domingo, 18 de octubre de 2020

UNA MAÑANA CRISTO VENDRÁ


Una mañana Cristo vendrá.

Una mañana al alborear,

Su voz tan dulce hemos de oír.

Una mañana por ti, por mí.
 

 

Una mañana no más dolor,

Una mañana con el Señor. 

Con grande gloria ha de venir

Una mañana por ti, por mí.

 

traducción del himno de Carl A. Blackmore (1904-1965)



domingo, 11 de octubre de 2020

DIOS ESTÁ EN CONTROL

por William MacDonald


“¿No tiene el día doce horas?” (Juan 11:9).

    Cuando Jesucristo decidió volver a Judea, los discípulos se aterrorizaron. Los judíos habían tratado de apedrearle allí hacía apenas pocos días, y ahora hablaba de volver de nuevo. En respuesta al temor de los discípulos, el Señor dijo: “¿No son doce las horas del día?” A primera vista, la pregunta parece estar desconectada de la conversación. ¿A qué se refería con esto el Salvador? El día de trabajo normal consta de doce horas. Cuando una persona se rinde a Dios, cada día tiene su programa señalado. Nada puede impedir que se cumpla ese programa. Si Jesús regresaba a Jerusalén, o si los judíos trataban nuevamente de matarle, no podrían tener éxito. Su obra aún no había  terminado. Su hora no había llegado todavía.
    De cada hijo de Dios podemos decir que: “es inmortal hasta que haya terminado su obra”. Esta verdad debe darnos una gran paz y aplomo cuando enfrentamos los riesgos de la vida. Si estamos viviendo de acuerdo a la voluntad de Dios, y seguimos reglas razonables de salud y seguridad, no podemos morir ni siquiera un segundo antes de tiempo. Nada puede sucedernos fuera de Su voluntad y consentimiento.
    Muchos cristianos se ponen enfermos preocupándose por la comida que comen, el agua que beben y el aire que respiran. En nuestro mundo que conscientemente permite la contaminación, siempre hay algo que sugiere que la muerte está llamando a la puerta. Pero esta ansiedad es vana. “¿No tiene el día doce horas?” ¿No ha cercado Dios alrededor del creyente (Job 1:10), haciendo que el diablo sea impotente para penetrar?
    Si creemos esto, no andaremos con adivinanzas. No diremos: “si la ambulancia hubiera llegado unos minutos antes”, o “si el doctor hubiera detectado esta enfermedad hace cuatro semanas”, o “si mi esposo hubiera tomado una línea aérea diferente”. Nuestras vidas están planeadas con infinita sabiduría y poder. Dios tiene un horario perfecto para cada uno de nosotros, y Sus trenes siempre llegan a tiempo.

del libro DE DÍA EN DÍA, CLIE


¿QUÉ ES VUESTRA VIDA?

William MacDonald 


“...¿Qué es vuestra vida? Ciertamente es neblina que se aparece por un poco de tiempo, y luego se desvanece” (Santiago 4:14).

    El Espíritu Santo, por medio de las Escrituras, recuerda con insistencia al hombre mortal la brevedad de la vida. Empleando repetidamente las comparaciones, el Espíritu del Señor graba en nosotros el pensamiento de que nuestros días son limitados y pasan rápidamente.
    Por ejemplo, compara la vida a una lanzadera de tejedor (Job 7:6), precipitada de un lado a otro del telar, moviéndose tan aprisa que los ojos casi no pueden seguirla.
    Job habla de la vida como un soplo (Job 7:7) que nunca vuelve. El salmista hace eco del mismo sentimiento cuando habla del “soplo que va y no vuelve” (Sal. 78:39).
    Bildad le recuerda innecesariamente a Job que: “nuestros días sobre la tierra son como sombra” (Job 8:9), una descripción que se repite en el Salmo 102:11 “Mis días son como sombra que se va”. Una sombra es efímera, dura un tiempo muy corto.
    Job compara su vida a una hoja de árbol (Job 13:25), frágil y marchita, como rastrojo seco, llevada por los vientos. Isaías recurre a la piedad del Señor recordándole que: “caímos todos nosotros como la hoja” (Is. 64:6).
    David describe sus días como de término corto: “He aquí, tú has hecho mis días muy breves...” [lit., como palmos] (Sal. 39:5 BAS). Si viéramos la vida como un camino, ésta tan sólo mediría diez centímetros de largo.
    Moisés, el hombre de Dios, pinta la vida como un sueño (Sal. 90:5), en el que el tiempo pasa sin ser conscientes de él.
    En el mismo lugar, Moisés habla de los hombres y de sus vidas como hierba: “Los arrebatas como con torrente de aguas; son como sueño, como la hierba que crece en la mañana. En la mañana florece y crece; a la tarde es cortada, y se seca” (Sal. 90:5-6). Siglos más tarde David empleó la misma figura para describir nuestra vida tan transitoria: “El hombre, como la hierba son sus días; florece como la flor del campo, que pasó el viento por ella, y pereció, y su lugar no la conocerá más” (Sal. 103:15-16). Como Spurgeon decía, la hierba es: “sembrada, crecida, soplada, cortada, desaparecida”. ¡Así es la vida, en pocas palabras!
    Por último, Santiago añade su testimonio diciendo que la vida es efímera como la neblina (Stg. 4:14). Aparece por un poco de tiempo y luego se desvanece.
    Esta acumulación de símiles tiene una doble intención. Primero, debe motivar al inconverso a considerar la brevedad del tiempo y la importancia de estar preparado para encontrarse con Dios. Segundo, debe hacer que los creyentes cuenten de tal modo sus días que traigan sabiduría a su corazón (Sal. 90:12). Esto resultará en vidas de devoción y dedicación a Cristo, vidas invertidas para la eternidad.

