jueves, 22 de diciembre de 2016

¡Los Ídolos del Misionero!

Hace años que un misionero nuevo en un país católico romano recibió en casa la visita de un creyente a quien esperaba discipular. Era la segunda quincena de diciembre, y aquel misionero acabó de decorar modestamente su casa para la navidad. Esto significaba sencillamente unas velas, unas frondas verdes de un árbol, y un belén.
    Su sorpresa fue grande cuando el hermano visitante, al entrar en casa, miró el belén y exclamó: “¡Pero qué es eso!” La expresión en su cara mostraba sorpresa e incredulidad. “¿Por qué pones eso en tu casa?” preguntó.
    Aunque le pareció obvia la respuesta, la dio: “Para recordar el nacimiento del Señor Jesús”. No esperaba esa reacción, como si hubiese puesto un árbol de navidad o una figura de Papá Noél u otras cosas así. Hacía años que había decidido dejar todo eso, lo comercial y mundano, y simplemente tener unas figuritas de belén y recordar sencillamente el nacimiento del Salvador.
    Entonces le tocó a aquel creyente nacional, visitante en esa casa, explicarle al misionero el problema con los belenes, las figuritas de José, María y Jesús y el escenario del nacimiento. “¿No sabías que esa tradición nació en países católicos donde la gente venera ‘la sagrada familia’? Muchos tienen una imagen o más en la casa todo el año. Pero en estas fechas sacan el belén (nacimiento) con especial fervor. No pocos son los que les encienden velas y rezan o veneran”.
Belén en la Iglesia Católica en Milano cerca del año 1750
    El misionero se quedó pensativo. “No sabía eso”. Estaba tratando de procesar esa información.
    “Tal vez porque vienes de un país no católico y desconoces los orígenes y los usos religiosos de esas cosas”, respondió con paciencia su amigo y hermano.  “Pero sabemos claramente que la Biblia manda: ‘No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. No te inclinarás a ellas, ni las honrarás...’ ” (Éx. 20:4-5).
    “¡Claro, así es!” respondió el misionero, pero sólo es un recuerdo del nacimiento del Señor”.
    “Bueno, hermano, así dicen algunos, pero ¿que son esos sino imágenes? Y además, de orígen católico. Si vamos ahora a visitar hogares en el barrio, verás cuántos tienen su belén como tú, ¡pero son católicos!  ¿Cómo les vas a predicar el evangelio y decir que se arrepientan de pecados y religión falsa, incluso de la idolatría, y tienes tú las mismas imágenes en tu casa?”
      Surgieron en la mente argumentos como: “es algo inofensivo”, “no damos ese sentido a las imágenes”, “son tradiciones familiares”, etc. Pensaba también en cuál sería la reacción de su esposa e hijos si quitaba esos últimos vestigios de celebración navideña.
    Pero decidió no poner tropiezo ante un hermano, ni hacer nada de origen cuestionable que podría ser malinterpretado o impedir la predicación del evangelio. Ante tan clara y sencilla explicación, no podía tener más imágenes en su casa. Así que, las tiró a la basura.
    Algunos dirían que era innecesario eso, porque aquel hermano creyente era débil, y tenía que aprender a tolerar y aceptar la libertad de otros. Pero no hay libertad para tener imágenes en casa, ni para seguir las tradiciones religiosas del mundo (Ro. 12:1-2; 1 Jn. 2:15-17). 
    Pero, aunque fuese sencillamente una cuestión de libertad personal, ese misionero, meditando en las Escrituras, llegó a 1 Corintios 8:11-12. “Y por el conocimiento tuyo, se perderá el hermano débil por quien Cristo murió. De esta manera, pues, pecando contra los hermanos e hiriendo su débil conciencia, contra Cristo pecáis”.  Decidió que aunque fuese cuestión de libertad cristiana, no era correcto hacerlo y herir al hermano. Sería mejor no hacerlo por consideración a los hermanos.   
    Siempre habrá quienes cuestionarán la historicidad y el sentido religioso del belenismo, pero suficientes fuentes católicas hay para establecer su orígen más allá de dudas. Entre ellas, la página de “Custodia Terrae Sanctae” – Misioneros Franciscanos Al Servicio De La Tierra Santa, publica lo siguiente:

