sábado, 23 de mayo de 2015

El Infierno: Aplicación Para Los Creyentes Y Los No Creyentes


(Los Terrores del Infierno, parte III)

 


Los profetas del Antiguo Testamento nos avisan constantemente de los peligros del infierno: “¿Quién de nosotros habitará con el fuego consumidor? ¿Quién de nosotros habitará con las llamas eternas?” (Isaías 33:14). “En presencia de su indignación, ¿quién resistirá? ¿Quién se mantendrá en pie ante el ardor de su ira? Su furor se derrama como fuego” (Nahum 1:6). Pecador, ¿eres tan arrogante como para pensar que puedes soportar la ira de Dios cuando sea derramada en toda su capacidad sobre ti? Es posible que pienses que el infierno no es tan ardiente como se pinta y que podrás soportarlo bastante bien. Si crees esto eres algo más que un necio. los terrores del infierno hacen que hasta los mismos demonios tiemblen, ¿eres tú tan necio como para permanecer inmóvil ante estos o tomarlos a la ligera?
    No pienses que simplemente porque vas a la iglesia, o crees en Dios, o aceptas intelectualmente las verdades del cristianismo, escaparás del infierno. La mayoría de los que asisten regularmente a cultos de una iglesia cada semana alrededor del mundo irán al infierno. Thomas Shepard, pastor y fundador de la Universidad de Harvard (EE.UU.), escribió: “Creyentes nominales y hombres que creen ser salvos que tienen algo parecido a la fe, al pesar, al verdadero arrepentimiento, a los buenos deseos; pero solo son imágenes; engañan a otros y a sí mismos ... la mayoría de los que viven en la iglesia perecerán”.
    Tú, que dices ser cristiano pero que no lees mucho la Biblia y oras poco: ¿cómo piensas escapar del castigo del infierno? Tú, que no te preocupas mucho de los pequeños pecados ni de los pensamientos vanos y sucios que te pasan por la mente: ¿estás preparado para ir al infierno? Tú, que piensas que el reino de Dios consiste en una confesión verbal de fe en Cristo o aceptación intelectual de que Jesús murió por tus pecados, pero que no te interesas por llevar una vida santa, piadosa, ni dedicar algún pensamiento a Dios durante la semana: ¿estás preparado para soportar los tormentos del infierno, día y noche, por los siglos de los siglos? Deberías estarlo, pues si estas cosas son ciertas de ti, estás en camino directo al infierno, a menos que te arrepientas. ¡No te engañes a ti mismo! El cristianismo no consiste en palabras o afirmaciones piadosas o creencias intelectuales, sino en un corazón nuevo y una nueva vida apartada del pecado y dedicada a la gloria de Dios. Si tu corazón y tu vida no han sido cambiados por Dios, aún estás en tus pecados. Si estás viviendo en abierta desobediencia a la Palabra de Dios y eres indiferente a ello, no tienes ningún derecho a creer que vas a ir al cielo, por el contrario, estás en el camino del infierno. Arrepiéntete de todos tus pecados y vuélvete a Jesucristo y ríndete a él como Señor. Presta atención a las palabras de Cristo: “Si tu ojo te es ocasión de pecar, arráncatelo y échalo de ti. Te es mejor entrar en la vida con un ojo, que teniendo dos ojos, ser echado en el infierno de fuego” (Mateo 18:9). “Nada menos que el negarse por completo a uno mismo, abandonar el ídolo más acariciado, abandonar el hábito pecaminoso más acariciado – figuradamente representado como cortar la mano o arrancar un ojo – es lo que Cristo exige de todo aquel que quiere tener comunión con Él”.  Recuerda que la dificultad que conlleva abandonar todo por Cristo no es nada comparada con pasar toda la eternidad en el infierno.
    No creo que nadie se espante por la idea de ir a al cielo, pero sí de ir al infierno, de tal modo que pudiera comenzar a buscar a Dios de todo corazón y a implorar la misericordia divina. El ser humano está en el borde mismo del abismo del infierno, pronto a caer precipitado en él, y aún así, completamente inconsciente de semejante peligro. Si oír hablar del infierno puede conseguir que personas insensibles a su situación real consideren las verdades eternas, entonces, predicar sobre el infierno es bastante beneficioso. Es mejor considerar ahora el infierno, mientras vivas; y ser aterrorizado por esto, que tener que soportarlo luego.
    No quisiera que estuvieras más atemorizado del infierno como de pecar. El pecado es tu verdadero enemigo. El pecado es peor que el infierno porque el pecado dio a luz el infierno. ¿Estás dispuesto a ir al infierno por toda la eternidad a cambio de unos cuantos placeres y lujuria aquí en la tierra? ¡Huye del pecado! Deja de vivir para el yo y la auto gratificación y acude a Jesucristo. Cuando mueras será demasiado tarde. Toda oportunidad de arrepentimiento se limita a la vida en la tierra.
    Esta doctrina es tan beneficiosa para el justo corno para el injusto. La doctrina del infierno debería llevar al justo a temer a Dios. Un temor santo es útil de muchas maneras. Aquel que teme a Dios en su corazón tiene un mayor respeto por los mandamientos de Dios. Quien realmente teme a Dios no temerá a los hombres y preferirá enemistarse con los hombres que con Dios (Isaías 8:12-13). Esta doctrina debería aumentar la fidelidad y el gozo del justo en Cristo, puesto que ha sido salvado de los tormentos del infierno y, del mismo modo, debería aumentar su amor por Cristo que soportó la ira de Dios en la cruz en su lugar.
    La doctrina del infierno tendría que producir en ti temor al pecado. Tendría que hacer que temieras hasta los pecados más pequeños y ser diligente en confesarlos, tanto de corazón como de pensamiento y vida. Deja que la doctrina del infierno te guarde de practicar el pecado.
    La doctrina del infierno debería ayudar al creyente a ser paciente en los días de aflicción. No importa lo grande que sean tus tribulaciones en este mundo, son mucho más pequeñas que los tormentos del infierno, de los cuales el Señor ha salvado a los santos. Puede que tengas que atravesar tormentos  menores en este mundo, pero recuerda que son meramente temporales y que has sido liberado del más grande de todos ellos de modo que puedas regocijarte aún en el tiempo de la aflicción.
    Esta doctrina ayuda a motivarte a testificar a otros de Cristo y su mensaje. Eryl Davies escribió en su libro The Wrath of God  (“La Ira de Dios”): “La eternidad de los sufrimientos del infierno deberían hacernos más celosos y prontos a hablar a la gente del único que puede salvarles. ¿Rehuimos declarar estas solemnes verdades? ¿Nos disgusta la idea del infierno? Recuerda que Dios será glorificado incluso por medio de los castigos eternos de los incrédulos en el infierno. Su majestad ofendida será vindicada... lo que es supremo en el propósito de Dios a la hora de elegir y reprobar a los hombres es su propia gloria, y el infierno también glorificará su justicia, su poder y su ira por toda la eternidad. Mientras tanto es nuestra responsabilidad orar y procurar la salvación de los pecadores antes que castigo tan horrendo caiga sobre ellos”.
    No puedo terminar sin una palabra final dirigida a aquellos que se creen convertidos pero que no lo están, y también para aquellos que saben que no están convertidos. ¿Puedes concebir la eternidad? Detente un momento y trata de imaginar ser atormentado incesantemente, para siempre, sin final. ¿Esto no te aterroriza? Jamás una oportunidad de descanso; o una gota de agua fría que refresque la garganta. Piensa de nuevo la duración de la eternidad. Trata de imaginártela: día y noche, por los siglos de los siglos, ardiendo con fuego como una araña en una hoguera. Gritos, lamentos, dolor, maldiciendo el día de haber nacido; y siendo maldecido eternamente por los demonios y condenados alrededor. Recordando, siempre recordando las veces que fuiste advertido en la tierra y cómo ignoraste todos aquellos avisos: auto satisfecho y auto engañado, creyendo que todo estaba bien con tu alma. La mujer de Job le dijo a éste que maldijera a Dios y muriera. A no ser que te arrepientas y vayas a Cristo, quien es tu única esperanza, serás maldito por Dios y eternamente atormentado por Él en Su presencia, en la terrible plenitud de Su ira, sin poder morir jamás. Nunca morirás, amigo. ¡Tú no morirás jamás! ¡La eternidad es para siempre!
Copyright © 1992 by William C. Nichols
Traducido al castellano por Alfonso Ropero

