miércoles, 19 de abril de 2017

La Mies: Cómo Llegar (parte 2)

COMO LLEGAR A LA MIES 

(Parte 2)
Carlos Tomás Knott
 
El primer paso

    ¿Cuál es el primer paso hacia el campo misionero? Evidentemente, como en el caso de los creyentes de Tesalónica, el punto de partida es una buena y sólida conversión. Nada de esta cosa a medias — orando alguna oración en un momento emotivo al final de un campamento o después de algún mensaje evangelístico, y luego cojeando por el camino, tratando de tener un pie en el reino y otro en el mundo. Esto puede que perturbe tu teología del “cristiano débil o carnal”, pero el Señor Jesús dice que los tibios serán escupidos de Su boca (Ap. 3:16). Así que, ¡tómate a Cristo y el cristianismo en serio, y no a medias!
    Una conversión buena y sólida viene cuando oyes y comprendes el Evangelio, que:

    “Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras”. (1 Co. 15:3-4)

    Habiendo quedado convicto de tu culpa ante un Dios Santo, te arrepientes de tus pecados y crees el Evangelio, en tu corazón —confiando en Jesucristo como tu Señor y Salvador. Una conversión bíblica significa decir adiós a tu viejo yo y a la vieja vida. No es para asombrarnos que leemos que: “Si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas” (2 Co. 5:17). Esto concuerda con el “lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo” (Tit. 3:5), y es la clase de conversión sobre la que se basa el cristianismo verdadero, el del Nuevo Testamento, tal como leemos en las Escrituras. Desde el endemoniado gadareno junto al mar de Galilea, hasta Saulo de Tarso en el polvoriento camino de Damasco, la verdadera conversión siempre ha conllevado tales vidas bruscamente cambiadas. Éste es el mensaje de la cruz, tal como lo expresa Tozer:

    “Aquel evangelismo que hace amistosos paralelismos entre los caminos de Dios y los caminos del hombre es falso a la Biblia y cruel para las almas de los oyentes. La fe de Cristo no es paralela con el mundo, sino que lo corta. Al venir a Cristo no llevamos nuestra vieja vida a un plano superior; la dejamos en la cruz. El grano de trigo tiene que caer en la tierra y morir”.

El crecimiento en la familia de Dios

Cuando somos salvos venimos a formar parte de la familia de Dios. Todos los creyentes en esta edad constituyen la Iglesia Universal, y cada asamblea local es una miniatura de la universal. El plan de Dios es que estemos en comunión en una asamblea local. sta es también la pauta del Nuevo Testamento. Nada de quedarse aislado, ni de dedicar lo mejor de tu tiempo y energía a organizaciones bien intencionadas (¡y quejándote luego de la falta de vida en la iglesia!) La iglesia es la clave para y el pálpito del plan de Dios en esta edad. El Señor Jesús anunció: “Edificaré mi iglesia” (Mt. 16:18), no “mi organización”.
    Leyendo Efesios 4:10-16 notamos que el Señor resucitado ha dado a los hombres dotados a la iglesia para el perfeccionamiento de los santos. No existe clero ni laicos en el Nuevo Testamento (¡excepto en el judaísmo!). Cada creyente debe ser perfeccionado para la obra del ministerio. Volviendo de nuevo a 1 Tesalonicenses capítulos 1 y 2, vemos que Pablo, Silas y Timoteo trabajaban incesantemente para hacer discípulos de los nuevos creyentes. Los cuidaban como una madre (2:7) y un padre (2:11), instruyéndolos a que sirvieran al Señor. No es para asombrarse que de esta joven iglesia hubiera “sido divulgada la palabra del Señor” (1:8). Estos creyentes tuvieron una buena crianza espiritual en la asamblea, y justo en ella recibieron su instrucción para la obra cristiana. Así es la asamblea local, no la organización paraeclesial, la que vemos alcanzando toda Grecia con el Evangelio... y no tenían radio, TV, automóviles, imprentas, ¡ni internet! Selah. Si quieres ir al campo misionero, no pases por alto la necesidad de ser una parte activa, consagrada, estudiosa y trabajadora de tu asamblea local.