    El belén de Greccio y la tradición del belén
    Giotto, el belén de Grecci-Basílica Superior de San Francisco de Asís.                                            
     La memoria del nacimiento de Jesús se transmite hoy también con la tradición popular del belén. Se le atribuye a San Francisco la reproducción del primer belén de la historia. La tradición hagiográfica recuerda, aunque sin certeza historiográfica, que Francisco peregrinó a Tierra Santa y visitó Belén. De la ciudad donde nació el Salvador se llevó un vivo recuerdo, que le llevó a reproducir la imagen de la natividad en la famosa noche de Navidad de Greccio (1Cel 84-86).
          En efecto, Francisco, deseoso de que los fieles tocasen con sus propias manos el acontecimiento del Hijo de Dios humillado y encarnado en forma humana, quiso hacer efectiva esta representación, narrada en todas las biografías del santo (por ejemplo, la de Tomás de Celano o la de Buenaventura de Bagnoregio). Se cuenta que Francisco preparó un pesebre con heno, mandó traer un buey y un asno y, delante de este conjunto escénico, pidió celebrar la Santa Misa ante una multitud de gente llegada de toda la región. Su amor por la solemnidad de Navidad y su devoción a la imagen de la Natividad encuentra su máxima expresión en el misterio de la encarnación, donde el santo reconocía la humildad y la pobreza del nacimiento del Mesías. Francisco entendía que este misterio se renovaba perpetuamente en el sacramento de la Eucaristía, donde Jesús desciende cada día a través de las manos del sacerdote.
         La narración pinta un cuadro de gran sencillez y ternura cuando Francisco, en la noche del 24 de diciembre de 1223, preparó la celebración de la Eucaristía con la ayuda de su amigo Juan Velita, que colaboró en la disposición de todos los elementos que reprodujeran la escena del nacimiento del Niño en Belén. Como Francisco mismo dijo: “de alguna manera, ver con los ojos del cuerpo las dificultades en las que se encontró por falta de las cosas necesarias a un neonato”(1 Cel).
         Llega la noche santa. Francisco, junto con los frailes y algunos fieles, se dirige al lugar preparado con el pesebre, el heno, el asno y el buey. Y después de “unas dulces palabras” predicadas por Francisco, aparece la imagen del Niño sobre el heno. Este hecho milagroso impresionó las almas y los corazones de los asistentes, que se sintieron tocados profundamente por esta experiencia.
         Con esta acción, el santo trataba de hacer fácilmente comprensible a los fieles el Misterio de la encarnación. Esta devoción, típica de la espiritualidad franciscana, contribuyó claramente en el desarrollo de la costumbre de representar el belén, práctica que ha llegado hasta nuestros días.
         Como preparación a la solemnidad navideña, en la tarde del día de Nochebuena (24 de diciembre), en la Gruta de la natividad los frailes franciscanos rememoran el episodio del Belén de Greccio, que tuvo como protagonista al padre Francisco de Asís en la contemplación del Misterio de la Encarnación. http://www.belen.custodia.org/default.asp?id=239

De manera similar, un artículo en el Diario Crítico informa lo siguiente.

           Entre las preguntas más frecuentes de los asistentes es ¿por qué la Natividad se representa con una mula y un buey? Y es que realmente en ningún sitio “aparece que estuvieran ahí”, como reconoce la guía. Sin embargo, se sabe que fue San Francisco de Asís el que en el año 1223 colocó por primera vez, en el altar de la parroquia de Greccío, en Italia, un pesebre con el Niño, la Virgen, la mula y el buey. “Fue una verdadera revolución”, como señala Rubio, que explica que el buey simboliza el trabajo y la fertilidad.  “No se utiliza el toro porque éste representaba lo malo, lo pagano”. Por otra parte, aunque en un principio también en algunos belenes se ponía un asno “se sustituyó por la mula ya que el primero simbolizaba terquedad y tontería mientras que la mula es trabajo”, informa Rubio. Respecto a los colores con los que se pinta a la Virgen María, la guía indica que el azul representa “al cielo” mientras que el rojo o rosa palo significa “la futura pasión de Cristo”.
     http://www.diariocritico.com/noticia/3855/noticias/la-tradicion-de-los-belenes.html

Otro artículo publicado en queaprendemoshoy.com informa:
         “...la tradición, considera a San Francisco como el verdadero propulsor del Belén por realizar en la noche del 24 de diciembre de 1223 la representación de la Natividad en una región de la Toscana, más conocida por la magnificencia del hecho que allí aconteció, el milagro del Presepe di Greccio, por el cuál, desde 1986, San Francisco es considerado el patrón universal del Belén.
         Durante los siglos XIV y XV, las iglesias italianas se llenan de belenes, y la tradición se expande por el resto de Europa. A España llega la tradición gracias a la orden franciscana  e inmediatamente, artistas de primera fila, como Montañés o Luisa Roldán “La Roldana”, comienzan a realizar belenes con el fin de adornar en los días navideños, los hogares de pudientes y de centros religiosos. Van a tener un valor excepcional como demuestran los inventarios de la época, como es el caso del testamento de Lope de Vega, que deja su adorado Belén, de gran valor material, a su hija
.

