martes, 26 de marzo de 2013

CÓMO PREPARAR Y PRESENTAR UN PENSAMIENTO DEVOCIONAL


EL PENSAMIENTO DEVOCIONAL
(Reflexión o Mensaje Breve Para Creyentes)

Las palabras "devoción" y "devocional" pueden matizarse de varias maneras. Por ejemplo, nos comunican la idea de amor y adoración, de piedad, de un vida devota a Dios, y quizás para algunos tenga algo que ver con una forma de evangelización. Pero vamos a pensar en un devocional como una breve reflexión de la Palabra de Dios, un mensaje corto, durando entre cinco y quince minutos, que procede del corazón de un devoto del Señor, para edificación de otros creyentes. Es comunicar de forma breve, enfatizo, breve, algo relacionado con la vida de devoción al Señor. Puede ser un tema de edificación, exhortación o consolación (1 Co.14:3). Debe ser expresado con el propósito de estimular a los oyentes en la comunión con el Señor y la devoción a Él.
A la hora de preparar tu reflexión, es muy importante que tengas solamente un pensamiento básico para comunicar. Debes tener un propósito en el devocional.  Por ejemplo, pregúntate  cosas como esto: "¿Qué es lo que quiero lograr específicamente?" "¿Qué deseo que el Señor haga en nuestras vidas a través de esta reflexión?" Es decir, en otras palabras: “¿Para qué doy este devocional?”  Cabe aquí un consejo muy útil: Nunca hables de nada que no ha tocado tu propio corazón y tu propia vida. No trafiques en verdades no aplicadas en tu vida. Evita elocuencia, y procura hablar de corazón a corazón. Si algo ha tocado tu propio corazón, ha cambiado tu vida, te ha despertado, te ha animado, etc., es muy probable que si presentas este “algo”, tocará también el corazón de tus hermanos.
El devocional en sí debe ser breve y conciso. No es el momento para multiplicar ideas y textos.  El peligro es que la idea principal se pierda o sea olvidada, debido a muchas palabras.  Comienza, expón la idea, y no te vayas de ella a otras, sino que termina y deja a los oyentes pensando en esta idea central que has comunicado. A menudo tratamos de cubrir o explicar demasiado material en el corto tiempo que tenemos para un devocional.  Así que,  para combatir esto, es necesario reducir todo lo que quieres decir a una sola frase concisa. ¿Cuál es tu idea principal? Si no puedes, entonces no tienes el pensamiento bastante claro en tu propia mente. Es aquí que la disciplina espiritual y mental debe ser practicada, para que la reflexión sea provechosa y edificante, porque de pensamientos no disciplinados, es imposible sacar un mensaje conciso y claro.   
En el momento de presentar tu reflexión, recuerda que la idea es, como en un servicio de transporte, llevar el cargo de esta idea central que tienes, y entregarlo eficazmente a los oyentes, de manera que, cuando termines de hablar, cualquiera de ellos podría decirte cuál fue tu pensamiento central. Entonces, en un sentido medimos la eficacia de tu devocional, mirando si los demás han entendido el pensamiento clave o no. Todo lo que dices debe tener una relación directa con esta idea. Y entre todo lo que se podría decir acerca del tema, debes ser riguroso en seleccionar lo mejor y lo esencial, y luchar contra la tendencia de añadir textos, citas, ilustraciones. Muchas veces es mejor levantarte y estar de pie para que todos puedan verte y oirte mejor.  Míra a tus oyentes, y habla en una voz que los que están más lejos y más sordos puedan escucharte bien. Habla del corazón, con devoción al Señor, en amor hacia el Señor y hacia tus hermanos. Sé sencillo y directo, ferviente pero sin adornos, sin ningún desvío, y llegarás a la meta. Y cuando hayas llegado al final,  para y termina en oración.
CÓMO ORDENAR UN PENSAMIENTO DEVOCIONAL

