“Mas oyendo los de Jabes de Galaad esto que los filisteos hicieron a Saúl, todos los hombres valientes se levantaron, y anduvieron toda aquella noche, y quitaron el cuerpo de Saúl y los cuerpos de sus hijos del muro de Bet-sán; y viniendo a Jabes, los quemaron allí. Y tomando sus huesos, los sepultaron debajo de un árbol en Jabes, y ayunaron siete días” (1 S. 31:11-13).
Algunos emplean este pasaje para apoyar su idea de que la cremación es una práctica aceptable para los hijos de Dios. No creemos que esto es correcto.
Primero, no está seguro que los cuerpos de Saúl y Jonatán realmente fueran quemados. Es posible, como indican algunos comentaristas, que el acto de quemar se refiere a la práctica de quemar especies para prepararlos para sepultura. Considera Matthew Henry: “Hicieron un gran fuego para los cuerpos, para perfumarlos. Algunos así entienden el significado del pasaje. Quemaron especies sobre ellos (v. 12). Que fuera su costumbre hacer esto para honrar a sus amigos difuntos, al menos a los príncipes, lo parece por el relato del funeral de Asa (2 Cr. 16:14), que hicieron un gran fuego por él”.
Segundo, aunque realmente fuesen quemados los cuerpos, está claro que era una situación única, resultado de la situación extrema de esa hora. Los filisteos habían desecrado los cuerpos, y los hombres de Jabes de Galaad posiblemente desearon tratar a los cuerpo de manera que los filisteos no los molestasen más. Ciertamente no era el método normal de los israelitas para el trato de los muertos. Las excepciones no anulan la norma. Ciertamente era así en este caso. F. C. Cook comenta en el Comentario de Barnes: “La cremación no era el modo normal de sepultura entre los hebreos. Pero en este caso, con el deseo piadoso de disimular la mutilación de los cuerpos decapitados, y evitar cualquier posible insulto futuro, los hombres de Jabes quemaron los cuerpos, pero de modo que preservaron los huesos”. Años después, el rey David hizo exhumar los huesos de Saúl y Jonatán y los dio una sepultura correcta (2 S. 21:12-14). Un pasaje como este no puede anular el testimonio del resto de las Escrituras que indica que los cuerpos no deben ser cremados, sino sepultados.
Tercero, también es importante notar que si fueron quemados los cuerpos, no fueron consumidos en el fuego. Sólo se quemó la carne; los huesos fueron sepultados. Eso no es cremación como practican las religiones paganas y los humanistas en Europa y Norteamérica.
Cuarto, sabemos de la enseñanza en toda las Escrituras indica que la cremación no es aceptable. Considera los siguientes puntos:
La cremación tiene un origen y un propósito paganos. ¿Por qué practican la cremación los hindúes o los de otras religiones paganas ? Lo hacen creyente que los muertos no resucitan, pero la Biblia dice que hay resurrección de los justos y de los injustos. Los paganos practican la cremación creyendo que los muertos serán reencarnados; algunos consideran que destruir el cuerpo es un modo de soltar al espíritu del difunto. Otros practican la cremación con la idea pagana de destruir el cuerpo por el temor de que el espíritu del individuo quede cerca y turbe a sus seres queridos. No hay nada cristiano acerca de la cremación.
El pueblo de Dios siempre ha practicado la sepultura. Abraham (Gn. 25:8-10); Sara (Gn. 23:1-4), Raquel (Gn. 35:19-20), Isaac (Gn. 35:29), Jacob (Gn. 49:33; 50:1-13), José (Gn. 50:26), Josué (Jos. 24:29-30), Eleazar (Jos. 24:33), Samuel (1 S. 25:1), David (1 R. 2:10), Juan el bautista (Mt. 14:10-12), Ananías y Safira (Hch. 5:5-10) y Esteban (Hch. 8:2). En Romanos 15:1 y 1 Corintios 10:11 Dios nos dice que debemos seguir los ejemplos en la Biblia además de sus instrucciones directas. Aun en circunstancias difíciles el pueblo de Dios en tiempos antiguos siempre practicaba la sepultura. Por ejemplo, el cuerpo de José fue guardado durante 400 años en Egipto, y luego transportado durante 40 años en el desierto, antes de ser sepultado en la tierra prometida. Leemos de esto en Génesis 50:24-25; Éxodo 13:19 y Josué 24:32. ¡Cuánto más sencillo les hubiera sido a los israelitas cremarle a José, y llevar sus cenizas en una jarra paqueña! Rehusaron hacer esto. A José, seguidor del único Dios verdadero, el hombre que anticipaba la resurrección corporal, le dieron una sepultura honroso. De ese ejemplo importante aprendemos que aunque la cremación sean less costoso o más fácil que la sepultura, todavía debemos rechazarla, como los israelitas rechazaron el modo más económico y sencillo de transportar los restos de José.