    Recuerda que son informes de los mismos católicos. Y hay más, pero con eso se ve claramente el origen y sentido de los belenes. Aquel misionero fue bien intencionado, pero equivocado, en su costumbre. Pero qué bueno que pudo reconocer el error y cambiar. Así tendría que hacer todavía más de uno, que se aferra a sus tradiciones y las defiende por razones sentimentales, con el resultado de ir en contra de la Palabra de Dios y poner mal ejemplo a los que desea afectar para bien. “...bien sabéis cuáles fuimos entre vosotros por amor de vosotros” (1 Ts. 1:5).

martes, 20 de diciembre de 2016

El Origen de los Belenes (Nacimientos)

Aviso al lector: El origen de este artículo no es evangélico, sino católico romano.

ORIGEN DE LOS BELENES

 De Belén a los belenes
Cómo se fue formando esta tradición y sus personajes El La descripción de la escena del nacimiento de Jesús que hace  el Evangelio es explícita pero sumamente sobria: "Mientras ellos  estaban allí, se le cumplieron (a María) los días del parto, y dio a luz  a su hijo primogénito, le envolvió en pañales y le acostó en un  pesebre, porque no tenían sitio en el alojamiento". De esta  descripción a la exuberancia de los belenes napolitanos, españoles  o latinoamericanos, hay una gran diferencia. ¿Cómo surgió en la  Iglesia católica la costumbre de reconstruir la ciudad en que nació  Jesús, Belén? 
Los evangelios apócrifos
Desde los primeros años del cristianismo fueron surgiendo los  elementos que poco a poco conformaron el escenario y los  personajes del belén, tomados en gran medida de los evangelios  apócrifos (no reconocidos por la Iglesia). La estrella de los reyes de  la que habla Mateo, guía del rey de Oriente hacia Belén, se convirtió  en el Espíritu Santo para el "Evangelio de los hebreos". La cueva  surgió de un "Diálogo" de Justino (quien citó una profecía bíblica:  "Vivirá de cueva en cueva, de piedra dura") y de una descripción de  san Jerónimo que en el año 404 hablo de "specus Salvatoris", cueva  del Salvador. En la "Ascensión de Isaías", las lavanderas eran las  nodrizas que lavaron los vestidos después del parto de la Virgen.  Este texto incluso menciona el nombre de una de ellas, Salomé. El  buey y la mula surgieron del "Protoevangelio de Santiago",  confirmando una visión de Isaías de Habacuc. San Paulino de Nola  escribió que eran símbolo de la liberación de la esclavitud. En el  siglo V un decreto papal, citado en una homilía de san León Magno,  fijó definitivamente el número de los magos, que hasta aquel  momento oscilaba entre dos y doce.
Fijación de la fecha
Mientras tanto el calendario cristiano había fijado finalmente la  fecha del nacimiento de Jesús en el 25 de diciembre. El primer  calendario litúrgico que incluye la celebración de Navidad fue el del  320. El 25 de diciembre, fiesta romana del solsticio de invierno  ("Dies natalis solis invicti"), es el día en el que el sol deja de  descender respecto al ecuador celeste, y los días se alargan. Los  padres de la Iglesia llamaban a Jesús "Sol de Justicia" y la liturgia  ortodoxa lo representa como "Luz del mundo".
Nacimiento del belén
Entre el 432 y el 440 Sixto III llevó a Roma algunos fragmentos de  la santa cuna, a la que entonces fue llamada "Santa Maria ad  preasepe" (Santa María en el pesebre), y que después pasaría a  recibir el nombre de Basílica de Santa María la Mayor. En esta  Iglesia de Roma comenzó la costumbre de celebrar la misa de  medianoche, tomada de una análoga tradición de Belén. La  atribución del oficio de carpintero a José, que durante siglos fue  titubeante, se impuso en el siglo VI a través de las representaciones  de los marfiles bizantinos.
Algunos historiadores consideran que el inicio del belén como tal  tiene lugar con el acta notarial que se registró en Nápoles en el  1025 en una Iglesia, Santa María "ad praesepe", llamada "La  redonda". Sin embargo, en este caso, como en el de Santa María la  Mayor parece que se trata más bien de capillas destinadas a  guardar fragmentos más o menos verdaderos, recogidos en Tierra  Santa.
A partir del siglo VIII el nacimiento y la resurrección de Cristo se  convirtieron en el tema de escenificaciones costumbristas tomadas  de los Evangelios, representadas en las plazas. Con el tiempo, el  sentido religioso de los recitales se fue deteriorando, de modo que  frailes y curas predicaron contra la vulgarización, hasta el punto de  que el mismo Inocencio III lo criticó. Fueron estas representaciones  teatrales quienes introdujeron la mezcla de los personajes  evangélicos con otros profanos inventados, en ocasiones fuera de  tiempo y lugar (los pastores, por ejemplo, se convirtieron en  campesinos y artesanos del aquel tiempo).
San Francisco de Asís
Pero la fecha que no hay que olvidar es el 1223. Dieciséis años  antes, Inocencio III había prohibido las representaciones sagradas.  Francisco de Asís, llegó a Greccio con su inseparable hermano  León, para evangelizar a las perversos habitantes de aquella  áspera tierra. Para sensibilizarles se le ocurrió pedir una dispensa a  Honorio III. San Francisco había descubierto una gruta en los  bosques montañosos, a pocos pasos de su espartana cabaña, y  pensó que era el lugar ideal para hacer revivir el "Nacimiento" del  Redentor. Obtuvo la ayuda de Giovanni Vellita, el generoso rico del  pueblo, que le consiguió el pesebre, la paja y los animales. La  noche de la vigilia, con el toque de las campanas, convocó en la  gruta a todos los habitantes de Greccio. Vinieron a pie, o a lomos de  burro y de caballo, sin darse cuenta, como los pastores llegaron al  pesebre. La historia narra que durante la misa Francisco habló a los  fieles, y los ojos rojos y enfermos del santo lloraron por los  sufrimientos del Redentor. Algunos historiadores afirman que fue el  mismo san Antonio de Padua, contemporáneo de Francisco, quien  celebró la misa. Como por milagro, por un momento, vio  materializarse al Niño entre sus brazos. Francisco de Asís murió dos  años después. Si bien puede ser excesivo considerar que aquella  noche de Greccio fue el origen del nacimiento, sin embargo es  legítimo considerarlo como el punto de partida de un fenómeno de  una difusión extraordinaria en todo el mundo. Los franciscanos, a  ejemplo de su fundador, se convirtieron en los pioneros del "Belén"  en las iglesias y conventos que abrieron por toda Europa. Por ello,  desde 1986, san Francisco es considerado el patrón universal del  belén.



