En Apocalipsis 1:10-20 tenemos la primera visión del Señor Jesucristo en
el libro. Se revela a Juan, no como manso y humilde, sino como
poderoso, santo y glorioso. No es el Jesús del arte religioso, ni de las
estampas, las estatuas y los crucifijos, sino el verdadero Señor
Jesucristo vivo y glorificado.
El versículo 13 dice que estaba
en medio de los siete candeleros, que el versículo 20 identifica como
las siete iglesias. Desde Su posición en el centro mismo de las
iglesias, el Señor Jesucristo dirige a cada una de ellas. Las iglesias
no tienen ninguna sede ni organización en el mundo. Jesucristo es su
centro y cabeza. Él las gobierna. Cada iglesia tiene su gobierno
establecido por Cristo, los ancianos que Él pone para pastorear a Su
rebaño (1 P. 5:1-4). Pero más allá de un gobierno en la iglesia, bajo el
señorío de Cristo, no existe otro gobierno entre las iglesias y su
Señor.
Observamos que Juan, aunque apóstol del Señor y quizás el único que quedaba, no estaba en medio de las siete iglesias. Cada iglesia tenía una relación directa con el mismo Señor. No hay "apóstoles" ni "obispos" ni "papa" sobre las iglesias. Las iglesias no tienen una “cúpola”, comité directivo ni presidencia. No se organizan en denominaciones ni federaciones con una estructura o gobierno por encima de el de cada iglesia local. Un hombre no puede ser anciano en más de una iglesia ni controlar a un grupo de iglesias. Tales cosas no están en el patrón del Nuevo Testamento. Por ejemplo, los ancianos en Éfeso no podían ser ancianos en Esmirna,ni vice versa. Los responsables en una iglesia no podían designar ni ni nombrar ni controlar a los ancianos de otra iglesia. Es decir, no hay autoridad/gobierno/dirección supraeclesial, excepto por la Cabeza, el Señor Jesucristo. Quienes intentan hacer esas cosas y otras parecidas lo hacen sin fundamento bíblico y usurpan un lugar que pertenece sólo a Cristo, por lo cual deben arrepentirse de este su pecado.
Observamos que no había una iglesia madre que estaba en medio de las iglesias. La iglesia de Jerusalén no estaba en medio de las siete iglesias. La iglesia de Éfeso tampoco, aunque era la primera en la zona, y el apóstol Juan era de allí, y el apóstol Pablo había pasado tiempo allí. Ninguna iglesia gobierna a otra, ni debe dirigir los asuntos de otra. Los ancianos de una iglesia no deben intervenir en la vida de otra iglesia, pues no les corresponde. Han habido casos cuando hombres de otra iglesia han venido de visita y han declarado que una iglesia ya no puede celebrar la cena del Señor, y otros que intervinieron para "quitar" los ancianos y asumir ellos el gobierno de la iglesia. Todo este comportamiento carece de apoyo bíblico, y es una usurpación reprensible del Señorío de Cristo. El Señor Jesucristo está en medio de las iglesias, y Él tiene derecho a dirigir a todas y cada una. Esto lo hace mediante Su Palabra, Su Espíritu y Sus siervos.
Observamos además que no había ninguna organización, denominación ni federación en medio de las siete iglesias. Las iglesias pueden y deben gozar de una comunión informal, y la ayuda mutua, que son cosas buenas, pero SIN organización formal. No existía ningún "consejo de las iglesias de Asia" ni estaba obligados a reunirse y tomar decisiones que afectan a las iglesias, ni pretendían representarlas ante el gobierno. Hoy en día tampoco debe haber tales consejos de iglesias del país, la provincia o el departamento, pues estas cosas no están en la Palabra de Dios. Las iglesias del Señor, no se organizaban en denominaciones, ni entraron en ninguna organización que centralizaba el dinero, el poder, el control de la doctrina, las actividades, los predicadores, ni nada semejante. Todo lo que tiende a centralizar el control de las iglesias en manos humanas y no en la Persona de Cristo, está digno de nuestra sospecha y rechazo.
El Señor Jesucristo, todo glorioso, sabio y poderoso, está vivo, y Él es suficiente para Su Iglesia (universal) y para Sus iglesias (locales). Ellas no dependen las unas de las otras, sino de Él.
