miércoles, 2 de junio de 2021

¿Ofrendamos Como Dios?

 

por W. E. Vine


    Los primeros versos de la epístola de Santiago contienen una descripción de Dios como el Dador. La traducción literal de la frase: “Dios, el cual da...” (v. 5), es “el Dios que da” – “Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche”. “El Dios que da” es casi un título. ¡Cuán abundantemente las Escrituras lo ilustran! “Ha dado a su Hijo unigénito” (Jn. 3:16). “¿Cómo no nos dará también con él todas las cosas?” (Ro. 8:32). Sus dádivas son la expresión de Su amor – “De tal manera amó Dios...que ha dado”. Dios da “abundantemente” (Stg. 1:5), “gratuitamente” (Ro. 8:32. RVA) y “en abundancia” (1 Ti. 6:17).

La Similitud del Padre

    Una de las principales lecciones en la enseñanza del Sermón del Monte es que nuestro carácter será conformado al Padre celestial cuando obedecemos y conformemos nuestra conducta a los preceptos del Señor. Es el sentido de la frase: “para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos” (Mt. 5:45). No meramente niños, sino “hijos”. Esto quiere decir los que no solo son nacidos de Dios, sino además comparten Su carácter y le representan de manera digna, llevando la semejanza del Padre divino. Su gracia es tal que Él es “el Dios que da”, y lo hace abundantemente, el mismo espíritu de liberalidad debe caracterizarnos. Cuando Cristo se sentó frente al arca de la ofrenda y observó “cómo el pueblo echaba dinero en el arca” (Mr. 12:41), realmente deseaba ver ofrendas que corresponden al modo divino de dar. La viuda pobre echó todo lo que tenía. ¿No era eso como el Don del Padre cuando dio a Su Hijo? La ofrenda es una prueba de nuestro carácter.

Los Motivos

    El del mundo estima las cosas pensando en cuánto recibe. Cristo las mida por cuanto uno da. El mundo considera la cantidad dada. Los hombres piensan así, pero Cristo considera el motivo. Con el mundo la gran pregunta es: “¿Cuánto tiene uno?” Pero el Señor observa cómo cada uno usa lo que tiene. ¡Cuanto sugiere el comentario del Señor acerca de la ofrenda de la viuda! “En verdad os digo, que esta viuda pobre echó más que todos. Porque todos aquéllos echaron para las ofrendas de Dios de lo que les sobra; mas ésta, de su pobreza echó todo el sustento que tenía” (Lc. 21:3-4). En el caso de los ricos, hubo poco sacrificio. Estaban tan cómodos después de ofrendar como lo estaban antes. Pero a ella no le quedó nada. La ofrenda de ellos era asunto de religión, pero la de ella era asunto de amor y devoción a Dios.* A fin de cuentas, el gran criterio no era cuánto dio, sino cuánto tenía después de ofrendar. ¡Cuánta diferencia entre el saldo de ellos y la nada de ella!
    ¡Amor y devoción a Dios! Estas cosas imparten verdadero valor a la ofrenda. Quizás esto explica por qué no hay mandamiento acerca de la cantidad que debemos ofrendar. Sería fácil obedecer un mandato que estipula la cantidad o proporción debida, pero ¿qué ejercicio de corazón hay en esto? ¿Cuál sería el motivo? La lealtad sería sustituida por religión mecánica. El amor sería reemplazado con el formalismo. Tanto individuos como iglesias perderían el sentido del alto motivo que debe inspirar la ofrenda como respuesta amante al amor del Gran Dador.
 
* La ofrenda de la viuda también manifestó fe. Confiaba en Dios para su futuro inmediato. Los ricos no tenían por qué hacer esto, porque tenían guardado más que suficiente para vivir, pues “echaron...de lo que les sobra” dijo el Señor. Las ofrendas de los ricos pueden facilmente impresionar a los hombres, porque no ven lo que todavía les queda.

W. E. Vine, del capítulo 17 de su libro: La Iglesia y Las Iglesias, próximamente disponible de Libros Berea

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