Tomás de Celano (hacia 1190-1260) biógrafo de San Francisco y Santa Clara. Vita Prima

San Francisco ante 
el primer pesebre de Navidad

Unos quince días antes de Navidad, Francisco dijo: “Quiero evocar el recuerdo del Niño nacido en Belén y de todas las penurias que tuvo que soportar desde su infancia. Lo quiero ver con mis propios ojos, tal como era, acostado en un pesebre y durmiendo sobre heno, entre el buey y la mula...”

Llegó el día de alegría:..Convocaron a los hermanos de varios conventos de los alrededores. Con ánimo festivo la gente del país, hombres y mujeres, prepararon, cada cual según sus posibilidades, antorchas y cirios para iluminar esta noche que vería levantarse la Estrella fulgurante que ilumina a todos los tiempos. En llegando, el santo vio que todo estaba preparado y se llenó de alegría. Se había dispuesto un pesebre con heno; había un buey y una mula. La simplicidad dominaba todo, la pobreza triunfaba en el ambiente, toda una lección de humildad. Greccio se había convertido en un nuevo Belén. La noche se hizo clara como el día y deliciosa tanto para los animales como para los hombres. La gente acudía y se llenaba de gozo al ver renovarse el misterio. Los bosques saltaban de gozo, las montañas enviaban el eco. Los hermanos cantaban las alabanzas al Señor y toda la noche transcurría en una gran alegría. El santo pasaba la noche de pie ante el pesebre, sobrecogido de compasión, transido de un gozo inefable. Al final, se celebró la misa con el pesebre como altar y el sacerdote quedó embargado de una devoción jamás experimentado antes.