Los textos bíblicos son de la Biblia de las Américas, 
© The Lockman Foundation 1986, y de la Reina Valera revisión de 1960.




Notas:
1. Thomas Shepard, The Works of Thomas Shepard (“Las obras de Thomas Sephard”), vol. 1, p. 94. AMS Press, Nueva York, 1967.
2.Jonathan Edwards, The Works of Jonathan Edwards (“Las obras de Jonathan Edwards”), vol. 11, p. 87. The Banner of Truth, Edimburgo 1974.
3.Id. p. 82.
4.Christopher Love, Hell's Terrors (“Los terrores del infierno”), p. 19. T.M. Londres 1653.
5.J. Edwards, op. cit., p. 884.
6.Id. P. 80.
7.Id. p. 81.
8.Charles Haddon Spurgeon, The New Park Street Pulpit (“El Púlpito de la calle New Park Street”), vol. 1, p. 308. Baker Book House, Grand Rapids 1990.
9.C. Love, op.cit., pp. 54-55.
10.John Gerstner, Heaven and Hell (Cielo e Infierno), p. 77. Baker Book House, Grand Rapids 1991.
11.Thomas Shepard, The Works of Thomas Shepard (“Las obras de Thomas Shepard”), vol. 1, p. 58. AMS Press, Nueva York 1967.
12.Arthur W. Pink, Studies in the Scriptures (“Estudios en las Escrituras”), p. 18. Enero 1932.
13.E. Davies, The Wrath of God (“La ira de Dios”), p. 59, Evangelical Press of Wales, Glamorgan 1984.

No hay comentarios: