domingo, 28 de diciembre de 2014

¿Cómo Fue Sanado Naamán?

“Naamán, general del ejército del rey de Siria, era varón grande delante de su señor, y lo tenía en alta estima, porque por medio de él había dado Jehová salvación a Siria. Era este hombre valeroso en extremo, pero leproso. Y de Siria habían salido bandas armadas, y habían llevado cautiva de la tierra de Israel a una muchacha, la cual servía a la mujer de Naamán. Esta dijo a su señora: Si rogase mi señor al profeta que está en Samaria, él lo sanaría de su lepra. Entrando Naamán a su señor, le relató diciendo: Así y así ha dicho una muchacha que es de la tierra de Israel. Y le dijo el rey de Siria: Anda, ve, y yo enviaré cartas al rey de Israel. Salió, pues, él, llevando consigo diez talentos de plata, y seis mil piezas de oro, y diez mudas de vestidos. Tomó también cartas para el rey de Israel, que decían así: Cuando lleguen a ti estas cartas, sabe por ellas que yo envío a ti mi siervo Naamán, para que lo sanes de su lepra. Luego que el rey de Israel leyó las cartas, rasgó sus vestidos, y dijo: ¿Soy yo Dios, que mate y dé vida, para que éste envíe a mí a que sane un hombre de su lepra? Considerad ahora, y ved cómo busca ocasión contra mí. Cuando Eliseo el varón de Dios oyó que el rey de Israel había rasgado sus vestidos, envió a decir al rey: ¿Por qué has rasgado tus vestidos? Venga ahora a mí, y sabrá que hay profeta en Israel. Y vino Naamán con sus caballos y con su carro, y se paró a las puertas de la casa de Eliseo. Entonces Eliseo le envió un mensajero diciendo: Ve y lávate siete veces en el Jordán, y tu carne se te restaurará, y serás limpio. Y Naamán se fue enojado, diciendo: He aquí yo decía para mí: Saldrá él luego, y estando en pie invocará el nombre de Jehová su Dios, y alzará su mano y tocará el lugar, y sanará la lepra. Abana y Farfar, ríos de Damasco, ¿no son mejores que todas las aguas de Israel? Si me lavare en ellos, ¿no seré también limpio? Y se volvió, y se fue enojado. Mas sus criados se le acercaron y le hablaron diciendo: Padre mío, si el profeta te mandara alguna gran cosa, ¿no la harías? ¿Cuánto más, diciéndote: Lávate, y serás limpio? Él entonces descendió, y se zambulló siete veces en el Jordán, conforme a la palabra del varón de Dios; y su carne se volvió como la carne de un niño, y quedó limpio” (2 Reyes 5:1-14).
     Naamán era un gran hombre de Siria. Era general del ejército, lo cual quiere decir, segundo sólo después del rey. Sabía pelear. Sabía organizar, mandar tropas, y usar estrategia. También tenía que ser hombre de cierta cultura, saber cómo conducirse delante de su rey. “Era varón grande delante de su señor”. No era cobarde ni perezoso, sino “valeroso en extremo”. Tenía inteligencia, grado militar, fuerza, sabiduría, experiencia, éxito, riquezas, respeto, fama y gloria entre los hombres. Era triunfante en batalla, y era aclamado como vencedor. Era un hombre aplaudido y admirado por los demás. Tenía palabra de autoridad. A su palabra miles de hombres se lanzaron a la batalla, cayeron ejércitos enemigos delante suyo, y fue salvada Siria de sus enemigos. Sin embargo, al final de los dos versículos dedicados a describir su grandeza, encontramos estas palabras: “pero leproso”. Aunque podía hacer prodigios en batalla, y moverse en público y en las cortes del rey con aprobación de todos, tenía un problema en su propia vida que no podía solucionar. Era leproso. Naamán podía organizar, administrar y mandar a diez mil hombres y le obedecerían en seguida, pero la lepra no le hacía caso. Podía presentar peticiones delante del rey y le fueron concedidas, pero la lepra no le escuchaba. Poder sacar la espada ante un enemigo y quitarse la vida, pero no podía con la lepra. La lepra vivía en él, dentro del gran generalísimo, y al final le iba a humillar, vencer y matar.
     La enfermedad llamada “lepra” en aquel entonces era algo incurable y fatal. Era como si hoy día tuviera algo como SIDA. No había forma de curarla. A sus víctimas les infectaba la piel, trayendo podredumbre a ella. Al principio sólo se veía un poquito, y podía ser ocultada en algunos casos, pero no podía ser curada. Avanzaba cual ejército que toma el campo de batalla, controlando cada vez más el terreno, esto es, el cuerpo de su víctima. Como Naamán en batalla, la lepra vencía, pero no era vencida, y no tenía misericordia de sus enemigos. El aspecto de la persona afligida por la lepra era muy desagradable al final, no sólo la apariencia sino el olor de las llagas incurables de carne viva. ¡Qué frustración seguramente producía la lepra en el alma del gran general! Tenía todo en esta vida, menos la salud, y no había remedio. Esto es, hasta que una muchacha de Israel que era sirvienta en su casa, informó a su mujer de que en Israel había un profeta, un varón de Dios, que podía sanarle. Hablaba de Eliseo. La criada no sabía mucho acerca de la vida de los nobles, ni nada de generales, estrategia y ejércitos. No tenía dinero, estima, posición social, fama ni formación. Pero tenía la única cosa que Naamán no tenía y necesitaba, el conocimiento del Dios verdadero y de dónde su amo podía encontrar la sanidad.
     Así fue que el gran general marchó para Israel, en busca de la curación de su dolorosa y vergonzosa enfermedad. Todos nosotros, seamos grandes, ricos y famosos, o pequeños, pobres y desconocidos, tenemos este problema que tenía Naamán. Es el pecado, que es como la lepra. Es algo incurable en nosotros que nos está conduciendo a la muerte, y no respeta a nadie. Dios tiene una solución sencilla para el pecado, y es el arrepentimiento y la fe en Jesucristo. “Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo” proclamó el apóstol al carcelero en Filipos.
     Pero las religiones de los hombres complican el asunto, y desvían a los hombres de la solución sencilla y única que Dios ofrece. El católico religioso, como Naamán en 2 Reyes 5:11, desprecia el evangelio porque es sencillo. Le parece tan fácil y sencillo que no puede ser verdad. No lo desprecia en la teoría, sino en la práctica. No hace lo que Dios le pide, que es arrepentirse y creer el evangelio. En lugar de ello, como Naamán, está dispuesto a hacer grandes cosas, y Roma se las da para hacer: andar de rodillas a un santo, ir descalzo, subir una montaña a una ermita, llevar cadenas, flagelarse, poner piedras en los zapatos, celebrar una novena, rezar el rosario, y un largo etcétera. Todo esto en lugar de hacer la única cosa que Dios les pide, la cual es sencilla, tan sencilla que la desprecian. Hasta incluso tienen orgullo del sistema que ha hecho tan complicado el sencillo evangelio de Dios, y están dispuestos a defenderlo a capa y espada, por su notorio arraigo, por su pompa y majestad, por su gran complejidad y antigüedad, por lo impresionante que es. Cuando uno le dice que hay que dejar todo esto y simplemente creer en el Señor Jesucristo para ser perdonado de TODOS sus pecados y tener vida ETERNA, que no se puede perder jamás, se indigna o se molesta, diciendo que no puede ser así.
     Pero es así de sencillo, y quisiéramos dar este consejo amistoso a nuestros amigos lectores católicos, como dijeron los siervos de Naamán a su amo: “Padre mío, si el profeta te mandara alguna gran cosa, ¿no la harías? ¿Cuánto más, diciéndote: Lávate, y serás limpio?” Si Dios te pidiera gran cosa, ¿no lo harías? Estás dispuesto a intentar practicar fielmente todas las facetas de tu religión, con tal de tener esperanza de así arreglar tus cuentas con Dios. Pero Dios no pide esto. Él pide que creas en Él, y que creas a Él, esto es, que confíes en lo que Él te dice en Su Palabra. Si te pidiera bautizarte como infante, ¿no lo harías? Si te pidiera confesarte y celebrar misas, ¿no lo harías? Si te pidiera devoción a un santo, ¿no lo harías? Si te pidiera limosnas y buenas obras, ¿no lo harías? Si te pidiera rezar el rosario, ¿no lo rezarías? ¡Muchas cosas así has hecho toda la vida y todavía no tienes vida eterna!
     ¿Cuánto más, diciéndote: “Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo”?
    ¿Cuánto más, diciéndote: “Al que no obra, sino cree en aquel que justifica al impío, su fe le es contada por justicia”?
     ¿Cuánto más, diciéndote: “por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe”?
     No seas más como Naamán cuando se enojó. Deja de pensar en grandes cosas que estarías dispuesto a hacer para curarte, esto es, para limpiarte de tu pecado y conseguir una vida nueva, limpia, eterna. Dios ofrece la sangre de Jesucristo, vertida en la cruz del Calvario, en paga de tus pecados. “La paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús, Señor nuestro”, dice Romanos 6:23. Jesucristo ya ha hecho la gran cosa que había que hacer para salvarte, pues Él murió en la cruz, sufriendo en tu lugar, pagando por tus pecados, para poderte ofrecer gratuitamente el perdón y la vida eterna. No hay que hacer gran cosa, porque esto lo ha hecho Cristo. Hay que arrepentirse de toda obra y confianza falsa, incluso de confiar en la religión, y confiar solamente en el Señor Jesucristo.
      El gran Naamán al final recapituló, y aceptó el humilde consejo de sus siervos. “El entonces descendió, y se zambulló siete veces en el Jordán, conforme a la palabra del varón de Dios; y su carne se volvió como la carne de un niño, y quedó limpio” Tuvo que descender, un acto de humildad. Pero cuando hizo “conforme a la palabra del varón de Dios”, fue totalmente sanado. El Señor Jesucristo es quien te ofrece salvación, limpieza y nueva vida. Haz conforme a Su Palabra, el Evangelio, y serás salvo. 
Carlos Tomás Knott