Francisco se revistió de la dalmática, ya que era diácono, y cantó el evangelio con voz sonora....Luego predicó al pueblo y encontró palabras dulces como la miel para hablar del nacimiento del pobre Rey y de la pequeña villa de Belén.

www.mercaba.org/LITURGIA/Nv/belenes_origen.htm
Mercaba.org es el Web Formativa de Católicos Hispano-hablantes

NOTA: No estamos de acuerdo con ellos pero deseamos que los evangélicos vean por esa documentación el orígen idolátrica del uso de los belenes (nacimientos).
 

miércoles, 14 de diciembre de 2016

William MacDonald comenta sobre el peligro de la política

Capítulo 31 del libro: EL MANDAMIENTO OLVIDADO: SED SANTOS

La Política
¿Debería el cristiano participar en la política? Los que dicen que sí citan invariablemente el conocido adagio: “Todo lo necesario para que triunfe el mal es que los hombres buenos no hagan nada”. Si esto no es convincente, citan a José, a Moisés y a Daniel como ejemplos de creyentes participantes en el sistema político.
    Aunque el adagio suena convincente, deberíamos recordar que es una declaración de sabiduría humana, no de revelación divina. No deberíamos darle la autoridad de las Escrituras. En cuanto a José y a Daniel, nunca buscaron ser elegidos, sino que sirvieron como funcionarios del gobierno. Moisés fue más una molestia para que gobierno que parte del mismo.

La respuesta bíblica
    Si vamos a la Palabra para conseguir una respuesta, ¿qué encontraremos?
    El Señor Jesús no se dedicó a la política. Más bien, se encontró enfrentado al sistema. Los discípulos no participaron en política. ¿Acaso se perdieron la mejor porción de Dios al concentrarse en el evangelio?
    El apóstol Pablo no se dedicó a la política. La fidelidad a su llamamiento y a su mensaje lo enfrentaron contra la sociedad farisea.
    Jesús enseñó que su reino no es de este mundo (Jn. 18:36). Y dijo a sus incrédulos hermanos: “no puede el mundo aborreceros a vosotros; mas a mí me aborrece, porque yo testifico de él, que sus obras son malas” (Jn. 7:7).
    El apóstol Juan nos recuerda que “el mundo entero está bajo el maligno” (1 Jn. 5:19). La política forma parte del sistema del mundo.
    Debemos separarnos del mundo para poder influir sobre él (2 Co. 6:17). Arquímedes dijo que podría mover el mundo si encontraba un punto de apoyo fuera del mismo. Debemos posicionarnos fuera del sistema del mundo si queremos moverlo para Dios.
    Pablo insistía en que “ninguna que milita se enreda en los negocios de la vida” (2 Ti. 2:4). Todos los creyentes están (o deberían estar) en servicio activo. No deberían dejarse distraer.
    La política es algo corrompido. Es un sistema de compromisos. Las decisiones se toman generalmente sobre la base de lo que es conveniente, no sobre la base de lo que es correcto. Se adhiere a principios humanos, no a los principios divinos. El difunto senador por Michigan, Vandenberg, dijo: “La política es corrupta por su misma naturaleza. La iglesia no debería olvidar su verdadera función tratando de participar en un aspecto de los asuntos humanos donde tendrá que ser una pobre competidora. Perderá su pureza de propósitos si participa”.

