1 Timoteo 6:17-19
17 A los ricos de este siglo manda que no sean altivos, ni pongan la esperanza en las riquezas, las cuales son inciertas, sino en el Dios vivo, que nos da todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos.
18 Que hagan bien, que sean ricos en buenas obras, dadivosos, generosos;
19 atesorando para sí buen fundamento para lo por venir, que echen mano de la vida eterna.
Sobre este texto William MacDonald escribe en MANUAL DEL DISCÍPULO:
Al terminar esta sección, Pablo le dice a Timoteo que se encargue de aquellos que son ricos en este mundo. Que no deberían ser orgullosos ni arrogantes, ni confiar en las riquezas inciertas. Más bien su confianza debe estar en el Dios vivo, el cual nos da abundantemente todas las cosas para que las disfrutemos. Esta última expresion: "el cual nos da abundantemente para que las disfrutemos" a menudo se ha usado para justificar la acumulación de riquezas. Pero el siguiente versículo lo explica todo muy bien.
No disfrutamos el dinero cuando se apila en el banco, sino cuando lo usamos para hacer lo bueno, para distribuir a los necesitados, y para compartir con nuestros prójimos menos afortunados. De esa forma, amontonamos una gran recompensa en el mundo venidero, y disfrutamos una vida que ciertamente es vida.
¿Qué concluimos? Ronald Sider nos lo dice en su libro, Rich Christians in an Age of Hunger ("Cristianos Ricos en una Época de Hambre"):
El rico necio es el epítome de la persona codiciosa. Él tiene una compulsión avara para adquirir más y más posesiones a pesar de que no las necesita. Y este éxito fenomenal de apilar más y más posesiones conduce a la conclusión blasfema que las posesions pueden satisfacer sus necesidades. Pero desde la perspective divina, esta actitud es una tremenda locura. Él no es más que un necio.
En nuestros días el problema no es tanto que los creyentes no estén de acuerdo con estos pensamientos, sino que piensan que no son aplicables a ellos. Piensan que el rico es alguien que tiene más que ellos. De ese modo se excluyen, pensando que la aplicación es buena pero es para otra persona. Esto les permite seguir ahorrando, amontonando, comprando, adquiriendo, edificando, etc. Cada vez tienen más. Pero el mandamiento apostólico es que sean ricos en buenas obras, dadivosos, generosos. Dios les confía las riquezas para que sean canales, no almacenes. Deben vivir y ofrendar sacrificadamente, gozosos en el Señor por el privilegio de ser usados por Él para ayudar a otros. Pero en algunos casos, después de ofrendar, todavía viven más comodamente y con más riquezas y bienes que los demás. Su nivel de vida es diferente, más alta. Son ricos, lo reconozcan o no. Si han usado las riquezas para subir y adquirir, no han entendido su propósito. Ahora bien, no es malo en sí heredar riquezas, o ganarlas a pulso trabajando y administrando bien sus gastos. Pero quedarse con las riquezas es otra cosa. Hemos de hacer tesoros en el cielo, no en la tierra (Mt. 6:19-21).