Considera lo que escribió W. E. Vine en su día, acerca de las iglesias como propiedad de Dios, no de los hombres. No se deben agrupar ni organizar en federaciones, denominaciones o asociaciones.
El Nuevo Testamento no solo habla de las iglesias locales como “iglesias de Dios” (1 Co. 11:16), sino también como “iglesias de Cristo” (Ro. 16:16). Pertenecen al Padre y al Hijo, de quienes reciben su existencia y por quienes son mantenidos con divino poder y cuidado. Se componen de los que son “pueblo adquirido por Dios” (1 P. 2:9), que han sido comprados con la preciosa sangre de Cristo (Hch. 20:28). Son un pueblo propio para Cristo (Tit. 2:14). Las iglesias son Suyas por derecho y en virtud de Su obra redentora en la cruz, y por operación del Espíritu Santo. No son la propiedad ni posesión de ninguna organización eclesiástica, cuerpo religioso, sociedad o denominación. Como ya hemos observado, la Palabra de Dios desconoce tales organizaciones o asociaciones de iglesias en cualquier forma. Ella testifica distintamente en contra de la formación de cualquier federación o combinación con una sede terrenal. Cada iglesia, como propiedad de Cristo, es diseñada para reconocer Su autoridad como Señor (1 Co. 12:5).
Tampoco pertenece cualquier iglesia a los que son sus guías espirituales – ancianos u obispos – (Hch. 20:17 y 28; Fil. 1:1, etc.). Éstos son puestos por el Espíritu de Dios para vigilar y cuidarla (1 Ti. 3:5). Son siervos del Señor, y rinden cuentas a Él respecto a cómo desempeñan el cuidado del rebaño, el cual deben reconocer como Suyo. La iglesia local donde ellos son obispos o ancianos no se llama “su grey”, sino “la grey de Dios” (1 P. 5:2).
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de capítulo 15 del libro La Iglesia y Las Iglesias, por W. E. Vine, próximamente disponible -- Libros Berea