domingo, 21 de diciembre de 2014

La Gloria Terrenal Del Mesías


    El apóstol Pedro nos dice que los profetas del Antiguo Testamento preguntaron e indagaron acerca de muchas de las cosas que escribieron, especialmente lo concerniente al Mesías. Escribieron de “los sufrimientos de Cristo, y las glorias que vendrían tras ellos” (1 P. 1:11). ¿Cómo podrían ser verdad las dos cosas – sufrimientos y glorias? La respuesta, que no fue expuesta claramente en aquel entonces, pero ahora es evidente, es que el Mesías no vendría una sola vez, sino dos. En Su primera venida sería un Mesías sufriendo, rechazado por Su pueblo, crucificado, poniendo así Su vida por los pecados del mundo, pero después resucitaría de los muertos. Su segunda venida será como el Mesías para juzgar y reinar, glorioso, poderoso, reconocido por Su pueblo Israel y por las gentes del mundo, sobre las cuales reinará desde Jerusalén.
    La gente pregunta a menudo por qué los judíos no recibieron a Jesús como su Mesías cuando Él había venido tan obviamente cumpliendo las profecías acerca de la primera venida, tales como el lugar y el modo de Su nacimiento. Por supuesto, toda persona pecadora tiene una razón general por la que rechaza a Jesucristo como Señor. Es porque ama las tinieblas más que la luz (Jn. 3:19-21). Los seres humanos no quieren que Jesucristo el Señor reine sobre ellos. Los judíos en tiempos de Cristo no distinguieron entre las dos venidas de Mesías, ni entendieron que Él debía cumplir las Escrituras acerca del Salvador sufriente para expiar el pecado antes de venir en majestad para reinar. Temprano en el ministerio del Señor, Sus milagros maravillosos, palabras de poder, y liderazgo atractivo le marcaron en la mente de algunos como Aquel que había sido prometido (Jn. 1:45; 4:29). Había quienes quisieron tomarle y hacerle rey a la fuerza (Jn. 6:15). Esperarón que Él expulsaría a los romanos y haría de Israel una potencia mundial, cabeza de las naciones, como indicaron los profetas. Aun Sus discípulos tenían grandes ideas de las posiciones que ellos iban a ocupar en Su reino. Conforme iba haciéndose evidente que Jesús no iba a tomar el mando como Rey, las dudas empezaron a surgir. Aun Juan el Bautista, quien con tanta confianza le había señalado al principio, tenía sus dudas. “Eres tú aquel que había de venir, o esperaremos a otro?” (Mt. 11:3). Los discípulos no entendieron las palabras del Señor acerca de  Su muerte y resurrección.
    Pero hoy, con la Biblia completa en mano, podemos y debemos entender claramente que primero el Mesías tenía que sufrir y morir por los pecados del mundo. Así profetizaron las Escrituras en pasajes como el Salmo 22 e Isaías 53. Pero hay quienes todavía no entienden que las demás profecías acerca de Su venida y reino sobre todo el mundo igualmente han de cumplirse literalmente. Algunos ignoran estas cosas, o han sido enseñados erróneamente que esas promesas no son literales sino alegorías. En su confusión creen que Cristo reina ahora sobre el mundo ahora, mediante Su Iglesia, y que triunfará sin volver personalmente para reinar visiblemente sobre el mundo. Pero pasajes como 2 Timoteo 3 y 4, 2 Pedro 2, Judas y Apocalipsis 2 y 3 enseñan que la iglesia no triunfará sino que habrá gran apostasía.
    El profeta Daniel predijo que el Mesías vendría como una “piedra que hirió a la imagen”, y destruiría a todos los reinos de este mundo, y entonces llenaría el mundo con Su glorioso reino eterno (Dn. 2:34-35, 44). El profeta Zacarías tuvo una visión del tiempo cuando Israel miraría al que había traspasado (Zac. 12:10). Él vendrá al Monte de los Olivos, al lado de Jerusalén, como Rey del mundo, reinando literalmente desde Jerusalén (Zac. 14:4, 9, 17; Hch. 1:11).

Los Salmos también dan profecías acerca de este tiempo venidero:

· El Hijo de Dios regirá a las naciones con vara de hierro (Sal. 2:7-9).
· El Rey de la gloria entrará en el lugar santo de Jerusalén (Sal. 24:7-10).
· El Rey venidero reinará en justicia y paz. Su dominio será sobre todo el mundo (Sal. 72:8-9, 11, 17).
· La tierra se llenará de la gloria de este Rey (Sal. 72:19).
· El hijo de David se sentará sobre el trono de Israel, gobernando (Sal. 89:3-4).
· El Mesías juzgará a toda la tierra (Sal. 96:13; 98:9).
· El Rey será también sacerdote, a diferencia de David, reinando desde Sion (Israel) sobre todo el mundo y juzgando las naciones (Sal. 110).

lunes, 17 de noviembre de 2014

¿PAGAMOS DEMASIADO?

EN BUSCA DE LA VERDAD


¿No te ha pasado nunca que compras algo – una camisa, un coche, o cualquier otra cosa –  y luego desgraciadamente ves el mismo artículo en venta por menos dinero? ¡Ay, de haberlo sabido antes!
 

    Bueno, algo parecido pasa con los gastos de la exploración espacial y parte de la información que profesan buscar. Es bonito e interesante explorar el espacio, me fascina y me parece bien que se haga, pero no por la razón que se suele dar: descubrir el origen de la vida, del universo, etc. Son buenas preguntas y dignas de respuesta. PERO, ¿Qué presupuesto te parece más apropiado para la adquisición de información correcta? ¿1,4 billones de euros, o 3 euros? Pudiendo conseguirla por sólo 3 euros, sería más que absurdo pagar 1,4 billones. Y 1,4 billones es poco, porque si empezamos a sumar las cifras "astronómicas" :-)  gastadas en proyectos de exploración espacial justificados con la excusa de buscar orígenes, el total sería desorbitado.
    Después de leer la información divulgada por ESA y de ver los varios informes en los medios de comunicación que, entusiasmados, predicen que ahora quizás obtengamos información acerca de los orígenes de la vida, digo: ¡qué despilfarro! Considera las características y el precio de un instrumento que acierta por muchísimo menos:


dimensiones:  135 x 210 x 24 mm
peso: 0.400 kg
precio: 3.00

¿Qué puede haber que por tan poco revele los orígenes del universo?
¡Aquí lo ves!



Santa Biblia Edición Misionera  ISBN: 9781585167289

    Bueno, ríete si quieres, pero ten en cuenta que gastar 1,4 billones de euros para seguir con los mismos grandes interrogantes, cuando con una inversión de 3 euros podrías saber mucho más, es un error de los grandes.
    En la Biblia habla no una agencia espacial ni un equipo de científicos, sino el mismo Creador del universo. Él es el único que estuvo allí al principio. Él hizo todo, y nos describe paso por paso cómo fue.
    Comienza así Génesis 1:1: "En el principio creó Dios los cielos y la tierra". A continuación explica el origen de la luz, el agua y la tierra, el sol, la luna, las estrellas, las especies de animales y plantas, y el ser humano. Nos da los nombres del primer hombre y la primera mujer. Explica cómo se desarrolló la raza humana, cómo surgieron las distintas naciones y grupos étnicos, y los grandes sucesos de la antigüedad que marcan el mundo en que vivimos. Además, nos explica el porqué de los problemas que tenemos los seres humanos, y la raíz de los conflictos, la violencia, y todos los demás problemas del ser humano.
    ¿No lo crees? Ah, pero ¿lo has leído detenidamente por ti mismo? ¿O quizá no crees porque está de moda no creer, porque no creen tus amigos y profes? ¡POR LO MENOS investiga, sólo te cuesta 3 euros! Incluso ni eso. No puedes tomar prestado una nave espacial como Rosetta, pero sí hay quienes te prestarían o te regalarían una Biblia. ¡Está todo a tu alcance, y no hace falta traje de astronauta! En la comodidad de tu propia casa puedes adquirir datos que todas las agencias espaciales juntas no han podido conseguir.
    Pudiendo saber tanto por un precio tan económico, ¿por qué no?  ¿Por qué no te propones "el proyecto Génesis", adquieres una Biblia y te pones a leer detenidamente el primer libro, para conocer y analizar la información allí presentada? ¿Por qué pagar más para saber la verdad?