La sepultura se hace anticipando la resurrección. No es difícil entender la razón por la que el pueblo de Dios siempre la ha practicado. Creemos en la resurrección corporal (Ro. 8:22-23; 1 Co. 15:20-23; 2 Co. 5:1; 1 Co. 15:51-57). Sí, el cuerpo enterrado se descompondrá con tiempo. Sí, hay ocasiones cuando cristianos mueren de formas que hacen imposible la sepultura – naúfragos, incendios, etc. Pero al ser posible, los sepultamos. ¿Por qué tomar la molestia? Porque es nuestra esperanza segura que el mismo individuo será resucitado en el mismo cuerpo pero cambiado. El cuerpo físico es llamado la simiente del cuerpo resucitado. Al plantar una semilla, ella se descompone y una planta nueva brota. La Biblia usa esto para ilustrar la resurrección. En 1 Corintios 15:35-44 el apóstol contesta a los que preguntan cómo sería posible que Dios levantara a un cuerpo descompuesto. Los términos empleados por el Espíritu Santo en este pasaje son del cultivo de plantas. El agricultor no destruye su semilla; la siembra, y de la semilla caída y descompuesta sale la vida nueva. Así es la sepultura y la resurrección. ¡Cuando enterramos a un ser querido que es cristiano, sembramos la semilla para el cuerpo de la resurrección! Es un testimonio poderoso de nuestra fe constante en la Palabra de Dios respecto a la promesa de la resurrección. Contrastamos esto con el paganismo. Entre los paganos no hay este conocimiento ni esta esperanza. Los hindúes y budistas, por ejemplo, creen en la reencarnación. Aunque creen que el alma humana es distinta al cuerpo, no creen que esa alma, una vez separada del cuerpo en la muerte, volverá nunca a resucitarse en el primer cuerpo. Al contrario, creen que el alma se reencarnará en otro cuerpo distinto o que irá a una esfera de existencia no física.
El pueblo de Dios siempre ha sepultado a sus muertos con esa esperanzan ardiendo en sus corazones. “¡Veremos a este hermano o hermana otra vez en ese cuerpo pero cambiado, glorificado!” Alabado sea Dios, que sólo tenemos esta esperanza mediante la muerte y la sangre vertida de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. En la cruz Él tomó el castigo de nuestros pecados, sepultó nuestros pecados y resucitó al tercer día en triunfo eterno. Cuando uno reconoce realmente su pecaminosidad ante Dios, se arrepiente de sus pecados y confía en la expiación consumada por Jesucristo, la deuda del pecado es pagada y el Padre promete vida eterna y gloria. Parte de la herencia en Cristo es el cuerpo resucitado y glorificado.
Dios practica la sepultura (Deut. 34:5-6).
La cremación es señal de la maldición de Dios. A lo largo de la Biblia la destrucción por fuego de un cuerpo humano o de otro objecto es una señal de la ira divina (Éx. 32:20; Lev. 10:1-2; Deut. 7:25; Nm 16:35; 2 R. 10:26; 1 Cr. 14:12; Hch. 19:18-19; Ap. 20:15).
El quedarse alguien sin sepultar correctamente era considerada una deshonra (1 R. 21:23-24 Sal. 83:9-10).
El cuerpo del cristiano le pertenece a Dios. El cuerpo no es nuestro para destruir ni por fuego ni de otra manera (Ro. 14:8; 1 Co. 6:19-20).
Dios claramente dijo que la cremación era pecado (Am. 2:1).
El Señor Jesucristo fue sepultado, y Él es nuestro gran ejemplo (Jn 19:38-42). Como el Señor Jesucristo fue sepultado con la certeza de que resucitaría al tercer día conforme a las Escrituras, del mismo modo se dice que el cristiano reposa en el sepulcro. Es ausente del cuerpo, pero presente con el Señor, como Pablo testifica en 2 Corintios 5:9 y Filipenses 1:21-23. El cuerpo sin el espíritu está muerto. El cuerpo muerto reposa en el sepulcro mientras que el alma redimida espera en la gloria el gran día de la resurrección.
Por supuesto que no podemos forzar a las personas a sepultar o no sepultar. Sabemos que el modo de entierro no afecta la salvación ni la resurrección, pero creemos que estas cosas son importantes, y estamos convencidos de que los cristianos deben estar firmes sobre el patrón de la Palabra de Dios.
David Cloud, de su libro: Things Hard To Be Understood (“Cosas Difíciles de Entender”), págs. 68-71, Way of Life Literature, Port Huron, MI, EEUU, www.wayoflife.org, traducido por Carlos Tomás Knott