El proyecto plátano
    La solución de Dios a los problemas del mundo no es política, sino espiritual. Su respuesta es el nuevo nacimiento, no la elección de nuevos representantes. La política no es nada más que un vendaje para un cáncer. Nuestra consigna es: “Deja que los muertos entierren a sus muertos; y tú vé, y anuncia el reino de Dios” (Lc. 9:60). La historia de la cáscara de plátano pone las cosas en su perspectiva adecuada.
    Había un hombre con un puesto muy importante en la actividad editorial y tenía la responsabilidad de la publicación y distribución de miles de obras. Un día se dirigía a trabajar, y al pasar por una esquina del centro de la ciudad vio una cáscara de plátano en la acera. Sabiendo que era un peligro potencial, la tiró de una patada a la alcantarilla, donde nadie podría resbalar a causa de ella. Pero comenzó a pensar en todas las cáscaras de plátano que podría haber en las acercas de esta gran ciudad. Supongamos que hubiera una que nadie hubiese echado a la alcantarilla y que alguien la pisara. Quizá debería tomarse el tiempo de buscar por las calles de la cuidad para encontrar las peligrosas cáscaras de plátano. Si no fuera así, alguien podría romperse algún hueso. De esta manera, se podría ahorrar a muchos una estancia en el hospital. Pero ¡espera un minuto! Él tenía sus propias responsabilidades. Era un factor importante en el mundo editorial. Su responsabilidad era mantener las imprentas en marcha y enviar sus contenidos hasta lo último de la tierra. De mala gana, abandonó el proyecto plátano por el más esencial. Que los barrenderos se ocupasen de las cáscaras de plátano. Esto era tarea de ellos.
    Hagamos ahora una aplicación. Un cristiano tiene la mayor responsabilidad en el mundo, esto es, publicar las buenas nuevas del Señor Jesucristo. Ésta es una importante tarea para el cristiano. Si no la hace él, nunca la harán los demás. Por eso dijo Jesús: “Buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas”. Muchas personas están participando en la política... pero Dios nos ha encargado la bendita tarea de proclamar el mensaje del evangelio a los hombres y mujeres de este mundo de muerte. Otros proyectos pueden ser válidos, pero si dejamos el nuestro, nadie tomará nuestro puesto.
    El propósito de Dios en esta edad no es hacer del mundo un lugar mejor donde vivir, sino llamar de entre las naciones a un pueblo para su nombre (Hch. 15:14). Deberíamos estar obrando para Él en el cumplimiento de este objetivo. Jowett lo dijo bien: “Somos colaboradores con Dios en la rendición del mundo. Ésta es nuestra misión... ungir en el Nombre del Señor a los hombres a una vida de realeza, a la soberanía sobre el yo, al servicio para el reino”. Y pasa luego a lamentar la tragedia de los cristianos que dejan de apreciar su alta vocación, que abrazan lo inferior, que se arrastran en lugar de volar, que son esclavos en lugar de reyes.
    La ciudadanía primordial del cristiano es celestial (Fil. 3:20). Es peregrino y extranjero en este mundo (1 P. 2:11). Aunque tiene la responsabilidad de obedecer al gobierno y derecho a usar sus procedimientos judiciales, no está obligado a formar parte del sistema.
    Si participo en la política, estoy dando un voto de confianza a su capacidad de resolver los problemas del mundo. No tengo razón alguna para tal confianza después de siglos de fracaso político.
    El tenor general del Nuevo Testamento es que las condiciones no van a mejorar (1 Ti. 4:1-3; 2 Ti. 3:1-5). Esto hace tanto más urgente la responsabilidad del cristiano respecto a la Gran Comisión.
    ¿Significa esto que los creyentes deben adoptar una actitud pasiva? ¡No! Lo que significa es que podemos hacer más con la oración que lo que podamos jamás hacer mediante la votación. Nosotros mantenemos el equilibrio del poder mediante la oración. Podemos afectar el destino de las naciones mediante la oración. “Las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para destrucción de fortalezas
(2 Co. 10:4).
    No ha llegado el momento para que los cristianos reinen (1 Co. 4:8). Nuestra vida es un tiempo de instrucción para cuando nos toque reinar. William Kelly dijo:

    Nunca se han mezclado los cristianos en el gobierno del mundo excepto para deshonra del Señor y para la propia vergüenza de ellos. Ahora son llamados a padecer con Cristo; en el futuro reinarán con Él. Ni Él ha asumido aún su gran poder para reinar. Él está sentado en el trono de su Padre, como el Cristo rechazado por el mundo, esperando la palabra de su Padre para ejecutar el juicio y sentarse en su propio trono (Ap. 3:21).

    Precisamente mientras escribo esto, he recibido un recorte de prensa que apoya la postura de Kelly. Dice:

    Van Dyke, un cristiano nacido de nuevo, fue un personaje polémico. Su carrera política quedó marcada por el escándalo. Fue casi expulsado de la Legislatura en 1984 por emlear una literatura fraudulenta en su campaña. La Comisión de Información Pública le multó en 500 dólares, y la Legislatura exigió que presentase disculpas.

    Vale la pena ponderar la declaración de Kelly: “Nunca se han mezclado los cristianos en el gobierno del mundo excepto para deshonra del Señor y para la propia vergüenza de ellos”.