de su libro DE DÍA EN DÍA, CLIE


miércoles, 7 de octubre de 2020

¿Morirás Bien?

por Donald Norbie (1923-2017)


 Una Meditación Sobre La Muerte Que Se Avecina

Moisés dijo en su salmo: “Los días de nuestra edad son setenta años; y si en los más robustos son ochenta años, con todo, su fortaleza es molestia y trabajo, porque pronto pasan, y volamos” (Sal. 90:10). Un himno dice: “Nuestra vida acabará, cual la hoja caerá”. Comparada con la eternidad, nuestra vida es un puntito minúsculo en la pantalla del tiempo. Durante 2004 murió una señora a los 115 años de edad, y dijeron que era la mujer más vieja en los Estados Unidos. Antes de morir, dijo: “Morirse es difícil. ¡Espero hacerlo bien!” No se sabe si era cristiana o no. Hace años que Kenneth Hildebrand compuso una canción en la que dijo: “Si vivo bien, ¡alabado sea el Señor! Si muero bien, ¡alabado sea el Señor!”

            Es posible morir bien, en paz con Dios y los hombres, sabiendo que durante su vida uno ha hecho la voluntad de Dios. El apóstol Pablo escribió al final de su vida: “Porque yo ya estoy para ser sacrificado, y el tiempo de mi partida está cercano. He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe” (2 Ti. 4: 6-7). Fue ejecutado en Roma por su fe, probablemente le decapitaron. Suya fue una entrada triunfante en la gloria del cielo. Pablo murió bien.

            El predicador en Eclesiastés declaró: “Mejor es la buena fama que el buen ungüento; y mejor el día de la muerte que el día del nacimiento” (Ecl. 7:1). Los padres se gozan en el nacimiento de su pequeñito. Es una vida nueva, vigorosa, radiante con esperanza. Pero, ¿quién sabe cómo resultará esa vida? Puede que aquel bebé, al crecer, confíe en el Señor y viva una vida productiva, en feliz matrimonio y sea bendecido con hijos. Pero también es posible que tome otro camino, sea rebelde, rechace a Dios y desprecie a sus prójimos. Puede morir joven, habiendo malgastado su vida. Recuerda los últimos días de Sansón, después de haber juzgado a Israel veinte años. El comienzo de la carrera es importante y emocionante, pero el final de la carrera es lo que determina quién corrió bien. El día de la muerte es más importante que el día del nacimiento. Entonces se conocerá la calidad de la vida de esa persona. ¡Cuán importante es vivir sabiamente!

Una Muerte Segura

             Considera bien las palabras de Pablo: “He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que aman su venida” (2 Ti. 4:7-8). Aunque afronta la muerte, rebosa confianza. Es un clamor de triunfo.  Triunfó en la lucha contra el diablo, la carne y el mundo. Ha sido una batalla larga y recia, pero la ganó. Su vida era una carrera de maratón, y le eran necesarios concentración y fuerte perseverancia. Pablo corrió bien y terminó la carrera. No claudicó en la verdad de Dios. Pudo exhortar a Timoteo: “Retén la forma de las sanas palabras que de mí oíste, en la fe y amor que es en Cristo Jesús” (2 Ti. 1:13). Una vida triunfante es una vida fiel al Señor y a Su Palabra. ¿Podremos terminar la vida en triunfo como Pablo?

