miércoles, 14 de diciembre de 2016

William MacDonald comenta sobre el peligro de la política

Capítulo 31 del libro: EL MANDAMIENTO OLVIDADO: SED SANTOS

La Política
¿Debería el cristiano participar en la política? Los que dicen que sí citan invariablemente el conocido adagio: “Todo lo necesario para que triunfe el mal es que los hombres buenos no hagan nada”. Si esto no es convincente, citan a José, a Moisés y a Daniel como ejemplos de creyentes participantes en el sistema político.
    Aunque el adagio suena convincente, deberíamos recordar que es una declaración de sabiduría humana, no de revelación divina. No deberíamos darle la autoridad de las Escrituras. En cuanto a José y a Daniel, nunca buscaron ser elegidos, sino que sirvieron como funcionarios del gobierno. Moisés fue más una molestia para que gobierno que parte del mismo.

La respuesta bíblica
    Si vamos a la Palabra para conseguir una respuesta, ¿qué encontraremos?
    El Señor Jesús no se dedicó a la política. Más bien, se encontró enfrentado al sistema. Los discípulos no participaron en política. ¿Acaso se perdieron la mejor porción de Dios al concentrarse en el evangelio?
    El apóstol Pablo no se dedicó a la política. La fidelidad a su llamamiento y a su mensaje lo enfrentaron contra la sociedad farisea.
    Jesús enseñó que su reino no es de este mundo (Jn. 18:36). Y dijo a sus incrédulos hermanos: “no puede el mundo aborreceros a vosotros; mas a mí me aborrece, porque yo testifico de él, que sus obras son malas” (Jn. 7:7).
    El apóstol Juan nos recuerda que “el mundo entero está bajo el maligno” (1 Jn. 5:19). La política forma parte del sistema del mundo.
    Debemos separarnos del mundo para poder influir sobre él (2 Co. 6:17). Arquímedes dijo que podría mover el mundo si encontraba un punto de apoyo fuera del mismo. Debemos posicionarnos fuera del sistema del mundo si queremos moverlo para Dios.
    Pablo insistía en que “ninguna que milita se enreda en los negocios de la vida” (2 Ti. 2:4). Todos los creyentes están (o deberían estar) en servicio activo. No deberían dejarse distraer.
    La política es algo corrompido. Es un sistema de compromisos. Las decisiones se toman generalmente sobre la base de lo que es conveniente, no sobre la base de lo que es correcto. Se adhiere a principios humanos, no a los principios divinos. El difunto senador por Michigan, Vandenberg, dijo: “La política es corrupta por su misma naturaleza. La iglesia no debería olvidar su verdadera función tratando de participar en un aspecto de los asuntos humanos donde tendrá que ser una pobre competidora. Perderá su pureza de propósitos si participa”.

