Vino palabra de Jehová a Jonás hijo de Amitai, diciendo: Levántate y ve a Nínive, aquella gran ciudad, y pregona contra ella; porque ha subido su maldad delante de mí. Y Jonás se levantó para huir de la presencia de Jehová a Tarsis, y descendió a Jope, y halló una nave que partía para Tarsis; y pagando su pasaje, entró en ella para irse con ellos a Tarsis, lejos de la presencia de Jehová. ( RVR 60)
Dios claramente reveló Su voluntad a Jonás, de modo que no le faltó información. Sin embargo, hizo lo contrario a lo que Dios le había dicho. Y si un profeta de Dios puede actuar así, ¿quién de nosotros se libra de esa tentación? Jonás, como muchos, actuó guiado por la carne.
¿Qué es la carne? Es el egoísmo; es pensar en mí y no en Dios; es querer hacer mi voluntad y no la de Dios. Somos capaces de hacer lo que queremos y al mismo tiempo decir: "el Señor me guió". Insistimos que Dios nos guía aunque sabemos claramente en el corazón que no es así. Nos guiaron nuestros gustos y preferencias, nuestras emociones, nuestra interpretación de las circunstancias, etc. pero como Jonás, ignoramos, quizás voluntariamente, lo que Dios ha dicho. Jonás encontró un barco para llevarle donde él quería, y tenía los fondos para pagar el pasaje, pero nada de esto indicó que fuera la voluntad de Dios. Uno que se empeña a salirse con la suya puede encontrar circunstancias y aun voces de amigos que "confirman" que anda bien, pero todo el tiempo anda mal.
Así es la carne. No es por nada que Jeremías 17:9 afirma: "Engañoso es el corazón más quie todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá?" La carne es egoísta hasta el último suspiro, y esto es pecado: la determinación obstinada y fuerta a conseguir, mantener o hacer lo que queremos, sea la voluntad de Dios o no. Por eso la carne y su voluntad siempre producen lo que la Biblia llama la desobediencia.
Romanos 8:7 afirma: "Por cuanto los designios de la carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden; y los que viven según la carne no pueden agradar a Dios".
En Jonás 1:3 notamos tres cosas sobre la voluntad de la carne y la desobediencia que ella produce. Primero, es contraria a la voluntad de Dios. Segundo, es inferior y nos hace descender. Tercero, es costosa salirse uno con la suya. A Jonás le costó física, emocional y espiritualmente. Además, cuando nos empeñanos a hacer lo que nos parece en lugar de lo que Dios dice, a menudo causamos problemas para los que están cerca de nosotros - ellos también sufren.
Hermanos, conviene que cada uno procure aplicar la lección a su propia vida, arrepintiéndose de su propia voluntad en todas sus manifestaciones, y consagrándose con el propósito de agradar a Dios.
Carlos Tomás Knott