Observamos que Juan, aunque apóstol del Señor y quizás el único que quedaba, no estaba en medio de las siete iglesias. Cada iglesia tenía una relación directa con el mismo Señor. No hay "apóstoles" ni "obispos" ni "papa" sobre las iglesias. Las iglesias no tienen una “cúpola”, comité directivo ni presidencia. No se organizan en denominaciones ni federaciones con una estructura o gobierno por encima de el de cada iglesia local. Un hombre no puede ser anciano en más de una iglesia ni controlar a un grupo de iglesias. Tales cosas no están en el patrón del Nuevo Testamento. Por ejemplo, los ancianos en Éfeso no podían ser ancianos en Esmirna,ni vice versa. Los responsables en una iglesia no podían designar ni ni nombrar ni controlar a los ancianos de otra iglesia. Es decir, no hay autoridad/gobierno/dirección supraeclesial, excepto por la Cabeza, el Señor Jesucristo. Quienes intentan hacer esas cosas y otras parecidas lo hacen sin fundamento bíblico y usurpan un lugar que pertenece sólo a Cristo, por lo cual deben arrepentirse de este su pecado.
Observamos que no había una iglesia madre que estaba en medio de las iglesias. La iglesia de Jerusalén no estaba en medio de las siete iglesias. La iglesia de Éfeso tampoco, aunque era la primera en la zona, y el apóstol Juan era de allí, y el apóstol Pablo había pasado tiempo allí. Ninguna iglesia gobierna a otra, ni debe dirigir los asuntos de otra. Los ancianos de una iglesia no deben intervenir en la vida de otra iglesia, pues no les corresponde. Han habido casos cuando hombres de otra iglesia han venido de visita y han declarado que una iglesia ya no puede celebrar la cena del Señor, y otros que intervinieron para "quitar" los ancianos y asumir ellos el gobierno de la iglesia. Todo este comportamiento carece de apoyo bíblico, y es una usurpación reprensible del Señorío de Cristo. El Señor Jesucristo está en medio de las iglesias, y Él tiene derecho a dirigir a todas y cada una. Esto lo hace mediante Su Palabra, Su Espíritu y Sus siervos.
Observamos además que no había ninguna organización, denominación ni federación en medio de las siete iglesias. Las iglesias pueden y deben gozar de una comunión informal, y la ayuda mutua, que son cosas buenas, pero SIN organización formal. No existía ningún "consejo de las iglesias de Asia" ni estaba obligados a reunirse y tomar decisiones que afectan a las iglesias, ni pretendían representarlas ante el gobierno. Hoy en día tampoco debe haber tales consejos de iglesias del país, la provincia o el departamento, pues estas cosas no están en la Palabra de Dios. Las iglesias del Señor, no se organizaban en denominaciones, ni entraron en ninguna organización que centralizaba el dinero, el poder, el control de la doctrina, las actividades, los predicadores, ni nada semejante. Todo lo que tiende a centralizar el control de las iglesias en manos humanas y no en la Persona de Cristo, está digno de nuestra sospecha y rechazo.
El Señor Jesucristo, todo glorioso, sabio y poderoso, está vivo, y Él es suficiente para Su Iglesia (universal) y para Sus iglesias (locales). Ellas no dependen las unas de las otras, sino de Él.
Ahora bien,
tengamos cuidado, porque la autonomía de las iglesias locales bajo el
señorío de Cristo NO significa que sean independientes para hacer cada
cual lo que le parece. Cristo está en el medio. Él y Su Palabra
gobiernan todas las iglesias. El Señor puede por supuesto enviar a Sus
ministros, como en las siete cartas a las siete iglesias, con Su Palabra
que debe ser oída y obedecida con toda humildad. Pero cada iglesia
tiene que decidir qué va a hacer con la Palabra del Señor. En las cartas
a las iglesias, el Señor llama a cinco de ellas a arrepentirse, pero
son ellas quienes deciden si lo hacen o no. Los mensajeros del Señor no
toman las decisiones por las iglesias ni las gobiernan. Cuando las
iglesias se dejan guiar por el Señor, obedecen a la Palabra del Señor
inspirada por el Espíritu Santo, y gozan de un mismo sentir en el Señor,
no es extra a que se parecen, pues tienen un gobierno central – en el
cielo – que las dirige. Aunque autónomas, ninguna iglesia está
independiente del Señor ni de Su Palabra. Las iglesias no tienen
"libertad" ni mucho menos "derecho" a desechar ni modificar Sus
instrucciones por razones de cultura, conveniencia, etc. Él Señor
todavía está en medio de Sus iglesias. Todos debemos estar atentos a Él y
asirnos de la Cabeza (Col. 2:19). "Oiga lo que el Espíritu dice a las
iglesias" es un consejo todavía vigente para todos nosotros.
Carlos Tomás Knott