Una de las falacias enseñadas por algunos tele y radioevangelistas es que los que vienen a Cristo descubrirán que sus problemas se evaporarán y que gozarán de buena salud, paz y prosperidad el resto de sus vidas. Tal enseñanza contradice las Escrituras y también nuestras experiencias personales.
Daniel sufrió profundamente en su servicio a Dios. La naturaleza de su servició le afectó de manera grave tanto física como emocionalmente. “Y yo Daniel quedé quebrantado, y estuve enfermo algunos días...” (Dn. 8:27); “Quedé, pues, yo solo...y no quedó fuerza en mí...” (Dn. 10:8). Estas aflicciones le llegaron, no por ningún pecado suyo, ni como persecución del mundo, sino como resultado de recibir e impartir los pensamientos de Dios.
En los padecimientos de Daniel vislumbramos el amor y cuidado que Dios tiene de Sus siervos que sufren. Por ejemplo, cuatro veces leemos: “Él me tocó...” (Dn. 8:18; 9:21; 10:10; 10:16), y cada toque impartó la fuerza y el consuelo que necesitaba. Después del primer toque, Daniel dice: “Me hizo estar en pie”. Después del segundo, recibió “sabiduría y entendimiento”. En cuanto al cuarto toque, Daniel nos dice: “uno con semejanza de hijo de hombre tocó mis labios...y me fortaleció”. Es un gran consuelo saber que hay un Hombre (el Señor Jesucristo) a la diestra de Dios, que Él nos toca en nuestra aflicción y puede compadecerse de nosotros en nuestros dolores. Leemos en Hebreos 2:17, “Por lo cual debía ser en todo semejante a sus hermanos, para venir a ser misericordioso y fiel sumo sacerdote en lo que a Dios se refiere...”
Todos necesitamos Su consuelo de vez en cuando. Hay veces cuando estamos desalentados y nos hace falta ánimo. A nuestro Dios le importan estas cosas, y Él no nos deja descuidados. En la ternura de Su amor, nos permite sentir su compasión de modo que nos encontramos renovados y alentados, preparados nuevamente para la batalla.
William Burnett, de su libro Daniel: Godly Living in a Hostile World (“Daniel: La Vida Piadosa en un Mundo Hostil”). Traducido por Ruth Knott