 

Prepárate Para Morir

 

            Desde el día de tu nacimiento debes preparar para el día de tu muerte. Escuché a un anciano rogando encarecidamente a los jóvenes a dedicarse al Señor temprano en la vida. Dijo: “No desperdicies tu vida. No esperes hasta la vejez para comenzar a servir a Dios. La vejez es un tiempo de deterioro de salud, energía y visión. Escoge sabiamente en tu juventud para que vivas una vida fructífera y significativa”. ¡Buen consejo! En la vida sabia habrá metas sabias. La decisión de poner a Dios en primer lugar en tu vida es la más importante decisión que harás después de la conversión. Afectará para bien todas las demás decisiones. Si determinas amar a Dios por encima de todo, esto te guiará a consagrarte a Él, no contaminarte en el mundo, y buscar cómo servirle. Pablo implora a los creyentes: “Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta” (Ro. 12:1-2).

               Una vez en un encuentro un joven se me acercó después de la reunión y dijo: “Tío Donald (así le llamaron) hace años que creo en el Señor para salvación, pero siento que realmente no me he consagrado a Él. Quiero hacerlo ahora”. Oramos juntos y él derramó su corazón delante de Dios. Después, durante más de cuarenta años su vida ha sido una bendición al pueblo de Dios. Esa decisión dio rumbo bueno a su vida hacia Dios y las cosas del Señor. 

            Esa decisión te guiará a una vida disciplinada. Comenzarás a ver que la vida es preciosa y no debe ser desaprovechada. Hay que rechazar y evitar todo lo que estimularía las tendencias pecaminosas en ti. Debes actuar sin misericordia en esto, y eliminar el contacto con cualquier cosa que despierta o provee para los deseos de la carne (Ro. 13:14). Debes someter tu vida interior de los pensamientos al control de Cristo (2 Co. 10:5). El pecado comienza en los pensamientos y los deseos (Stg. 1:14-16).

            En la vida disciplinada programarás tiempos regulares para leer, meditar y estudiar la Palabra de Dios, y para orar. No hay atajos para la espiritualidad y la madurez. Amar a Dios es amar Su Palabra. En la vida disciplinada aprovecharás sabiamente el tiempo. Habrá que escoger lo mejor antes que lo bueno. Un buen libro de agenda podría ayudarte. Siempre deben tener prioridad las cosas de Dios. Cada día se presentarán oportunidades que no debes perder. Para una vida sana debes apartar tiempo para ejercicio y relajamiento, pero no en demasía. “Mirad, pues, con diligencia cómo andéis, no como necios sino como sabios, Aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos. Por tanto, no seáis insensatos, sino entendidos de cuál sea la voluntad del Señor” (Ef. 5:15-17).

            Una vida piadosa será marcada por una buena conciencia. “Pues el propósito de este mandamiento es el amor nacido de corazón limpio, y de buena conciencia, y de fe no fingida” (1 Ti. 1:5). Para mantener una buena conciencia debes confesar y apartarte de todo pecado. Debes guardarte sin mancha del mundo (Stg. 1:27). Para morir bien, debes mantener pura tu conciencia. “Consérvate puro” (1 Ti. 5:22). Un espíritu perdonador también es vital para la salud espiritual y la bendición. Un espíritu resentido y no perdonador amargará tu vida y contaminará a otras personas (He. 12:14-15). Es seguro que durante los años de tu vida serás a veces ofendido por otros y también ofenderás. Necesitamos el perdón del Señor y de los demás, y también debemos perdonar, como Dios nos perdonó (Ef. 4:32). Para eso son necesarios la humildad, el arrepentimiento y la confesión. Es triste ver a un creyente llegar al final de su vida con un corazón cargado de amarguras.

            Para vivir y morir bien, debes aceptar tu situación en la vida. Pablo lo expresó así: “He aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi situación” (Fil. 4:11). En ese momento Pablo estaba preso en una cárcel en Roma, esperando un juicio.  Algunas personas siempre parecen infelices y quejosas de su trabajo, el clima, la iglesia, y casi cualquier cosa. Con la vejez llegarán algunas limitaciones físicas que son difíciles de aceptar, la sordera, problemas con los ojos, poca energía y muchos achaques y dolores. Quizás antes de la vejez tendrás una minusvalía o discapacidad. Será difícil no mirar con envidia a los que tienen más salud. No es fácil someterse a las pruebas de la vida y aceptarlas como de la mano del Señor. Pero si te resientes y lamentas tu situación, solo sufrirás más.  Siempre hay otros cuyas circunstancias son peores. Recuerdo a un hombre en una silla de ruedas que dijo: “Estoy tan agradecido que puedo usar mis brazos. Si me hubiera herido más arriba en la columna, estaría totalmente paralizado”. Su vida destacó la gratitud. Para morir bien, debes aceptar las circunstancias de la vida y reconocer que Dios está obrando a tu favor, para tu bien y Su gloria (Ro. 8:28).  Y la gloria celestial está adelante. El apóstol mismo declara: “pero confiamos, y más quisiéramos estar ausentes del cuerpo, y presentes al Señor” (2 Co. 5:8). 

