viernes, 6 de abril de 2012

"Es Necesario Nacer De Nuevo"


Texto Bíblico: S. Juan 3:1-21

El Señor Jesucristo dijo: "os es necesario nacer de nuevo" (v. 7), y nos llaman la atención esas palabras: "es necesario". Hay cosas opcionales y otras necesarias. Cuando uno come, puede echar sal en la comida, o no. Es opcional. Pero es necesario comer, porque si no come, morirá. Cuando duerme, puede hacerlo de un lado o de otro, o de espalda, o como le guste. Pero es necesario dormir, porque si no se arruina la salud. El Señor Jesucristo dice que "es necesario" nacer de nuevo.

Mucha gente cree que en cuanto a la religión, que lo importante es ser sincero y lo demás son gustos. Unos son más devotos que otros, unos creen de una manera y otros de otra, pero ¿qué importa sin son sinceros y no hacen daño a nadie? Así razona el ser humano que ignora la verdad de Dios. Dice: "Si uno es sincero, ¿qué más se le puede pedir?"  Dios pide mucho más.

Toma el caso de ese hombre Nicodemo en nuestro texto en el Evangelio según Juan. Era un hombre religioso y sincero, un hombre principal de los judíos (v. 1), practicante de su religión y que enseñaba a otros (v. 10). Si Nicodemo no era sincero, no lo es nadie. Era un hombre inteligente. Creía en Dios. Era un hombre moralmente recto (fariseo, v. 1). Asistía regularmente a la sinagoga, estaba en los cultos y era maestro. Tenía interés personal en el Señor, le observaba y escuchaba, y fue a hacerle visita. ¿Quién diría que Nicodemo no era religioso y sincero? 

Pero observa conmigo, amigo, que con todo eso Nicodemo estaba perdido. No iba a ver el reino de Dios porque le faltaba lo inprescindible: nacer de nuevo. Jesucristo le habló claro acerca de él y sus compañeros de religión: "el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios" (v. 3), y "os es necesario nacer de nuevo" (v. 7). En los versículos 5, 6 y 8 el Señor aclara que nacer de nuevo es nacer del Espíritu. Es un nacimiento espiritual cuando Dios le regenera y le da vida nueva y eterna. La práctica de la religión no otorga esto, es obvio, porque Nicodemo la practicaba y enseñaba, pero Cristo le enseñó su necesidad.

Nicodemo nos hace pensar en muchas personas que sinceramente practican su religión. Asisten a los cultos. Rezan. Participan en los sacramentos. Tratan de hacer el bien sin mirar a quién. Buscan de alguna manera agradar a Dios y son sinceras. Algunos son maestros de su religion, como Nicodemo. Pero todos tienen la misma carencia: no han nacido de nuevo. Y las palabras de Cristo son la receta para tener perdón de pecados y vida nueva y eterna: "es necesario nacer de nuevo". La religión no nos hace aptos para el reino de Dios. La sinceridad no abre las puertas del cielo.

Sólo a través de Jesucristo, por medio de la fe en Él, podemos nacer de nuevo y tener vida espiritual. "Lo que es nacido de la carne, carne es", dijo el Señor. Tenemos un dicho: "la mona, aunque se vista de seda, mona es y mona se queda". Es aplicable a esto que dice Cristo. El ser humano, nacido de la carne, por mucha religión que se vista, es carne y nada más. No puede ver el reino de Dios. Se puede vestir de túnicas largas, de sotana, de cualquier traje religioso o elegante, pero la persona a dentro es carne, no espíritu.

Jesucristo explicaba a Nicodemo que necesitaba nacer de nuevo, nacer del Espíritu, y cuando Nicodemo preguntó "¿cómo puede hacerse esto?" el Señor, paciente, se lo explicó. Seguimos leyendo en Juan 3 y vemos cómo el Señor enseña que uno puede nacer de nuevo.

Los versículos 14-16 del Evangelio son palabras del Señor Jesucristo:

"Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado,  para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna".

El nuevo nacimiento por el cual recibimos vida eterna no viene a través de sacramentos, ritos y liturgias de la religión, sino por medio de la fe (confianza) personal en el Señor Jesucristo. Creer no es en el sentido histórico o intelectual, sino un acto de confianza personal, esto es, creer es depositar la confianza en Jesucristo "para que no se pierda, mas tenga vida eterna". Dios envió a Su Hijo unigénito a encarnarse para representarnos a nosotros en el juicio. Él vino a sustituirnos, mediante Su muerte en la cruz. El apóstol Pedro, quien muchos dicen que fue el primer Pápa (pero no le hacen caso), enseñó (ex-cátedra) que Cristo "llevó nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero" (1 Pedro 2:24). Así es cómo Dios trató el pecado, no con religión, sino con el sacrificio de Su Hijo, como leemos arriba en Juan 3:14-16.

