sábado, 23 de mayo de 2015

La Eternidad Del Infierno

(Los Terrores del Infierno, parte II)

El aspecto más terrorífico del infierno es el de su duración. El infierno es eterno, es decir, para siempre, sin fin. ¿Puedes entender la eternidad? Ninguna fórmula o ecuación matemática puede explicarla. Tu mente no puede concebir la eternidad, y, sin embargo, es real pesar de todo. Solamente este aspecto del infierno debería hacer que los hombres gritarán en arrepentimiento. No es extraño que los escépticos de todos los tiempos hayan atacado la naturaleza eterna del infierno, sustituyéndola por doctrinas como la aniquilación de los incrédulos. Echemos una mirada más a las Escrituras para verificar la naturaleza eterna del infierno y tratar de entender mejor la eternidad. Después miraremos por qué tiene que ser eterno el infierno.
    “Y el diablo que los engañaba fue arrojado al lago de fuego y azufre, donde también está la bestia y el falso profeta; y serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos” (Ap. 20:10). Este versículo nos muestra con claridad la duración del infierno. El infierno es por los siglos de los siglos. ¿Podría usarse una afirmación más tajante que esta? Si el Espíritu de Dios quiso comunicar a los seres humanos la naturaleza eterna del infierno, ¿que puede comunicar esto mejor que la expresión “por los siglos de los siglos”? La Escritura no contiene otra mayor expresión que denote eternidad sino
por los siglos de los siglos”, porque es la misma afirmación que se aplica a la existencia eterna de Dios mismo: “Al que está sentado en el trono, al que vive por los siglos de los siglos” (Ap. 4:9). ¿Hay quien dude de que Dios vivirá por toda la eternidad? ¿Por qué, entonces, dudas que el infierno permanecerá toda la eternidad siendo que se utiliza la misma expresión para ambos?
    “No es mucha la idea que podemos hacernos de esta cuestión, pero, para ayudarles en su manera de concebirla, imagínense en medio de una hoguera o de un gran horno, donde su dolor es mucho más grande que el que ocasiona el roce accidental de un carbón ardiendo, puesto que su calor es superior. Imaginen también que sus cuerpos sean retenidos en ese lugar durante un cuarto de hora, en plena consciencia, ¡cuán grande el horror de entrar en semejante horno! ¡Y que largo les parecería ese cuarto de hora! Después de haberlo soportado durante un minuto, que insufrible sería pensar que todavía faltaban otros catorce. Pero, ¿cuál sería el efecto producido en sus almas, si ustedes supiesen que tendrían que permanecer en ese tormento durante veinticuatro horas... o un año entero... o miles de años? ¡Oh, entonces, cómo se hundirían sus corazones si supieran que habrían de sufrir, y año tras año, ¡sin final! ¡Nunca terminará! ¡Que después de un millón de millones de siglos, su tormento no estaría más cerca de su final que al principio, y que nunca será liberado! Pero el tormento en el infierno será inmensamente superior a lo que esta ilustración representa”.
    El Señor Jesús, describiendo el día del gran juicio final, se refiere a la separación de los impíos de los justos con estas palabras: “Y éstos irán al castigo eterno, pero los justos a la vida eterna” (Mt. 25:46). ¿Hay alguien que niegue que el cielo exista eternamente? ¿Tendrá fin algún día futuro, la bendición de los justos en el cielo? No, sin embargo, la misma palabra griega empleada en este versículo para la vida eterna de los justos es la que se utiliza para el castigo eterno de los injustos. El infierno durará tanto como el cielo.
    En el infierno habrá diferentes grados de castigo determinado para cada ser humano según indican algunos pasajes de la Escritura. Lucas 12:47-48 dice: “Y aquel siervo que sabia la voluntad de su señor, y que no se preparó ni obró conforme a su voluntad, recibirá muchos azotes; pero el que no la sabia, e hizo cosas que merecían castigo, será azotado poco. A todo el que se le haya dado mucho, mucho se demandará de él; y al que mucho le han confiado, más le exigirán”. En Mateo 11:24 Cristo dice: “Os digo que en el día del juicio, será más tolerable el castigo para la tierra de Sodoma que para ti”. Los versículos de Mateo indican que la gente de Capernaúm recibirá mayor castigo en el día del juicio que aquellos que vivieron en la depravada Sodoma. Los versículos de Lucas hablan de una distinción en el juicio basada en la cantidad de luz recibida: algunos recibirán muchos azotes mientras que otros recibirán pocos.
    Quienes cometen mayores o más pecados que otros recibirán mayor castigo en el infierno (Jn. 19:11). Los hipócritas religiosos, aquellos que profesan la fe cristiana, pero no son realmente cristianos, serán más severamente castigados que el resto (Mt. 23:14-15). El Señor dijo de Judas Iscariote: “Mejor le fuera a ese hombre no haber nacido” (Mt. 26:24). ¿Cómo se podrían hacer estas afirmaciones si fuera cierto que la aniquilación es lo único que hay después de la muerte? La presencia de diferentes grados de castigo sólo tiene sentido a la luz de la capacidad de sentir el castigo. ¿De qué modo puede decirse que hubiera sido mejor para Judas no haber nacido si la aniquilación es todo lo que le esperaba? La aniquilación o extinción no es castigo en absoluto.
    Cada vez que el incrédulo peca, aumenta el nivel de su tormento en el infierno. La persona que peca el doble que otra con la misma luz, recibirá el doble de castigo. Cada día que el pecador continúa viviendo y respirando aquí en la tierra sin arrepentirse añade a su castigo en el infierno. Romanos 2:5 dice: “Mas por causa de tu terquedad y de tu corazón no arrepentido, estás acumulando ira para ti en el día de la ira y de la revelación del justo juicio de Dios”. El Señor Jesús exhortó a los justos a hacerse tesoros en el cielo antes que en la tierra. Los impíos aumentan su ira tormento futuro en el infierno cada momento que continúan pecando. Añaden a su castigo diariamente. En el infierno los hombres desearán no haber nacido.
    Charles Haddon Spurgeon dijo: “En el infierno no hay esperanza. Ni siquiera la esperanza de morir: la esperanza de ser aniquilados. ¡Están perdidos por los siglos de los siglos! En cada eslabón de la cadena del infierno está escrito: “para siempre”. En las llamas del infierno se iluminan estas palabras: “para siempre”. Encima de sus cabezas ellos pueden leer: “para siempre”. Su mirada está desencajada y sus corazones dolorido con la idea de que es “para siempre”. Oh, si pudiera decirles esta noche que el infierno se apagará un día y que aquellos que están perdidos podrán ser salvos, habría una verdadera fiesta en el infierno de solo el pensarlo. Pero no puede ser; es “para siempre” que han sido arrojados a las tinieblas de afuera”.
    Christopher Love emplea una ilustración para tratar de ayudarnos a entender lo que significa la eternidad: “Supongan que todas las montañas de la tierra fueran montañas de arena, y que más y más montañas fueran añadidas hasta alcanzar el cielo, y que un pajarito puede tomar un grano de arena cada mil años de esa gigantesca montaña. Serían necesarios innumerables millones de años antes de que toda esa masa de arena desapareciera, y aun así este proceso de tiempo llegaría a un final, y seria una dicha para el hombre si el infierno no durara más que ese tiempo; pero esta es la miseria del hombre en el infierno, no tendrá más oportunidad de salir después de haber transcurrido millones de años que cuando fue arrojado allí al principio, porque su tormento se prolongará por la eternidad, sin fin, por cuanto el Dios que castiga es eterno”.
    Anteriormente consideramos la necesidad del infierno o la razón de que tuviera que existir un lugar como ése. Ahora analizaremos la razón por la que el infierno no sólo tiene que existir sino que debe existir eternamente. ¿Cuál es la necesidad por la que el infierno tiene que ser eterno? Son varias las respuestas que podemos explorar brevemente.
    La primera razón a considerar es la que Christopher Love acaba de mencionar. El Dios que condena es un Dios eterno. “La eternidad del infierno se basa en la naturaleza de Dios”.   ¿Es eterna la Palabra de Dios? ¿ Es la naturaleza de Dios eterna? la Escritura dice: “Jesucristo es el mismo, ayer, hoy y por los siglos” (Hebreos 13:8). “Gloria y hermosura es su obra, y su justicia permanece para siempre” (Salmo 111:3). “La Palabra del Señor permanece para siempre” (1 Pedro 1:25). Si la Palabra de Dios es eterna, si la justicia de Dios es eterna y si Dios mismo es eterno, ¿por qué, entonces, no va a ser eterna también Su ira? Como eternamente existente, todos los atributos de Dios son eternos e inmutables; por consiguiente, el infierno, como expresión de la ira divina, debe ser eterno.