            Aprovecha la gracia de Dios y comienza temprano en la vida a escoger bien, a tomar decisiones sabias en vista de la eternidad. Entonces, si el Señor no viene antes, morirás bien, ¡triunfantemente!

 



 p.d.  El amado hermano Norbie murió bien, y por su vida de fiel servicio dejó ejemplo que seguir, gracias a Dios. “Estimada es a los ojos de Jehová La muerte de sus santos” (Sal. 116:15).

 
 

Jamás Se Dice Adiós Allá

 

Amigos con placer nos vemos

en tiempo tan veloz;

Mas siempre llega el tiempo triste

en que se dice adiós.

 

CORO:

Jamás se dice adiós allá,

Jamás se dice adiós;

En el país de gozo y paz,

Jamás se dice adiós.

 

¡Cuán dulce es el consuelo dado

Por ellos al partir,

Que al venir Jesús en gloria,

Nos hemos de reunir!

 

La voz de triste despedida,

Jamás allí se oirá,

Mas la canción de paz y gozo

Por siempre durará.

 

A. I. Chapman (1849-1899)

 

domingo, 4 de octubre de 2020

Eunice Knott - con Cristo, lo cual es muchísimo mejor

Eunice P. Knott (1928-2020), la amada madre de Carlos Knott, pasó de esta vida a la presencia del Señor el 1 de octuber, habiendo vivido 92 años en este mundo. Humanamente hablando, sucumbió al virus Covid-19, pero espiritualmente hablando, fue la mano sabia y buena del Señor, porque "si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos" (Romanos 14:8). 

Le amamos y sentimos su ausencia, pero nuestra tristeza no es como la de los que no tienen esperanza. Es real, y duele, pero es diferente, porque Eunice, siendo creyente  en el Señor Jesucristo, ¡está con el Señor! La Escritura dice que para los creyentes en Cristo, morir es estar ausente del cuerpo y presente con el Señor (2 Corintios 5:8), y estar con Cristo es muchísimo mejor (Filipenses 1:23).


Aquí podéis ver su casa en Greenville, Carolina del Norte, lugar de muchas memorias felices para los que nos criamos ahí.

 Pero su morada celestial es gloriosa y eterna. Es un lugar sin lágrimas, enfermedades, muerte y noche; un hogar de luz divina.


2018 - en Raleigh, Carolina del Norte, donde Carlos predicaba. 
A Eunice siempre le gustaba acompañarle y estar con los creyentes.
 
Una cena de cumpleaños


Le gustaba mirar el periódico cuando desayunaba.

Amaba las plantas, y tenía este helecho durante años. Era una de sus plantas favoritas. Y los "pensamientos" le encantaban y siempre los tenía cerca de la puerta.


Bendecimos la memoria de ella, y lamentamos que no la veremos más en esta vida. Pero es mejor para ella. Dios no se equivoca y ha hecho bien. A nosotros los creyentes nuestra tristeza es consolada por la gracia de Dios y por Sus promesas en Su Palabra. Eunice ha entrado en la gloriosa presencia de Dios, mientras nosotros todavía navegamos en este valle de lágrimas.  No deseamos que ella vuelva, sino que venga el Señor pronto a llevar a todos los creyentes a estar con Él. Mientras tanto, las Escrituras, y el Espíritu Santo, el Consolador, nos dan consuelo, ánimo y esperanza.

  "Mamá" tenía un armario cerca de la puerta en su casa, que contenía literatura cristiana y evangelística, libritos y tratados. Frecuentemente regalaba literatura a los que le visitaban. En julio del 2020, hablando con ella por teléfono, desde España, ella dijo que quería repartir literatura a todas las casas en su barrio. Le conseguimos libritos evangelísticos y bolsas de plástico para colgar en las puertas - pues en EEUU está prohibido meter literatura en los buzones de correos. Ella consiguió tratados, y en agosto nos dijo que tenía todo colocado en las bolsas y buscaba a personas para hacer el reparto, ya que ella no podía porque usa andador. Nos impresionó que con 92 años de edad estaba preocupada por sus vecinos y deseaba alcanzarles una vez más con literatura. ¡Que el Señor levante a personas que llevar a cabo esa distribución que era uno de sus últimos deseos! Y que Él bendiga su testimonio.