Carlos Tomás Knott
 







sábado, 8 de noviembre de 2014

LA PSICOLOGIZACIÓN DE LA IGLESIA



William MacDonald

Uno de los fenómenos de la era en que vivimos es la manera en que la iglesia ha sido infiltrada por la psicología secular. En contradicción a 2 Timoteo 3:16-17, la Biblia ya no es considerada como suficiente como base para aconsejar. Necesitamos psicoterapia. Ya no se confía en el Espíritu Santo para que produzca los necesarios cambios en las vidas de los creyentes. Los ancianos ya no son competentes para orientar. Tienen que enviar a su gente a un terapeuta profesional. Esto a pesar del hecho de que Dios nos ha dado en la Palabra y mediante el Espíritu todo lo necesario para la vida y la piedad (2 Pedro 1:3).
    Durante generaciones, los cristianos llevaron sus problemas al Señor en oración. Ahora han de llevarlos a un psiquiatra o a un psicólogo. A los jóvenes ya no se les apremia a que prediquen la Palabra. Ahora el lema es “Practicad la orientación psicológica”.
    La orientación profesional ha llegado a ser una vaca sagrada hasta tal punto que alguien saldrá inevitablemente en su defensa. ¿Qué es lo que está tan mal con ella? Daré a continuación once puntos por los que está mal.
    1. La atención de la persona es dirigida al yo en lugar de a Cristo. Este es un fallo fatal. No hay victoria en el yo. El autoexamen no es una cura. Lo buenos marinos no echan el ancla dentro del barco. Necesitamos a Alguien mayor que nosotros mismos, y este Alguien es Cristo. Más tarde o más temprano debemos darnos cuenta de que nuestra ocupación con Cristo es el camino a la victoria en la vida cristiana (2 Corintios 3:18).
    Ibsen, el dramaturgo noruego, cuenta acerca de una visita que hizo Peter Gynt a un hospital psiquiátrico. Toda la gente parecía normal. Nadie parecía loco. Hablaban muy razonablemente acerca de sus planes. Cuando Peter le mencionó esto a un médico, éste le dijo: “Están locos. He de admitir que hablan de manera muy racional, pero todo es acerca de ellos mismos. Están, de hecho, muy inteligentemente absorbidos en su yo. Es el yo —mañana, mediodía y noche. No podemos apartarnos del yo aquí. Lo arrastramos con nosotros, incluso en nuestros sueños. Ah, sí, joven, hablamos de manera racional, pero estamos bien locos”.
    2. La psicología moderna se basa en sabiduría humana, no divina. Es la opinión de los hombres en lugar de la autorizada Palabra de Dios. La variedad de opiniones humanas se ve en el hecho de que hay más de 250 sistemas de psicoterapia y más de 10.000 técnicas (incluyendo una para ayudar a tus animales domésticos), y cada una de ellas pretende la superioridad sobre las demás.
    Dice Don Hillis: “Esta tendencia conlleva al menos un elemento de peligro: el razonamiento humano toma el puesto de la Palabra de Dios para la resolución de los problemas emocionales y espirituales. Las respuestas racionales ... que no estén basadas en principios espirituales pueden dar un alivio temporal, pero a su vez pueden resultar desilusionantes y perjudiciales”.
    3. Muchos, y probablemente la mayoría, de los problemas por los que la gente busca consejo tienen su causa en el pecado —matrimonios rotos, familias rotas, conflictos interpersonales, ansiedad, drogas, alcohol, y algunas formas de depresión. Para estos problemas no necesitamos el diván, sino la Cruz. Sólo el Salvador nos puede decir: “Tus pecados te son perdonados; ve en paz”.
    4. La orientación moderna se dedica a la desviación de la culpa. Al pecado se le llama enfermedad. O está causada por el ambiente de una persona. Se les echa a los padres la culpa por la conducta inaceptable de los hijos. Como resultado, se libera a la gente de la responsabilidad personal. John MacArthur habla de una mujer que dijo que tuvo un problema durante años con fornicación compulsiva: “El consultor sugirió que su conducta era el resultado de unas heridas recibidas de un padre pasivo y de una madre imperiosa”.
    Henry Sloane Coffin valoró la situación de manera penetrante: “La actual psicología añade ... coartadas morales. Los hombres y las mujeres se hacen analizar, y encuentran emancipación en el destierro de los feos nombres que una religión vigorosa daba a los pecados, y en la asignación de nombres sin sugerencia de culpa. Son mal ajustados o introvertidos, en lugar de faltos de honradez o egoístas. Un padre de edad madura se cansa de su mujer y se enreda con una mujer que tiene la mitad de su edad, y un terapeuta le dice que está sufriendo de un “espasmo de re-adolescencia”, cuando se le debería confrontar con el mandamiento “no adulterarás”.
    5. La psicoterapia obra de manera directamente contraria al Espíritu Santo al enfatizar la importancia de una buena auto imagen, de un caso sano de auto estima. El Espíritu Santo está tratando de llevar a los pecadores a la convicción del pecado, y llevarlos al arrepentimiento. Está tratando de restaurar a creyentes desviados y llevarlos a la confesión. Cualquier auto estima que no esté basada en el perdón de los pecados y en la posición del hombre en Cristo es falsa hasta la médula.
    6. Luego tenemos, naturalmente, la faceta financiera. James Montgomery Boice comenta: “De modo que en nuestros tiempos tenemos el fenómeno singular de gente que paga a otras personas para que les escuchen, que es de lo que tratan las profesiones de psiquiatría, psicología y consejería. La consejería es un negocio millonario en dólares. Pero la realidad es que en la inmensa mayoría de los casos no se trata de que los consejeros orienten o aconsejen a sus consultantes. Básicamente, todo lo que hacen es escuchar. Se les paga para hacer lo que en tiempos pasados otras personas hacían voluntariamente”.
    Cuando una señora se quejó de que en veinte años de acudir a un psicólogo no había recibido ayuda, una amiga le preguntó:
    “¿Has ido alguna vez a la iglesia en busca de ayuda?”
    “No, todo lo que la iglesia quiere es tu dinero.”
    “¿Cuánto le has pagado al psicólogo?”
    “Le he pagado 60 dólares a la semana durante estos veinte años, y esto con un salario mensual de 2400 dólares.”
    Sesenta dólares por semana ascienden a 240 dólares al mes. La décima parte de sus ingresos. Estaba pagándole el diezmo a su consejero, pero no estaba dispuesta a diezmar para la iglesia. Y admitió que no había mejorado nada por ello.
    Otra mujer objetó a lo que llamaba el doble estándar de su analista. “Durante seis años fui a ver a mi analista cinco veces a la semana y me privé de muchos de los pequeños extras de la vida, como vestidos bonitos y vacaciones, para poder pagarlo. Pero cuando enfermaba y perdía una sesión, pasaba algo extraño. Mi analista insistía en que mi enfermedad era una especie de venganza psicosomática —que estaba subconscientemente resistiéndome al tratamiento. Naturalmente, siempre tenía que pagar. Pero cuando se iba para su acostumbrada vacación de un mes entero en agosto, dejándome a la deriva, sola y llena de pánico con muchos conflictos sin resolver, se suponía que yo tenía que entender cómo sus vacaciones no interrumpían el análisis”.
    Rollo May, una voz líder en la profesión desde sus comienzos a principios de la década de 1950, lamentaba que la psicoterapia hubiera sucumbido al afán de lucro y a las “añagazas”. “La psicoterapia”, dice él, “se ha convertido en un negocio donde tienes clientes y ganas dinero”. Muchos que practican esta profesión afirman que para ser eficaz, el tratamiento debe constituir un sacrificio económico para el “paciente”. Éste no lo respetaría si fuera una ganga. No hay para extrañarse de los chistes que hace la gente: Un neurótico es uno que construye castillos en el aire. Un psicótico es quien vive en ellos. Un terapeuta es el que cobra el alquiler.
    7. A veces los hay que pagan una pequeña fortuna para ser analizados cuando lo que necesitan es un médico normal. Durante dos años de orientación, un autor se quejaba de que cuando trataba de leer se le nublaba la vista. El terapeuta le contestó que “la incapacidad para concentrarse era un síndrome típico en personas con ansiedades flotantes”. Encontrando difícil ganar dinero suficiente para pagar al psicólogo, el consultante se fue a ver un oculista. Éste le sugirió que un par de gafas graduadas le curarían el síndrome. Se lo curaron.
    8. Los consejeros cristianos pretenden refundir las mejores percepciones de hombres no regenerados como Freud, Rogers, Maslow y Jung con enseñanzas de la Biblia. Es una unión impía. En un congreso sobre consejería cristiana en 1988, Jay Adams dijo: “Con todo mi corazón os apremio a abandonar la tarea infructífera a la que he aludido: el intento de integrar el paganismo y la verdad bíblica... Pensad en los millones de horas, y en que más de una generación de vidas ya han sido gastadas en esta tarea sin esperanza. ¿Por qué no hay resultados discernibles? Porque sencillamente no es factible... El aconsejamiento tiene que ver con cambiar a la gente. Y ya sabéis, esto es cosa de Dios”.
    9. Ni siquiera en la mayor parte de la práctica del aconsejamiento cristiano se acepta la oración como “técnica” viable. Como mucho, se tolera. En el peor de los casos se descuida. Pocos terapeutas cristianos pasan un tiempo significativo orando con sus consultantes.
    ¿Hemos de creer que la oración tiene sólo una importancia marginal para contender con los problemas de la vida? ¿Acaso hemos estado equivocados todos estos años al creer que si cumplimos las condiciones de Dios, Él dará respuesta a nuestras oraciones?
    10. En muchas iglesias, el ministerio es psicología con un ligero barniz de fraseología bíblica. La gente va a buscar pan, y recibe una piedra.
    11. Para decirlo sin ambages, la psicoterapia no ha resultado eminentemente eficaz, y en muchos casos ha sido dañina.

