miércoles, 19 de abril de 2017

La Mies: Cómo Llegar (parte 3)

CÓMO LLEGAR A LA MIES

(parte 3)

Carlos Tomás Knott

Levanta tus ojos

    El Señor Jesús dijo que el campo es el mundo (Mt. 13:38). Hay todo un gran mundo allí que el Salvador ama y quiere que oiga el Evangelio. Ésta es nuestra misión — la razón de haber sido dejados sobre el planeta tierra: “Id, y haced discípulos a todas las naciones” (Mateo 28:19). El Señor no dijo que habláramos del mundo, o que estudiáramos el mundo, sino “Id por todo el mundo”. ¡Esto es diferente de manifestarnos de acuerdo en que está ahí y necesitado! Por ello, cada discípulo del Señor necesita una visión mundial que conduzca a su involucración personal en alcanzar este mundo con el Evangelio. ¿Cómo levantas tus ojos?
    Ora por las naciones (1 Ti. 2:1) y por los misioneros con regularidad. Hay un libro: Operación Mundo, por Johnstone, que aunque es algo ecuménico, sin embargo puede facilitar alguna información demográfica para orar por los diferentes países del mundo. Se puede obtener a bajo costo un mapamundi y hacer tarjetas o fichas de oración por diferentes países, dedicando una tarjeta a cada país. ¡Es un buen ejercicio para abrir los ojos a las necesidades espirituales en todo el mundo.
    Lee la buena literatura cristiana. Por cuanto “de hacer muchos libros no hay fin”, no puedes leerlo todo, por lo que has de ser selectivo. Para iniciarte, he aquí unos pocos libros clave que deberías leer (¡no simplementecoleccionar para tener en las estanterías!):

La Escuela de la Obediencia, por Andrew Murray
Biografías de Grandes Cristianos (2 vols.), por Orlando Boyer
C. T. Studd, Deportista y Misionero, por Norman Grubb
El Secreto Espiritual de Hudson Taylor, por Harold y Geraldine Taylor
Dificil Para Dios, Charles Marsh
El Verdadero Discipulado, por William MacDonald
Sólo Una Vida, por William MacDonald
La Vida de Nee To Sheng, por Angus 1. Kinnear
Pasión por Las Almas, por Oswald Smith
Portales del Esplendor, por Elisabeth Elliott
Devoción Cristiana, por A. N. Groves

    Hay docenas más, pero estos servirán para que comiences. Días o tardes pasadas con libros así dejarán una marca permanente en tu vida. Es difícil leerlos y permanecer inconmovido o incambiado.
    Luego están tus amigos — las compañías de que te rodeas. No por obligación, como en la escuela o en el trabajo, sino cuando puedes escoger. En Proverbios 13:20 tenemos este consejo: “El que anda con sabios, sabio será”. Si quieres servir en la mies del Señor y Salvador, deberías cultivar serias amistades espirituales con personas que, como tú, están interesadas en conocer mejor al Señor y en glorificarle más. No te conformes con la aburrida rutina de los juegos de salón, la aficción a los deportes, el chateo en internet y mil otras cosas que resultan ser pérdidas de tiempo. Dedica tu tiempo a personas a las que no les aburra hablar del Señor, estudiar Su Palabra juntos, orar y servirle juntos en la asamblea. También podrás aprender y crecer iniciando y manteniendo correspondencia con misioneros ya en el campo. (¡A ver si lo haces!)
    Deberías considerar las conferencias misioneras como oportunidades para crecer y reunir información, e ir a ellas con libreta y lápiz. Pídele al Señor que te enseñe algo en cada sesión, y que lo emplee para instruirte mejor como Su discípulo. Pídele que te guíe en tus contactos con la gente allí.
    Comienza a aprender un idioma. Hay cientos de ellos, y cada uno de ellos es el camino al corazón de un grupo de personas. Los norteamericanos son especialmente notorios por su falta de interés en otros idiomas. Pero una parte del proceso de ir al campo misionero es adquirir otro lenguaje, y la disciplina de pensar y comunicarte en otra lengua distinta a la materna. ¡Cuanto antes comiences, mejor!

