(Los Terrores del Infierno, parte III)
Los profetas del Antiguo Testamento nos avisan constantemente de los
peligros del infierno: “¿Quién de nosotros habitará con el fuego
consumidor? ¿Quién de nosotros habitará con las llamas eternas?” (Isaías
33:14). “En presencia de su indignación, ¿quién resistirá? ¿Quién se
mantendrá en pie ante el ardor de su ira? Su furor se derrama como
fuego” (Nahum 1:6). Pecador, ¿eres tan arrogante como para pensar que
puedes soportar la ira de Dios cuando sea derramada en toda su capacidad
sobre ti? Es posible que pienses que el infierno no es tan ardiente
como se pinta y que podrás soportarlo bastante bien. Si crees esto eres
algo más que un necio. los terrores del infierno hacen que hasta los
mismos demonios tiemblen, ¿eres tú tan necio como para permanecer
inmóvil ante estos o tomarlos a la ligera?
No pienses que
simplemente porque vas a la iglesia, o crees en Dios, o aceptas
intelectualmente las verdades del cristianismo, escaparás del infierno.
La mayoría de los que asisten regularmente a cultos de una iglesia cada
semana alrededor del mundo irán al infierno. Thomas Shepard, pastor y
fundador de la Universidad de Harvard (EE.UU.), escribió: “Creyentes
nominales y hombres que creen ser salvos que tienen algo parecido a la
fe, al pesar, al verdadero arrepentimiento, a los buenos deseos; pero
solo son imágenes; engañan a otros y a sí mismos ... la mayoría de los
que viven en la iglesia perecerán”.
Tú, que dices ser cristiano
pero que no lees mucho la Biblia y oras poco: ¿cómo piensas escapar del
castigo del infierno? Tú, que no te preocupas mucho de los pequeños
pecados ni de los pensamientos vanos y sucios que te pasan por la mente:
¿estás preparado para ir al infierno? Tú, que piensas que el reino de
Dios consiste en una confesión verbal de fe en Cristo o aceptación
intelectual de que Jesús murió por tus pecados, pero que no te interesas
por llevar una vida santa, piadosa, ni dedicar algún pensamiento a Dios
durante la semana: ¿estás preparado para soportar los tormentos del
infierno, día y noche, por los siglos de los siglos? Deberías estarlo,
pues si estas cosas son ciertas de ti, estás en camino directo al
infierno, a menos que te arrepientas. ¡No te engañes a ti mismo! El
cristianismo no consiste en palabras o afirmaciones piadosas o creencias
intelectuales, sino en un corazón nuevo y una nueva vida apartada del
pecado y dedicada a la gloria de Dios. Si tu corazón y tu vida no han
sido cambiados por Dios, aún estás en tus pecados. Si estás viviendo en
abierta desobediencia a la Palabra de Dios y eres indiferente a ello, no
tienes ningún derecho a creer que vas a ir al cielo, por el contrario,
estás en el camino del infierno. Arrepiéntete de todos tus pecados y
vuélvete a Jesucristo y ríndete a él como Señor. Presta atención a las
palabras de Cristo: “Si tu ojo te es ocasión de pecar, arráncatelo y
échalo de ti. Te es mejor entrar en la vida con un ojo, que teniendo dos
ojos, ser echado en el infierno de fuego” (Mateo 18:9). “Nada menos que
el negarse por completo a uno mismo, abandonar el ídolo más acariciado,
abandonar el hábito pecaminoso más acariciado – figuradamente
representado como cortar la mano o arrancar un ojo – es lo que Cristo
exige de todo aquel que quiere tener comunión con Él”. Recuerda que la
dificultad que conlleva abandonar todo por Cristo no es nada comparada
con pasar toda la eternidad en el infierno.
No creo que nadie se
espante por la idea de ir a al cielo, pero sí de ir al infierno, de tal
modo que pudiera comenzar a buscar a Dios de todo corazón y a implorar
la misericordia divina. El ser humano está en el borde mismo del abismo
del infierno, pronto a caer precipitado en él, y aún así, completamente
inconsciente de semejante peligro. Si oír hablar del infierno puede
conseguir que personas insensibles a su situación real consideren las
verdades eternas, entonces, predicar sobre el infierno es bastante
beneficioso. Es mejor considerar ahora el infierno, mientras vivas; y
ser aterrorizado por esto, que tener que soportarlo luego.
No
quisiera que estuvieras más atemorizado del infierno como de pecar. El
pecado es tu verdadero enemigo. El pecado es peor que el infierno porque
el pecado dio a luz el infierno. ¿Estás dispuesto a ir al infierno por
toda la eternidad a cambio de unos cuantos placeres y lujuria aquí en la
tierra? ¡Huye del pecado! Deja de vivir para el yo y la auto
gratificación y acude a Jesucristo. Cuando mueras será demasiado tarde.
Toda oportunidad de arrepentimiento se limita a la vida en la tierra.
Esta doctrina es tan beneficiosa para el justo corno para el injusto.
