sábado, 30 de diciembre de 2023

Los 21 Ayes En Isaías

3.9    "...como Sodoma publican su pecado, no lo disimulan. ¡Ay del alma de ellos! porque amontonaron mal para sí".

3.11    "¡Ay del impío!, mal le irá, porque según las obras de su mano le será pagado".

5.8   "¡Ay de los que juntan casa a casa, y añaden heredad a heredad hasta ocuparlo todo!"

5.11    "¡Ay de los que se levantan de mañana para seguir la embriaguez; que se están hasta la noche, hasta que el vino los enciende!"

5.18   "¡Ay de los que traen la iniquidad con cuerdas de vanidad y el pecado como con coyundas de carreta...!"

5.20   "¡Ay de los que a lo malo dicen bueno, y a lo bueno malo; que hacen de la luz tinieblas, y de las tinieblas luz; que ponen lo amargo por dulce, y lo dulce por amargo!" 

5.21    "¡Ay de los sabios en sus propios ojos, y de los que son prudentes delante de sí mismos!"   (Pr. 3.7)

5.22-23 "¡Ay de los que son valientes para beber vino, y hombres fuertes para mezclar bebida, los que justifican al impío mediante cohecho, y al justo quitan su derecho!"

6.5    "¡Ay de mí! que soy muerto..."

10.1-2    "¡Ay de los que dictan leyes injustas, y prescriben tiranía, para apartar del juicio a los pobres, y para quitar el derecho a los afligidos de mi pueblo; para despojar a las viudas, y robar a los huérfanos!" 

17.12    "¡Ay! multitud de muchos pueblos que harán ruido como estruendo del mar, y murmullo de naciones que harán alboroto como bramido de muchas aguas.

18.1    ¡Ay de la tierra que hace sombre con las alas, que está tras los ríos de Etiopía...!"

24.16    "¡Mi desdicha, mi desdicha, ay de mí! Prevaricadores han prevaricado; y han prevaricado con prevaricación de desleales". 

28.1    "¡Ay de la corona de soberbia de los ebrios de Efraín, y de la flor caduca de la hermosura de su gloria, que está sobre la cabeza del valle fértil de los aturdidos del vino!" 

29.1    "¡Ay de Ariel, de Ariel, ciudad donde habitó David! Añadid un año a otro, las fiestas sigan su curso". 

29.15    "¡Ay de los que se esconden de Jehová, encubriendo el consejo, y sus obras están en tinieblas! y dicen: ¿Quién nos ve, y quién nos conoce?" 

30.1    "¡Ay de los hijos que se apartan, dice Jehová, para tomar consejo, y no de mí; para cobijarse con cubierta, y no de mi espíritu, añadiendo pecado a pecado!"  (2 Ti. 4.4)

31.1    "¡Ay de los que descienden a Egipto por ayuda, y confían en caballos; y su esperanza ponen en carros, porque son muchos, y en jinetes, porque son valientes; y no miran al Santo de Israel, ni buscan a Jehová!" 

33.1    "¡Ay de ti, que saqueas, y nunca fuiste saqueado; que haces deslealtad, bien que nadie contra ti la hizo!"

45.9    "¡Ay del que pleitea con su Hacedor! ¡el tiesto con los tiestos de la tierra! ¿Dirá el barro al que lo labra: ¿Qué haces?"

45.10    "¡Ay del que dice al padre: ¿Por qué engendraste? y a la mujer: ¿Por qué diste a luz?!" 

 

 Dios es bueno, pero no hay bendiciones 

para los que no le temen, 

 ni le creen, ni obedecen a Su Palabra. 

 

A los que rechazan eso diciendo que las maldiciones son cosa del Antiguo Testamento, les recordamos las palabras inspiradas del Apóstol Pablo, en el Nuevo Testamento: 

"El que no amare al Señor Jesucristo, sea anatema" 

1 Corintios 16.22 

 

 

sábado, 2 de diciembre de 2023

NAVIDAD ¿el 25 de diciembre?

El 25 de diciembre es el día señalado en nuestro calendario como el día del nacimiento de Jesucristo, ¿Pero es verdaderamente el día en que nació Jesucristo? ¿Son las costumbres de estas fechas de origen cristiano, o son las navidades el resultado de la unión entre el paganismo y la cristiandad?

    Como hemos de ver, ¡el 25 de diciembre no es la fecha en que Jesucristo nació!  Es evidente que nuestro Salvador no nació durante el invierno, pues cuando Él nació, los pastores velaban sus rebaños en el campo. “Y había pastores en la misma tierra que velaban y guardaban las vigilias de la noche sobre su ganado” (S. Lucas 2:8). Como es conocido, los pastores en Israel no hacen esto durante el invierno. Siempre traen sus rebaños de las montañas a los rediles antes del 15 de octubre.
    Con esto está claro que Jesucristo no nació en invierno. Si no nació en diciembre, ¿cómo llegó el 25 de diciembre a ser el día que la cristiandad celebra como el día de Su nacimiento? La historia nos da la respuesta. ¡En vez de ser este día el nacimiento de nuestro Salvador, este era el día en que los paganos, durante muchos siglos, celebraron el nacimiento de su dios solar! Un estudio de esto demuestra cuánto se rebajaron los responsables de la Iglesia Católica Romana en sus esfuerzos por unir el paganismo con el cristianismo, hasta el punto de poner el nacimiento de Jesucristo en una fecha que armonizaba con la celebración pagana del nacimiento del dios sol.

    Amigo, si tú celebras en estos días la Navidad como algo cristiano, ¡estás equivocado! Pero lo peor es que el sentido de la verdadera Navidad tampoco está presente en estos días. Son fechas para la reconciliación momentánea, para organizar la gran comilona familiar. Comer, beber, reír y olvidar son los cuatro verbos presentes, y ¿qué de la verdadera Navidad? ¿Qué de ese Nacimiento que da vida?  El que nació vino para darnos vida, no para darnos una fiesta. Nació para morir, y nos ofrece perdón de pecados y vida eterna a través de Su muerte. Es el mejor regalo. No se caduca nunca, y es gratis. No hay que pagar nada, ni se puede ganar a cambio de obras de piedad o devoción. La gracia de Dios a ti es gratis, pero esto es porque el Señor Jesucristo pagó con Su vida en la cruz. Nació, sí, pero ya no es "el Niño" sino "Señor y Salvador. Jesucristo vino al mundo, no para dar comienzo a una fiesta, sino para salvar a los pecadores (1ª Epístola de S. Pablo a Timoteo, 1.15). Murió, resucitó, ascendió y hoy vive a la diestra del Padre. Sólo Él puede salvar  perpetuamente a todos los que por Él se acercan a Dios (Hebreos 7:25).
    Tú que celebras en estos días la Navidad, reflexiona y considera que el nacimiento de Jesucristo fue con el propósito de darte Vida y reconciliarte perpetuamente con Dios. Fue necesario Su nacimiento, pero mucho más Su muerte, ya que solo por ella puedes obtener el perdón de pecados y la salvación eterna.