La condición pobre de las iglesias hoy radica directamente en su
liderazgo... Un número de factores contribuyen al mal liderazgo
espiritual. Apuntamos aquí algunos:
1. El temor. El deseo de ser
popular y admirado es fuerte aun entre predicadores. Así que, para
evitar el riesgo de la desaprobación de su público, el predicador se
calla y sonrie benignamente a la gente. “El temor del hombre trae lazo”
(Pro. 29:25), dice el Espíritu Santo, y en ningún lugar es más veraz que
en el ministerio. Algunos temen la desaprobación de su esposa, más que la de Dios. Otros temen que no sean populares con los jóvenes, u otro grupo. Dios no ocupa Su debido lugar.
2. Las presiones
económicas. El el protestantismo es notorio el escaso apoyo económico
dado a muchos predicadores, cuyas familias a menudo son grandes. Pocos
tienen suficientes recursos. Esta situación puede traer presiones y tentaciones al
hombre de Dios. Ya es famosa la habilidad de las congregaciones de cortar
el dinero al predicador o misionero que no les agrade. Muchos viven de año en año a
penas pudiendo pagar los deudas, y otros ni eso. Mueren endeudados, aunque alrededor de ellos hay quienes podían haberles hecho solventes. El pastor que provee un
vigoroso liderazgo moral invita la estrangulación económica, así que hay
quienes se vuelven más diplomáticos para no andar destituidos. Pero eso es liderazgo
negativo. El hombre que no guía al rebaño a subir la montaña, lo guía
para abajo aunque no sea su intención.
3. La ambición. Cuando Cristo
no es lo más importante a un predicador, se siente tentado a hacer lugar
para sí, y el método comprobado para hacer eso es agradar a la gente.
En lugar de indicar y guiar en el buen camino que es debido, con
destreza les guía a ir donde ellos quieren. De ese modo parece liderar,
pero evita ofender, y así se asegura de un buen porvenir humanamente
hablando. Sigamos el consejo de Jeremías 45:5.
4. El orgullo intelectual. Desafortunadamente hay en
círculos religiosos una clase de inteligensia que, en mi opinión, no es
sino el anticonformismo de los beatnik de los años 1960-70. Y como ellos, pese a sus fuertes
protestas de individualismo, en realidad es un conformista esclavizado.
Quiero decir, que el joven intelectual tiembla a la mera posibilidad de
decir algo común. Tiene que saber más que los demás. Tiene que sonar intelectual, y lucir conocimientos. La gente anticipa que él les guíe a pastos verdes, pero en lugar de eso
les lleva a dar vueltas en el desierto del intelectualismo seco y teórico.
5. La ausencia de verdadera
experiencia espiritual. Nadie puede guiar a otros más allá de donde él
mismo ha ido. Esto explica cómo muchos predicadores no son buenos
líderes. Sencillamente no saben a dónde ir. Pueden hablar y citar a
otros sobre la oración, por ejemplo, pero no gastan sus rodillas. Detrás
de sus palabras no hay experiencia. Aconsejan desde el púlpito, pero su
vida no enseña por ejemplo.
6. La preparación inadecuada. Las
iglesias están llenas de novatos religiosos que han leído un libro, o
han ido a unos estudios, y se consideran preparados. El fruto recogido antes de tiempo es amargo. No han sido
discipulados, ni desean someterse a nada semejante. Desean figurar pero
no conocen bien las Escrituras, ni son aptos para predicar y pastorear.
Tal vez sueñan con el púlpito, el título o la autoridad, pero no dan la
talla. Con sus frases hechas y gestos imitados aparentan como otros que
han observado, pero realmente no son estudiantes de las Escrituras, ni
reflexionan, ni se sacrifican espiritualmente. No tienen profundidad; el
Señor no les ha llamado, por mucho que deseen, y como consecuencia, el
pueblo sufre.
Las recompensas del liderazgo piadoso son tan grandes, y las responsabilidades del siervo del Señor son de tanto peso, que nadie debe tomar a la ligera el liderazgo espiritual.
Tozer, de su libro GOD TELLS THE MAN WHO CARES (“Dios Habla Al Hombre Sensible”), traducido y adaptado
Las recompensas del liderazgo piadoso son tan grandes, y las responsabilidades del siervo del Señor son de tanto peso, que nadie debe tomar a la ligera el liderazgo espiritual.
Tozer, de su libro GOD TELLS THE MAN WHO CARES (“Dios Habla Al Hombre Sensible”), traducido y adaptado