La Introducción:
1. Selecciona el texto, no largo, para anunciar y leer al principio.
2. Escoge cuidadosamente tus primeras 10 palabras, apúntalas y después, cuando comiences a hablar, empléalas. Por supuesto, cuenta con la ayuda del Espíritu Santo en la preparación de tus notas, y después, no te vayas del guión que has  preparado sin una razón muy buena y excepcional. Provoca y atrae el interés de los oyentes: con una pregunta, una frase llamativa, una cita corta o tal vez una anécdota si es breve (pero cuidado, porque éstas tienden a alargarse).
3. Sé breve. Una o dos oraciones gramaticales, porque si no, gastarás todo tu tiempo aquí.
4. Recuerda que la introducción debe tener una relación directa y obvia con lo que vas a decir, y no decirse solamente porque es llamativa o interesante.

El Cuerpo:
1. Después de la introducción, expresa la idea central o principal de forma clara e inequivocable.
2. Explícalo. ¿Por qué es importante? Repítelo en otras palabras, da más detalles, ilustra con una comparación o un contraste.
3. Sugiere una aplicación, tal vez ilustrada brevemente de alguna experiencia de la vida. Dirígete a los oyentes que tienes delante, que sea algo que tú y ellos podéis hacer.

La Conclusión:
1. Enlaza la aplicación con tu conclusión para que no haya cambios bruscos.
2. Decide de antemano, no sobre la marcha, cómo concluir mejor; cuáles van a ser tus últimas 10 palabras. Cómo en la introducción, así debes hacer aquí: apunta estas palabras y después, cuando llegues a este punto en la presentación, empléalas.
3. Cuando las hayas dicho, para y termina en una oración breve.

LEVÁNTATE, INTRODUCIR EL TEMA, PRESENTA EL TEMA, CONCLUYE Y SIENTATE
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GUIÓN PARA UNA REFLEXIÓN DEVOCIONAL

(TESIS) PENSAMIENTO PRINCIPAL: 
La disciplina del Señor es una señal de que Él nos ama.

PROPÓSITO: 
Inspirar y animar a los hermanos a responder con gratitud cuando son corregidos y disciplinados por Dios.

TEXTO: 
Apocalipsis 3:19

INTRODUCCIÓN:
¿Por qué si un cristiano quebranta la ley, es pillado, mientras que los inconversos lo hacen cada día y escapan?

CUERPO:
1. Expresa: 
Dios nos disciplina cuando hacemos mal, porque Él nos ama.  Esto es lo que Apocalipsis 3:19 afirma.

2. Explica: 
a.  Dios Nos corrige debido a la relación que tenemos con Él, que Él es nuestro Padre y nosotros somos Sus hijos, como Hebreos 12:6-8 dice.  
Ilustración: no castigas a los hijos de los vecinos, aunque a veces te gustaría, porque no son tuyos.  Educas a tus propios hijos.

b. Nosotros sabemos que Dios nos ama, entre otras cosas, porque vemos lo que Él quiere lograr en nuestras vidas (He.12:10-11).
Ilustración: nosotros queremos proteger a nuestros hijos de la tristeza y los problemas que el pecado trae a la vida.  Queremos que ellos cumplan algún buen propósito en sus vidas, que no las desperdicien.

3. Aplica:
Cuando hacemos algo que está mal, o no hacemos el bien que debemos, y  Dios nos reprende, para o corrige, debemos estar agradecidos.
- sabemos que Él lo hace deseando nuestro bien.
- sabemos que Él quiere salvarnos de enredarnos en el pecado y sufrir las consecuencias.
- sabemos que Él desea ver el fruto apacible de justicia en nuestras vidas. 

CONCLUSIÓN:
Sí, hermanos, lejos de ser una señal de rechazo u odio, la disciplina que Dios manda a nuestras vidas es una señal de Su amor hacia nosotros, y aunque la corrección duela, sabemos que es para nuestro bien, y debemos reflexionar en esto y decir a nuestro Padre: “Gracias por amarme y corregirme”.  Amén.