son creyentes: han sido justificados por fe, habiendo creído en el Señor Jesucristo. Son discípulos: perseveran en la Palabra de Dios (Jn. 8:31), lo cual significa que entre otras cosas viven rigiéndose por los principios de la vida familiar que se encuentran en la Palabra de Dios. Puede que nunca hayan estado en una conferencia familiar, retiro, o sesión de "enriquecimiento familiar". Puede que nunca hayan asistido a una clase de sociología. De hecho, mejor que sea así, pues tienen la ventaja de no tener sus mentes atestadas con las presentaciones “psicologizadas” y populares de la vida familiar.
Aunque no han tenido ninguna de estas cosas, no son ignorantes, porque la familia cristiana sabe dónde encontrar los principios para la vida de familia - tales principios se encuentran en las Santas Escrituras. En esta familia la Biblia se vive en cada tarea diaria de la vida. Tienen la Palabra de Dios, y ésta les tiene, también, pues tiene un ligamento en cada una de sus vidas. Para ellos, Jesucristo no es una coletilla evangélica, una teoría ni una ideal, sino que, como alguien dijo, ellos practican la presencia de Dios en su vida familiar. En la familia cristiana Él gobierna como Señor.
La familia es el orden más antiguo de este planeta, y tiene sus orígenes con los mismos de la raza humana. Es sin lugar a dudas la unidad funcional, ordenada por Dios. Él en Su infinita sabiduría dio orden a Su creación. No estaba experimentando con las cosas para luego mejorarlas, sino que estaba manifestando Su sabiduría, poder y amor. Creó un hombre, le colocó en Edén, y allí le formó una familia en derredor suyo. La familia comenzó cuando Dios unió a Adán y a Eva, pero existió mucho antes ya en la mente de Dios y en Su plan para la vida en la tierra. Dios les mandó “Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra” (Gn. 1:28; 2:21-25). Con esto Él indicó que la familia era Su manera de propagar la raza humana y de poblar la tierra. De nuevo Dios afirma Su favor hacia la familia al incluir las relaciones familiares en los Diez Mandamientos: “Honra a tu padre y a tu madre” (Éx. 20:12), al igual que en el resto de la Ley. Dirigiéndonos ahora al Nuevo Testamento, vemos cómo repetidamente se reafirma el interés de Dios en los asuntos de la vida de familia con enseñanzas tales como, “Hijos, obedeced a vuestros padres,” “Padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos,” “Maridos, amad a vuestras mujeres,” y “Casadas, estad sujetas a vuestros maridos”. El hecho de que tales principios se encuentren tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento indica que Dios no ha cambiado Su diseño para la familia. Al contrario de las voces de la sociedad que se levantan alrededor nuestro, la familia no está pasada de moda, ni es inefectiva ni represiva. ¡Es una obra maestra de arte de Dios!
Pero, ¿qué de nuestros hogares? ¿Cómo podemos definir un hogar cristiano en términos suficientemente específicos para saber si correspondemos a la descripción y si no hacer los cambios oportunos? ¡Buena pregunta! Para ser honesto, no hay ningún versículo en la Biblia que diga específicamente, “Una familia cristiana se define de la siguiente manera:_______________”. Debemos estudiar las Escrituras y sacar de los diferentes pasajes a través de la Biblia que tratan el tema para formar una descripción de la familia cristiana que funcione. Esto conlleva más tiempo, pero puede llevarse a cabo, y es muy edificante. Hay numerosos pasajes que hablan de la familia. Aquí, entonces, hay una descripción de la familia tomada de las Escrituras:
1. Dios es el primero en todo, no sólo en un tiempo diario de "devocional" -- lo que solemos llamar el tiempo de lectura de la Palabra y la oración. (Mt 6:33; Lc. 14:26; Col. 1:18).
2. El marido y padre tiene la responsabilidad completa, no dividida ni compartida ante el Señor del liderazgo de la familia de una manera piadosa (Gn. 3:16; 18:19; Col. 3:18).
3. El padre asume con amor la responsabilidad como proveedor y protector de su familia, tanto física como espiritualmente (Ef. 5:25, 28, 29; 1 Ti. 5:8).
4. La esposa y madre practica su profesión de piedad sometiéndose voluntariamente a su marido, orientando su vida hacia él en su hogar. Está contenta y satisfecha trabajando en el hogar como la ayuda idónea y colaboradora de su marido (Gn. 2:18; Pr. 31:10-31; 1 Co. 11:9; Tit. 2:4-5).
5. Ambos padres aceptan su responsabilidad dada por Dios en ser diligentes educando a sus hijos en casa, en una vida piadosa y disciplinada. Esto se hace primero por medio de su propio ejemplo, y también por la inversión con amor de su tiempo y esfuerzo requeridos, no para contemplar a los hijos casi como ídolos, sino para guiarlos tanto en conocimiento como en práctica, y no tenerlos como una imposición, descuidando su cuidado espiritual, dejándoselos a otras personas (Éx. 2:9; Ef. 6:4; 2 Ti. 1:5; 3:15).
6. Los hijos honran a sus padres respondiendo positivamente cuando se les enseña, y obedeciéndoles con amor, respeto y prontitud. Los padres los educan en amor, en los caminos del Señor, no en los del mundo que les rodea (Ef. 6:1-3; Col. 3:20).
7. La familia colabora trabajando para apoyar a la asamblea local, ministrando a otros por causa de Cristo y del evangelio. La familia no está vista como una prioridad más elevada que la iglesia, y no ve el servicio en la asamblea como una amenaza a la unidad de la familia (1 R. 17:10-13; 2 R. 4:8-10; Mr. 1:28-34; Lc. 18:28-30; Hch. 18:24-26).