    El infierno debe ser eterno porque la justicia de Dios nunca quedaría satisfecha por el castigo finito de los pecadores, no importa lo mucho que durara. Cristo aclara esta cuestión cuando habla de hacer las paces con el adversario antes de ir al magistrado si no serías arrojado a la cárcel y, “Te digo que no saldrás de allí hasta que hayas pagado aun el último centavo” (Lucas 12:59). Los hombres no pueden dar nada a cambio de su pecado. Ninguna cantidad de castigo en el infierno, no importa lo mucho que dure, jamas puede expiar los pecados. Es imposible, por tanto el infierno debe ser eterno.
    En tercer lugar, el infierno ha de ser eterno porque las Escrituras dicen que el gusano que corroe la consciencia del hombre en el infierno nunca muere. “Su gusano no morirá, ni su fuego se apagará” (Isaías 66:24). Si el gusano nunca muere, entonces aquellos que son atormentados por el gusano nunca morirán.
    Por último, el infierno será eterno porque los hombres continuarán pecando en el infierno. Aumentarán y agravarán su culpabilidad allí. El infierno es un lugar donde los condenados maldecirán a Dios y a ellos mismos, y se quejarán y lamentarán con lenguaje blasfemo de los hombres alrededor de ellos. Los malvados se aumentarán el tormento entre sí, al acusarse y condenarse unos a los otros. Los hombres no se arrepentirán en el infierno porque el carácter de los pecadores no cambia. Continúan siendo pecadores. Pecarán durante toda la eternidad, por tanto Dios los castigará eternamente.
del libro: Los Terrores del Infierno, Copyright © 1992 by William C. Nichols,
 traducido al castellano por Alfonso Ropero
 

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