    
En años recientes, algunos valientes autores cristianos han levantado señales de alarma acerca de toda el área de la consejería psicológica. Por ejemplo:

Capacitado para Orientar, por J. E. Adams (1970).
Psychology as Religion: The Cult of Self Worship [La Psicología como religión: la secta de la adoración     del yo], por Paul C. Vitz (1977).
The Psychological Way/The Spiritual Way [La vía psicológica/la vía espiritual], por Martin y Deidre     Bobgan (1979).
Psychological Seduction [Seducción psicológica], por W. K. Kilpatrick (1983).
La Seducción de la Cristiandad, por David Hunt y T. A. McMahon (1985).
Psycoheresy [Psicoherejía], por Martin y Deidre Bobgan (1987).
Beyond Seduction [Más allá de la seducción], por David Hunt (1987).
Prophets of Psychoheresy [Profetas de la psicoherejía], por Martin y Deidre Bobgan.
(nota del editor: Por fin en el año 2013 disponemos de un buen título en Español: El Fin De La Psicología Cristiana, por Bobgan, publicado por Llamada de Medianoche).
    Los opositores o bien han echado los libros a un lado con un ademán de desdén, o bien han acusado a sus autores de provocadores de divisiones y una multitud de otros males.
    Sin embargo, tienen que enfrentarse ahora con el hecho de que profesionales no cristianos en este campo están publicando graves dudas y desilusión en cuanto a la psicoterapia. Unos pocos ejemplos son:

The Myth os Psychotherapy [El mito de la psicoterapia], por el doctor Thomas Szasz (1978).
The Shrinking of America [Psicoanalización y encogimiento de América], por Bernie Zilbergeld (1983).
Against Therapy: Emotional Tyranny and the Myth of Psychological Healing [Contra la Terapia: Tiranía Emocional y el Mito de la Sanidad Psicológica], por Jeffrey Masson (1988).

    El doctor Szasz, profesor de psiquiatría en la Universidad Estatal de Nueva York, ha sido un crítico vocal durante años. Ha llamado a la psiquiatría una pseudo-ciencia, como la astrología y la alquimia. Afirma que el concepto de enfermedad mental es un mito, una cómoda etiqueta adoptada para disfrazar y hacer con ello más aceptable la amarga píldora del conflicto moral en las relaciones humanas. Insiste él en que ninguna forma de conducta anormal es una enfermedad, y que por tanto el tratamiento de las mismas no entra dentro del campo de la medicina.
    Va aún más lejos. Dice que quizá la mayoría de las técnicas psicoterapéuticas son dañinas para los pretendidos pacientes. “Todas estas intervenciones y propuestas deberían por tanto ser consideradas como dañinas hasta que no se demuestre lo contrario”.
    Zilbergeld dice que por lo general es tan útil para un consultante hablar con un lego como con un profesional.
    Jeffrey Masson es graduado del Instituto Psicoanalítico de Toronto y miembro de la Asociación Psicoanalítica Internacional. Tuvo el cargo de Director de Proyectos de los Archivos de Sigmund Freud. En el prefacio de Against Therapy [Contra la terapia], escribe: “Éste es un libro acerca de por qué creo que la psicoterapia, de cualquier tipo, es un error. Aunque critico a muchos terapeutas y terapias de manera individual, mi objetivo principal es destacar que el mismo concepto de psicoterapia es un error”.
    El doctor Hans J. Eysenck, profesor de psicología en la Universidad de Londres, descubrió que entre el 66 y el 77 por ciento de los “pacientes” neuróticos se recuperarán o mejorarán en gran parte con o sin psicoterapia. La mejora es espontánea.
    O. Hobart Mowrer, profesor de psicología en la Universidad de Illinois, dijo: “Al ir desgranando el reloj de la historia las décadas de este siglo, hemos descubierto gradualmente que el gran postulado de Freud, esto es, que toda nuestra conducta puede ser achacada a otros y que la meta de la vida no es actuar moralmente, sino liberarnos de la culpa, nos ha hecho caer de la sartén al fuego”.
    La pretensión de que la psicoterapia tiene una gran proporción de éxitos no está basada en hechos. En el estudio de Cambridge-Somerville, delincuentes juveniles potenciales que recibieron orientación psicológica resultaron peores que el grupo de control que no había recibido orientación.
    También se debería observar que en la psicoterapia se da un efecto psicosomático o de placebo. “Una intensa expectativa de mejora, alimentada por la promesa del terapeuta de que puede tratar con el problema de manera eficaz, lleva a una sensación de buenos resultados y de ecomio entusiasta, aunque no hay un cambio real”.
    Así que, ¿cuál es la conclusión? La conclusión es que “un gran movimiento revolucionario que prometía explicar en términos científicos todas las enfermedades neuróticas y curar muchas de ellas” ha fracasado en su intento. Y en tanto que muchos profesionales seculares están admitiendo que hay una práctica inexistencia de éxitos dramáticos y de curaciones, la iglesia evangélica se está apiñando más y más en torno a la psicoterapia en lugar de en torno a la Biblia como la brillante panacea para las tensiones, ansiedades y otros problemas.
    Citando de nuevo a Don Hillis: “Quizá sea ya el momento para que la iglesia haga un cierto examen de conciencia acerca del hecho de que personas religiosas estén volviéndose más a los psicólogos y psiquiatras que a la iglesia en busca de ayuda. Quizá alguien debería inquietarse cuando la juventud cristiana piensa que pueden hacer más por la humanidad como psicólogos y psiquiatras que como pastores y evangelistas. Quizá un examen renovado del Libro revelará una psicología espiritual que proveerá respuestas espirituales a las necesidades emocionales y mentales del pueblo de Dios”.
    Hay lugar para la orientación, pero ha de ser orientación bíblica. No debe desplazar la Biblia, ni al Espíritu Santo ni la oración. No debe proveer excusas para el pecado ni aligerar a las personas de su responsabilidad personal.
traducido por Santiago Escuain



* Otros libros sobre el tema, disponibles en Español:
Depresión Espiritual: Sus  Causas y Cura, por Martin Lloyd-Jones
¿Psicología?, por Carlos Tomás Knott

Para más artículos analíticos sobre la psicología y la psiquiatría:
www.sedin.org/spanind.htm#psi
www.psychoheresy-aware.org

lunes, 3 de noviembre de 2014

El Arrebatamiento o Rapto de la Iglesia

“No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí.  En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis” (Juan 14:1-3).

Antes de salir de este mundo y ascender vivo y corporalmente al cielo, el Señor Jesucristo dio una promesa especial a Sus discípulos, los verdaderos creyentes. Les informó que iba a preparar lugar para ellos en la casa de Su Padre, y que vendría y les llevaría a estar con Él en ese lugar. Este suceso es conocido como el arrebatamiento, o el rapto. ¿Realmente estás preparado para ello?

¿QUÉ ES?

    Consultando un diccionario ordinario y la Biblia podemos contestar y aclarar muchas preguntas. El diccionario lo explica así: “rapto. (del lat. raptus.) m. Impulso, acción de arrebatar”.  Entonces, ¿qué es arrebatar? Otra vez al diccionario: “arrebatar. Quitar o llevar tras sí con violencia y fuerza”.
    La Biblia usa el término “arrebatar” para describir la desaparición masiva e instantánea de la iglesia, no una organización sino todos los verdaderos creyentes nacidos de nuevo por la fe en el Señor Jesucristo. En 1 Tesalonicenses 4:16-17 leemos:

    “Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor”.