Presentación voluntaria al servicio

    ¿Te sorprenderá oír, entonces, que Dios desea emplear cristianos ordinarios como obreros para Su mies? ¿Qué? ¿Piensas acaso que los apóstoles fueron un grupo de gigantes intelectuales, filósofos o financieros? Bien al contrario. Alguien ha dicho con mucha razón que lo más grande acerca de cualquiera de estos hombres fue su relación con el Salvador. De otra manera, ¡nunca habríamos oído de ninguno de ellos! Eran hombres sin carrera que no gozaban de ninguna posición política ni social en el mundo. El Señor Jesús les dijo a estos hombres ordinarios: “Id; he aquí os envío ...” Cuando se trata de gente ordinaria, ¡Dios recibe toda la gloria!
    Consideremos sólo algunas de las personas ordinarias que el Señor de la mies empleó. Fue un chico joven que dio sus pocos recursos de cinco panes y dos peces al Salvador. Los discípulos comentaron con escepticismo: “¿Qué es esto entre tantos?”. Pero el Señor Jesús los empleó para alimentar a la multitud. La clave no es lo que tengamos. Es rendir nuestro todo a Él para que Él nos pueda emplear para Su gloria, según Su voluntad.
    David estaba pastoreando las ovejas de su padre cuando fue introducido a su servicio para el Señor (1 S. 16). Él iba a cuidar de las ovejas del Señor.
    Eliseo estaba trabajando como labrador (1 R. 19), arando los campos, cuando fue llamado al servicio del Señor como profeta. Aquella vida simple, aquellas manos encallecidas, y aquellos nervudos brazos, fueron llevados a otra clase de siembra y de siega.
    Dios también puede emplear personas de lo que el mundo llama de “gran erudición y capacidad”, como Moisés — instruido en la universidad de Egipto, y Pablo el fariseo y discípulo de Gamaliel. Pero primero los envía al desierto a humillarlos, a quebrantar su autoimagen y confianza en sí mismos, y a enseñarles Sus caminos. Los desiertos han sido buenas escuelas preparatorias.
    Juan el Bautista estuvo en lugares desiertos, no en la alta sociedad, escuelas rabínicas, ni en la universidad, preparándose para su gran ministerio. La palabra del Señor dejó de lado a siete de los más grandes hombres en el poder político y religioso de aquel tiempo, desde César en Roma hasta Caifás en Jerusalén, a fin de llegar a Juan en el desierto. Selah.
    Pedro, Andrés, Jacobo y Juan eran pescadores ordinarios. Iban a tener que aprender a pescar hombres y a echar las redes del evangelio.
    Cada uno de ellos tuvo que decidirse a ir y seguir a Jesús, y éste fue el momento crucial en la vida de cada uno. Desde Pedro dejando sus redes y barcas hasta Pablo arrodillándose en el camino de Damasco en su adiós al judaísmo, cada uno de ellos dijo adiós a sus planes personales y ambiciones para sus vidas. “Señor, ¿qué quieres que haga?” es la famosa expresión de aquella verdadera rendición interior a Cristo que hace que le podamos ser útiles. Puedes comenzar ahí, presentando tu vida al Señor jesús en una rendición a Aquel cuyo amor, tan maravilloso, tan divino, demanda tu corazón, tu vida, tu todo. Entonces podrás decir con G. Tersteegen:

Dios llama; quedar no puedo;
Mi corazón sin retardar entrego;
Mundo vano, ¡Adiós!, de ti me alejo:
La voz de Dios mi corazón ha arrebatado.

    Pero ahora te surgen preguntas como: “¿Y ahora qué?” “Habiendo decidido seguir al Señor y emplear mi vida para servirle, ¿qué hago a continuación?” “Cómo paso a la mies desde aquí?” Buenas preguntas. Sigue leyendo.

Devoción personal

    La consagración que has hecho ante el Señor tendrá que ser llevada a cabo en el día a día de tu vida. Una de las primeras cosas que debes hacer es hablar con tus ancianos. Háblales de tu respuesta al Señor y busca sus oraciones y consejo. Ellos tienen cuidado de tu alma, como aquellos que tienen que dar cuenta al Señor (He. 13:17), y deberías valorar mucho su aportación espiritual como una forma primaria de conducción divina, especialmente acerca de las labores misioneras.
    La temperatura espiritual de tu vida personal será un factor clave en la manera en que tu vida sea usada por Dios. No sucumbas a la frialdad de tu ambiente espiritual. Mantén encendidas las llamas del sacrificio y de la devoción en privado así como en público. Pablo nos exhorta en Filipenses 2:12,

    “...No como en mi presencia solamente, sino mucho más ahora en mi ausencia, ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor...”

    Casi cualquiera puede hablar y actuar espiritualmente en público. ¡Es una cosa cantar los himnos con la congregación, y otra cantarlos en tu habitación, a solas, en lugar de escuchar la música del mundo! Si no puedes soltar las ataduras de la mundanalidad, primero tienes trabajo contigo mismo. Lee 2 Corintios 6:14 - 7:1 y haz aplicaciones personales en el tema de la separación. Un predicador, anciano o misionero visitante puede tener un extraño efecto sobre la adrenalina de algunas personas, produciendo unas elevaciones espirituales temporales. Pero luego, cuando vas a casa, a tu habitación, o al campo con amigos, ¿cómo es entonces tu devoción personal? ¿Es sólo un acto público, visto por los demás, o es realmente una devoción personal y ferviente que se derrama también en público?
    ¿Está tu cuerpo dedicado a Cristo como sacrificio vivo (Ro. 12:1-2)? ¿Comienzas cada día con Él, negándote a ti mismo, y tomando tu cruz para seguirle aquel día (Lc. 9:23)? ¿Tienes un tiempo diario consistente, y de calidad para la comunión con el Señor mediante la lectura de la Palabra y la oración (Sal. 1:2)? ¿Recibe el Señor los primeros y mejores de todos los aspectos de tu vida — tu dinero, tu tiempo, tus talentos (Mt. 6:33)? ¿Eres diligente en la oración personal (Lc. 18:1)? ¿Eres un fiel testigo, confesando a Cristo con tu boca y presentando el Evangelio a otros (Ro. 10:14-17)? ¿Lees sistemáticamente y estudias tu Biblia y buenos libros cristianos, en lugar de desperdiciar un tiempo precioso en novelas y televisión (2 Ti. 2:15; 3:16-17)? ¿Qué clase de discípulo eres en privado cuando nadie te ve? Esta clase de cosas no son las que comenzarás a hacer de súbito sólo porque atravieses un océano o recibas un visado extranjero. La vida de la consagración personal comienza justo ahora, justo donde estás, y es una parte muy real de la instrucción para el campo misionero.
continuará, d.v.

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