Así que, deja de confiar en tu sinceridad o religiosidad, y reconoce que eres un pecador nacido de carne y perdido, y necesitas la vida nueva que Dios ofrece. La religión no puede quitarte los pecados, pero Jesucristo sí. Él llevó los tuyos y los de todos en Su cuerpo sobre el madero. Resucitó el tercer día, y está dispuesto a perdonarte todos tus pecados y darte vida nueva ahora mismo, si arrepentido confías únicamente en Él. Entonces, nacerás de nuevo, y verás el reino de Dios. Espero que lo hagas sin más demora.

viernes, 18 de noviembre de 2011

"Para Esto Fuisteis Llamados"

Texto: 1 Pedro 2:20-21


Los del mundo preguntan por qué sufrimos nosotros los creyentes – dónde está nuestro Dios – tanto pensar en Dios, leer la Biblia, reunirse como iglesia, y luego pasan desgracias. O sea, dicen que si somos creyentes, y si es verdad lo que creemos, no tendríamos que sufrir. Y entre evangélicos hay quienes enseñan que si uno es creyente y tiene fe, no debe ser pobre, ni tener dolores, ni estar enfermo, etc.  No extraña que haya gente en sus iglesias, buscando no la salvación, no a Cristo, sino que todo les vaya bien ahora a corto plazo. Uno podría ir a esas iglesias como quien va a una discoteca, para pasarlo bien y olvidar sus problemas. Hasta dónde llega la sabiduría humana. 
Pero la Biblia contiene la sabiduría que desciende de lo alto. 1 Pedro nos enseña lo contrario, que los creyentes a veces padecemos injustamente, porque “para esto fuisteis llamados” (v. 21). Nuestro comportamiento enmedio de la adversidad es parte de nuestro testimonio.
El salmista en el Salmo 73 se molestaba porque sufría, pero a los impíos les salían bien las cosas. Fue para él duro trabajo considerar esto. Pero luego, si seguimos leyendo este excelente salmo, vemos que lo puso todo en perspectiva y comprendió. Falta nos hace hacer lo mismo.
En Hechos 14:22 la palabra apostólica era que “es necesario que a través de muchas tribulaciones entremos en el reino de Dios”.
En Juan 15:18-20, el Señor advierte a Sus discípulos acerca de cómo será su vida en este mundo: “Si el mundo os aborrece, sabed que a mí me ha aborrecido antes que a vosotros. Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero porque no sois del mundo, antes yo os elegí del mundo, por eso el mundo os aborrece”
En Juan 16:33 el Señor promete: “en el mundo tendréis aflicción”.  Pedro estaba allí escuchándole ese día, y luego es Pedro que escribe inspirado por el Espíritu Santo: “para esto fuisteis llamados”. Seguimos al “Aborrecido”, ¿y qué esperamos, que nos aplauden?” No pasará. Además, Cristo dijo: “¡Ay de vosotros cuando todos los hombres hablen bien de vosotros!” (Lc. 6:26). 
¿Esperamos que el mundo, el diablo y la carne los premien por ser creyentes? Antes al contrario, todos se ponen en contra. Vivimos en un mundo caído, arruinado por el pecado y bajo el dominio de Satanás. Cuando vengan los problemas, las dificultades, los apuros, las injusticias, y cualquier otro tipo de problema, recordemos que tenemos oportunidad de tener un comportamiento y testimonio distinto a los del mundo. Si sufrimos como creyentes, por nuestra fe [¡no como malhechores!], aceptemoslo de la mano del Señor, glorifiquémosle, y tengamos buen testimonio. Lo malo para nosotros viene a plazo corto, en esta vida. Por delante nos espera gozo eterno. Lo bueno para el incrédulo viene a plazo corto, sólo en esta vida, y por delante le espera condenación y dolor eterno.

domingo, 12 de diciembre de 2010

Acostumbrándose a las Tinieblas

escribe Vance Havner

Tiempo atrás un amigo me llevó a un restaurante donde aparentemente aman las tinieblas más que la luz. Di un traspie al entrar en la caverna oscura, manejé con torpeza la silla al sentarme y dije que hacía falta una linterna para leer el menú. Cuando llegó la comida, la comí por fe y no por vista. Sin embargo, poco a poco comencé a distinguir las cosas algo mejor. Mi amigo comentó: “¿No es curioso cómo nos acostumbramos a las tinieblas?”
    Vivimos en las tinieblas. El capítulo final de esta época está dominado por el príncipe y las huestes de las tinieblas. Los seres humanos aman más las tinieblas que la luz porque sus obras son malas. La noche está avanzada; la negrura es más extensiva, excesiva y más densa justo antes del alba.
    No obstante, los primeros cristianos iluminaron el mundo porque la luz absoluta estaba en marcado contraste con las tinieblas absolutas. Los cristianos primitivos creían que el evangelio era la única esperanza del mundo, que sin él todos los hombres estaban perdidos y que todas las religiones eran falsas. Pero llegó el día cuando la Iglesia y el mundo mezclaron la luz con las tinieblas. La Iglesia se acostumbró a las tinieblas y durante siglos vivió inmersa en ella. Hoy en día, demasiados cristianos piensan que hay algo de tinieblas en nuestra luz y algo de luz en las tinieblas del mundo. Dudamos a medias de nuestro propio evangelio y creemos a medias en la religión de esta edad. Andamos sigilosamente en la oscuridad cuando deberíamos iluminar al mundo con la luz. Necesitamos sacar nuestras antorchas de debajo de las cestas y las camas, quitar las lentes de la transigencia, y dejar que nuestra luz brille en nuestros corazones, hogares, negicios, iglesias y comunidades, con aquella luz que brilla en el Salvador, las Escrituras y los santos.

Traducido con permiso de la revista “Uplook”