Por H. A. IRONSIDE
“Cuando edifiques una casa, harás pretil a tu terrado, para que no eches culpa de sangre sobre tu casa, si de él cayere alguno. No sembrarás tu viña con semillas diversas, no sea que se pierda todo, tanto la semilla que sembraste como el fruto de la viña. No ararás con buey y con asno juntamente. No vestirás ropa de lana y lino juntamente. Te harás flecos en las cuatro puntas de tu manto con que te cubras....”—Dt. 22:8-12.
“Y Jehová habló a Moisés, diciendo: Habla a los hijos de Israel, y diles que se hagan franjas en los bordes de sus vestidos, por sus generaciones; y pongan en cada franja de los bordes un cordón de azul”—Nm. 15:37-38.
El Apóstol Pablo nos puso ejemplo de sacar lecciones espirituales de algunas de estas normas del Antiguo Testamento, las cuales quizá no consideremos tan importantes en nuestro día.
Cuando él habla del apoyo de los obreros cristianos, va a Deuteronomio para encontrar un texto, y selecciona uno que quizá nosotros pensemos que no tiene ninguna aplicación real con el tema que estamos tratando—efectivamente, un texto muy peculiar: “No pondrás bozal al buey cuando trillare” (Dt. 25:4).
Naturalmente, puede que preguntemos: ¿Qué tiene que ver esto con la cuestión del apoyo de un obrero del Evangelio? Pero Pablo lo usa, no para enseñar consideración por las criaturas que se esfuerzan con tanta paciencia en servir al hombre, aunque esto lo enfatiza claramente la Escritura, sino más bien para mostrarnos nuestra responsabilidad de cuidar de las necesidades temporales de los obreros espirituales para que tengan libertad llevando a cabo su labor sin ansiedad por las cosas terrenales.
En Proverbios leemos:“El justo cuida de la vida de su bestia; Mas el corazón de los impíos es cruel” (Pr. 12:5).
Un hombre que se convirtió dio su testimonio respecto a esto en una reunión pública. Cuando terminó, su mujer se levantó y dijo: “Amigos, si cualquiera de los presentes duda del testimonio de mi marido, debe venir a nuestra granja. Antes de convertirse, cada vaca, cada caballo, y cada perro, huían de él, por ser tan vicioso y por pegarles tan cruelmente; ahora, todos los animales corren a él”. Toda la actitud del hombre hacia las criaturas de la granja cambió.
Pero el Apóstol Pablo dice que esto no sólo se escribió para los bueyes, sino para nuestro beneficio. El buey que trilla es una ilustración hermosa del siervo de Cristo —“trillando” la verdad que alimenta el alma, la Palabra de Dios, para poder pasárnosla a nosotros.
Ahora imagínate al buey trillando y sirviéndose sobre la marcha de un poquito para sí mismo de vez en cuando. Dios dice que los que predican el Evangelio deberían vivir del Evangelio.
Muchas iglesias olvidan esto. Se contentan con tener siervos de Cristo que les ministren la Palabra de Dios de año en año, y no se dan cuenta en lo más mínimo de sus necesidades. Son como el diácono que oró: “Señor, bendice a nuestro pastor; consérvale humilde, y nosotros le conservaremos pobre”.
El uso que el apóstol da a este texto sugiere muchos textos que se aplican a condiciones pasadas, que, después de todo, contienen sugerencias escondidas para nosotros.
“Y Jehová habló a Moisés, diciendo: Habla a los hijos de Israel, y diles que se hagan franjas en los bordes de sus vestidos, por sus generaciones; y pongan en cada franja de los bordes un cordón de azul”—Nm. 15:37-38.
El Apóstol Pablo nos puso ejemplo de sacar lecciones espirituales de algunas de estas normas del Antiguo Testamento, las cuales quizá no consideremos tan importantes en nuestro día.
Cuando él habla del apoyo de los obreros cristianos, va a Deuteronomio para encontrar un texto, y selecciona uno que quizá nosotros pensemos que no tiene ninguna aplicación real con el tema que estamos tratando—efectivamente, un texto muy peculiar: “No pondrás bozal al buey cuando trillare” (Dt. 25:4).
Naturalmente, puede que preguntemos: ¿Qué tiene que ver esto con la cuestión del apoyo de un obrero del Evangelio? Pero Pablo lo usa, no para enseñar consideración por las criaturas que se esfuerzan con tanta paciencia en servir al hombre, aunque esto lo enfatiza claramente la Escritura, sino más bien para mostrarnos nuestra responsabilidad de cuidar de las necesidades temporales de los obreros espirituales para que tengan libertad llevando a cabo su labor sin ansiedad por las cosas terrenales.
En Proverbios leemos:“El justo cuida de la vida de su bestia; Mas el corazón de los impíos es cruel” (Pr. 12:5).
Un hombre que se convirtió dio su testimonio respecto a esto en una reunión pública. Cuando terminó, su mujer se levantó y dijo: “Amigos, si cualquiera de los presentes duda del testimonio de mi marido, debe venir a nuestra granja. Antes de convertirse, cada vaca, cada caballo, y cada perro, huían de él, por ser tan vicioso y por pegarles tan cruelmente; ahora, todos los animales corren a él”. Toda la actitud del hombre hacia las criaturas de la granja cambió.
Pero el Apóstol Pablo dice que esto no sólo se escribió para los bueyes, sino para nuestro beneficio. El buey que trilla es una ilustración hermosa del siervo de Cristo —“trillando” la verdad que alimenta el alma, la Palabra de Dios, para poder pasárnosla a nosotros.
Ahora imagínate al buey trillando y sirviéndose sobre la marcha de un poquito para sí mismo de vez en cuando. Dios dice que los que predican el Evangelio deberían vivir del Evangelio.
Muchas iglesias olvidan esto. Se contentan con tener siervos de Cristo que les ministren la Palabra de Dios de año en año, y no se dan cuenta en lo más mínimo de sus necesidades. Son como el diácono que oró: “Señor, bendice a nuestro pastor; consérvale humilde, y nosotros le conservaremos pobre”.
El uso que el apóstol da a este texto sugiere muchos textos que se aplican a condiciones pasadas, que, después de todo, contienen sugerencias escondidas para nosotros.
SWORD of the LORD (“Espada del Señor”), 19 de abril de 1996, traducido por Carlos Tomás Knott.
No hay comentarios:
Publicar un comentario