    En el arrebatamiento, el rapto, miles de personas, todas creyentes, desaparecerán instantáneamente. Esto no es un cuento. No las llevará ningún “extraterrestre”. No irán a otro planeta. No serán aniquiladas. Como hemos leído en Juan 14:1-3, el Señor Jesucristo las llevará a la casa de Su Padre, al cielo, al lugar especial que Él ha preparado para ellas. Es cuando Dios por Su gran poder sacará de este mundo a los verdaderos cristianos, y los pondrá a salvo en el cielo. Este traslado instantáneo y milagroso tomará lugar justo antes del tiempo de la ira divina y terribles juicios venideros que la Biblia llama: “La Tribulación”. (léanse 1 Tesalonicenses 5:1-10, 2 Tesalonicenses 1:8-9 y Apocalipsis capítulos 6 al 19 inclusive).

¿REALMENTE ESTÁ EN LA BIBLIA?   

    ¡Claro que sí, pues lo acabamos de leer! Juan 14:2-3 es una promesa del Señor Jesús dada, no a todo el mundo, sino exclusivamente a los Suyos. 
    Algunos piensan que el rapto es una doctrina inventada en el siglo XVIII por una mujer en Inglaterra, y posteriormente introducida en ciertas iglesias evangélicas por un hombre que tuvo contacto con ella. ¡Nada más lejos de la verdad! Muchos creen cosas así, no porque hayan estudiado el tema en la Biblia, sino porque han oído o leído cosas así de otros. Pero lo que hemos leído aquí y leeremos es la Sagrada Escritura, Palabra de Dios, no de los hombres. El arrebatamiento no es una doctrina de hombres, sino parte del plan divino que Dios ha revelado.
    Otros piensan que el rapto es simplemente la Segunda Venida de Cristo, pero también se equivocan. En la promesa dada en Juan 14:2-3, el Señor Jesús no se refiere a Su Segunda Venida al mundo para reinar, sino a una venida al aire, en las nubes sobre el mundo, para recibir allí a los Suyos y llevarlos entonces al cielo consigo. Léelo otra vez y observa cuidadosamente los siguientes términos:

    · “en la casa de mi Padre” (el cielo)   
    · “voy” (del mundo al cielo)   
    · “a preparar lugar” (en el cielo)
    · “vendré otra vez” (al mundo)   
    · “y os tomaré a mí mismo” (arrebatados)
    · “Para que donde yo estoy, vosotros también estéis” (en la casa del Padre, en el cielo)

    Algunos dicen que es una creencia sacada de un texto aislado y luego malinterpretado. Se equivocan, porque este hermoso texto no es el único en la Biblia acerca del arrebatamiento. Por ejemplo, 1 Corintios 15:51-52 habla a los creyentes, y dice:

    “He aquí, os digo un misterio: No todos dormiremos; pero todos seremos transformados, en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta; porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transformados”.  
    
1 Tesalonicenses 4:16-17 también habla a los creyentes, prometiendo que “el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo”. Entonces, al descender así el Señor del cielo, pasarán lo siguiente:

    · “seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes
    · “para recibir al Señor en el aire”       
    · “y así estaremos siempre con el Señor

    Sí, el rapto de los creyentes está en la Biblia. Observa que dice: “seremos” y “estaremos”, porque habla a nosotros los creyentes. Pero vosotros los que no creéis, no seréis arrebatados en las nubes. No recibiréis al Señor en el aire. No estaréis siempre con el Señor. Al contrario, me da lástima decirlo pero es la verdad: estaréis siempre con el diablo y el anticristo. Os quedaréis en tierra. Tendréis la desdicha de vivir en un mundo sin cristianos, el mundo gobernado por el diablo y su rey, el anticristo, aquel inicuo, el hombre de pecado. ¡Qué mundo será! Si no eres verdaderamente creyente en el Señor Jesucristo, nacido de nuevo, salvo por la gracia de Dios, una nueva criatura, entonces no estás preparado para el rapto. Y si no estás preparado, no irás con el Señor Jesucristo. Mi consejo es: "¡Prepárate amigo, porque en un instante Él vendrá!”

¿CÓMO SERÁ ?

    Hay varios términos que debemos considerar respecto a este suceso inminente.
    El primero de ellos es: repentino. El rapto es un suceso repentino. Quiere decir que el rapto acontecerá sin señales ni avisos previos. Ya hemos recibido todos los avisos que hay, los que están en la Palabra de Dios. No habrá señales especiales ni nada que indique que el rapto esté a punto de suceder.
    Segundo, el rapto será instantáneo. No habrá tiempo para observarlo, porque no será un proceso sino un acto divino, milagroso e instantáneo. La Biblia dice que tomará en “un abrir y cerrar de ojos” (1 Co. 15:51-51).
    Tercero, el rapto será selectivo. Dios no va a llevar a todo el mundo al cielo. Sólo llevará a los creyentes. En Juan 14:2 Cristo dijo: “voy, pues, a preparar lugar para vosotros”. Al decir “vosotros” se refiere a los verdaderos creyentes y discípulos Suyos, no todo el mundo. En Mateo 7:14 el Señor dijo que “pocos” hallan la puerta estrecha que conduce a la vida.   
    Cuarto, el rapto es único y definitivo. No habrá más oportunidad. Sólo vendrá así una vez el Señor para llevar a los Suyos al cielo, y entonces, una vez recogidos en la casa de Su Padre, se desencadenarán los juicios de la gran tribulación sobre el mundo gobernado por el diablo. Hay novelas y películas sobre eventos futuros que dan a entender que los que rechazan el evangelio ahora tendrán una segunda oportunidad después del rapto. Enseñan que algunos se darán cuenta de su error y se salvarán. No así habla la Palabra de Dios. El apóstol Pablo, inspirado por el Espíritu de Dios, advierte acerca de “...los que se pierden, por cuanto no recibieron el amor de la verdad para ser salvos. Por esto Dios les envía un poder engañoso, para que crean la mentira, a fin de que sean condenados todos los que no creyeron a la verdad” (2 Ts. 2:10-12).
    Amigo, si no te arrepientes y crees el evangelio ahora, si sigues rechazando al Señor y el amor de Dios, entonces, cuando el Señor arrebata repentina e instantáneamente a los Suyos, te quedarás en tierra y no tendrás más oportunidad para ser salvo. Serás condenado a creer una gran mentira con el resto del mundo, serás engañado, seguirás al anticristo y le adorarás. Recibirás la marca de la bestia, aunque ahora digas que no. Perecerás en los terribles juicios de Dios descritos en el libro de Apocalipsis, comparecerás ante el gran trono blanco de Dios para ser juzgado por tus obras y condenado, e irás al infierno para siempre. No hablamos de cuentos, filosofías ni opiniones. Te juegas la eternidad. Prepárate ahora para el rapto. Arrepiéntete de tus pecados y confía en el Señor Jesucristo y serás salvo de la ira venidera.

Carlos Tomás Knott
  

miércoles, 22 de octubre de 2014

LA VESTIMENTA

William MacDonald
La vestimenta
Mucha gente vive por y para la comida y la vestimenta. Sus pequeñas vidas giran en torno a estos dos ejes. Día tras día trabajan para conseguir dinero e invertirlo allí. Y no es de sorprenderse que la mayoría de nuestras tiendas vendan alimentos o ropa.
Jesús enseñó a sus discípulos que no tenían que preocuparse por estas cosas. El cristiano está aquí para negocios más grandes. Está aquí para representar los intereses de su Señor. Si pone a Dios en primer lugar, sus necesidades temporales serán suplidas (Mateo 6:31-33).
Si el cristiano no es cuidadoso, descubrirá que el tiempo y el dinero que utiliza en comida y vestimenta encuentran su forma de incrementar periódicamente. Requiere de vigilancia y disciplina constantes para que estas áreas de la vida cristiana se mantengan bajo el señorío de Cristo. Consideremos entonces lo que nos enseña el Nuevo Testamento sobre la manera en que debe vestir el cristiano. Dos de los pasajes principales son 1 Timoteo 2:9-10 y 1 Pedro 3:3-6:
Asimismo que las mujeres se atavíen de ropa decorosa, con pudor y modestia; no con peinado ostentoso, ni oro, ni perlas, ni vestidos costosos, sino con buenas obras, como corresponde a mujeres que profesan piedad (1 Tim. 2:9,10).
Separador7
Vuestro atavió no sea el externo de peinados ostentosos, de adornos de oro o de vestidos lujosos, sino el interno, el del cora­zón, en el incorruptible ornato de un espíritu afable y apacible, que es de grande estima delante de Dios (1 Pedro 3:3-6).

Aunque estos versículos están dirigidos a las mujeres, existen principios que son aplicables para todos. ¿Cuáles son estos principios? Uno de los principales está relacionado al gasto. ¿Cuánto gastamos en vestimenta? ¿Es totalmente necesario ¿Podríamos usar este dinero de una mejor manera? Está claro por lo que dice en 1 Timoteo 2:9 que las ropas caras están prohibidas; pues dice “no con… vestidos lujosos.” No es un tema de que podamos costearlo o no.

“Es pecado para un cristiano gastar dinero en ropas caras, porque la Palabra de Dios lo prohíbe.”