El proyecto plátano
    La solución de Dios a los problemas del mundo no es política, sino espiritual. Su respuesta es el nuevo nacimiento, no la elección de nuevos representantes. La política no es nada más que un vendaje para un cáncer. Nuestra consigna es: “Deja que los muertos entierren a sus muertos; y tú vé, y anuncia el reino de Dios” (Lc. 9:60). La historia de la cáscara de plátano pone las cosas en su perspectiva adecuada.
    Había un hombre con un puesto muy importante en la actividad editorial y tenía la responsabilidad de la publicación y distribución de miles de obras. Un día se dirigía a trabajar, y al pasar por una esquina del centro de la ciudad vio una cáscara de plátano en la acera. Sabiendo que era un peligro potencial, la tiró de una patada a la alcantarilla, donde nadie podría resbalar a causa de ella. Pero comenzó a pensar en todas las cáscaras de plátano que podría haber en las acercas de esta gran ciudad. Supongamos que hubiera una que nadie hubiese echado a la alcantarilla y que alguien la pisara. Quizá debería tomarse el tiempo de buscar por las calles de la cuidad para encontrar las peligrosas cáscaras de plátano. Si no fuera así, alguien podría romperse algún hueso. De esta manera, se podría ahorrar a muchos una estancia en el hospital. Pero ¡espera un minuto! Él tenía sus propias responsabilidades. Era un factor importante en el mundo editorial. Su responsabilidad era mantener las imprentas en marcha y enviar sus contenidos hasta lo último de la tierra. De mala gana, abandonó el proyecto plátano por el más esencial. Que los barrenderos se ocupasen de las cáscaras de plátano. Esto era tarea de ellos.
    Hagamos ahora una aplicación. Un cristiano tiene la mayor responsabilidad en el mundo, esto es, publicar las buenas nuevas del Señor Jesucristo. Ésta es una importante tarea para el cristiano. Si no la hace él, nunca la harán los demás. Por eso dijo Jesús: “Buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas”. Muchas personas están participando en la política... pero Dios nos ha encargado la bendita tarea de proclamar el mensaje del evangelio a los hombres y mujeres de este mundo de muerte. Otros proyectos pueden ser válidos, pero si dejamos el nuestro, nadie tomará nuestro puesto.
    El propósito de Dios en esta edad no es hacer del mundo un lugar mejor donde vivir, sino llamar de entre las naciones a un pueblo para su nombre (Hch. 15:14). Deberíamos estar obrando para Él en el cumplimiento de este objetivo. Jowett lo dijo bien: “Somos colaboradores con Dios en la rendición del mundo. Ésta es nuestra misión... ungir en el Nombre del Señor a los hombres a una vida de realeza, a la soberanía sobre el yo, al servicio para el reino”. Y pasa luego a lamentar la tragedia de los cristianos que dejan de apreciar su alta vocación, que abrazan lo inferior, que se arrastran en lugar de volar, que son esclavos en lugar de reyes.
    La ciudadanía primordial del cristiano es celestial (Fil. 3:20). Es peregrino y extranjero en este mundo (1 P. 2:11). Aunque tiene la responsabilidad de obedecer al gobierno y derecho a usar sus procedimientos judiciales, no está obligado a formar parte del sistema.
    Si participo en la política, estoy dando un voto de confianza a su capacidad de resolver los problemas del mundo. No tengo razón alguna para tal confianza después de siglos de fracaso político.
    El tenor general del Nuevo Testamento es que las condiciones no van a mejorar (1 Ti. 4:1-3; 2 Ti. 3:1-5). Esto hace tanto más urgente la responsabilidad del cristiano respecto a la Gran Comisión.
    ¿Significa esto que los creyentes deben adoptar una actitud pasiva? ¡No! Lo que significa es que podemos hacer más con la oración que lo que podamos jamás hacer mediante la votación. Nosotros mantenemos el equilibrio del poder mediante la oración. Podemos afectar el destino de las naciones mediante la oración. “Las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para destrucción de fortalezas
(2 Co. 10:4).
    No ha llegado el momento para que los cristianos reinen (1 Co. 4:8). Nuestra vida es un tiempo de instrucción para cuando nos toque reinar. William Kelly dijo:

    Nunca se han mezclado los cristianos en el gobierno del mundo excepto para deshonra del Señor y para la propia vergüenza de ellos. Ahora son llamados a padecer con Cristo; en el futuro reinarán con Él. Ni Él ha asumido aún su gran poder para reinar. Él está sentado en el trono de su Padre, como el Cristo rechazado por el mundo, esperando la palabra de su Padre para ejecutar el juicio y sentarse en su propio trono (Ap. 3:21).

    Precisamente mientras escribo esto, he recibido un recorte de prensa que apoya la postura de Kelly. Dice:

    Van Dyke, un cristiano nacido de nuevo, fue un personaje polémico. Su carrera política quedó marcada por el escándalo. Fue casi expulsado de la Legislatura en 1984 por emlear una literatura fraudulenta en su campaña. La Comisión de Información Pública le multó en 500 dólares, y la Legislatura exigió que presentase disculpas.

    Vale la pena ponderar la declaración de Kelly: “Nunca se han mezclado los cristianos en el gobierno del mundo excepto para deshonra del Señor y para la propia vergüenza de ellos”.

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