Probando tu ministerio

    ¿Qué soldado se va a la guerra antes de aprender cómo luchar? ¿Qué atleta se presenta a una competición sin entrenarse? ¿Qué músico da un recital sin horas de abnegada práctica? ¿Qué médico practica la medicina sin haber sido primero un interno? ¿Y esperamos que los jóvenes tomen una decisión de dedicarse al Señor, de presentarse voluntarios a ser Sus obreros en la mies, y que salgan directos al campo? ¿O sientes tú, joven cristiano, que lo espiritual de parte de tu asamblea es que te envíen directamente? ¿Y qué de la instrucción? ¿Qué acerca de la experiencia? ¿Qué acerca de profundidad espiritual y sabiduría? ¿Qué acerca de la confianza de tus hermanos de que realmente puedes llevar a cabo la obra para la que te presentes voluntarrio? Estas cosas son de la mayor importancia, y el Nuevo Testamento tiene otra vez algo que decir al respecto.
    Vemos en Hechos 13 y Hechos 16 dos tipos básicos de misioneros que salen. El primer tipo son los obreros experimentados, Bernabé y Pablo — Hechos 13:1-4. Habían ganado profundidad, experiencia y sabiduría por medio de un ministerio muy activo en la asamblea local de Antioquía. Los santos allí los conocían como siervos dotados y capaces, y confiaban en ellos. El tiempo pasado en la obra en Antioquía mientras las gentes perecían en otras tierras no fue considerado como un desperdicio. Su experiencia en Antioquía demostraría una y otra vez su utilidad en el campo misionero. No hay mucho, relativamente hablando, de esta clase de salidas misioneras. Parece haber la tendencia por parte de obreros experimentados de meterse en un nicho en su patria y quedarse. Como mucho alientan a los jóvenes a que vayan, a menudo sin mucha experiencia práctica, y solos, para que aprendan en la escuela de los duros golpes. A veces experimentan la amargura de la confusión y del fracaso en manos de un enemigo experimentado y endurecido. Naturalmente que Dios es Soberano, pero si los líderes experimentados no quieren salir, Él usará a los otros, que vayan voluntarios, y los bendecirá. Alabado sea Dios por los que están dispuestos. Pero, ¿dónde están hoy los Pablos y los Bernabés? Con su experiencia podrían subirse las mangas y emprender la obra de manera directa, y eficaz, sobre el campo.
    El segundo tipo es el del misionero joven y relativamente inexperto que sale a trabajar como discípulo, como «aprendiz» de otro más mayor y experimentado. En Hechos 16:1-4 tenemos el ejemplo de Timoteo a este respecto. Se debería observar que era un creyente que tenía buen testimonio de los hermanos — esto es: tenía un buen testimonio acerca de su vida cristiana. Era un cristiano devoto, aparentemente sirviendo ya activamente a Cristo allí donde estaba. Quizá había orado y pedido al Señor que lo usara; no lo sabemos, pero sí sabemos que cuando Pablo se encontró con él, le gustó lo que vio. “Quiso Pablo que éste fuese con él” (v. 3). Por cuanto cada asamblea local es autónoma, consideramos que debe haberse dado algo de discusión, oración y acuerdo entre los ancianos, Pablo y Timoteo acerca de su salida. Se fue a petición de Pablo, para aprender el ministerio en lo que se podría llamar «instrucción sobre el terreno», como la sombra de Pablo. Un estudio de la vida de Timoteo nos enseñará que el joven misionero que sale con este acuerdo mutuo debería estar dispuesto a hacer lo que se le mande, y a considerar que el Señor le conduce a través de su “misionero discipulador”, hasta aquel tiempo en que tenga la confianza de los santos para emprender la tarea por sí mismo. Pablo describe esta misma relación con Timoteo en Filipenses 2:19-22,

    “Espero en el Señor Jesús enviaros pronto a Timoteo, para que yo también esté de buen ánimo al saber de vuestro estado; pues a ninguno tengo del mismo ánimo, y que tan sinceramente se interese por vosotros. Porque todos buscan lo suyo propio, no lo que es de Cristo Jesús. Pero ya conocéis los méritos de él, que como hijo a padre ha servido conmigo en el evangelio”.

    Primero, Timoteo había demostrado su carácter en su asamblea local, siendo de buen testimonio, y siendo un colaborador deseable para un obrero experimentado como Pablo. Segundo, la prueba de él mismo era su servicio presente con Pablo en sus viajes y trabajos misioneros, estableciendo y edificando las iglesias.
    Ésta es la obra misionera, la obra de plantar y edificar una asamblea local. Nada hay misterioso acerca de ello; es la vida de la asamblea otra vez en otra tierra. La declaración de Cristo: “edificaré mi iglesia”, manifiesta claramente lo que Dios está haciendo en esta edad. Así, es sólo lógico que la verdadera preparación para el servicio misionero sea la experiencia en el funcionamiento de tu asamblea local. Deberías buscar un continuo consejo de tus ancianos al poner a prueba tu ministerio. Ellos pueden reunirse contigo con regularidad, ayudando a prepararte para un servicio eficaz en los campos de cosecha extranjeros.

