miércoles, 24 de agosto de 2016

Factores Contribuyentes Al Liderazgo Malo

La condición pobre de las iglesias hoy radica directamente en su liderazgo... Un número de factores contribuyen al mal liderazgo espiritual. Apuntamos aquí algunos:
 
1. El temor. El deseo de ser popular y admirado es fuerte aun entre predicadores. Así que, para evitar el riesgo de la desaprobación de su público, el predicador se calla y sonrie benignamente a la gente. “El temor del hombre trae lazo” (Pro. 29:25), dice el Espíritu Santo, y en ningún lugar es más veraz que en el ministerio. Algunos temen la desaprobación de su esposa, más que la de Dios. Otros temen que no sean populares con los jóvenes, u otro grupo.  Dios no ocupa Su debido lugar.
 
2. Las presiones económicas. El el protestantismo es notorio el escaso apoyo económico dado a muchos predicadores, cuyas familias a menudo son grandes. Pocos tienen suficientes recursos. Esta situación puede traer presiones y tentaciones al hombre de Dios. Ya es famosa la habilidad de las congregaciones de cortar el dinero al predicador o misionero que no les agrade. Muchos viven de año en año a penas pudiendo pagar los deudas, y otros ni eso. Mueren endeudados, aunque alrededor de ellos hay quienes podían haberles hecho solventes. El pastor que provee un vigoroso liderazgo moral invita la estrangulación económica, así que hay quienes se vuelven más diplomáticos para no andar destituidos. Pero eso es liderazgo negativo. El hombre que no guía al rebaño a subir la montaña, lo guía para abajo aunque no sea su intención.
 
3. La ambición. Cuando Cristo no es lo más importante a un predicador, se siente tentado a hacer lugar para sí, y el método comprobado para hacer eso es agradar a la gente. En lugar de indicar y guiar en el buen camino que es debido, con destreza les guía a ir donde ellos quieren. De ese modo parece liderar, pero evita ofender, y así se asegura de un buen porvenir humanamente hablando. Sigamos el consejo de Jeremías 45:5.
 
4. El orgullo intelectual. Desafortunadamente hay en círculos religiosos una clase de inteligensia que, en mi opinión, no es sino el anticonformismo de los beatnik de los años 1960-70. Y como ellos, pese a sus fuertes protestas de individualismo, en realidad es un conformista esclavizado. Quiero decir, que el joven intelectual tiembla a la mera posibilidad de decir algo común. Tiene que saber más que los demás. Tiene que sonar intelectual, y lucir conocimientos. La gente anticipa que él les guíe a pastos verdes, pero en lugar de eso les lleva a dar vueltas en el desierto del intelectualismo seco y teórico.
 
5. La ausencia de verdadera experiencia espiritual. Nadie puede guiar a otros más allá de donde él mismo ha ido. Esto explica cómo muchos predicadores no son buenos líderes. Sencillamente no saben a dónde ir. Pueden hablar y citar a otros sobre la oración, por ejemplo, pero no gastan sus rodillas. Detrás de sus palabras no hay experiencia. Aconsejan desde el púlpito, pero su vida no enseña por ejemplo.
 
6. La preparación inadecuada. Las iglesias están llenas de novatos religiosos que han leído un libro, o han ido a unos estudios, y se consideran preparados. El fruto recogido antes de tiempo es amargo. No han sido discipulados, ni desean someterse a nada semejante. Desean figurar pero no conocen bien las Escrituras, ni son aptos para predicar y pastorear. Tal vez sueñan con el púlpito, el título o la autoridad, pero no dan la talla. Con sus frases hechas y gestos imitados aparentan como otros que han observado, pero realmente no son estudiantes de las Escrituras, ni reflexionan, ni se sacrifican espiritualmente. No tienen profundidad; el Señor no les ha llamado, por mucho que deseen, y como consecuencia, el pueblo sufre.
     Las recompensas del liderazgo piadoso son tan grandes, y las responsabilidades del siervo del Señor son de tanto peso, que nadie debe tomar a la ligera el liderazgo espiritual.

Tozer, de su libro GOD TELLS THE MAN WHO CARES (“Dios Habla Al Hombre Sensible”), traducido y adaptado