Y la compasión humana también lo prohíbe. La situación desesperante de nuestros hermanos en otras tierras, sus enormes necesidades espirituales y físicas resaltan la insensibilidad de gastar el dinero en vestimenta innecesaria.
Esto se aplica no sólo a la calidad de la ropa que compramos, sino también a la cantidad. Muchos de nuestros guardarropas se ven como una sucursal de tiendas de ropa, una pequeña Hart, Shaffner & Manees o Best & Companys. Y cuando nos vamos de vacaciones, colocamos un listón en el asiento trasero de nuestro automóvil para colgar una serie de vestidos, camisas, y trajes que competirían con la variedad de muestras de un vendedor de vestimenta ambulante.
¿Y por qué lo hacemos? ¿No será un problema de orgullo? Nos encanta escuchar que la gente nos adule por nuestro buen gusto, o nuestra fina apariencia. Pero qué hay con la Voz que dice “Vuestras riquezas están podridas, y vuestras ropas están comidas de polilla… Habéis acumulado tesoros para los días postreros… Habéis vivido en deleites sobre la tierra, y sido disolutos; habéis engordado vues­tros corazones como en día de matanza.” (Santiago 5:2-5). Pero el gasto involucrado es sólo uno de los principios que deben guiarnos. Otro es la modestia. Pablo dice “…con pudor y modestia.” Uno de los significados de esta palabra es “decencia “.

No es sor­préndente que encontremos hombres impíos haciendo tal cosa, pero es bastante chocante ver que los cristianos lo imiten. Modestia también puede significar orden. Esto sugiere que el cristiano debe vestirse prolijamente. No hay virtud alguna en andar andrajoso o desprolijo. El creyente debe vestir ropas que estén lim­pias, planchadas, en buenas condiciones y de talla adecuada.

En general, el cristiano evitará las modas que atraigan la aten­ción hacia sí mismo. Pero esa no es su función en la vida. Él no está en la tierra como un adorno, sino como una rama de la Vid que lleva fruto. Podemos atraer la atención hacia nosotros mismos de varias maneras. Las vestimentas pasadas de moda lo hacen, así como la ropa no común, o llamativa, o ridicula. Todas estas deben ser evitadas.
Finalmente, el cristiano – y en especial el joven creyente – debe evitar la ropa sugestiva, sexy o provocativa. Ya nos hemos referido a las modas …reveladoras…. Aunque la ropa cubra todo el cuerpo, aun así puede provocar pasiones impuras en otros. Las corrientes de moda actuales no están diseñadas para animar a la espiritualidad. Por el contrario, reflejan la obsesión sexual de nuestra era. Debemos proponernos nunca vestir ropas que inciten pasiones impuras o que le dificulten a otros vivir la vida cristiana.
El gran problema, por supuesto, es la enorme presión de la sociedad para que nos conformemos a ella. Siempre ha sido la forma y siempre lo será. Los cristianos necesitan mucha firmeza para resis­tir las situaciones extremas, para nadar contra la marea de la opinión pública, y para vestir de una manera que beneficie al evangelio.

Si Cristo es el Señor de nuestro guardarropa, todo estará bien.


Una serie de meditaciones breves para jóvenes por William MacDonald
tomado de:  http://unrema.wordpress.com/2014/09/22/la-vestimenta/

martes, 7 de octubre de 2014

Hijos Consentidos



“No es difícil hacer que un niño o un árbol crezcan rectos si los enderezas cuando son bien jóvenes, pero querer enderezarlos después de haber consentido cosas es tarea difícil”.

 - William MacDonald
“No es difícil hacer que un niño o un árbol crezcan rectos si los enderezas cuando son bien jóvenes, pero querer enderezarlos después de haber consentido cosas es tarea difícil.”

Más frases en: http://frasescristianas.org/?tag=william-macdonald

lunes, 6 de octubre de 2014

La Mona, Aunque Se Vista De Seda...


 “La mona aunque se vista de seda, mona es, y mona se queda”.

  
La seda no cambia a la mona, y sus hechos pronto lo demuestran. La religión no cambia al hombre, y pronto su corazón lo demuestra. Amigo, si piensas que por lo que eres o haces en esta vida te vas a ganar el cielo, te equivocas. Porque la seda de la religión o de la filosofía de buenas obras tiene una deficiencia fundamental: no cambia al que se viste de ella. Cristo dijo: “lo que es nacido de la carne, carne es y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es” (S. Juan 3:6)
    Esta fue la respuesta del Señor Jesús a Nicodemo, un hombre principal de los judíos, en aquellos tiempos. “Don Nicodemo”, catedrático en la ley canónica de Moisés, maestro en Israel, licenciado en teología, probablemente era admirado por muchos como gran persona religiosa. Tenía toda la “seda” que la religión podía ofrecerle. Pretendía entrar en el reino de Dios por sus conocimientos y sus esfuerzos, sus obras: obedecer los diez mandamientos, ofrendar en el templo, ayudar a los pobres, enseñar a los demás a guardar la Ley de Dios,  y todo aquello que su conciencia le dictaba. Pero ante el Señor Jesucristo, “don Nicodemo” quedaba confuso. El Señor le decía que no había adelantado nada, al contrario, que no había dado el primer paso todavía. Al hombre muy religioso y devoto, catedrático, le dijo que todavía no había nacido, respecto a la vida espiritual. No se puede mezclar una cosa con otra; lo nacido de la carne con lo nacido del espíritu.
    La religión es algo que los hombres han inventado y organizado. Ella viste de seda a sus feligreses, quienes, viéndose “religiosos”, quizá con la sotana o el hábito, se quedan contentos, pero engañados. La religión tapa nuestra naturaleza con algo atractivo a los ojos y a los demás sentidos: las velas, las oraciones recitadas, los cánticos antifonales, las buenas obras, las letanías, la liturgia hermosa, las ceremonias y sobre todo los sacramentos. ¡Qué bonita es la seda, pero el problema es que debajo todavía está la mona! “Lo que es nacido de carne, carne es” dijo Cristo a “don Nicodemo”, y ahí está el problema, que debajo de la seda hay carne, nada más: “mona es, y mona se queda”
    La carne no es algo que tenemos, sino lo que somos. Es una naturaleza pecaminosa en la ciudadela de nuestro ser. Hemos nacido de carne, y carne somos, seamos religiosos o no. Todos nuestros esfuerzos humanos por tapar, vencer o mejorar la carne son inútiles. Son vestir a la mona de seda, pero en el interior, mona se queda. Nuestros esfuerzos son también fruto de la carne y nada pueden hacer. “Tales cosas tienen a la verdad cierta reputación de sabiduría en culto voluntario, en humildad y en duro trato del cuerpo; pero no tienen valor alguno contra los apetitos de la carne” (Col. 2:23).
    Es por esto que antes decía que todos los intentos que uno hace por ganarse el cielo son inútiles. Es inútil tratar de reformar la carne y procurar ser bueno, aunque es mejor intentar ser bueno que intentar ser malo, claro. Pero todo esto es “intentar” contando con nada más que la carne. “Lo nacido de la carne, carne es”. Quizá a unos se les ve menos la carne que a otros, porque llevan más seda, pero debajo de la seda de la religión y las filosofías de los hombres, esto es lo que hay. Defínelas y matízalas como quieras, pero comienzan y terminan con carne y ya está. Como bien dice el refrán: “La mona aunque se vista de seda, mona es y mona se queda”. Entonces, no se trata de cambiar el traje sino la persona misma. La única solución es cambiar la naturaleza, porque es de ahí, del corazón del hombre (S. Marcos 7:20-23) que viene el problema. Necesitamos una nueva naturaleza, no un vestido de seda. Pero ¿cómo se hace esto?
    ¿Volver a nacer? ¿Volver a comenzar la vida, pero sabiendo lo que sabes ahora y esta vez, vivir la vida procurando no hacer lo malo? No, porque ni aun volviendo a nacer de tu madre harías que la carne se mejorara, que desapareciese la naturaleza pecaminosa. Seguiría siendo fruto de la carne, de una forma u otra seguirías pecando. Y desde luego que de reencarnación nada, porque no vas mejorandote y “subiendo” en tu estado moral y espiritual hasta llegar a la perfección como afirman. “Lo nacido de la carne, carne es”. ¡Ay de  la mona en seda!
    Entonces ¿cuál es la solución ante este imposible? Es algo divino. La solución humana es vestir a la mona de seda, hacer al hombre religioso. Dale algo que hacer, júntale las manitas para que rece, y hazla participar en alguna ceremonia religiosa, llenar el ambiente con incienso, poner velas, y cosas por el estilo. Los participantes se sienten religiosos porque se están vistiendo de todo esto. Pero debajo de la seda de la religión son seres humanos no nacidos de nuevo, no regenerados. No son nuevas criaturas, sino carne vestida de religión. ¿Veinte siglos después de las palabras de Cristo a Nicodemo todavía no nos damos cuenta de que la carne no vale, de que el hombre no se mejora? Creíamos que avanzaba la ciencia, la medicina y por tanto también el hombre, pero sólo tienes que ver el telediario o el periódico para apreciar que lo nacido de la carne, carne es. El hombre no ha cambiado ni se mejora. Ha cambiado sus trajes, ahora viste de seda, pero...
    La única solución es la divina, nacer de nuevo. “De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo no puede ver el reino de Dios” fue la respuesta de Cristo a Nicodemo y también a ti.
    Un nacimiento espiritual, un cambio que procede de Dios y no del hombre. No un vestido nuevo sino una naturaleza nueva. Algo que te capacita para entrar en el cielo y vencer esa naturaleza pecaminosa que te hace hacer lo malo aunque no quieras.
    ¿Cómo puede hacerse esto?, preguntó Nicodemo y quizás tú también debes preguntarlo, porque si no sabemos algo o no lo entendemos, en lugar de criticarlo o farolear, es mejor ser como Nicodemo y hacer una pregunta con ganas de aprender. Decimos que el saber no ocupa sitio, pero ¡qué poco queremos saber a veces! ¡Como si ya no tuviéramos dónde ponerlo! “¡No me hables de esto!” “¡No quiero saberlo!” “¡Estoy contento con lo mió!” “¡No queremos nada!”  Esto no es el espíritu del noble Nicodemo. En lugar de criticar o rechazar en ignorancia, formuló una pregunta y procuró aprender para su propio bien.
    Si deseas saber, el Señor Jesús te responde como le respondió a él: Que para dicho nacimiento es necesario antes una muerte. No la tuya sino la de Jesús mismo. “Es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado para que todo aquel que en él cree, no se pierda, más tenga vida eterna”.
    Es la única forma de acabar con la naturaleza pecaminosa; no reformándola o disimulándola con vestidos costosos como queremos hacer nosotros sino matándola. Y en la cruz, el Señor acabó con ella de manera que ahora tú y “todo aquel que cree” puede nacer de nuevo y ser cambiado. Por fe en la obra del Señor Jesucristo uno recibe esta nueva naturaleza, nace de nuevo y está preparado para entrar al reino de Dios. El acceso al cielo no está en función de nuestros esfuerzos sino de creer y confiar.
    Así que por esto te equivocas si crees que puedes ir al cielo por lo que eres o has hecho. Porque todo eso no son mas que vestidos de seda que no cambian aquello que impide que entres al cielo. Nuestros esfuerzos son nacidos de la carne y no pueden cambiarte ni acabar con el pecado. Pero creer en aquel que ha podido vencer a la carne y al pecado en la cruz es lo que hace que uno pueda ver el reino de Dios. “Don Nicodemo” el catedrático fue noble y sabio. No discutió con Jesús, sino que se dispuso para escuchar Sus palabras y aprender de Él. Podía haber dicho, como muchos dicen hoy en día: “que no voy a cambiar, me quedo con lo mío”, pero había aprendido que lo suyo tenía una deficiencia grave. No es noble, leal ni bueno el no cambiar cuando estás en error. Entonces es tozudez y locura, y aquel que lo hace puede dejar de creerse buena persona. Nicodemo nos puso ejemplo. Abrió su corazón. No se aferró a lo suyo. Dejó de confiar en sí mismo, en lo que sabía como “maestro en Israel” (¡y sabía más que mucha gente!) y en cómo practicaba su religión. Reconoció que necesitaba confiar en Cristo y nacer de nuevo. ¿Seguirás el ejemplo de Nicodemo o cometerás el error de quedarte con tu seda porque te gusta?
    El primer nacimiento te constituye carne. Nada más. Vístala con la seda que quieras, pero recuerda, no llegará a ser más. Puedes ser un pecador muy religioso e incluso temeroso de Dios. Puede que tus prójimos te respeten como buen ejemplo, como persona religiosa. Pero recuerda, ante Dios todo esto es impotente, pues no puede para darte lo que realmente necesitas, que no es una religión que practicar, sino un cambio profundo en tu corazón, el nuevo nacimiento. “De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios...os es necesario nacer de nuevo” (S. Juan 3:3, 7).
 