La doctrina del infierno debería llevar al justo a temer a Dios. Un
temor santo es útil de muchas maneras. Aquel que teme a Dios en su
corazón tiene un mayor respeto por los mandamientos de Dios. Quien
realmente teme a Dios no temerá a los hombres y preferirá enemistarse
con los hombres que con Dios (Isaías 8:12-13). Esta doctrina debería
aumentar la fidelidad y el gozo del justo en Cristo, puesto que ha sido
salvado de los tormentos del infierno y, del mismo modo, debería
aumentar su amor por Cristo que soportó la ira de Dios en la cruz en su
lugar.
La doctrina del infierno tendría que producir en ti temor
al pecado. Tendría que hacer que temieras hasta los pecados más pequeños
y ser diligente en confesarlos, tanto de corazón como de pensamiento y
vida. Deja que la doctrina del infierno te guarde de practicar el
pecado.
La doctrina del infierno debería ayudar al creyente a ser
paciente en los días de aflicción. No importa lo grande que sean tus
tribulaciones en este mundo, son mucho más pequeñas que los tormentos
del infierno, de los cuales el Señor ha salvado a los santos. Puede que
tengas que atravesar tormentos menores en este mundo, pero recuerda que
son meramente temporales y que has sido liberado del más grande de
todos ellos de modo que puedas regocijarte aún en el tiempo de la
aflicción.
Esta doctrina ayuda a motivarte a testificar a otros
de Cristo y su mensaje. Eryl Davies escribió en su libro The Wrath of
God (“La Ira de Dios”): “La eternidad de los sufrimientos del infierno
deberían hacernos más celosos y prontos a hablar a la gente del único
que puede salvarles. ¿Rehuimos declarar estas solemnes verdades? ¿Nos
disgusta la idea del infierno? Recuerda que Dios será glorificado
incluso por medio de los castigos eternos de los incrédulos en el
infierno. Su majestad ofendida será vindicada... lo que es supremo en el
propósito de Dios a la hora de elegir y reprobar a los hombres es su
propia gloria, y el infierno también glorificará su justicia, su poder y
su ira por toda la eternidad. Mientras tanto es nuestra responsabilidad
orar y procurar la salvación de los pecadores antes que castigo tan
horrendo caiga sobre ellos”.
No puedo terminar sin una palabra
final dirigida a aquellos que se creen convertidos pero que no lo están,
y también para aquellos que saben que no están convertidos. ¿Puedes
concebir la eternidad? Detente un momento y trata de imaginar ser
atormentado incesantemente, para siempre, sin final. ¿Esto no te
aterroriza? Jamás una oportunidad de descanso; o una gota de agua fría
que refresque la garganta. Piensa de nuevo la duración de la eternidad.
Trata de imaginártela: día y noche, por los siglos de los siglos,
ardiendo con fuego como una araña en una hoguera. Gritos, lamentos,
dolor, maldiciendo el día de haber nacido; y siendo maldecido
eternamente por los demonios y condenados alrededor. Recordando, siempre
recordando las veces que fuiste advertido en la tierra y cómo ignoraste
todos aquellos avisos: auto satisfecho y auto engañado, creyendo que
todo estaba bien con tu alma. La mujer de Job le dijo a éste que
maldijera a Dios y muriera. A no ser que te arrepientas y vayas a
Cristo, quien es tu única esperanza, serás maldito por Dios y
eternamente atormentado por Él en Su presencia, en la terrible plenitud
de Su ira, sin poder morir jamás. Nunca morirás, amigo. ¡Tú no morirás
jamás! ¡La eternidad es para siempre!
Copyright © 1992 by William C. Nichols
Traducido al castellano por Alfonso Ropero
Los textos bíblicos son de la Biblia de las Américas,
© The Lockman Foundation 1986, y de la Reina Valera revisión de 1960.
Notas:
1. Thomas Shepard, The Works of Thomas Shepard (“Las obras de Thomas Sephard”), vol. 1, p. 94. AMS Press, Nueva York, 1967.
2.Jonathan Edwards, The Works of Jonathan Edwards (“Las obras de Jonathan Edwards”), vol. 11, p. 87. The Banner of Truth, Edimburgo 1974.
3.Id. p. 82.
4.Christopher Love, Hell's Terrors (“Los terrores del infierno”), p. 19. T.M. Londres 1653.
5.J. Edwards, op. cit., p. 884.
6.Id. P. 80.
7.Id. p. 81.
8.Charles Haddon Spurgeon, The New Park Street Pulpit (“El Púlpito de la calle New Park Street”), vol. 1, p. 308. Baker Book House, Grand Rapids 1990.
9.C. Love, op.cit., pp. 54-55.
10.John Gerstner, Heaven and Hell (Cielo e Infierno), p. 77. Baker Book House, Grand Rapids 1991.
11.Thomas Shepard, The Works of Thomas Shepard (“Las obras de Thomas Shepard”), vol. 1, p. 58. AMS Press, Nueva York 1967.
12.Arthur W. Pink, Studies in the Scriptures (“Estudios en las Escrituras”), p. 18. Enero 1932.
13.E. Davies, The Wrath of God (“La ira de Dios”), p. 59, Evangelical Press of Wales, Glamorgan 1984.