 "En cuanto a Dios, perfecto es su camino, Y acrisolada la palabra de Jehová. Escudo es a todos los que en él esperan" (2 Samuel 22:31).

Ahora invitamos a cualquier lector que no está preparado para morir y pasar a la eternidad, a que reflexione en su necesidad del perdon de pecados y la vida eterna que están solo en Jesucristo.  La muerte entró en el mundo por el pecado, y es un enemigo que no puede ser vencido excepto por la fe en el Señor Jesucristo. En el Evangelio según Juan, 11:25, leemos las palabras de Cristo: "Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá". Fe no es creer cosas acerca de Cristo, sino realmente confiar en Él, porque Él murió en el Calvrio para pagar la pena de muerte que debemos por nuestros pecados. Allá nos sustituyó. Llevó nuestros pecados en Su cuerpo sobre la cruz y sufrió en nuestro lugar, para que todos los que confían en Él no se pierdan más tengan vida eterna. ¿Eres tú una de esas personas, como Eunice? ¿Confías en Cristo como tu Señor y Salvador, y estás preparado para la eternidad?

El creyente puede decir como David en el Salmo 23, The Christian can say as David did in the 23rd Psalm, "Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo". Si Jesucristo no es tu Pastor, tu Salvador, entrarás en aquel valle sin nadie para acompañarte ni ayudarte. La religión, la membresía en una iglesia, las buenas obras, los sacramentos y la filosofía serán inútiles en el valle de sombra de muerte. Eunice estaba preparada, porque el Señor estaba con ella, y ahora ella ha atravesado ese valle y está para siempre con el Señor. ¿Cómo será para ti cuando llegue tu tiempo, apreciado lector?

jueves, 1 de octubre de 2020

LA ORACIÓN - NO LA VOTACIÓN - ES EL DEBER DEL CREYENTE

 

William MacDonald

 


“Mi reino no es de este mundo; si mi reino fuera de este mundo, mis servidores pelearían...” (Juan 18:36).

El hecho de que el Reino de Cristo no es de este mundo debe bastarme  para mantenerme alejado de la política del mundo. Si participo en la política, doy un voto de confianza a favor de la capacidad del sistema para resolver los problemas que aquejan al mundo. Pero francamente no abrigo esta confianza, porque sé que “el mundo entero está bajo el maligno” (1 Jn. 5:19).
    La política ha dado muestras de ser singularmente ineficaz al tratar de resolver los problemas de la sociedad. Los remedios de los políticos son como una tirita sobre una llaga supurante; no llegan a la fuente de la infección. Sabemos que el pecado es el problema básico de nuestra sociedad enferma. Cualquier cosa que no trate con el pecado no puede ser tomada en serio como remedio.
    Se trata de un asunto de prioridades. ¿Debo emplear mi tiempo participando en la política o dedicarlo a extender el evangelio? El Señor Jesús contesta la pregunta con estas palabras: “Deja que los muertos entierren a sus muertos; y tú ve y anuncia el reino de Dios” (Lc. 9:60). Nuestra prioridad máxima debe ser dar a conocer a Cristo porque Él es la respuesta a los problemas de este mundo.
    “Porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas” (2 Co. 10:4). Si esto es así, nos encontramos ante la tremenda realidad de que es posible darle forma a la historia nacional e internacional con la oración, el ayuno y la Palabra de Dios mucho más de lo que podríamos por medio de la votación.
    Una figura pública dijo una vez que la política es corrupta por  naturaleza y añadió esta palabra de advertencia: “La iglesia no debe olvidar su verdadera función tratando de figurar en un área de los asuntos humanos donde todo lo que conseguiría es ser un pobre competidor... si participa, perderá la pureza de su propósito”.
    El programa de Dios para esta Era es llamar de entre las naciones a un pueblo para Su Nombre (ver Hch. 15:14). El Señor está resuelto a salvar a muchos de este mundo corrupto en vez de hacer que se sientan a sus anchas en él. Debemos comprometernos a trabajar con Dios en esta gloriosa emancipación.
    Cuando la gente le preguntaba a Jesús qué debía hacer para poner en práctica las obras de Dios, la respuesta fue que la obra de Dios consistía en hacer que  creyeran en Aquél que Él ha enviado (ver Jn. 6:28-29). Ésta, pues, debe ser nuestra misión:  llevar a los hombres a la fe, no a las urnas.

De su libro DE DÍA EN DÍA, CLIE, lectura para 18 de enero