Ya puedo oír a alguien decir: “Todo esto suena muy bien, pero tal vez un poco idealista, porque el mundo ha cambiado mucho y la vida es muy complicada hoy en día. Son ideas buenas, pero hay que pisar tierra, y en cuanto a todo esto, ¿cómo podemos llegar a ello?” No es suficiente tener una buena descripción de la familia cristiana. La idea es explicar cómo tener una familia así, y éste es el propósito de este libro.
La familia es el orden más antiguo de este planeta, y tiene sus orígenes con los mismos de la raza humana. Es sin lugar a dudas la unidad funcional, ordenada por Dios. Él en Su infinita sabiduría dio orden a Su creación. No estaba experimentando con las cosas para luego mejorarlas, sino que estaba manifestando Su sabiduría, poder y amor. Creó un hombre, le colocó en Edén, y allí le formó una familia en derredor suyo. La familia comenzó cuando Dios unió a Adán y a Eva, pero existió mucho antes ya en la mente de Dios y en Su plan para la vida en la tierra. Dios les mandó “Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra” (Gn. 1:28; 2:21-25). Con esto Él indicó que la familia era Su manera de propagar la raza humana y de poblar la tierra. De nuevo Dios afirma Su favor hacia la familia al incluir las relaciones familiares en los Diez Mandamientos: “Honra a tu padre y a tu madre” (Éx. 20:12), al igual que en el resto de la Ley. Dirigiéndonos ahora al Nuevo Testamento, vemos cómo repetidamente se reafirma el interés de Dios en los asuntos de la vida de familia con enseñanzas tales como, “Hijos, obedeced a vuestros padres,” “Padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos,” “Maridos, amad a vuestras mujeres,” y “Casadas, estad sujetas a vuestros maridos”. El hecho de que tales principios se encuentren tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento indica que Dios no ha cambiado Su diseño para la familia. Al contrario de las voces de la sociedad que se levantan alrededor nuestro, la familia no está pasada de moda, ni es inefectiva ni represiva. ¡Es una obra maestra de arte de Dios!
Pero, ¿qué de nuestros hogares? ¿Cómo podemos definir un hogar cristiano en términos suficientemente específicos para saber si correspondemos a la descripción y si no hacer los cambios oportunos? ¡Buena pregunta! Para ser honesto, no hay ningún versículo en la Biblia que diga específicamente, “Una familia cristiana se define de la siguiente manera:_______________”. Debemos estudiar las Escrituras y sacar de los diferentes pasajes a través de la Biblia que tratan el tema para formar una descripción de la familia cristiana que funcione. Esto conlleva más tiempo, pero puede llevarse a cabo, y es muy edificante. Hay numerosos pasajes que hablan de la familia. Aquí, entonces, hay una descripción de la familia tomada de las Escrituras:
1. Dios es el primero en todo, no sólo en un tiempo diario de "devocional" -- lo que solemos llamar el tiempo de lectura de la Palabra y la oración. (Mt 6:33; Lc. 14:26; Col. 1:18).
2. El marido y padre tiene la responsabilidad completa, no dividida ni compartida ante el Señor del liderazgo de la familia de una manera piadosa (Gn. 3:16; 18:19; Col. 3:18).
3. El padre asume con amor la responsabilidad como proveedor y protector de su familia, tanto física como espiritualmente (Ef. 5:25, 28, 29; 1 Ti. 5:8).
4. La esposa y madre practica su profesión de piedad sometiéndose voluntariamente a su marido, orientando su vida hacia él en su hogar. Está contenta y satisfecha trabajando en el hogar como la ayuda idónea y colaboradora de su marido (Gn. 2:18; Pr. 31:10-31; 1 Co. 11:9; Tit. 2:4-5).
5. Ambos padres aceptan su responsabilidad dada por Dios en ser diligentes educando a sus hijos en casa, en una vida piadosa y disciplinada. Esto se hace primero por medio de su propio ejemplo, y también por la inversión con amor de su tiempo y esfuerzo requeridos, no para contemplar a los hijos casi como ídolos, sino para guiarlos tanto en conocimiento como en práctica, y no tenerlos como una imposición, descuidando su cuidado espiritual, dejándoselos a otras personas (Éx. 2:9; Ef. 6:4; 2 Ti. 1:5; 3:15).
6. Los hijos honran a sus padres respondiendo positivamente cuando se les enseña, y obedeciéndoles con amor, respeto y prontitud. Los padres los educan en amor, en los caminos del Señor, no en los del mundo que les rodea (Ef. 6:1-3; Col. 3:20).
7. La familia colabora trabajando para apoyar a la asamblea local, ministrando a otros por causa de Cristo y del evangelio. La familia no está vista como una prioridad más elevada que la iglesia, y no ve el servicio en la asamblea como una amenaza a la unidad de la familia (1 R. 17:10-13; 2 R. 4:8-10; Mr. 1:28-34; Lc. 18:28-30; Hch. 18:24-26).
Ya puedo oír a alguien decir: “Todo esto suena muy bien, pero tal vez un poco idealista, porque el mundo ha cambiado mucho y la vida es muy complicada hoy en día. Son ideas buenas, pero hay que pisar tierra, y en cuanto a todo esto, ¿cómo podemos llegar a ello?” No es suficiente tener una buena descripción de la familia cristiana. La idea es explicar cómo tener una familia así, y éste es el propósito de este libro.
Introducción del libro DISCIPULADO EN EL HOGAR
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