Carlos Tomás Knott

viernes, 1 de agosto de 2014

Mandatos A Los Ricos

1 Timoteo 6:17-19
17  A los ricos de este siglo manda que no sean altivos, ni pongan la esperanza en las riquezas, las cuales son inciertas, sino en el Dios vivo, que nos da todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos.
18  Que hagan bien, que sean ricos en buenas obras, dadivosos, generosos;
19  atesorando para sí buen fundamento para lo por venir, que echen mano de la vida eterna.

Sobre este texto William MacDonald escribe en MANUAL DEL DISCÍPULO:

Al terminar esta sección, Pablo le dice a Timoteo que se encargue de aquellos que son ricos en este mundo. Que no deberían ser orgullosos ni arrogantes, ni confiar en las riquezas inciertas. Más bien su confianza debe estar en el Dios vivo, el cual nos da abundantemente todas las cosas para que las disfrutemos. Esta última expresion: "el cual nos da abundantemente para que las disfrutemos" a menudo se ha usado para justificar la acumulación de riquezas. Pero el siguiente versículo lo explica todo muy bien.
    No disfrutamos el dinero cuando se apila en el banco, sino cuando lo usamos para hacer lo bueno, para distribuir a los necesitados, y para compartir con nuestros prójimos menos afortunados. De esa forma, amontonamos una gran recompensa en el mundo venidero, y disfrutamos una vida que ciertamente es vida.
¿Qué concluimos? Ronald Sider nos lo dice en su libro, Rich Christians in an Age of Hunger ("Cristianos Ricos en una Época de Hambre"):
El rico necio es el epítome de la persona codiciosa. Él tiene una compulsión avara para adquirir más y más posesiones a pesar de que no las necesita. Y este éxito fenomenal de apilar más y más posesiones conduce a la conclusión blasfema que las posesions pueden satisfacer sus necesidades. Pero desde la perspective divina, esta actitud es una tremenda locura. Él no es más que un necio.

En nuestros días el problema no es tanto que los creyentes no estén de acuerdo con estos pensamientos, sino que piensan que no son aplicables a ellos. Piensan que el rico es alguien que tiene más que ellos. De ese modo se excluyen, pensando que la aplicación es buena pero es para otra persona. Esto les permite seguir ahorrando, amontonando, comprando, adquiriendo, edificando, etc. Cada vez tienen más. Pero el mandamiento apostólico es que sean ricos en buenas obras, dadivosos, generosos. Dios les confía las riquezas para que sean canales, no almacenes. Deben vivir y ofrendar sacrificadamente, gozosos en el Señor por el privilegio de ser usados por Él para ayudar a otros. Pero en algunos casos, después de ofrendar, todavía viven más comodamente y con más riquezas y bienes que los demás. Su nivel de vida es diferente, más alta. Son ricos, lo reconozcan o no. Si han usado las riquezas para subir y adquirir, no han entendido su propósito. Ahora bien, no es malo en sí heredar riquezas, o ganarlas a pulso trabajando y administrando bien sus gastos. Pero quedarse con las riquezas es otra cosa. Hemos de hacer tesoros en el cielo, no en la tierra (Mt. 6:19-21).

martes, 24 de junio de 2014

LA COPA MUNDIAL -- ¿AUNQUE PIERDAS?


Ante la enorme importancia que tantos dan al deporte y especialmente a la copa mundial, conviene advertir lo siguiente.
    Primero, al ganador de la copa y a sus fans (sus fieles), la Palabra de Dios dice: “Oh vosotros que os alegráis en nada” (Am. 6:13). ¿Qué has ganado? Nada. Un trofeo que se puede comprar con poco dinero en una tienda de trofeos. Algo que se quemará porque 2 Pedro 3:10 avisa que “la tierra y las obras que en ella hay serán quemadas”. Todos los trofeos se quemarán. Dios no los conservará porque no tienen valor. “¡Oh, no”, dices, “es lo que simboliza”. ¿Sí? ¿Qué simboliza? Nada eterno, nada espiritual, nada de valor duradero. En cien años nadie se acordará del trofeo ni de los ganadores, porque no tiene importancia en el gran esquema de las cosas.
    La exagerada importancia que se les da a los equipos y ganadores de trofeos, como si fuera gran cosa, cumple una profecía acerca de los postreros tiempos. 2 Timoteo 3:1-4 dice serán tiempos peligrosos, y que habrá hombres “amadores de los deleites más que de Dios”. Piensa en el tiempo, la emoción y el dinero que se gastan en la copa. Piensa en las horas gastadas delante de pantallas, mirando atentamente, emocionándose, siguiendo cada paso, cada jugada, cada partido y los rankings de cada grupo. Piensa en el dinero gastado en ropa, banderas, etc. de cada país para mostrar su afición.
    Dios dice además: “Ni en su valentía se alabe el valiente” (Jer. 9:23). ¡Pero cómo se alaban!  Levantan los brazos, quitan la camisa y corren delante de sus fans, gritan con toda emoción, pavonean y se jactan de su destreza y su victoria. "¡Gooool! ¡Gol-gol-gol! ¡Golazo!" ¡Y todos piensan que son los mejores! Pero no han librado a nadie. No han establecido nada bueno duradero. No han vencido la maldad ni establecido la justicia. Sólo han ganado un trofeo, y dinero, los cuales no durarán mucho. “Su valentía no es recta” (Jer. 23:10).
    El Señor Jesucristo pregunta: “¿qué aprovechará al hombre si ganare todo el mundo, y perdiere su alma?” Podría hacer una aplicación puntual diciendo: “¿qué aprovechará si ganare la copa mundial, y perdiere su alma?” La respuesta es: “Nada”. Luego no son ganadores, sino perdedores. La copa no tiene importancia. El alma sí. Pero la gente presta atención a la copa, se anima, pone ganas, y todo ese tiempo su alma sigue perdida. Para muchos vale más el deporte, la diversión, que su alma, que Dios y la eternidad. Su lema parece ser: "¡El fútbol, aunque me pierda!" Se cumple lo que 2 Timoteo 3:4 dice, “amadores de los deleites más que de Dios”.  Amós 6:7 advierte: “se acercará el duelo de los que se entregan a los placeres”. Amigo, estás en sobreaviso. 