DIEZ SICLOS DE PLATA POR AÑO


por Donald Norbie

 
“Quédate en mi casa, y serás para mí padre y sacerdote; y yo te daré diez siclos de plata por años, vestidos y comida” (Jueces 17:10).
    Palabras tentadoras son éstas a un joven con formación religiosa que ha viajado para “buscar un lugar”. Se le ofreció un hogar, una posición y unos ingresos seguros. El resultado de aquella oferta hecha hace más de tres mil años todavía es testimonio de su atractivo: “Y el levita se quedó”.
    ¿No podría servir al Señor en ese lugar?
    Era una puerta abierta; quizá Jehová había abierto esta oportunidad para él. Seguramente uno debe aprovechar las oportunidades que le son dadas en esta vida.
    Y unos ingresos seguros, ¿no podría esto aliviaría su mente de ansiedad para que sirviera a Dios más eficazmente? Después de todo, el siervo de Dios tiene bastantes otros problemas por los cuales necesita fe.
    Los tiempos cambian y a veces uno necesita ajustarse. Además, no todos tienen el mismo don de fe. Seguro que el levita encontraba muchas razones que a su mente le parecían buenas, para quedarse. “Y el levita se quedó”.
    Hoy en día este método de apoyar económicamente a los “obreros del Señor” es muy extendido por la cristiandad. Una casa o piso pagado por la congregación, un título y una posición de autoridad, un salario mensual, estas cosas son consideradas como necesidades en el “ministerio cristiano”. Cuando una iglesia se reúne con un candidato para el pastoreo, una de las primeras preguntas que generalmente se hacen es: “¿Cuánto es el salario?” Después de todo, uno de los deseos básicos del hombre es seguridad. ¿Y qué le ofrece más seguridad al morador de la tierra que el dinero? Un banco en nuestra área recientemente hizo publicidad con esta frase llamativa: “¡Qué sensación más buena, dinero en el banco!”
    Hay cierto movimiento hoy en día entre los hermanos que profesan seguir la verdad del Nuevo Testamento acerca de la iglesia, y es preocupante porque se trata de la introducción de estos métodos no bíblicos para el sostenimiento de la obra de Dios. Estos métodos de apoyo económico no son nuevos. Hace cientos de años que varias entidades religiosos han tenido tales arreglos para su clero. Sin embargo, a lo largo de los siglos también han existido pequeños grupos viriles de no conformistas que han renunciado las prácticas religiosas corrientes, y han enseñado y practicado una vuelta a la fe sencilla del Nuevo Testamento. Por tales hermanos damos gracias a Dios. Su camino no ha sido fácil. Han conocido la  hostilidad y oposición amarga de la religión organizada.
    Es posible servir al Señor con varios grados de obediencia a Su Palabra. Dios en Su gracia maravillosa bendice lo que es de Él. Es posible que aun un predicador incrédulo proclame el evangelio y que alguien se convierta. Pero, ¿quién diría que semejante proceder es conforme a las Escrituras? Lo que sirve de guía para el creyente no es si algo tiene éxito, si otros creyentes o iglesias lo hacen, o si parece conveniente, sino las Escrituras.
    Las Escrituras no dan ni instrucción ni ejemplo acerca de tener un arreglo económico entre el labrador y el pueblo de Dios. Además, las Escrituras enseñan lo contrario. El que sirve a Dios sale sin ningún compromiso ni garantía de finanzas. Con fe sencilla mira a Dios, y si es necesario, puede trabajar con sus manos. Los del pueblo de Dios que son ejercitados espiritualmente comparten sus bienes temporales con el labrador. Todo esto promueve una sencillez deleitosa y un ejercicio de corazón de parte de todos. Cada uno está compartiendo en la obra de Dios de manera muy personal.
    Cuando el Señor Jesús envió a los doce, les exhortó: “No os proveáis de oro, ni plata, ni cobre en vuestros cintos...porque el obrero es digno de su alimento” (Mt. 10:9-10). Habían estado con el Señor por un tiempo y habían compartido Su vida sencilla; una vida fragante con una fe como la de un niño y una dependencia en Su Padre. No tenía reservas de fondos, ni nada  en el mundo para asegurar unos ingresos fijos. Ahora Él anima a Sus seguidores, al salir ellos de Su presencia inmediata, a que vayan como Él. Dios les cuidaría. Habrá algunas personas de corazón sensible y ejercitado, a través de quienes Dios puede proveer las necesidades de la vida. El obrero hoy en día que escoge otro camino no está siguiendo el ejemplo de su Señor.
