viernes, 10 de julio de 2015

¿ARREPENTIMIENTO O REMORDIMIENTO?



“Porque la tristeza que es según Dios produce arrepentimiento para salvación, de que no hay que arrepentirse; pero la tristeza del mundo produce muerte” (2 Co. 7:10).

Generalmente se cree que cuando alguien expresa tristeza o llora sobre un pecado, esto equivale al arrepentimiento. Las lágrimas y la tristeza pueden ser parte del arrepentimiento, pero no siempre indican un arrepentimiento piadoso. Las Escrituras nos dan varios ejemplos de esto.
    Hablando de Esaú, dice: “Porque ya sabéis que aun después, deseando heredar la bendición, fue desechado, y no hubo oportunidad para el arrepentimiento, aunque la procuró con lágrimas” (He. 12:17). Escribiendo sobre esta porción, el hermano Flanigan comentó: “La tristeza de Esaú, sin embargo, no era la sabiduría del arrepentimiento. Era la tristeza de auto compasión porque neciamente había perdido tanto. Lo que Esaú buscó con lágrimas no fue el arrepentirse de lo que había hecho mal, que es lo que algunos entienden al leer este texto. Lo que buscó era recuperar la bendición que había perdido a manos de Jacob (Gn. 27:1-40)”.
    Acán confesó pero después de ser identificado al final como el cuyo pecado contribuyó a la derrota de Israel ante los de Ai (Jos. 7:20-21). Sin embargo, esperaba hasta que Josué averiguaba en todas las tribus y familias y finalmente llegó a Acán. Cuando su pecado fue abiertamente manifiesto, entonces confesó. Alguien ha dicho que la confesión de Acán fue del “remordimiento sólo porque fue descubierto”. Frecuentemente se dice que cuando son detenidos los ladrones, se entristezen, pero su tristeza es porque han sido detenidos y ahora serán castigados. Judas también puede caber en esta categoría de tristeza (Mt. 27:3). El hermano McShane añade: “No toda tristeza es de Dios, porque hay una tristeza del mundo que produce muerte”. Ciertamente fue así con Judas.
    En nuestro texto prinicipal Pablo parece decir que hay arrepentimiento que conduce a salvación, o liberación del pecado indicado. Este arrepentimiento es genuino, del corazón, y no es abandonado con el paso del tiempo. Como en el caso del hijo pródigo, es una convicción, una tristeza respecto al pecado. Trae restauración y un cambio de sentido en la vida. Puede que haya o no haya lágrimas, pero sí habrá un cambio que con tiempo demuestra que es real.


Steve Hulshizer, de la revista  "Milk & Honey" ("Leche y Miel"), enero, 2010, traducido con permiso, por Carlos Tomás Knott
   

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