    Segundo, a los que profesan ser creyentes, la Palabra de Dios dice: “No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él” (1 Jn. 2:15). Lo triste es que en nuestros tiempos los llamados cristianos aman al mundo y sus cosas, y no ven nada malo en ello ni aceptan corrección. Bien pregunta el Señor Jesucristo: “¿Por qué me llamáis Señor, Señor, y no hacéis lo que yo digo?” (Lc. 6:46). Es hora de arrepentirnos y hacer una buena limpieza en nuestras vidas y nuestras congregaciones. “Limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios” (2 Co. 7:1).
    A ti que llamándote creyente has seguido el mundial con tanto interés, te invito a considerar honestamente tu respuesta a las siguientes preguntas. No como si respondieras a mí, porque no soy tu juez, sino como respondiendo al Señor.
    ¿Miras tan atentamente la Palabra de Dios? ¿La lees, estudias y meditas con gran interés y ganas?
    ¿Inviertes más tiempo en la Palabra de Dios y la oración que en el fútbol? “Mirad, pues, con diligencia cómo andéis, no como necios sino como sabios, aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos” (Ef. 5:15-16). Calcula todas las horas que has gastado hablando del mundial, mirando los partidos, leyendo artículos acerca de los equipos y partidos, etc. Entonces, ¿puedes decir que dedicas, no el mismo tiempo, sino más, a la Palabra de Dios y la oración? ¡Ellas son infinitamente más importantes! Cuidado, no digás “sí” con tu boca si no lo estás diciendo con tu vida.
    ¿Te emociona la Palabra de Dios, más que el fútbol? Salmo 119:97 dice: “¡Oh, cuánto amo yo tu ley! Todo el día es ella mi meditación”.  ¿Puedes decir lo mismo a Dios?  ¿Tienes ganas de leerla? ¿Ella te alegra? Salmo 119:162 declara: “Me regocijo en tu palabra como el que halla muchos despojos”. Jeremías 15:16 dice: “Fueron halladas tus palabras, y yo las comí; y tu palabra me fue por gozo y por alegría de mi corazón”. ¿Qué les emociona a los del cielo? Lucas 15:10 dice que hay gozo delante de los ángeles de Dios por un pecador que se arrepiente. En Apocalipsis 12:10-12 se alegran de la victoria sobre el diablo. En Apocalipsis 18:20 se alegran sobre el juicio de la gran Babilonia. Aparentemente en el cielo no siguen los deportes.    
    ¿Gastas dinero en libros para ayudarte a estudiar la Palabra y entenderla? ¿Cuánto gastas en el fútbol, en aparatos para ver el mundial, en juegos de x-box o playstation y horas pasadas mirando y jugando? Tu uso del dinero y el tiempo manifiesta tus valores e intereses. ¿Qué clase de creyente eres realmente?
    ¿Conoces los libros de la Biblia, los grandes personajes y las doctrinas de Dios mejor que conoces los equipos y sus jugadores? ¿Conoces a los patriarcas y profetas de Dios en el Antiguo Testamento? ¿Conoces a los reyes buenos del pueblo de Dios? ¿Conoces a los valientes de David? ¿Conoces a los héroes de la fe y sus hazañas en Hebreos 11? ¿Tu vida y tus intereses demuestran que valoras lo eterno sobre lo temporal?
    ¿Dedicas más tiempo a ganar almas, que a seguir la copa? ¡Piensa en el valor de un alma! Es mejor ganar almas que partidos y trofeos. “El que gana almas es sabio” (Pr. 11:30). ¿No lloras porque los que ganan la copa están igualmente perdidos como antes, y su fin es la perdición? Los trofeos y honores de este mundo son de muy poco valor. Dí al mundo y al mundial como Daniel dijo al rey Belsasar: “Tus dones sean para ti, y da tus recompensas a otros” (Dn. 5:17). Cultivemos un santo desdén por los honores del mundo.
    Analiza por ejemplo cuánto tiempo recientemente has pasado mirando el fútbol, pensándolo, hablando de eso, y cuánto tiempo durante esas mismas fechas has dedicado a la Palabra de Dios, el evangelio, la oración y la comunión de los santos. Si no sale la cuenta grandemente y sobremanera a favor de Dios, tienes de qué arrepentirte. A Dios lo primero y lo mejor. ¿Qué clase de cristiano blandengue y extraviado eres que no tienes ganas de las cosas de Dios como las tienes de las cosas del mundo, sea el deporte o cualquier otra cosa? C. T. Studd era un gran deportista que renunció el deporte con toda la fama y ganancia que podía haber tenido, y dedicó su vida a predicar el evangelio. El escribió: “Sólo una vida, pronto pasará. Sólo lo hecho para Cristo durará”.
    La iglesia en Laodicea no era ni fría ni caliente. Cristo la vomitó de Su boca (Ap. 3:16). ¿Qué tendrá que hacer con las iglesias hoy en día, dedicadas a los placeres, llenas de personas que aman los deleites y no aman a Cristo sino a todo lo que hay en el mundo? No, hermanos míos, no hay lugar para cristianos de doble corazón, es decir, con un pie en el mundo y otro en la iglesia, ni mucho menos para los que aman y se emocionan por las cosas del mundo. No te confundas, no lo prohibo yo, porque ¿quién sería yo para hacerlo? ¡Lo prohibe Dios!
    Alguien preguntará: "¿Entonces es malo el ejercicio?" Claro que no. "El ejercicio corporal para poco es provechoso" (1 Ti. 4:8). No dice "para nada", pues tiene beneficio a corto plazo. Y a muchos les hace falta. Pero mirar partidos en la pantalla o en el estadio no es ejercicio. No tiene nada que ver. Otro dirá, "pero Pablo habló a los corintios de "los que corren en el estadio" (1 Co. 9:24). Claro, ¡pero él no era uno de ellos! Con eso ilustraba cómo debemos dedicarnos a la vida de piedad y servir al Señor, ¡no al deporte!
    Así que, los que realmente somos creyentes, y no falsos hermanos, demostrémoslo. Que todos vean nuestro amor ferviente a Cristo. Dediquémonos a ganar algo más importante que una miserable y vanagloriosa copa de chatarra que pronto se quemará. En Filipenses 1:21 el apóstol declaró: “Porque para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia. Pablo declaró al jóven Timoteo: “Gran ganancia es la piedad acompañada de contentamiento” (1 Ti. 6:6). El Señor quiere que todos, jóvenes y adultos, nos esforcemos y nos ejercitemos para la piedad. En Filipenses 3:8 Pablo dijo: “Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo”. ¡Eso es ganar! En el versículo 17 dijo: “Hermanos, sed imitadores de mí”. Esto es para nosotros – no sólo saber o estar intelectualmente de acuerdo, sino también seguir el ejemplo de Pablo. Y algunos padres y hermanos en lugares de responsabilidad en la congregación debemos pensar en qué ejemplo damos con nuestras vidas, porque si no podemos decir: “imitadme”, estamos fallando. Debemos dar ejemplo de amor a Cristo, la Palabra de Dios, los santos y las almas perdidas. Debemos demostrar la importancia de lo eterno sobre lo temporal. Hay que hacer más que hablar; hay que marcar pauta. Despeguémonos de la pantalla y pongámonos pegados a la Palabra, atentos y emocionados por lo que ella nos dice. Desechemos de nuestra mente a los jugadores y equipos, para llenarla de Cristo, “en quien están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento” (Col. 2:3). Entonces no resultará difícil hablar de Él, porque “de la abundancia del corazón habla la boca” (Mt. 12:34). Tener a Cristo, andar con Cristo y vivir para Cristo es ganar. Todo lo demás es perder.

Carlos Tomás Knott, junio 2014