    Al escudriñar el resto de las Escrituras, no se halla ninguna evidencia de que los apóstoles u otros obreros de aquel entonces tuvieran arreglos en cuanto a finanzas, ni con las iglesias locales, ni con individuos, ¡ni mucho menos con el gobierno! Pablo encontró que a veces le era necesario trabajar con sus manos (Hch. 18:3). No obstante, la mayoría del tiempo tenía lo suficiente debido a las diferentes ofrendas de individuos o asambleas. Una persona como Lidia puede proveer alojamiento para el siervo del Señor (Lc. 16:15). Repetidas veces grupos de  creyentes mostraron su preocupación y amor a través de sus ofrendas (Fil. 4:15) Así el amado apóstol se dedicaba a trabajar para el Señor, y dijo: “Imítame”. No hay forma más bienaventurada de servir a Aquel que dijo: “El siervo no es mayor que su señor” (Jn. 13:16).
    ¿Cuáles son algunas de las ventajas prácticas de hacer así la obra del Señor? Primero, esto estimula una saludable dependencia en Dios. El hombre que tiene sus finanzas prometidas y calculadas tiende a sentirse independiente de Dios; tiene y sabe de dónde viene lo que necesita para procurar las cosas de esta vida. Así que, es bueno que el siervo del Señor sea pobre y no tenga grandes reservas: “como pobres, más enriqueciendo a muchos...” (2 Co. 6:10). Esto le mantiene en una posición de dependencia temerosa de Dios en todo momento. Puede que llegue a su último céntimo y pedazo de pan. Se ha comprometido a un camino de no anunciar sus necesidades a otros. Está encerrado al lugar secreto de oración donde con agonía de alma clama a Dios. Debe quedarse allí hasta que pueda salir con un corazón sereno y labios que no murmuran, contento de descansar como un niño destetado en los brazos del Padre. Los que han conocido tales tiempos pueden testificar que la dependencia íntima en Dios es la flor dulce que viene después del brote amargo de la prueba. Cuando vea al Padre contestar, obrando de manera maravillosa y secreta, ¿quien cambiaría esto por un salario mensual?
    Segundo, esta forma de servir a Dios hace que ofrendar sea un santo ejercicio del alma. Ofrendar ya no es un deber programado de cierta reunión el domingo. La oración y el ofrendar van brazo en brazo en el camino de la vida de devoción cristiana. Cada creyente sabe que la obra de Dios depende de él y de su interés. Los creyentes se dan cuenta individualmente y como asambleas que la obra de Dios crece y lleva fruto como resultado de sus oraciones y ofrendas. Cada cual tiene una parte vital; todos comparten esta obra gloriosa.
    Tercero, esta forma de servir anima al siervo a ser siervo del Señor. Puesto que nadie le paga un salario ni una mensualidad regular, no está tentado a andar de puntillas al proclamar la verdad de Dios. No tienen que cosquillar las orejas para mantener sus ingresos. Puede sentirse dichosamente libre para proclamar todo el consejo de Dios. Pablo podía decir con fervor: “¿Busco ahora el favor de los hombres, o el de Dios? ¿O trato de agradar a los hombres? Pues si todavía agradara a los hombres, no sería siervo de Cristo” (Gá. 1:10). Esto también deja libre al siervo para ir donde Dios quiere que vaya. Depende de Dios para su dirección, y no está mirando a los hombres. De nuevo, esto produce profundo ejercicio de alma mientras que uno espera en el Lugar Santo. Sin embargo, para los que no son más que siervos de Otro, ni desean ser más, ¡qué sensación más buena!
    Finalmente, libra para siempre al obrero de la acusación de amar al dinero. Puede ocuparse en la obra de Dios y nunca “tomar una ofrenda”. El mundo puede burlarse y pensar que tal hombre es necio, pero no podrá acusarle de avaricia. Tendrá que confesar que su obra no es con ánimo de lucro, sino una pasión por Dios. Con Pablo, él podrá decir: “os he predicado el evangelio de Dios de balde” (2 Co. 11:7).
    El camino de fe es para la iglesia que desea seguir el patrón del Nuevo Testamento. Requiere que los creyentes sean ejercitados espiritualmente; hombres y mujeres que conocen y confían en Dios, no en una organización. ¿No es un comentario trágico sobre el bajamar en la vida espiritual cuando enfatizamos un edificio de piedra en lugar del Cuerpo de Cristo, cuando hacemos publicidad en lugar de oración, y buscamos la certeza de un salario en lugar de depender del Dios vivo?

“He aquí, yo vengo pronto; retén lo que tienes, para que ninguno tome tu corona”  (Ap. 3:10).

                                       traducido por Carlos Tomás Knott, con permiso del autor