Centrando la visión

    Mientras prosigues en tu servicio para el Señor allí donde te encuentras, observarás un creciente interés en unos campos particulares. Éste es un interés que viene y permanece y crece, y que no depende del último misionero con el que hablaste. Esta «partícularízación» forma parte de la obra de Dios conduciéndote a un área en particular. Naturalmente, debería ser comunicada a tus ancianos tan pronto como te des cuenta de ella.
    Ahora es el momento de comenzar en serio el estudio de la historia, geografía y lengua de este campo. Encontrarás libros en la biblioteca municipal para préstamo y lectura. Encontrarás cursos en facultades de historia o en escuelas oficiales de idiomas. Deberías ponerte en contacto con los misioneros que estén allí. Si hay alguna historia de la obra misionera de aquella área, como las que se encuentran en la serie en inglés: That The World May Know [“Para que el mundo sepa”], por Tatford, sería buena cosa familiarizarse con ella. Lamentablemente no hay muchas obras así en español, pero uno siempre puede preguntar e investigar por su cuenta. No es siempre así, pero a veces se hace posible hacer una visita a la tierra en que estás especialmente interesado. En tal caso, deberías planear el viaje con oración y el consejo de tus ancianos, para lograr el máximo beneficio del mismo. Al visitar a los misioneros, deberías llegar preparado para observar y aprender, y tener buenas preguntas que hacer, y tal vez apuntadas algunas cosas que quisieras aprender durante el viaje. Pensando en la posibilidad de que puedas mudarte allí o a otro lugar para servir, ¿qué te es necesario conocer? Sería también excelente pasar un tiempo con los hermanos naturales del país, tanto como sea posible, para comenzar a hacer amistad con ellos. Posiblemente verás que cada uno que visites querrá convencerte de que eres necesitado en su zona.
    Recuerda que debes permanecer abierto a la guía del Señor después, cuando vayas dilucidando lo que aprendiste junto con los hermanos de tu asamblea local. Comparte con ellos y pide que sigan orando y que te den cualquier consejo que tengan.

Pedid y recibiréis

    Lo que se necesita para salir confiados no es sólo un llamamiento general a las misiones, sino una conducción más específica de parte del Señor acerca de Su voluntad acerca de tu partida. Al orar y buscar Su voluntad, esto es lo primario: (1) Su Palabra (Sal. 119:105); (2) El consejo de los ancianos de tu asamblea (He. 13:17); (3) Circunstancias fuera de tu control (Hch. 16:6-9); y (4) La convicción personal acerca de qué es lo que el Señor quiere que hagas (Hch. 16:10).
    Las siguientes líneas maestras acerca de las misiones y de la voluntad de Dios, adaptadas de A Spiritual Clinic (Un consultorio espiritual), de J. O. Sanders, pueden resultarte útiles.
1. Está honradamente dispuesto a hacer la voluntad de Dios siempre que te sea manifestada.
2. Encomienda explícitamente tu camino al Señor. Confía en Él.
3. Date a una preparación positiva; nada de esperas letárgicas.
4. Afronta los problemas y las dificultades de las misiones de una manera franca, y cuenta el costo.
5. Consulta con tus ancianos y otros misioneros para consejo. Sigue el consejo de ellos.
6. Obedece cada indicación de la voluntad de Dios cuando se te haga patente.
7. Escribe los pros y los contras en dos columnas cuando llegue el momento de decidirse.
8. Decide en base de la información, del consejo, de la luz de las Escrituras, de una profundización de la convicción del Espíritu Santo, y de circunstancias convergentes.
9. Somete la decisión a la prueba del tiempo.
10. Si persiste la convicción, pasa adelante.
11. Espera confirmaciones adicionales de parte del Señor mientras prosigues.
12. Espera que Satanás intente distraerte y desviarte.
13. No mires atrás. Nunca arranques en incredulidad lo que has sembrado con fe.

    Naturalmente, cuando Dios indique que te está separando para la obra, tu asamblea lo sabrá y querrá seguir la pauta del Nuevo Testamento, y encomendarte con oración y públicamente a Su obra (Hch. 13:3). Por cuanto los ancianos deben ser los reclutadores de Dios para las misiones, y por cuanto tú has estado trabajando estrechamente con ellos y comunicándote con ellos continuamente, ellos estarán ya pensando acerca de tu encomendación.
    Si las asambleas en tu país tienen un servicio para orientar y ayudar a los misioneros, sería bueno ponerte en contacto con ellos tempranamente. Pero en muchos países no hay. No importa, porque tampoco había en los días de los apóstoles. La gracia y guía del Señor y la comunión y oraciones de los hermanos son suficientes.
continuará, d.v.

 

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